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2010/09/10

Un trombonista a por la bomba H

Publico

Los acontecimientos que se vivieron en Palomares semanas después del accidente parecen sacados de un guión de una película de Luis García Berlanga. Tres de las bombas H del B-52 estadounidense cayeron en tierra y se localizaron en seguida. Pero la que se hundió en el Mediterráneo estuvo perdida dos meses. Y EEUU envió a la banda de música de sus Fuerzas Aéreas, con base en Torrejón de Ardoz (Madrid), a buscar el artefacto, pero tierra adentro. Frank Thompson, que tocaba el trombón, era uno de aquellos soldados que patearon la sierra en el invierno almeriense en busca de una bomba que estaba en el fondo del Mediterráneo, como todo el mundo sabía.
"Yo estaba en el grupo cuya misión era, estrictamente, caminar por el terreno, buscando, o por lo menos haciendo como que buscábamos, la bomba perdida", explica el músico a Público. El proyectil, evidentemente, no apareció, pero Thompson encontró un fragmento de cinturón de seguridad con piel humana churruscada. En la colisión del bombardero B-52 y el avión cisterna que pretendía llenar de combustible su depósito murieron siete tripulantes.

Militares entre ovejas

En plena Guerra Fría, EEUU montó un show. "Creo que buena parte de lo que hacíamos era una treta de relaciones públicas para mostrar al mundo lo mucho que se preocupaba EEUU y la diligencia con la que estaba buscando la bomba", recuerda el trombonista. Pero hay otra parte. Con la crisis todavía reciente de los misiles nucleares soviéticos apuntando a EEUU desde Cuba, los mandos del Ejército aseguraron a la tropa que había barcos de la URSS patrullando la costa almeriense. "Posiblemente nos enviaron a buscar la bomba en tierra en un intento de que los soviéticos no supieran que había caído al mar, donde podrían haberla encontrado antes que nuestra Armada", interpreta Thompson, hoy retirado, y feliz con sus tres nietas y su perra en su casa de Overland Park (Kansas).
El músico, amante de Shostakovich y Prokofiev, rememora las jornadas más surrealistas de aquella búsqueda absurda. "La mayor parte del tiempo no nos esforzábamos mucho, pero cuando nos decían que había periodistas en la zona liábamos un show de organización y eficacia militar".
Los pastores de la pedanía no salían de su asombro, viendo a aquella tropa desfilar entre sus ovejas. "No podían entender por qué pisoteábamos sus tierras en busca de una bomba que había caído en el mar. Y yo tampoco", confiesa el militar retirado.
La bomba de hidrógeno apareció el 15 de marzo de 1966, a una decena de kilómetros de la costa. El despliegue de la marina de EEUU fue un poco innecesario. El artefacto estaba justo donde había dicho el pescador Francisco Simó, conocido desde entonces como Paco, el de la bomba. La banda de las Fuerzas Aéreas dejó el paripé y volvió a Torrejón de Ardoz. Pero en seguida regresaron a Palomares. "Nos enviaron para hacer un tour de relaciones públicas por los pueblos de la zona, dando conciertos y pasacalles. ¡Pasaron meses antes de que mis labios cicatrizaran de tanto tocar el trombón en tan poco tiempo!", bromea Thompson.
El músico vivió en la España de Franco entre 1965 y 1968. Tocó en cientos de pueblos con la banda militar y se enamoró "de España y su puebla simpática", como intenta explicar en un esforzado castellano. Thompson está "feliz" de poder contar su historia y contesta a las preguntas con buen humor: "Espero que no esté violando ningún secreto militar".

2010/08/18

Científicos mexicanos construyen robot capaz de desactivar bombas

Pueblo en Linea

Un grupo de científicos mexicanos construye un brazo robótico de base móvil capaz de desactivar bombas, manipular objetos delicados o peligrosos, dio a conocer el día 17 el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav).

Los investigadores Rafael Castro y Alejandro Rodríguez Angeles, del Departamento de Ingeniería Eléctrica informaron que utilizan tecnología 100 por ciento mexicana.

El brazo robótico podrá ser operado de tres formas: vía remota, inalámbrica o previa programación, lo que reducirá el riesgo para las personas en caso de tener que realizar alguna actividad peligrosa, como es la manipulación de material explosivo.

El proyecto estará terminado antes de dos años, aunque, los científicos dijeron que si reciben mayor apoyo por parte de otras instituciones públicas o de la iniciativa privada, el tiempo que llevará concluirlo será de sólo unos cuantos meses.

El robot podrá desplazarse a una distancia de 30 metros por minuto; contará con 10 grados de libertad de movimiento: siete en el brazo, lo que le permite ser versátil a la hora de ejecutar tareas, y tres en la base, lo que le permite movilidad omnidireccional, esto es, en todas direcciones, incluso sobre su propio eje.

Además contará con dos grupos de motores, uno para mover a plenitud el brazo y otro que impulsará la base móvil, además de un procesador de información, encargado de traducir al robot las órdenes a realizar.

Su peso oscilará entre los 12 y 15 kilogramos, lo cual le dará gran estabilidad, característica muy importante a la hora de manejar materiales delicados o peligrosos.

El robot será capaz de asistir a personas con alguna discapacidad física, pues podrá traer o llevar objetos como medicamentos, libros y alimentos de forma segura.

Otra característica es que cualquier persona estará en condiciones de programarlo y operarlo, a diferencia de los robots de fabricación extranjera que requieren de asistencia técnica para realizar sus funciones.

Rodríguez Angeles dijo que otro atractivo es su precio pues un robot importado puede llegar a costar 3 millones de pesos (unos 234.275 dólares), mientras que el que construyen en el Cinvestav tendrá un costo de 750 mil pesos (unos 58.593 dólares).

El proyecto es apoyado por el Cinvestav, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y el Instituto de Ciencia y tecnología del Distrito Federal.

2009/02/18

Las bombas sin explotar liberan sustancias cancerígenas en los océanos

Fuente: ADN.

Las bombas sin explotar que jalonan los océanos son una fuente de sustancias cancerígenas que ponen en peligro la vida marina y humana, según un estudio realizado en Puerto Rico.

Así lo afirma el ecologista James W. Porter, de la Universidad de Georgia (EEUU), quien detectó estas sustancias durante un viaje de investigación a la isla puertorriqueña de Vieques, que albergó un polémico campo de tiro y de bombardeos de la marina estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial hasta 2003.

Porter analizó restos del destructor USS Killen, que fue utilizado como blanco submarino y participó en 1958 en unas pruebas nucleares en el Pacífico, en busca de materia radiactiva, y en su lugar halló una relación con el cáncer.

"Cuanto más cerca estaban los corales y la vida marina de las bombas sin explotar de ese barco de la Segunda Guerra Mundial y del campo de tiro circundante, mayor era la concentración de sustancias cancerígenas", según un informe que será presentado entre los próximos 25 y 27 de febrero en una reunión internacional sobre municiones submarinas en Honolulu (EEUU).

Los océanos están llenos de bombas sin explotar, algunas porque fallaron y otras porque fueron arrojadas allí para deshacerse de ellas.

"Sabemos ahora que estas municiones liberan sustancias que causan cáncer y ponen en peligro la vida marina", señaló Porter.

En estudios realizados desde 1999 en Vieques por la Universidad de Georgia se han encontrado concentraciones de elementos cancerígenos 100.000 veces más elevadas que los niveles de seguridad establecidos, a dos metros de las bombas y sus fragmentos.

Según estas investigaciones, los residentes de Vieques tienen una incidencia de cáncer 23% mayor que los demás puertorriqueños.

El siguiente paso será "determinar la relación de las municiones sin explotar con la vida marina y con el plato de la cena", señaló Porter, quien aconsejó que se utilicen las últimas tecnologías que permiten recuperar estas municiones y ponerlas en un lugar seguro.

"Cuando se elimina la bomba, se elimina el problema, pero hay que sacarla", subrayó Porter.