Fuente: Blog de Enrique Dans.
Llego a través de las Smart Trends de Roland Piquepaille en Smart Mobs a esta noticia del New Scientist, “Can a government remotely detect a terrorist’s thoughts?“, disponible en texto completo aquí, en la que se habla del Project Hostile Intent (PHI), un proyecto del US Department of Homeland Security en el que se pretende analizar a las más de cuatrocientos millones de personas que entran en los Estados Unidos cada año procesando en tiempo real datos acerca de sus expresiones faciales, forma de andar, dirección de la mirada, presión arterial, intensidad de sudoración o pulso, en un intento de encontrar factores no invasivos y culturalmente independientes capaces de detectar ya no si llevas un arma o un explosivo, sino si tus intenciones son cometer en algún momento un acto terrorista.
Desde 2003, el US Transportation Security Administration (TSA) utiliza personal especialmente entrenado en la detección de las denominadas “microexpresiones”, gestos minúsculos e instantáneos que revelan nerviosismo o agresividad en el llamado Programa SPOT (Screening Passengers through Observation Techniques), de manera que el PHI es visto simplemente como un incremento en los medios técnicos disponibles para este tipo de evaluación, que se ha probado con resultados positivos en casos de blanqueo de dinero, narcotráfico o incluso asesinato, en busca de su mayor automatización. Para la toma de datos se utilizarían métodos como sensores infrarrojos, láser, vídeo, audio y detectores de movimiento ocular, y se desarrollaría un sistema que aprende evolutivamente de su funcionamiento, perfeccionando la detección con el tiempo.
Por supuesto, el sistema choca con problemas de todo tipo: además de ser espantosamente intrusivo, un aeropuerto es un lugar en el que, de manera natural, se producen situaciones de estrés: nervios, despedidas, cansancio, aburrimiento y, en general, situaciones que pueden generar falsas alarmas de todo tipo. Ante un filtro de seguridad completamente colapsado cuando mi vuelo está a cinco minutos de cerrarse, mis “microexpresiones” faciales pueden seguramente ser idénticas a las del más retorcido asesino en serie, sin que eso me convierta para nada en un terrorista… simplemente estoy enfadado, cansado y con prisa. En el fondo, el verdadero terrorismo ya no es el que mata a cientos de personas en un atentado, sino el que impide la vida normal de las personas pacíficas con procedimientos capaces de desesperar a cualquiera, convirtiendo un simple viaje casi en un deporte de riesgo. En este caso, claramente, alguien en la TSA ha visto demasiadas veces Minority Report…
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