La biotecnología se presenta a sí misma como una herramienta contra el hambre. Así se reflejó en el 14º Congreso Europeo de Biotecnología, celebrado la pasada semana en Barcelona bajo los auspicios de Biocat, la entidad que agrupa la biotecnología catalana. El congreso contó con la presencia del biólogo belga Marc van Montagu (Gante, 1933), uno de los padres de la biotecnología aplicada a la mejora de las cosechas, fundador del Instituto de Biotecnología de Plantas para los Países en Desarrollo y actual presidente de la Federación Europea de Biotecnología.
Se le considera a usted el padre de la biotecnología verde en Europa...
Yo no me considero así, porque junto a mí y a Jeff Schell, trabajó todo un equipo. Además, como siempre en ciencia, no hemos empezado de cero.
¿A cuándo se remontan los estudios?
Los indios de América seleccionaron las semillas de maíz mayores para conseguir frutos más grandes. Eso fue una alteración genética. Inconsciente, pero lo fue. En Mesopotamia se hizo lo mismo con el trigo: una fusión de dos hierbas condujo al trigo actual hace 5.000 años, cuando no sabían lo que era la genética.
¿Hasta dónde pueden llegar los beneficios de las plantas modificadas genéticamente?
Por lo menos, se podrá triplicar la producción de una misma especie, pero el tope está abierto. La importancia está en que los transgénicos aumentan la productividad; permiten generar plantas más nutritivas para la alimentación. La urgencia ahora es que haya alimentos para todo el mundo, y la biotecnología puede ser una pieza clave.
¿Tienen otras aplicaciones, además de la alimenticia?
Pueden ser la alternativa al petróleo. Ya se pueden fabricar plásticos biodegradables a partir de plantas.
Remarca que es importante incorporar estos cultivos a los países en desarrollo. ¿Qué beneficio aportan?
No sólo económico, sino también de salud. En el caso del algodón, en África, la semilla clásica se tiene que fumigar hasta 20 veces con un insecticida nocivo para la salud humana (una tarea, además, que realizan niños). Con el algodón transgénico sólo se fumiga dos veces, porque el principal insecto que afectaba a la planta ha dejado de existir.
¿Es difícil traspasar estos cultivos al tercer mundo?
No, pero hay que explicar a la población cómo funciona esta agricultura: las compañías que venden deben formar a los agricultores. El 70% de todo el cultivo mundial de algodón es transgénico; en Burkina Faso, el total; en otros países, como India, la mayor parte también es transgénico.
Hay una fuerte oposición a los transgénicos. Algunos gobiernos no los permiten.
Todo viene de la mala información. Y eso es porque los científicos, tradicionalmente, no explicamos lo que hacemos. Y debemos hacerlo.
Algunos científicos hablan de efectos nocivos por el consumo de estas plantas: infertilidad, daños renales y hepáticos
Es un problema de desinformación absoluta. No es serio, no tiene ningún fundamento científico.
También hay quejas porque los tests previos son confidenciales
No es cierto: son públicos, los gestionan las agencias pertinentes y los puede consultar cualquier científico. Siempre se han hecho cruces para seleccionar genes y se han consumido los productos obtenidos. Entonces no habría razón para hacer tests preventivos. Aún así, los hacemos.
Se denuncian presiones de las multinacionales y un enriquecimiento con las patentes.
Hay patentes, como en otros ámbitos. Ahora están en manos de grandes empresas de cereales, pero existe la posibilidad de que entren empresas más pequeñas.
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