El experimento fue aplazado tres días antes de que empezara, tras una fuerte campaña en contra. Mientras, en EEUU, científicos y militares especializados en climatología han recomendado a su Gobierno que abandone la moratoria y que encabece la investigación antes de que otros se les adelanten. La geoingeniería, que la Royal Society define como "la manipulación intencional a gran escala del medio ambiente planetario para contrarrestar el cambio climático antropogénico" está empezando a asustar.
El proyecto SPICE (Inyección Estratosférica de Partículas para la Ingeniería Climática) llevaba meses siendo estudiado en laboratorio. Su objetivo final era llevar agua con varios tipos de partículas a 20 kilómetros, para que estos aerosoles hicieran de espejos que reflejasen la radiación solar.
Los investigadores calculaban que, una vez instalado a escala global podría reducir la temperatura 0,5 grados durante 18 meses. Los científicos de Cambridge, Oxford, Bristol y Edimburgo que participan en él querían probarlo en un escenario real. En este primer test que iban a realizar en el aeródromo de Scul-thorpe, en la costa este de Reino Unido, un globo cargado de helio elevaría la manguera sólo un kilómetro.
"SPICE es el primer proyecto de Reino Unido destinado a proporcionar un conocimiento más que necesario y basado en hechos sobre las tecnologías de geoingeniería", decía el coordinador del proyecto, el vulcanólogo de la Universidad de Bristol, Matt Watson, días antes de que las instituciones que financiaban el proyecto decidieran suspenderlo.
Según una breve nota, el Consejo para la Investigación en Ingeniería y Ciencias Físicas alegaba que quería dar más tiempo a los implicados en SPICE para estudiar sus posibles impactos. "Hemos adoptado un enfoque de innovación en este proyecto, como parte de nuestro compromiso con un desarrollo responsable, y nuestra decisión de detener el experimento refleja los consejos que hemos recibido de nuestro panel de asesores", dice el comunicado.
Lo más llamativo es que, en esta primera fase, no se iban a esparcir ni partículas de dióxido de azufre ni ningún otro de los aerosoles que se barajan por su capacidad reflectiva. "El proyecto en sí mismo no iba a hacer geoingeniería, sólo investigar la viabilidad para hacerla", aclaraba Watson. De hecho, sólo iban a rociar agua. Pretendían comprobar la parte de ingeniería del sistema: cómo elevar el líquido, al que tendrían que someter a una altísima presión de 6.000 bares, el comportamiento del globo durante las tormentas... Aunque Watson no respondió a los requerimientos de este periódico para explicar las razones del aplazamiento, sí dijo que lo retomarían en primavera.
En las semanas previas a la puesta en marcha de SPICE, una coalición de 60 organizaciones de todo el mundo impulsó una campaña en su contra. En una carta enviada al secretario de Estado británico para Energía y Cambio Climático se puede leer: "Si bien se pretende usar agua en vez de partículas, su solo propósito es diseñar el mecanismo que permitiría en el futuro inyectar químicos hacia la estratosfera para reflejar la luz del sol". Para los firmantes, liderados por la organización ETC Group, furibunda enemiga de la geoingeniería, "es inaceptable que el Gobierno de Reino Unido financie o incluso modere las discusiones en el Convenio sobre Diversidad Biológica al mismo tiempo que patrocina experimentos y desarrolla equipos para el despliegue de aerosoles estratosféricos, una de las tecnologías de geoingeniería más controvertidas y más debatidas".
El Convenio sobre Diversidad Biológica, convertido en el Protocolo de Nagoya durante la convención sobre biodiversidad organizada por la ONU en esa ciudad el año pasado, impuso una moratoria sobre los experimentos que buscaran alterar el clima como mecanismo para contrarrestar el calentamiento global.
Contra la moratoria
En EEUU ya hay quienes postulan que su Gobierno no cumpla con la moratoria. Expertos en cambio climático del Bipartisan Policy Center (BPC), un influyente think tank estadounidense, publicaron el pasado mes un informe en el que piden a la Casa Blanca que lidere la investigación en geoingeniería. Cómo actúan los políticos cuando quieren proponer una medida polémica, lo primero que hacen los autores, entre los que hay destacados científicos climáticos como Ken Caldeira o Ron Lehman, es cambiarle el nombre. Ellos prefieren llamarlo "remediación climática".En sus conclusiones destacan que las limitaciones impuestas por algunas ONG y países en desarrollo en la Cumbre de Nagoya no deberían ser tenidas en cuenta "porque pueden impedir la investigación que podría llevar a mejores decisiones sobre cuándo y cómo usar las tecnologías de remediación". Reconocen que aún hay muchas incógnitas y posibles riesgos pero que sin investigación no podrán despejarse las dudas.
"El gran problema de la geo-ingeniería es que es fácil hacerla en laboratorio; el problema es realizarla a gran escala", explica el investigador del Institut de Ciències del Mar-CSIC, Rafael Simó, experto en la fertilización de los océanos con hierro, otra de las técnicas de geoingeniería. "La única manera de demostrar su viabilidad para frenar el calentamiento global es hacerlo a lo grande y esta manipulación real es la que provoca los temores", añade.
El informe del BPC reconoce esos miedos. Pero advierte a Obama de que, si no lo hace EEUU, lo harán otros. Son tecnologías relativamente baratas y rápidas en su implementación, implican riesgos desconocidos y están al alcance de países sin sofisticadas capacidades científicas, recuerda el texto. Y, lo que haga un país con el clima de la Tierra puede afectar a todos. Como dice Simó, "en la atmósfera y los océanos no hay fronteras".