Fuente:
BBC Mundo.
La Copa del Mundo puede parecer una oportunidad para el despegue económico de Sudáfrica, pero es posible que el único beneficiario sea el nuevo campeón.
Según diversos estudios, la organización de un Mundial no genera los beneficios económicos que se esperan.
En una investigación sobre Copas del Mundo, Olimpíadas y otros grandes eventos deportivos, Victor Matheson, economista de la Universidad de Massachusetts, Estados Unidos, halló que las proyecciones de ganancias dejan de lado factores fundamentales de la ecuación económica final.
"Los organizadores se basan en el número que se espera de espectadores. En general, las proyecciones son precisas, pero lo que no calculan es que hay un fenómeno de desplazamiento, es decir, que lo que ganan hoteles y restaurantes lo pierden otros negocios como ser teatros y cines", le dijo Matheson a BBC Mundo.
Y agregó: "Por cada ganador hay perdedores. Vienen extranjeros, pero se van los locales. Y los costos en que incurren los organizadores son enormes".
La Copa del Mundo en Sudáfrica es un ejemplo. Según la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), el gasto total del torneo es de unos US$6.269 millones. De esta suma total, el anfitrión desembolsa unos US$2.500 millones, casi un 1% de su Producto Interno Bruto (PIB) y un 3,4% de su deuda externa.
¿Compensarán los beneficios por turismo y la proyección mundial de Sudáfrica este gasto colosal en un país que, según algunas estimaciones, es el más desigual del planeta?
El problema del béisbol griego
Las lagunas económicas de estos eventos no dependen del nivel de riqueza de una nación.
La Eurocopa del 2000, organizada conjuntamente por Holanda y Bélgica, dejó un magra ganancia.
El Mundial de 2006 en Alemania no dio tampoco grandes réditos.
Y esta situación no se limita al fútbol.
"En las Olimpíadas pasa lo mismo con el problema adicional de que muchos de los lugares que se construyen no tienen ningún tipo de utilidad después del evento", puntualiza Mathesson.
El caso que ejemplifica este complejo legado son los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004.
El evento costó unos US$11.000 millones (US$3.000 en la construcción y mejoramiento de centros deportivos, el resto en infraestructura y transporte). Un año más tarde, el déficit fiscal griego se había disparado al 5% y su crecimiento económico había caído del 4,2% al 2,8%.
Grecia no se recuperó de ese trance. En 2010 tuvo que ser rescatada por los países de la eurozona y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para no caer en cesación de pagos.
Si bien no se pueden achacar todos su problemas a las Olimpíadas (su propia incompetencia y una profunda crisis económica mundial fueron determinantes), no cabe duda de que sus problemas presupuestarios se dispararon con el evento.
El economista griego Christos Hadjiemmanuil estuvo a cargo de la Comisión por el Legado de los Juegos Olímpicos.
"Muchas inversiones no fueron bien planificadas y su uso se agotó en los Juegos Olímpicos. En este sentido, hubo mucho despilfarro", le dijo a BBC Mundo Hadjiemmanuil.
Grecia construyó un estadio de béisbol en un país que no practica el deporte. El beneficio posterior de este estadio fue nulo. La deuda contraída para pagar su construcción se sumó al rojo fiscal que hoy ahoga a la economía griega.
Orgullo nacional
Los defensores de estos eventos señalan que son un gran salto en la modernización de los países.
Con sus Olimpíadas, ciudades como Barcelona y Atenas consiguieron añadir a sus encantos turísticos un aeropuerto de nivel internacional, un servicio de metro eficiente y una fachada embellecida, todos factores que son un agregado permanente a su economía.
De hecho, los países se pelean y gastan lo indecible para convertirse en la sede del próximo gran evento internacional.
Según Hadjiemmanuil, la principal razón de esta disputa es más política que económica.
"El país organizador puede movilizar a su población en torno a un objetivo colectivo", señaló Hadjiemmanuil.
Un caso extremo de este uso político fue la Copa del Mundo de 1978 en Argentina bajo un gobierno militar.
A corto plazo, esta movilización en torno de un objetivo nacional tuvo un impacto positivo en uno de los pilares del crecimiento económico: los consumidores y su confianza.
Este efecto, sin embargo, se evaporó con la velocidad de una borrachera y dejó luego la inevitable resaca.
Es lo que teme el economista Peter Attard Montalto, del banco japonés Nomura en Sudáfrica.
"Nosotros calculamos un crecimiento del 0,7% este año, pero un panorama mucho más incierto después", afirmó Montalto al diario británico
Financial Times.
Gana el ganador
Algunos estudios apuntan a que la mejor manera de estimular la economía a través de uno de estos eventos es ganándolos.
Victor Matheson analizó el impacto económico del Superbowl, el campeonato de fútbol americano.
"Encontramos que las ciudades organizadoras del evento no se beneficiaban económicamente, pero sí lo hacían las ciudades del equipo ganador", indicó a BBC Mundo.
El factor decisivo en esta ecuación es que al estímulo del consumo que produce la felicidad por la victoria no se le tienen que restar los costos que insumió organizar el campeonato.
Coincidencia o causalidad, el ganador del último Mundial de Fútbol, Italia, pasó de crecer un 0,10% en 2006 a un 1,90% el año siguiente. En 1988, Holanda ganó la Eurocopa y saltó de un 1,7% a un 3%.
Por supuesto, este impacto económico de la psicología colectiva no es el único factor en juego. Holanda creció de la mano de una Comunidad Económica Europea que parecía imparable e Italia, subida a la ola global especulativa que tendría un catastrófico aterrizaje en septiembre de 2008.
Por más espectacular que sea, la victoria deportiva no protege de los estragos financieros de una crisis internacional, el despilfarro o la corrupción.
El ganador de las Olimpíadas de Pekín fue el organizador, China, pero la victoria no le sirvió de mucho para sustraer al país de la crisis que siguió a la caída del banco de inversiones Lehman Brothers en Estados Unidos.
Así las cosas y con las dificultades económicas que experimentan la mayoría de los participantes en el Mundial, es posible vaticinar que la victoria agregará más felicidad que crecimiento.