Las redes sociales cuentan con una lista de nuevos seguidores que mantienen atemorizada a la población de países de América Latina como México, Argentina, Perú y Venezuela. Se trata de diversas bandas delictivas que se han sumado “a los trenes”, una moda que incluye utilizar cuentas en Facebook para mostrar sus armamentos, hazañas y ofrecer servicios de sicariato, alquiler de pistolas o venta de drogas.
Karina Manzanares, consultora de redes sociales para el Cuerpo Nacional de Policía en México, ha explicado que esta modalidad repuntó a finales del 2012, cuando las bandas comenzaron a amenazar a funcionarios, víctimas o grupos de otros barrios a través de páginas que titulaban bajo el nombre de su organización.
“Los delincuentes son conscientes del alcance de las redes sociales. Es por ello que ese tipo de publicidad que antes se hacía a través de grafitis o murales, ahora es más sofisticada porque Facebook permite colgar fotos en directo. Twitter, por ejemplo, no ha funcionado, supongo porque es más complicado resumir todo a 140 caracteres” añadió Manzanares.
La mayoría de estos grupos se identifican con la palabra “tren”, que dentro del argot carcelario define a las bandas dedicadas al tráfico de armas, asaltos y venta de droga en los barrios más pobres.
“Tren es el nombre de los que movemos de un lado a otro el poder en la calle, somos el motor que lleva de un lado a otro. Es como nos llamamos, y hay muchos: nosotros somos Tren de Gente Seria, los del barrio de al lado se llaman Tren Los sicarios” explica un joven argentino que se identifica como “Lechuga”, un término que significa entre ellos dólar.
Otro ejemplo de ello es el grupo Tren Amasacradores que funciona en la Caracas (Venezuela). Un vistazo en su galería de imágenes es un paseo por una amplia variedad de pistolas, revólveres y otras armas de guerra como ametralladoras.
Este grupo hace juego de pistolas con mujeres semi desnudas, se identifican como trabajadores de la cárcel o el infierno, y consideran que estudiar pasó de moda, por lo que reina “lacrear en la calle”.
El post que más comentarios ganó es el de la abuela de uno de los integrantes luciendo dos pistolas y fumando un cigarrillo. Uno de los mensajes que acompañan a la fotografía es “Mi abuela al ruedo, esta vieja es una sinvergüenza”.
“Lacrita” es uno de los administradores de estos grupos, quien contó a través de correo electrónico a La Vanguardia.com que los integrantes son jóvenes dedicados a “buscarse la vida”, que manejan armas que han comprado a otras bandas y que “las alquilamos a gente seria, nada de brujas, y dependen para que la vayan a usar (la pistola) cobramos un peaje que va entre los 12.000 y 14.000 bolívares (aproximadamente 1.500 euros)”.
Además de ofrecer sus hazañas, las redes sociales se han convertido en una vía para brindar homenaje a los delincuentes que han muerto “cumpliendo su trabajo”, y también para ofrecer servicios de robo, secuestro o dar consejos sobre cómo “cumplir con el deber”.
En Perú, el pasado 4 de octubre circuló un vídeo de homenaje a un perseguido sicario: A Juan Carlos Pucutay Centurión “Alias Calavera”, que en su primer día recibió la visita de 2.800 usuarios.
La cárcel tampoco es un impedimento para que detenidos se unan a la moda de las redes sociales. El pasado 13 de enero en Mendoza (Argentina), los medios de comunicación social difundieron fotografías que algunos presos colgaron en sus perfiles de Facebook. Estas imágenes revelaban el manejo de afilados cuchillos y machetes por parte de los internos, quienes además hicieron público el siguiente mensaje: “"Muerte a los traficantes (…) ya vamos a salir esto no es para toda la vida, todo tiene vuelta, el mundo gira para todos lados, ya lo vamos a vengar de un par de ellos".
El sociólogo Luis Alberto Márquez se refirió a esta moda como el “acto más evidente de que América Latina está dominada por una violencia callejera muy profunda, en la que ya las bandas se sienten libres de exponer con orgullo el poder que tienen. Aquí sale perdiendo – una vez más – el ciudadano de a pie, quienes tenemos que vivir en casas convertidas en jaulas. El experto además consideró que estas imágenes “ponen la piel de gallina” porque es un signo de que la situación se salió de las manos de los cuerpos policiales.
Tras la pista
El Ministerio de Interior y Justicia en Perú aseguró que todos estos perfiles son seguidos y evaluados por el programa ARES que permite a los funcionarios policiales “ingresar al cyber espacio a las llamadas páginas negras donde vemos que hay armas, venta de drogas, pornografía infantil. Por ahora sólo estamos en proceso de investigación”.
Mientras que en Venezuela, las fuentes policiales expresaron que hasta el momento no han encontrado ninguna prueba de delito en estas páginas, que “sólo son palabras desafiantes o fotografías que estudian su veracidad. Pero estamos tras la pista de estas redes sociales”.
El abogado penalista y profesor universitario en Buenos Aires Vicente Lunar consideró que esta moda revela indicios claros de apología al delito, por lo que el procedimiento preliminar sería tomar declaraciones a los administradores de estos sitios. “Y que las fiscalías de los derechos del niño y adolescente de cada país sancione el uso de imágenes violentas”.
El Capitán David Silva, del Grupo de Investigaciones tecnológicas de Perú coincide con este planteamiento, al calificar estas páginas como indicios de tráfico de armas, mercado negro de personas que ahora les gusta sentirse orgullosas y exponer lo que hacen.
Las iniciativas sociales se han sumado en ir tras la pista de estos perfiles. A finales del 2013, un usuario de la red social Taringa recopiló las cuentas de Facebook de una docena de presuntos delincuentes de distintos barrios de La Plata (Argentina), quienes también exhiben sus armas e incluyen fotos de amigos "caídos".
Esta iniciativa se convirtió en una de las 10 publicaciones más visitadas y comentadas por los usuarios en menos de una semana, con más de 44.000 personas que vieron las imágenes y comentaron los polémicos textos.
El origen de las armas
La imagen común en estas páginas son las armas de fuego, una clara exposición de arsenales de pistolas, revólveres, escopetas y ametralladoras que ratifican el importante negocio ilegal de tráfico de armas.
El Observatorio Latinoamericano de Violencia señala que en cada país se maneja un promedio de 9 a 15 millones de armas de fuego ilegales. Este tráfico ilegal de armas transformó a América Latina en un complicado campo de batalla, según la comisión de Derechos Humanos de la ONU. En la región ocurren cuatro de cada diez asesinatos mundiales.
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