En el Reino Unido es un asunto serio qué canción define las navidades de cada año. Se puede apostar por ello y los medios siguen atentamente la competición. Los consumidores votan con sus bolsillos y pueden surgir sorpresas. Aunque ninguna como la de este año: en el número uno de las listas se ha colocado Killing in the name, tema airado del grupo estadounidense Rage Against the Machine, que ya fue un éxito en 1992.
Killing in the name no tiene nada de navideño y sí mucho de anarquista. Su resurrección comercial obedece a una inspirada iniciativa de un internauta, Jon Morter. Hace poco más de una semana, Morter empezó una campaña para evitar que el codiciado puesto fuera conquistado por el último ganador del concurso televisivo The X factor, el adolescente Joe McElderry. The climb, su primer disco, estaba destinado a ser la canción de las navidades. Aparte de tener un mensaje optimista, The climb ya había sido un éxito en EE UU, en la voz de Miley Cirus.
Irritación rockera
El internauta en cuestión usó Facebook, Twitter y otras redes sociales para lanzar la alternativa de Rage Against the Machine. Se basaba en la irritación de los amantes del rock contra Simon Cowell, magnate musical que presume de controlar los gustos del gran público. La rebelión de Morter despertó la simpatía de figuras como Paul McCartney, pero no se sabía si sería suficiente para contrarrestar el poder mediático de Cowell.
Resulta que sí. Según la lista oficial, Killing in the name ha sido el mayor éxito de la pasada semana, con 500.000 descargas, superando a The climb, que se queda en el número 2, con 450.000 descargas y ventas en soportes físicos. Rage Against the Machine lo ha interpretado como una victoria de "la música auténtica", atribuible a "los fans y los luchadores por la libertad".
En las oficinas de Sony Music todo son sonrisas: ambos temas han sido editados por la empresa. Sony también se benefició en 2008 de una insurgencia similar. Alexandra Burke, otra concursante de The X factor, había seducido a buena parte del público británico y lanzó Hallelujah, de Leonard Cohen. Para muchos, era una herejía y se unieron para difundir la consigna: compra Hallelujah, pero en la dramática lectura del desaparecido Jeff Buckley. Entonces, Cowell se salió con la suya: triunfó Burke y Buckley quedó segundo.
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