Las baterías son el talón de Aquiles de la industria móvil, un segmento que exhibe un rostro lozano. Casi 270 millones de smartphones se vendieron durante los tres primeros meses del año, según datos de la consultora TrendForce.
La condición de oveja negra se les imputa a las baterías por su breve evolución en relación con otros componentes que integran un dispositivo móvil. La autonomía de las baterías ha evolucionado, aunque no al paso de los componentes que circundan su cuerpo de ion litio.
¿Por qué los celulares presentados a comienzos del año 2000 lograban mantenerse en pie a lo largo de varias jornadas, mientras que los modernos Galaxy S5 y iPhone 5 con suerte se estiran hasta las 24 horas sin requerir auxilio energético? La respuesta está en los beneficios a los cuales hemos accedido en los últimos años: pantallas cada vez más nítidas, conectividad 3G y 4G, aplicaciones funcionando en simultáneo, la capacidad de reproducir contenidos multimedia. Un teléfono celular es más bien, hoy, una computadora personal de bolsillo.
La proliferación de apps que prometen alargar la autonomía de las baterías es una muestra cabal de las flaquezas arriba señaladas. Con versiones gratuitas y comerciales, JuiceDefender es una de las más utilizadas; según el desarrollador se ha descargado más de 5 millones de veces. Es útil para dispositivos Android con un desempeño basado en la automatización de procesos, como el acceso alternado a redes, control del brillo, ajuste del CPU cuando el teléfono está inactivo y configuración del rendimiento según franjas horarias. No olvidar que, además, los mismos celulares suelen venir con modos de uso para ahorro de energía.
Horizonte recargado
Durante la primera semana de abril, en el marco de un evento organizado por Microsoft en Tel Aviv, una startup israelí mostró un prototipo que, si llegase a manos del usuario de a pie, desmantelaría parte del descrédito de las baterías para equipos móviles. Aunque no extiende la autonomía, el dispositivo promete una recarga completa en sólo 30 segundos. Según explica StoreDot, la firma especializada en nanotecnología responsable de este desarrollo, la aparente magia tiene una explicación científica: el sistema se basa en péptidos, moléculas compuestas por aminoácidos que permiten reducir en forma drástica el tiempo de recarga. Con comercialización prevista para el año 2016, resta pulir diversos aspectos de la prometida panacea. Procuran, por un lado, extender la compatibilidad a más dispositivos (la demostración fue realizada en un Galaxy S4) y, por otro, reducir su tamaño, que ahora es mayor que un smartphone promedio.
Puestos a hablar de autonomía, durante 2013 la industria móvil vio la aparición de un flamante concepto en teléfonos inteligentes, los de pantalla curva, que ofrecen un nuevo espacio físico en el que acomodar las baterías. El arco propicia recovecos que son inéditos en un teléfono tradicional.
Samsung presentó el Galaxy Round y LG lanzó el modelo G Flex. A los fines de este repaso, vale detener la mirada en esta última compañía, que cuenta con un departamento especialmente dedicado a la investigación y el desarrollo de baterías, LG Chem. Recientemente se conocieron sus planes más frescos en el área. "Baterías nunca antes vistas que rompen con la tradición rectangular", indicó esta división de departamento de la compañía surcoreana. Además de baterías curvas, la presentación incluyó modelos escalonados que, ubicándose unos sobre otros, toman provecho de los espacios libres dentro de las carcasas.
Es el caso del G2, un smartphone de LG cuya particularidad es la presencia de botones en su cara posterior, ubicación que crea un espacio vacante, de nuevo, para las baterías. LG Chem también dio a conocer un modelo de batería en forma de cable, flexible y resistente al agua, oportuno para la nueva oleada de productos tecnológicos de vestir como gafas, relojes inteligentes y hasta anillos. Sin embargo, su producción comercial aún no fue puesta en marcha. LG Chem indicó que planea liderar los esfuerzos para producir estos componentes en forma masiva.
A fines de enero, Google le vendió Motorola a Lenovo por 2900 millones de dólares, pero retuvo el departamento encargado del Proyecto Ara, una iniciativa para desarrollar teléfonos modulares. Con el ánimo de llevar al mundo del hardware la filosofía de código abierto que tanto rédito le entregó a Android, la propuesta supone una "democratización del ensamblado de smartphones". Un esqueleto (denominado Endo) contiene los diversos módulos, asociados gracias a un sistema magnético. De este modo, el usuario puede configurar su equipo de cabo a rabo, o casi. Será posible elegir entre una pantalla táctil o un teclado físico, el tipo de cámara y el microprocesador. Además, será posible añadir módulos de batería para extender la autonomía del dispositivo. Eso sí: hay un número limitado de receptáculos para módulos, aunque el Proyecto Ara contempla tres tamaños con diferentes capacidades.
¿Excéntricos o innovadores?
¿Quién no ha puesto el grito en el cielo cuando una tableta o un smartphone agota su carga, justo en el momento que más precisamos sus encantos técnicos? En un sector del desarrollo tecnológico signado por el descrédito, no es extraña la aparición de ciertas excentricidades vociferadas como la solución definitiva y que, transcurridas algunas jornadas, pocos se acuerdan de sus augurados beneficios.
A fines de 2013 Business Insider divulgó que Bill Gates, padre de Microsoft, brindó apoyo financiero al laboratorio inglés Bristol Robotics, que investiga las propiedades de la orina humana como una posible fuente de energía pasible de ser utilizada para dar potencia a los smartphones. En estas arenas también aparece el trabajo de un equipo de la Universidad Nacional de Chungnam, en Corea del Sur, que investiga un método para extraer sílice de la cáscara del arroz, a fin de convertir aquel material en silicio para las baterías de iones de litio. Las conclusiones del estudio, publicadas en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, indican que estos electrodos pueden almacenar diez veces más energía y que no pierden capacidad aún después de doscientos ciclos de carga. Se habla hasta de energía eólica para dar vigor a los dispositivos: según mostró un grupo de investigadores de la Universidad de Arlington, Texas, los móviles podrían incorporar molinos más pequeños que un grano de arroz, los cuales, con el auxilio de corrientes de aire, generan la potencia necesaria para alimentar el funcionamiento de un móvil, aunque también podrían ser un complemento para otros mecanismos de carga tradicionales.
La poderosa Apple también sufre las flaquezas de este componente y sus búsquedas -algunas confirmadas, otras rumoradas- son prueba de que las baterías no cumplen con lo que la industria precisa. Según dijo a The New York Times Tony Fadell, uno de los responsables de la creación de iPod y iPhone, la firma de Cupertino trabaja hace años en la eventual implementación de recarga por energía solar aunque, además de la lentitud de este método, el hábito de llevar los equipos en el interior de los bolsos va en desmedro de esos planes. Para su prometido reloj inteligente (se cree que se llamará iWatch) ha trascendido que Apple proyecta aprovechar la energía cinética: que los movimientos del usuario generen la carga necesaria para un dispositivo cuya esencia portátil terminaría dilapidándose al tener que enchufarlo a la corriente eléctrica. Todo esto, por culpa de las baterías, que pese a su esforzado y silencioso trabajo, no están a la altura de una industria pujante.
Trucos para más autonomía
Hoy, los componentes de un smartphone que más energía consumen son la pantalla y el GPS, así como cualquier proceso que exige mucho cómputo. Una mala señal celular también reduce la duración de la batería.
Es fácil saber si el teléfono está consumiendo más batería de lo aceptable. Si calienta, significa que sus componentes están disipando calor, y eso ocurre cuando están tomando mucha energía. Es hora de revisar qué app o qué componente está más activo de lo normal.
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