Fuente:
La Vanguardia.
El presidente de Venezuela,
Hugo Chávez, decidió en 2003 crear un organismo que fijaría el precio al cambio del dólar por el bolívar, la moneda venezolana, ante la creciente fuga de capitales del país. Históricamente, aquel que poseía riqueza, transformaba gran parte de ella en dólares debido a las constantes devaluaciones de su propia moneda (que hacían perder el valor a los ahorros) y por tanto, a la inestabilidad económica del país. Esta falta de confianza que aumentó exponencialmente con las expectativas que traía consigo la llegada al poder de
Hugo Chávez enfundado en su camisa roja llevó a una masiva
fuga de capitales que no tardó en convertirse en una verdadera sangría.
Así, seis años atrás, el líder bolivariano optó por fijar un tipo de cambio oficial y crear un organismo de control, la
Comisión de Administración de Divisas (CADIVI), para frenar la salida de riqueza del país. Esta institución básicamente fija el precio del dólar (en la actualidad se cambia a 2,15 bolívares) y también pone límites a lo que cada persona puede cambiar para aquellas actividades de compra que deben ser efectuadas fuera del país, como viajes, adquisiciones por Internet o cualquier tipo de importación.
Por ejemplo, para viajar cada ciudadano dispone anualmente de un límite de
2.500 dólares en su tarjeta de crédito –
una cantidad que hasta hace poco era el doble- que el organismo de control debe autorizar tras un complicado proceso burocrático. Esta cantidad no puede sobrepasarse y aquí entra el gran negocio. Para muchos, este límite es bajo y el recurso que les queda para comprar dólares es acudir al mercado negro. Así, cuanto más estrechos son los límites que impone el CADIVI, más
demanda de dólar ilegal.
La enorme necesidad por parte de ciudadanos y empresas de la moneda americana causada por estas restricciones, siempre en aumento, promovió la emergencia del
'dólar paralelo', que a su vez posibilitó este gran negocio: Los que se enriquecen cambiando dólares pueden llegar a vender la moneda que cuesta 2,15 bolívares en el cambio oficial hasta tres veces por encima de este valor, a 6,45 (hoy, por ejemplo,
el dólar paralelo se vende a 5,45 bolívares). Esta sería la base de una actividad que tiene otras curiosas variantes.
Uno de los trucos usados por los cambistas para enriquecerse es la compra de tarjetas de crédito. Si cada ciudadano dispone de 2.500 dólares para gastar en viajes (hasta hace poco 5.000) anualmente, y teniendo en cuenta que la gran mayoría no tiene esa posibilidad, los espabilados pagan por usar ese crédito de las tarjetas y lo hacen cambiando fichas en casinos de Aruba o Panamá. Se trata de cambiar los miles de dólares de crédito de decenas de tarjetas conseguidas por fichas, pasan el tiempo en las salas y después de un tiempo prudencial se vuelven a cambiar por dólares en efectivo que los negociantes revenderán a buen precio de vuelta a su país.
Al mismo tiempo, las empresas y ciudadanos
sujetos a las restricciones del CADIVI se ven forzados a cambiar su política de importaciones, en el caso de las compañías, y su forma de vida en el caso de los venezolanos que por ejemplo se desplazan al exterior ya que su crédito se limita a
de 2.500 dólares por persona y año, por lo que muchos acuden al mercado negro, del que, a pesar de las amenazas y prohibiciones por parte de Chávez, se puede obtener
información actualizada en Internet . Sin embargo, aquel que desee usar más de 2.500 dólares para viajar se arriesga a las penas de cárcel que prevé el
artículo 10 de la ley contra los ilícitos cambiarios .
En el caso de que un ciudadano desee desplazarse al exterior, deberá justificar posteriormente todos sus gastos ante el organismo, que le citará para que entregue la totalidad de sus justificantes de compra. Este proceso tendría que servir para poner en evidencia a los tramposos, pero no parece clara su efectividad cuando de las 186.042 personas que supuestamente han viajado y deben presentar sus comprobantes, tan solo han podido justificar sus gastos 2.967 usuarios.
Así, miles de personas burlan la ley a pesar del riesgo de persecución que esto entraña y año tras año,
miles de personas no justifican sus gastos ante el CADIVI a lo que el gobierno responde con la suspensión del derecho a cambiar moneda y con la amenaza de multa y prisión de la ya mencionada Ley contra los Ilícitos Cambiarios.
Históricamente sostenida por el petróleo,
la economía del país se encuentra al borde del colapso , como explica Joaquim Ibarz, enviado especial de
La Vanguardia, con una inflación que supera el 30 por ciento. Así, lejos de mejorar la situación, drásticas medidas económicas como la creación del CADIVI, no han hecho más que empeorarla lo cual acaba causando una enorme frustración a aquellos que obedientemente tratan de respetar las nuevas leyes y conducen a otros a enriquecerse y no precisamente trabajando.
Al parecer, la mayoría de los venezolanos (54%) están de acuerdo con la
continuidad de Chávez y de sus políticas mientras que las esperanzas de la otra mitad (45%) han quedado rotas. Muchos tienen motivos para sentirse felices después de la reciente consulta popular, pero Venezuela llora porque está dividida.