La información se recoge en media docena de estaciones diseminadas en las seis parcelas de la bodega y se centraliza en un software instalado en cada receptor, que envía los datos a un GPS y cuya misión es descifrar los factores climáticos que actúan sobre la vid para prevenir posibles enfermedades de las plantas en los viñedos.
El proyecto germinó en 2007 cuando los responsables de esta empresa de la Rioja Alavesa, situada en Labastida, decidieron colaborar con el centro tecnológico vasco Neiker Tecnalia para participar en un plan pionero en Europa. "Era la primera vez que se abordaba la posibilidad de desarrollar un proyecto de viticultura que impulsara la calidad del vino a través de la aplicación de nuevas tecnologías", explica César Castro, director del departamento de Viticultura en Bodega Solagüen y coordinador del proyecto.
La innovadora apuesta de esta firma bodeguera consta de dos fases diferenciadas.
La primera tiene que ver con un analísis pormenorizado de las variables clímaticas que intervienen durante el proceso de siembra y maduración de la uva.
Parámetros naturales tales como la orografía de la parcela, la exposición de las cepas a los vientos del valle, la sombra o la tipología de luz solar recibida por cada cepa que son difíciles de controlar si no se recurre a herramientas tecnológicas punteras en el sector de la viticultura.
Por ello, cada una de las seis parcelas de las que constan las instalaciones de esta bodega con 540 hectáreas de extensión cuenta con una estación metereológica que miden diversas variables clave como la puvliometría – datos de los precipitación en cada parcela–, la radiacción solar o la velocidad del viento, la orientación del viento sobre las viñas, así como fenómenos que afectan nocivamente de las plantas como la evapotranspiración foliar de las hojas. "Mide con precisión la pérdida de humedad por transpiración vegetal de cada hoja de la vid".
Cada uno de estos receptores dispone de varios sensores electrónicos instalados en la parte superior de la estación, así como en el subsuelo de la parcela del viñedo.
Así, en la superficie de cada estación metereológica funcionan varios medidores. Un captador de datos denominado pluviómetro que mide la cantidad de lluvia recogida en el suelo durante los meses de cultivo.
A este sensor se unen varios dispositivos electrónicos cuya misión es la de "controlar" el resto de variables climáticas. En concreto, los responsables emplean otro captador que recoge el volumen de radiación solar recibida en cada cepa durante el año y un dispositivo, que bajo el nombre de anemómetro, controla la fuerza y orientación de los vientos dominantes en cada parcela.
Junto a estos medidores electrónicos, el equipo tecnológico cuenta con un sensor de humectación en hoja cuya función está orientada para calcular la evapotranspiración de las hojas. "Mide el gasto de agua que le produce la respiración a cada hoja", indica el responsable.
Otra parte clave en este chequeo de la salud de las viñas previa a su vendimia reside en las entrañas de la propia tierra. En el subsuelo se ubican varios medidores electrónicos que miden parámetros como la temperatura y el "potencial matricial del suelo de tal manera que se pueden calcular las necesidades de agua del cultivo", dice.
El primero se halla instaladao a 20 centímetros de la superficie y es el encargado de controlar la temperatura media del suelo al que se suman otros tres sensores, ubicados a 60 y 90 centímetros, que miden la humedad de la tierra y la "necesidad de regar el suelo para un mejor tratamiento de la vid", añaden desde el equipo de enólogos de Solagüen.
Los datos recabados por cada estación son controlados a través de un potente sistema de geolocalización GPS que por medio de una comunicación por ondas teléfonicas van a parar a un sistema informático que es supervisado por los técnicos en las pantallas de los ordenadores de los labotaorios.
"Es un software innovador que combina datos reales obtenidos en el análisis de campo como las curvas de exposición del viento o la orientación de las parcelas para adecuar cada área a las variables metereológicas recogidas en cada momento", detalla Castro.
De esta manera, la pantalla del ordenador muestra una malla de puntos que representan fielmente la imagen de cada parcela y el sistema informático es capaz de extrapolar por geoestadística los datos tratados para lograr así un "mapa continuo" de los terrenos de las viñas que permite a los responsables de las instalaciones disponer de un conocimiento "preciso" de cada uno de los puntos georeferenciales de cada una de las parcelas".
"Aunque un viñedo es igual en toda su extensión, existen diferencias en el nivel de planta o del suelo que influyen en cada zona específica del terreno. Lo que se busca es obtener una información relacionada a un punto determinado a través de este GPS", subrayan desde el equipo.
El objetivo de este análisis pormenorizado es 'zonificar' cada una de las parcelas para poder hacer un tratamiento 'homogéneo' del viñedo, independientemente de la zona en la que se cultive la vid. "La idea es que cada parcela sea tratada de una manera similar para encontrar una calidad de vino óptima y de máxima calidad", resume.
La utilidad del GPS y de las estaciones metereológicas no se limita a controlar las variables metereológicas para lograr un tratamiento más homogéneo de todo el viñedo.
No en vano, su principal misión es que es capaz de prevenir la aparición de posibles enfermedades en las cepas de las viñas. Cada una de estas estaciones llevan asociadas un software de predicción de afecciones como el mildiu, 0idio y la botrytis cuya nociva acción perjudica a la salud de las viñas. "Ubicamos varias trampas de esporas que son recogidas dos veces a la semana que junto a la acción del GPS puede reducir las probabilidades de aparición de estas enfermedades".
Los responsables estiman que la acción de estas innovadoras tecnologías puede reducir "sensiblemente" el peligro de contagio en las cepas. "Calculamos que podemos acertar la predicción de mildiu en un 80%, mientras que la botrytis se puede acertar en un 60%", detalla el técnico en viticultura.
Junto con el desarrollo de estas tecnologías punteras, otra de las novedosas aplicaciones inventadas por esta moderna bodega es un quad que lleva incorporado en su parte delantera un sensor que mide los parámetros climáticos que afectan a las hojas de la vid.
Este sistema de medición presenta como novedad la posibilidad de hacer un barrido lateral de las viñas, lo que favorece un mayor control del estado de las hojas. Se trata de una vehículo de cuatro ruedas conducido por un técnico de campo que al pasar por cada fila de vides, activa un sensor que proyecta un haz lateral sobre las hojas y registra el vigor de las hojas de cada planta.
El proyecto germinó en 2007 cuando los responsables de esta empresa de la Rioja Alavesa, situada en Labastida, decidieron colaborar con el centro tecnológico vasco Neiker Tecnalia para participar en un plan pionero en Europa. "Era la primera vez que se abordaba la posibilidad de desarrollar un proyecto de viticultura que impulsara la calidad del vino a través de la aplicación de nuevas tecnologías", explica César Castro, director del departamento de Viticultura en Bodega Solagüen y coordinador del proyecto.
La innovadora apuesta de esta firma bodeguera consta de dos fases diferenciadas.
La primera tiene que ver con un analísis pormenorizado de las variables clímaticas que intervienen durante el proceso de siembra y maduración de la uva.
Parámetros naturales tales como la orografía de la parcela, la exposición de las cepas a los vientos del valle, la sombra o la tipología de luz solar recibida por cada cepa que son difíciles de controlar si no se recurre a herramientas tecnológicas punteras en el sector de la viticultura.
Por ello, cada una de las seis parcelas de las que constan las instalaciones de esta bodega con 540 hectáreas de extensión cuenta con una estación metereológica que miden diversas variables clave como la puvliometría – datos de los precipitación en cada parcela–, la radiacción solar o la velocidad del viento, la orientación del viento sobre las viñas, así como fenómenos que afectan nocivamente de las plantas como la evapotranspiración foliar de las hojas. "Mide con precisión la pérdida de humedad por transpiración vegetal de cada hoja de la vid".
Cada uno de estos receptores dispone de varios sensores electrónicos instalados en la parte superior de la estación, así como en el subsuelo de la parcela del viñedo.
Así, en la superficie de cada estación metereológica funcionan varios medidores. Un captador de datos denominado pluviómetro que mide la cantidad de lluvia recogida en el suelo durante los meses de cultivo.
A este sensor se unen varios dispositivos electrónicos cuya misión es la de "controlar" el resto de variables climáticas. En concreto, los responsables emplean otro captador que recoge el volumen de radiación solar recibida en cada cepa durante el año y un dispositivo, que bajo el nombre de anemómetro, controla la fuerza y orientación de los vientos dominantes en cada parcela.
Junto a estos medidores electrónicos, el equipo tecnológico cuenta con un sensor de humectación en hoja cuya función está orientada para calcular la evapotranspiración de las hojas. "Mide el gasto de agua que le produce la respiración a cada hoja", indica el responsable.
Otra parte clave en este chequeo de la salud de las viñas previa a su vendimia reside en las entrañas de la propia tierra. En el subsuelo se ubican varios medidores electrónicos que miden parámetros como la temperatura y el "potencial matricial del suelo de tal manera que se pueden calcular las necesidades de agua del cultivo", dice.
El primero se halla instaladao a 20 centímetros de la superficie y es el encargado de controlar la temperatura media del suelo al que se suman otros tres sensores, ubicados a 60 y 90 centímetros, que miden la humedad de la tierra y la "necesidad de regar el suelo para un mejor tratamiento de la vid", añaden desde el equipo de enólogos de Solagüen.
Los datos recabados por cada estación son controlados a través de un potente sistema de geolocalización GPS que por medio de una comunicación por ondas teléfonicas van a parar a un sistema informático que es supervisado por los técnicos en las pantallas de los ordenadores de los labotaorios.
"Es un software innovador que combina datos reales obtenidos en el análisis de campo como las curvas de exposición del viento o la orientación de las parcelas para adecuar cada área a las variables metereológicas recogidas en cada momento", detalla Castro.
De esta manera, la pantalla del ordenador muestra una malla de puntos que representan fielmente la imagen de cada parcela y el sistema informático es capaz de extrapolar por geoestadística los datos tratados para lograr así un "mapa continuo" de los terrenos de las viñas que permite a los responsables de las instalaciones disponer de un conocimiento "preciso" de cada uno de los puntos georeferenciales de cada una de las parcelas".
"Aunque un viñedo es igual en toda su extensión, existen diferencias en el nivel de planta o del suelo que influyen en cada zona específica del terreno. Lo que se busca es obtener una información relacionada a un punto determinado a través de este GPS", subrayan desde el equipo.
El objetivo de este análisis pormenorizado es 'zonificar' cada una de las parcelas para poder hacer un tratamiento 'homogéneo' del viñedo, independientemente de la zona en la que se cultive la vid. "La idea es que cada parcela sea tratada de una manera similar para encontrar una calidad de vino óptima y de máxima calidad", resume.
La utilidad del GPS y de las estaciones metereológicas no se limita a controlar las variables metereológicas para lograr un tratamiento más homogéneo de todo el viñedo.
No en vano, su principal misión es que es capaz de prevenir la aparición de posibles enfermedades en las cepas de las viñas. Cada una de estas estaciones llevan asociadas un software de predicción de afecciones como el mildiu, 0idio y la botrytis cuya nociva acción perjudica a la salud de las viñas. "Ubicamos varias trampas de esporas que son recogidas dos veces a la semana que junto a la acción del GPS puede reducir las probabilidades de aparición de estas enfermedades".
Los responsables estiman que la acción de estas innovadoras tecnologías puede reducir "sensiblemente" el peligro de contagio en las cepas. "Calculamos que podemos acertar la predicción de mildiu en un 80%, mientras que la botrytis se puede acertar en un 60%", detalla el técnico en viticultura.
Junto con el desarrollo de estas tecnologías punteras, otra de las novedosas aplicaciones inventadas por esta moderna bodega es un quad que lleva incorporado en su parte delantera un sensor que mide los parámetros climáticos que afectan a las hojas de la vid.
Este sistema de medición presenta como novedad la posibilidad de hacer un barrido lateral de las viñas, lo que favorece un mayor control del estado de las hojas. Se trata de una vehículo de cuatro ruedas conducido por un técnico de campo que al pasar por cada fila de vides, activa un sensor que proyecta un haz lateral sobre las hojas y registra el vigor de las hojas de cada planta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario