El Capulinero grande (Chlamydera nuchalis), una especie típica del continente australiano, se vale de una serie de artilugios para atraer al sexo opuesto. Y hay uno en particular, que, seguramente, ni al más astuto de los hombres se le hubiese ocurrido poner en práctica.
Además de exponer sus coloridas plumas para llamar la atención de la hembra, los machos decoran su nido de forma tal, que es muy probable que las hembras los vean de un tamaño mayor del que tienen, según reveló un nuevo estudio.
Los únicos en utilizar esta técnica que dominaba por excelencia el renacentista Miguel Ángel, dicen los científicos, son los seres humanos.
"El nido está formado por una suerte de avenida construida con pequeñas ramas, y mide cerca de 60 centímetros. La hembra se sienta a la entrada de la avenida y observa el cortejo del macho a través de este túnel", le explicó a BBC Mundo John Endler, ecólogo de la Universidad Deakin, en Australia, y líder del equipo de investigadores.
"Lo que nosotros notamos es que el macho coloca pequeños objetos grises cerca de la entrada, y a medida que se aleja de la entrada, coloca objetos más grandes", señaló Endler.
El arreglo no es casual, sino que estos objetos -que pueden ser huesos, conchas e incluso restos de cosas fabricadas por el hombre- están ubicados de menor a mayor tamaño, para formar una gradiente.
"El efecto que producen, desde el punto de vista de la hembra, es el de una falsa perspectiva", explica el investigador.
Cuanto más grande, mejor
Son varias las razones que podrían explicar por qué lo hace. En opinión de Endler, podría ser que las hembras prefieran simplemente un patrón de distribución más regular dentro del nido del macho, o que que el patrón regular haga que la hembra pueda distinguir al macho más fácilmente que si lo ve contra un fondo más desordenado."Sin embargo, otra posibilidad interesante, es que si las aves tienen una percepción similar a la de los seres humanos, este arreglo espacial haga que la avenida se vea más pequeña y el macho más grande", comentó Endler.
Si bien los investigadores no están seguros, por el momento, de que los machos apuesten a esta ilusión óptica porque toman en cuenta la perspectiva de la hembra, "lo que sí queda claro es que los machos crean perspectivas falsas y que éstas son muy importante para ellos, porque cuando modificamos la estructura, volvieron a reconstruirla en tan sólo tres días", dijo Endler.
Otro dato curioso que registraron los científicos es que no todos los machos tienen la misma habilidad para crear estas perspectivas y cuando desacomodaron los diferentes nidos -los mejor arreglados y aquellos más desparejos- las aves volvieron en poco tiempo a reconstruir la decoración del nido de la misma forma que antes.
Los científicos investigarán ahora si, en efecto, los machos tienen la capacidad de ponerse en el lugar de las hembras y si la ilusión óptica que crean aumentan sus posibilidades de aparearse.
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