Quinientos millones de espectadores en 60 países. Decenas de premios a la mejor serie de televisión, entre ellos el Emmy. Un libro que, aún hoy, es el más vendido de toda la historia de la ciencia en su versión en lengua inglesa. Las cifras de Cosmos apabullan, pero ni siquiera ellas son capaces de saldar la enorme deuda que la divulgación acumula desde hace 30 años con esta serie, la mejor que la ciencia ha sido nunca capaz de producir, y con su creador, Carl Sagan. En septiembre de 1980, la cadena PBS estrenaba Cosmos en EEUU y, a pesar del tiempo transcurrido y de los enormes avances en astronomía y biología que Sagan no pudo predecir, ni un solo segundo de sus 13 horas de emisión ha perdido interés, ni encanto, ni belleza.
En el libro Cosmos, publicado a raíz del éxito de la serie, Sagan explica que su inspiración para este proyecto surge de una frustración. El astrónomo había colaborado con la NASA en las misiones a Marte Viking 1 y Viking 2, que consiguieron, por primera vez en la historia, situar dos vehículos terrestres en la superficie de otro planeta. Sin embargo, "la prensa no le prestó atención y la televisión ignoró la misión casi por completo", recuerda Sagan.
El astrofísico estaba seguro de que la exploración del universo, el origen de la vida o la búsqueda de inteligencia extraterrestre suscitaban el interés del público, y de que podría estimular ese interés "a través del medio de comunicación más poderoso, la televisión".
Sagan reclutó para esa tarea a B. Gentry Lee, con quien había trabajado en la misión Viking, a la novelista Ann Druyan que se convertiría en su tercera esposa y al astrofísico Steven Soter. La serie fue producida por la televisión pública de California y el primer episodio, En la orilla del océano cósmico, fue emitido por la televisión pública estadounidense, la PBS, el 28 de septiembre de 1980. Cosmos es, desde entonces, la serie más vista de la historia de esta cadena, por delante de Barrio Sésamo.
Cosmos triunfó porque nadie había logrado hasta entonces y muy pocos lo han conseguido después acercar la ciencia al espectador de una manera tan sencilla y, a la vez, tan completa. En el primer episodio, Sagan explica los 15.000 millones de años de historia del universo reducidos en uno solo: los primeros humanos aparecerían alrededor de las diez y media de la noche del 31 de diciembre, descubrirían el fuego a las 23:46 y fundarían las primeras ciudades a las 11:59:35. Es una metáfora simple, pero Sagan logra que el espectador asuma la inmensidad del universo y la insignificancia de su propia existencia con sólo echar un vistazo a un calendario.
La serie era, además, muy innovadora técnicamente. Su guionista recorre diferentes escenarios, como la Biblioteca de Alejandría, y viaja a bordo de una nave espacial desde la que narra las peculiaridades del universo. La tercera baza de Cosmos es el encanto personal de su presentador. Carl Sagan tenía una increíble capacidad de evocación, y logra contagiar al espectador su entusiasmo y pasión por los misterios de la vida y la evolución. El astrónomo, además, se muestra humilde al explicar sus propios descubrimientos, sincero al expresar lo que desconoce y tajante al transmitir lo que no es discutible: "La evolución es un hecho, no una teoría", dice.
Escepticismo
El gran secreto de Cosmos es que no es sólo, ni siquiera principalmente, un documental de ciencia. Sus 13 episodios quieren plantear preguntas más que ofrecer respuestas. Cuando Sagan trata de explicar las claves de la física o de la biología, no habla de complejas investigaciones, sino de historia, economía, religión, sexo, arte o superstición.Por todo ello, esta serie sigue siendo actual 30 años después. "Casi todos los periódicos tienen una columna diaria de astrología, pero ni siquiera una semanal de astronomía", protesta Sagan en el capítulo 3 y su queja, lamentablemente, se mantendría hoy. También incide en el debate sobre el diseño del universo, que resurgió recientemente tras la publicación del nuevo libro de Stephen Hawking que niega al Dios creador. "La idea de un diseñador es una explicación humana y atractiva del mundo biológico, pero Darwin y Wallace demostraron que había otra forma de explicarlo, también humana, y más convincente", opina Sagan.
Desde 1980, decenas de innovaciones han puesto patas arriba el conocimiento científico: hemos descubierto planetas que orbitan estrellas diferentes del sol, sabemos que existe agua en la Luna y en Marte, hemos conseguido secuenciar el genoma humano e, incluso, acercarnos a la creación de vida artificial en un laboratorio. Ninguno de estos hallazgos, en todo caso, es capaz de desplazar a Cosmos como la obra cumbre de la divulgación de la ciencia. Su mensaje a favor del método científico, la racionalidad y contra la superchería es ahora más necesario que nunca. En palabras de Sagan, "nuestros antepasados estaban muy ansiosos por comprender el mundo, pero no daban con el método adecuado [...]. Ahora hemos descubierto una manera eficaz de comprender el universo: un método llamado ciencia".
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