Publico
El mayor poder de la ciencia es su capacidad para cometer errores, aprender de ellos y seguir avanzando sin más. Eso es, en último término, lo que la convierte en una vía de adquisición del conocimiento superior a todo dogma, doctrina y superstición.
Con La armonía de los mundos, el tercer episodio de Cosmos, Carl Sagan nos introduce en este concepto mediante la vida de un hombre singular: Johannes Kepler. Contemporáneo de Galileo, Kepler había recibido una fuerte formación religiosa protestante que incluía una serie de ideas filosóficas inamovibles sustentadas sobre Platón y Aristóteles. Interesado en materias celestiales, fue educado también en los conceptos precientíficos de su tiempo, que entremezclaban astrología, astronomía y religión. Así, se convirtió en matemático, astrólogo y profesor.
Su primer trabajo de importancia fue también la primera defensa publicada del sistema copernicano, que ponía definitivamente al sol en el centro del sistema solar. Sin embargo, Kepler creía entonces que los planetas se apoyaban sobre los cinco sólidos platónicos clásicos. También adoptó un sistema predictivo de fuerte base astrológica. En todo caso, el comportamiento de los planetas tenía que ser una muestra más de la perfección divina. Convencido de ello, trabajó durante décadas para demostrarlo, en cooperación con Tycho Brahe.
Buscando la verdad, Kepler tuvo que ir dejando de lado todas esas doctrinas en las que fue educado, que amaba y respetaba profundamente como signos claros de la obra de Dios, para deducir las leyes del movimiento planetario. Tuvo que luchar en contra de sus mejores opiniones, anhelos y sentimientos para entender la existencia de las fuerzas físicas subyacentes al comportamiento de los planetas. De ese modo, descubrió cómo funcionaba el sistema solar. Fue entonces cuando comenzamos a comprender que esas mismas leyes regían la Tierra y a quienes vivimos en ella, pero no tenían nada que ver con dioses ni adivinaciones.
Al abandonar sus creencias y convicciones más queridas en favor de la verdad que se evidenciaba ante sus ojos, Kepler se convirtió en el último astrólogo científico y en el primer astrofísico moderno. Así, dio los primeros pasos para una nueva concepción del universo que nos ha traído hasta hoy.
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2010/10/09
2010/10/02
Cabalgando rayos de luz por el espacio-tiempo
Publico
Es posible viajar a las estrellas próximas en menos de ocho años. Al corazón galáctico, en 21. A Andrómeda, en 28. Y se podría circunnavegar el universo conocido en unas décadas.
No, estas cifras no son erróneas. Tal sería el tiempo real transcurrido a bordo, siempre que tengamos una nave capaz de viajar cerca de la velocidad de la luz y no nos importe realizar un vuelo sólo de ida al futuro. Para el resto del universo pasarían miles, millones o miles de millones de años. Se puede ir a otra galaxia y volver dentro del tiempo de vida humano; pero a nuestro retorno, la gente que conocimos habría desaparecido hace mucho y, si el viaje ha sido además muy largo, aquí ya no quedaría nada para ver.
Esta compresión temporal por velocidad observada todos los días a pequeña escala, por ejemplo, en los aviones y satélites es una de las muchas conclusiones asombrosas de la Teoría de la Relatividad de Einstein, que Carl Sagan explora en este episodio de Cosmos: Viajes a través del espacio y el tiempo. Aunque suene raro, este universo sólo tiene sentido si la velocidad de la luz constituye un límite absoluto; pero, al mismo tiempo, lo que parece un problema contiene posibilidades y enseñanzas extraordinarias.
Viajes a través del espacio y el tiempo es un delicioso paseo en bici y Vespa (sí, en Vespa) por entre las posibilidades de realizar viajes interestelares e intergalácticos que, de paso, nos permite comprender los fundamentos de la Relatividad, las cosas que ocurren cerca de la velocidad de la luz y la manera en que el universo evoluciona a lo largo de estos inmensos periodos de tiempo. Y también por el aprendizaje que nos permitió soñar cosas semejantes.
El episodio está más adelantado a su tiempo que el mismo presente. Sólo cabe añadir las posibilidades derivadas de los llamados agujeros de gusano. Recordemos que cuando se rodó Cosmos, hace 30 años, la gente estaba pensando en estos asuntos y hasta tenían transportes comerciales supersónicos para comparar.
Todo esto, en un resumen brevísimo, es lo que se encuentra en Viajes a través del espacio y el tiempo. Quien haya soñado alguna vez con ello no se lo puede perder, pues aporta respuestas sobre todo ello y, además, nuevas y mejores preguntas.
Es posible viajar a las estrellas próximas en menos de ocho años. Al corazón galáctico, en 21. A Andrómeda, en 28. Y se podría circunnavegar el universo conocido en unas décadas.
No, estas cifras no son erróneas. Tal sería el tiempo real transcurrido a bordo, siempre que tengamos una nave capaz de viajar cerca de la velocidad de la luz y no nos importe realizar un vuelo sólo de ida al futuro. Para el resto del universo pasarían miles, millones o miles de millones de años. Se puede ir a otra galaxia y volver dentro del tiempo de vida humano; pero a nuestro retorno, la gente que conocimos habría desaparecido hace mucho y, si el viaje ha sido además muy largo, aquí ya no quedaría nada para ver.
Esta compresión temporal por velocidad observada todos los días a pequeña escala, por ejemplo, en los aviones y satélites es una de las muchas conclusiones asombrosas de la Teoría de la Relatividad de Einstein, que Carl Sagan explora en este episodio de Cosmos: Viajes a través del espacio y el tiempo. Aunque suene raro, este universo sólo tiene sentido si la velocidad de la luz constituye un límite absoluto; pero, al mismo tiempo, lo que parece un problema contiene posibilidades y enseñanzas extraordinarias.
Viajes a través del espacio y el tiempo es un delicioso paseo en bici y Vespa (sí, en Vespa) por entre las posibilidades de realizar viajes interestelares e intergalácticos que, de paso, nos permite comprender los fundamentos de la Relatividad, las cosas que ocurren cerca de la velocidad de la luz y la manera en que el universo evoluciona a lo largo de estos inmensos periodos de tiempo. Y también por el aprendizaje que nos permitió soñar cosas semejantes.
El episodio está más adelantado a su tiempo que el mismo presente. Sólo cabe añadir las posibilidades derivadas de los llamados agujeros de gusano. Recordemos que cuando se rodó Cosmos, hace 30 años, la gente estaba pensando en estos asuntos y hasta tenían transportes comerciales supersónicos para comparar.
Todo esto, en un resumen brevísimo, es lo que se encuentra en Viajes a través del espacio y el tiempo. Quien haya soñado alguna vez con ello no se lo puede perder, pues aporta respuestas sobre todo ello y, además, nuevas y mejores preguntas.
2010/09/27
"Mi padre demostró que la ciencia nos pertenece a todos"
Publico
Dorion Sagan (Madison, Wisconsin, EEUU, 1959) escuchaba música punk y practicaba danza moderna en un instituto de Los Ángeles mientras su padre cambiaba la historia de la ciencia. En 1980, cuando Dorion tenía 18 años, Carl Sagan estaba filmando Cosmos, la mítica serie de divulgación científica que ya han visto 500 millones de personas y que mañana comienza a regalar este diario. "Imagino que, como todos los adolescentes, estaba un poco avergonzado de mi padre, y de que saliera cada día en la televisión", recuerda ahora Dorion Sagan, 30 años después del estreno de Cosmos. "Pero también estaba muy orgulloso", añade. El hijo del gran divulgador es también escritor, y ha publicado decenas de ensayos sobre evolución, física y filosofía de la ciencia, algunos de ellos con su madre, la reconocida bióloga Lynn Margulis. Su último libro, The Sciences of Avatar: from Anthropology to Xenology, es el más vendido en las listas de ciencia-ficción en Amazon.
Dorion Sagan recuerda con cariño y admiración a su padre, y defiende su influencia en la divulgación de la ciencia, la defensa de la racionalidad y la crítica al misticismo. "No era sólo elocuente y racional; también era un valiente. Amaba la democracia y se rebeló para defender a los ciudadanos [fue detenido dos veces por protestar contra la carrera nuclear]. Y no podían comprarlo. Necesitamos más gente como él", resume.
¿Cuál ha sido la mayor aportación de su padre a la divulgación científica?
Mi padre consiguió convertir la ciencia en algo divertido. La exploración del espacio y la evolución forman parte de una historia que se basa en la evidencia y que pertenece a toda la humanidad, no a una élite política o religiosa que sólo defiende sus intereses. Él criticó al Congreso por no conocer la ciencia, y otorgó poder al público, revelándole que pertenecemos a un cosmos que es comprensible y está abierto a la exploración humana. Demostró que no sólo la ciencia nos pertenece a todos, sino que un público científicamente preparado es necesario para la buena salud de la sociedad.
¿Cuál ha sido la influencia, en particular, de Cosmos'?
Cosmos es uno de los programas de televisión más vistos de la historia, y no se trata de ficción o de deportes, sino de una narración sobre quién, qué, cuándo y dónde somos. Mi padre encarnó la idea de una televisión emocionante, relacionada con la verdad y la belleza. Probó que cualquiera, empleando el método científico y aconfesional, puede entender el cosmos, que es un tipo de dios, el de Einstein y Spinoza; un dios abierto a la racionalidad y el examen matemático.
¿Cree que la serie mantiene su actualidad?
Cosmos quizá haya envejecido en la producción y los efectos especiales, pero yo creo que su espíritu permanece imperturbable. Y debido a que la educación científica es cada vez menor, de algún modo es más relevante, incluso, que cuando nació. La biología evolutiva, el pensamiento crítico y el papel de la evidencia para entender un universo donde no somos los amos sino, en realidad, una forma de vida inmadura; todos estos temas continúan siendo cruciales.
Los expertos destacan que gran parte del éxito de Cosmos' se debe a la capacidad de divulgación de su padre.
Estoy de acuerdo. Mi padre no tenía parangón en su habilidad para expresar la esencia de la ciencia en lenguaje poético. Observarle era agradable, y escucharle, hipnótico. El entusiasmo de sus presentaciones era contagioso. Le echo de menos; el mundo le echa de menos. No sólo era un gran divulgador, era un hombre enamorado de la verdad. Él supervisó el salto desde una era de la ciencia-ficción a una era de realidad científica, donde realmente fuimos a la Luna, y todavía más allá. Le pidieron que prestara su imagen para campañas publicitarias, pero las rechazaba. Estaba motivado para educar, no para hacer dinero.
Dicen que su padre fue muy curioso de niño. ¿Cómo pueden los padres de hoy en día reforzar la curiosidad científica de sus hijos?
Cuando mi padre era niño, su madre le llevó un día a la biblioteca para buscar un libro sobre las estrellas, e insistió cuando el bibliotecario le sugirió que echara un vistazo a un libro sobre las estrellas de Hollywood. Los padres necesitan aprender algo de ciencia, pero es más importante aún que permanezcan con la mente abierta. ¿Es el sol una estrella? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Qué edad tiene el universo? Lo que a veces parecen misterios inexplicables tienen, a menudo, respuestas científicas.
¿Cómo influyó el trabajo de su padre en el suyo?
El ejemplo de mi padre me influyó tanto directa como indirectamente. Cuando era niño me contaba historias sobre estrellas que colapsaban, agujeros negros, viajes en el tiempo y exploración espacial, historias que luego explicaría al resto del mundo. Me sentí abandonado cuando mis padres se separaron a los 5 años, pero tuvimos muchas discusiones intelectuales fascinantes. El énfasis de mi padre en volver a los clásicos, integrando ciencias con filosofía e historia, es una fuente de inspiración para mí.
¿Por qué cree que tantos científicos se resisten a divulgar?
La mayor parte de los científicos, como la mayor parte de la gente, no suele ser muy elocuente. Y los científicos responsables no quieren ver sus descripciones cuidadosas descuartizadas por los medios, que están más preocupados en conseguir titulares sensacionalistas que en la búsqueda de la verdad. Además, el científico medio está demasiado especializado para decir cosas que resulten de interés para el público general, y luego están los que trabajan en corporaciones, que quizá tengan prohibido discutir sus resultados. Así que yo creo que la influencia de las corporaciones, la dejadez y el sensacionalismo de muchos medios y la superespecialización científica provocan que sea difícil comunicar la ciencia al público. No hay solución fácil, pero siempre debemos impulsar la curiosidad y el pensamiento crítico.
¿Cómo?
Creo que la filosofía y la ciencia se deberían enseñar a una edad temprana. Los niños necesitan saber no sólo que está bien que se equivoquen, sino que la ciencia es un continuo proceso de aprendizaje de los errores. La ciencia y la filosofía enseñan a pensar con cuidado, buscar consistencia y permanecer con espíritu crítico.
¿Qué aconsejaría a esos científicos que sí quieren divulgar?
Les diría que la literatura, la filosofía y la historia son disciplinas importantes para su formación. La ciencia tiene una larga historia cultural. Mi padre lo describió como un medio para el error y la corrección. Como reportera, usted debe tener una mente abierta y crítica, es decir, científica, para comunicar con efectividad lo que ocurre en la ciencia en el mundo de las noticias de hoy, que es tan dinámico. En el siglo XIX, Samuel Butler dijo que los científicos son los sacerdotes de la era moderna y que debían ser observados con cuidado. Pero, como enfatizaba mi padre, la ciencia pertenece a la gente, y sus métodos y resultados deberían ser estudiados por todos.
Como escritor de asuntos científicos y culturales, ¿qué piensa de esa clásica distinción entre ciencia y cultura?
C. P. Snow, en un famoso discurso, comparó no conocer la segunda ley de la termodinámica con no estar familiarizado con la obra de Shakespeare. La gente necesita aprender ciencia y cultura. Los científicos necesitan saber algo de literatura y filosofía, y todos deberían conocer las ideas de la ciencia moderna. Y, más importante aún, el método que está en las raíces de esa ciencia. Esto es importante no sólo para la ciencia sino para la ciudadanía. Los antropólogos modernos estudian la ciencia como una forma de cultura, pero a veces ignoran esa ciencia a la que reducen a fenómeno cultural. Los científicos, mientras, exhiben con frecuencia la arrogancia de que, como su método es tan poderoso, tienen un acceso privilegiado a la verdad. Lo que comparten la ciencia, la filosofía e incluso la religión es el conocimiento de que sonincompletas.
¿Cómo cree que habría recibido su padre grandes avances como internet, la secuenciación del genoma humano o el descubrimiento de planetas extrasolares?
Mi padre se habría entusiasmado ante el descubrimiento de planetas extrasolares, y habría estudiado sus particularidades de una manera que aún no se ha hecho. Internet ya existía cuando murió, pero su rápido crecimiento habría hecho que se planteara dudas sobre sus problemas y oportunidades. Por una parte, en internet hay poco respeto por la verdad y florecen las mentiras, los rumores, las conspiraciones y la pseudociencia. Por otra, internet es, posiblemente, el mayor apoyo que ha tenido la democracia desde el derecho a voto. En el mismo sentido, la genética y la bioinformática le habrían entusiasmado y preocupado también. Hubiera sido fascinante contemplar a mi padre interpretando la ciencia, la tecnología y la política de forma conjunta, como sólo el podría haberlo hecho, si hoy en día siguiera vivo.
Dorion Sagan (Madison, Wisconsin, EEUU, 1959) escuchaba música punk y practicaba danza moderna en un instituto de Los Ángeles mientras su padre cambiaba la historia de la ciencia. En 1980, cuando Dorion tenía 18 años, Carl Sagan estaba filmando Cosmos, la mítica serie de divulgación científica que ya han visto 500 millones de personas y que mañana comienza a regalar este diario. "Imagino que, como todos los adolescentes, estaba un poco avergonzado de mi padre, y de que saliera cada día en la televisión", recuerda ahora Dorion Sagan, 30 años después del estreno de Cosmos. "Pero también estaba muy orgulloso", añade. El hijo del gran divulgador es también escritor, y ha publicado decenas de ensayos sobre evolución, física y filosofía de la ciencia, algunos de ellos con su madre, la reconocida bióloga Lynn Margulis. Su último libro, The Sciences of Avatar: from Anthropology to Xenology, es el más vendido en las listas de ciencia-ficción en Amazon.
Dorion Sagan recuerda con cariño y admiración a su padre, y defiende su influencia en la divulgación de la ciencia, la defensa de la racionalidad y la crítica al misticismo. "No era sólo elocuente y racional; también era un valiente. Amaba la democracia y se rebeló para defender a los ciudadanos [fue detenido dos veces por protestar contra la carrera nuclear]. Y no podían comprarlo. Necesitamos más gente como él", resume.
¿Cuál ha sido la mayor aportación de su padre a la divulgación científica?
Mi padre consiguió convertir la ciencia en algo divertido. La exploración del espacio y la evolución forman parte de una historia que se basa en la evidencia y que pertenece a toda la humanidad, no a una élite política o religiosa que sólo defiende sus intereses. Él criticó al Congreso por no conocer la ciencia, y otorgó poder al público, revelándole que pertenecemos a un cosmos que es comprensible y está abierto a la exploración humana. Demostró que no sólo la ciencia nos pertenece a todos, sino que un público científicamente preparado es necesario para la buena salud de la sociedad.
¿Cuál ha sido la influencia, en particular, de Cosmos'?
Cosmos es uno de los programas de televisión más vistos de la historia, y no se trata de ficción o de deportes, sino de una narración sobre quién, qué, cuándo y dónde somos. Mi padre encarnó la idea de una televisión emocionante, relacionada con la verdad y la belleza. Probó que cualquiera, empleando el método científico y aconfesional, puede entender el cosmos, que es un tipo de dios, el de Einstein y Spinoza; un dios abierto a la racionalidad y el examen matemático.
¿Cree que la serie mantiene su actualidad?
Cosmos quizá haya envejecido en la producción y los efectos especiales, pero yo creo que su espíritu permanece imperturbable. Y debido a que la educación científica es cada vez menor, de algún modo es más relevante, incluso, que cuando nació. La biología evolutiva, el pensamiento crítico y el papel de la evidencia para entender un universo donde no somos los amos sino, en realidad, una forma de vida inmadura; todos estos temas continúan siendo cruciales.
Los expertos destacan que gran parte del éxito de Cosmos' se debe a la capacidad de divulgación de su padre.
Estoy de acuerdo. Mi padre no tenía parangón en su habilidad para expresar la esencia de la ciencia en lenguaje poético. Observarle era agradable, y escucharle, hipnótico. El entusiasmo de sus presentaciones era contagioso. Le echo de menos; el mundo le echa de menos. No sólo era un gran divulgador, era un hombre enamorado de la verdad. Él supervisó el salto desde una era de la ciencia-ficción a una era de realidad científica, donde realmente fuimos a la Luna, y todavía más allá. Le pidieron que prestara su imagen para campañas publicitarias, pero las rechazaba. Estaba motivado para educar, no para hacer dinero.
Dicen que su padre fue muy curioso de niño. ¿Cómo pueden los padres de hoy en día reforzar la curiosidad científica de sus hijos?
Cuando mi padre era niño, su madre le llevó un día a la biblioteca para buscar un libro sobre las estrellas, e insistió cuando el bibliotecario le sugirió que echara un vistazo a un libro sobre las estrellas de Hollywood. Los padres necesitan aprender algo de ciencia, pero es más importante aún que permanezcan con la mente abierta. ¿Es el sol una estrella? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Qué edad tiene el universo? Lo que a veces parecen misterios inexplicables tienen, a menudo, respuestas científicas.
¿Cómo influyó el trabajo de su padre en el suyo?
El ejemplo de mi padre me influyó tanto directa como indirectamente. Cuando era niño me contaba historias sobre estrellas que colapsaban, agujeros negros, viajes en el tiempo y exploración espacial, historias que luego explicaría al resto del mundo. Me sentí abandonado cuando mis padres se separaron a los 5 años, pero tuvimos muchas discusiones intelectuales fascinantes. El énfasis de mi padre en volver a los clásicos, integrando ciencias con filosofía e historia, es una fuente de inspiración para mí.
¿Por qué cree que tantos científicos se resisten a divulgar?
La mayor parte de los científicos, como la mayor parte de la gente, no suele ser muy elocuente. Y los científicos responsables no quieren ver sus descripciones cuidadosas descuartizadas por los medios, que están más preocupados en conseguir titulares sensacionalistas que en la búsqueda de la verdad. Además, el científico medio está demasiado especializado para decir cosas que resulten de interés para el público general, y luego están los que trabajan en corporaciones, que quizá tengan prohibido discutir sus resultados. Así que yo creo que la influencia de las corporaciones, la dejadez y el sensacionalismo de muchos medios y la superespecialización científica provocan que sea difícil comunicar la ciencia al público. No hay solución fácil, pero siempre debemos impulsar la curiosidad y el pensamiento crítico.
¿Cómo?
Creo que la filosofía y la ciencia se deberían enseñar a una edad temprana. Los niños necesitan saber no sólo que está bien que se equivoquen, sino que la ciencia es un continuo proceso de aprendizaje de los errores. La ciencia y la filosofía enseñan a pensar con cuidado, buscar consistencia y permanecer con espíritu crítico.
¿Qué aconsejaría a esos científicos que sí quieren divulgar?
Les diría que la literatura, la filosofía y la historia son disciplinas importantes para su formación. La ciencia tiene una larga historia cultural. Mi padre lo describió como un medio para el error y la corrección. Como reportera, usted debe tener una mente abierta y crítica, es decir, científica, para comunicar con efectividad lo que ocurre en la ciencia en el mundo de las noticias de hoy, que es tan dinámico. En el siglo XIX, Samuel Butler dijo que los científicos son los sacerdotes de la era moderna y que debían ser observados con cuidado. Pero, como enfatizaba mi padre, la ciencia pertenece a la gente, y sus métodos y resultados deberían ser estudiados por todos.
Como escritor de asuntos científicos y culturales, ¿qué piensa de esa clásica distinción entre ciencia y cultura?
C. P. Snow, en un famoso discurso, comparó no conocer la segunda ley de la termodinámica con no estar familiarizado con la obra de Shakespeare. La gente necesita aprender ciencia y cultura. Los científicos necesitan saber algo de literatura y filosofía, y todos deberían conocer las ideas de la ciencia moderna. Y, más importante aún, el método que está en las raíces de esa ciencia. Esto es importante no sólo para la ciencia sino para la ciudadanía. Los antropólogos modernos estudian la ciencia como una forma de cultura, pero a veces ignoran esa ciencia a la que reducen a fenómeno cultural. Los científicos, mientras, exhiben con frecuencia la arrogancia de que, como su método es tan poderoso, tienen un acceso privilegiado a la verdad. Lo que comparten la ciencia, la filosofía e incluso la religión es el conocimiento de que sonincompletas.
¿Cómo cree que habría recibido su padre grandes avances como internet, la secuenciación del genoma humano o el descubrimiento de planetas extrasolares?
Mi padre se habría entusiasmado ante el descubrimiento de planetas extrasolares, y habría estudiado sus particularidades de una manera que aún no se ha hecho. Internet ya existía cuando murió, pero su rápido crecimiento habría hecho que se planteara dudas sobre sus problemas y oportunidades. Por una parte, en internet hay poco respeto por la verdad y florecen las mentiras, los rumores, las conspiraciones y la pseudociencia. Por otra, internet es, posiblemente, el mayor apoyo que ha tenido la democracia desde el derecho a voto. En el mismo sentido, la genética y la bioinformática le habrían entusiasmado y preocupado también. Hubiera sido fascinante contemplar a mi padre interpretando la ciencia, la tecnología y la política de forma conjunta, como sólo el podría haberlo hecho, si hoy en día siguiera vivo.
2010/09/24
Un viaje con el astrofísico del pueblo
Publico
El universo al que pertenecemos es un universo de escalas inmensas, que se observa a sí mismo con ojos humanos desde una minúscula cala en las orillas del océano cósmico. Y es en esta cala donde Carl Sagan, el astrofísico del pueblo, inicia su viaje personal por el universo que somos; el viaje personal de todos nosotros, el de todo lo que existe.
Con En la orilla del océano cósmico, Sagan nos arrastra a un recorrido desde las distancias más grandes hasta las que mejor entiende la mayor parte de la gente: galaxias, nebulosas, sistemas solares, planetas, la Tierra, el mar donde surgimos, la roca donde medramos. Así, comenzamos a descubrir nuestro lugar en el cosmos y nuestra verdadera dimensión.
Pero Sagan no se detiene aquí, sino que se adentra en otros dos largos viajes. Uno, desde los orígenes de la Humanidad y sobre las cenizas de la Biblioteca de Alejandría, es el que nos ha permitido llegar hasta aquí, saber lo que sabemos, empezar a entender: la aventura fascinante del conocimiento, de la curiosidad, de la capacidad de maravillarse, del aprendizaje.
Y con el segundo, nos lleva a otro larguísimo viaje más: nuestro recorrido por el tiempo. Reduciendo la historia universal a un año en uno de los muchos clásicos de la divulgación que caracterizan a Cosmos podemos comprender los abismos temporales que permitieron la evolución del universo, de la Tierra, de la vida, nuestra propia evolución hasta ser lo que somos, y seremos.
Cosmos se realizó hace ya 30 años y la ciencia ha avanzado mucho desde entonces. Sin embargo, En la orilla del océano cósmico no ha envejecido más que estéticamente; y eso, en estos casos, hasta puede ser una virtud. Sólo cabría añadir que ahora no consideramos a Plutón como planeta, que el cinturón galáctico de Carina-Cisne donde habitamos se define hoy como Orión-Cisne y que hemos encontrado algunas galaxias más en el Grupo Local. Todo lo demás que Sagan nos cuenta en este capítulo sigue siendo válido, actual, incluso adelantado a su tiempo y al nuestro. Hasta cuando nos habla de los riesgos que acechan a nuestro mundo refiriéndose a las amenazas de la Guerra Fría que le tocó vivir ya vislumbra los peligros para la posteridad. Los peligros de hoy.
El universo al que pertenecemos es un universo de escalas inmensas, que se observa a sí mismo con ojos humanos desde una minúscula cala en las orillas del océano cósmico. Y es en esta cala donde Carl Sagan, el astrofísico del pueblo, inicia su viaje personal por el universo que somos; el viaje personal de todos nosotros, el de todo lo que existe.
Con En la orilla del océano cósmico, Sagan nos arrastra a un recorrido desde las distancias más grandes hasta las que mejor entiende la mayor parte de la gente: galaxias, nebulosas, sistemas solares, planetas, la Tierra, el mar donde surgimos, la roca donde medramos. Así, comenzamos a descubrir nuestro lugar en el cosmos y nuestra verdadera dimensión.
Pero Sagan no se detiene aquí, sino que se adentra en otros dos largos viajes. Uno, desde los orígenes de la Humanidad y sobre las cenizas de la Biblioteca de Alejandría, es el que nos ha permitido llegar hasta aquí, saber lo que sabemos, empezar a entender: la aventura fascinante del conocimiento, de la curiosidad, de la capacidad de maravillarse, del aprendizaje.
Y con el segundo, nos lleva a otro larguísimo viaje más: nuestro recorrido por el tiempo. Reduciendo la historia universal a un año en uno de los muchos clásicos de la divulgación que caracterizan a Cosmos podemos comprender los abismos temporales que permitieron la evolución del universo, de la Tierra, de la vida, nuestra propia evolución hasta ser lo que somos, y seremos.
Cosmos se realizó hace ya 30 años y la ciencia ha avanzado mucho desde entonces. Sin embargo, En la orilla del océano cósmico no ha envejecido más que estéticamente; y eso, en estos casos, hasta puede ser una virtud. Sólo cabría añadir que ahora no consideramos a Plutón como planeta, que el cinturón galáctico de Carina-Cisne donde habitamos se define hoy como Orión-Cisne y que hemos encontrado algunas galaxias más en el Grupo Local. Todo lo demás que Sagan nos cuenta en este capítulo sigue siendo válido, actual, incluso adelantado a su tiempo y al nuestro. Hasta cuando nos habla de los riesgos que acechan a nuestro mundo refiriéndose a las amenazas de la Guerra Fría que le tocó vivir ya vislumbra los peligros para la posteridad. Los peligros de hoy.
2010/09/17
La ciencia como forma de vida
Publico
Carl Sagan entendió la ciencia como la mejor forma de estar vivo. Para aquel chico nacido en Brooklyn (Nueva York) en 1934, el método científico no acababa en el laboratorio, sino que servía para afrontarlo todo, desde el insondable misterio de la vida en la Tierra hasta la lucha contra la estupidez de los políticos. Su actitud le granjeó envidias y problemas con la policía, pero también le convirtió en uno de los científicos más populares del mundo.
"En la década de los años sesenta, cuando Carl daba una charla en Harvard, no quedaba nunca ni un asiento libre, y muchos profesores mayores envidiaban toda la atención que atraía", explica a Público Bishun Khare, el astrobiólogo de la NASA con el que Sagan compartió 30 años de carrera científica. Dos décadas más tarde, cuando Sagan ya se había colado en millones de hogares con su serie de televisión Cosmos, Khare seguía en el laboratorio intentando convertir las ideas de su compañero en experimentos científicos.
El convencimiento de Sagan sobre la existencia de vida extraterrestre marcó sus contribuciones a las misiones de la NASA en las que colaboró, hasta el punto de lograr que las sondas Pioneer hacia Júpiter llevasen una placa con un mensaje de amistad interplanetaria. Esa voluntad de concordia hizo que Sagan recibiese importantes premios oficiales a uno y otro lado del Telón de Acero. También le llevó a ser arrestado en dos ocasiones entre 1986 y 1987, cuando intentaba trepar la valla de un campo de pruebas para bombas atómicas en Nevada (EEUU) como protesta contra la carrera nuclear entre su país y la URSS.
"En la década de los años sesenta, cuando Carl daba una charla en Harvard, no quedaba nunca ni un asiento libre, y muchos profesores mayores envidiaban toda la atención que atraía", explica a Público Bishun Khare, el astrobiólogo de la NASA con el que Sagan compartió 30 años de carrera científica. Dos décadas más tarde, cuando Sagan ya se había colado en millones de hogares con su serie de televisión Cosmos, Khare seguía en el laboratorio intentando convertir las ideas de su compañero en experimentos científicos.
El convencimiento de Sagan sobre la existencia de vida extraterrestre marcó sus contribuciones a las misiones de la NASA en las que colaboró, hasta el punto de lograr que las sondas Pioneer hacia Júpiter llevasen una placa con un mensaje de amistad interplanetaria. Esa voluntad de concordia hizo que Sagan recibiese importantes premios oficiales a uno y otro lado del Telón de Acero. También le llevó a ser arrestado en dos ocasiones entre 1986 y 1987, cuando intentaba trepar la valla de un campo de pruebas para bombas atómicas en Nevada (EEUU) como protesta contra la carrera nuclear entre su país y la URSS.
Ciencia y democracia
Para entonces, Sagan ya era uno de los científicos más famosos del mundo. Siguió siendo un divulgador incansable hasta su muerte y, con los años, sus escritos se hicieron más críticos con las intromisiones de la religión en la ciencia. Sabía que el mejor antídoto era el saber, el participar de las certezas e incertidumbres del universo a través del método científico. En la última entrevista televisiva que concedió antes de morir en 1996 por una preleucemia, Sagan volvió a promover que todo el mundo participe de la ciencia y el pensamiento crítico para poder controlar un futuro cada vez más basado en la investigación y la tecnología. "Si no lo hacemos así, nunca controlaremos al Gobierno, sino que el Gobierno nos controlará a nosotros", advirtió.30 años explorando el universo
Publico
Quinientos millones de espectadores en 60 países. Decenas de premios a la mejor serie de televisión, entre ellos el Emmy. Un libro que, aún hoy, es el más vendido de toda la historia de la ciencia en su versión en lengua inglesa. Las cifras de Cosmos apabullan, pero ni siquiera ellas son capaces de saldar la enorme deuda que la divulgación acumula desde hace 30 años con esta serie, la mejor que la ciencia ha sido nunca capaz de producir, y con su creador, Carl Sagan. En septiembre de 1980, la cadena PBS estrenaba Cosmos en EEUU y, a pesar del tiempo transcurrido y de los enormes avances en astronomía y biología que Sagan no pudo predecir, ni un solo segundo de sus 13 horas de emisión ha perdido interés, ni encanto, ni belleza.
En el libro Cosmos, publicado a raíz del éxito de la serie, Sagan explica que su inspiración para este proyecto surge de una frustración. El astrónomo había colaborado con la NASA en las misiones a Marte Viking 1 y Viking 2, que consiguieron, por primera vez en la historia, situar dos vehículos terrestres en la superficie de otro planeta. Sin embargo, "la prensa no le prestó atención y la televisión ignoró la misión casi por completo", recuerda Sagan.
El astrofísico estaba seguro de que la exploración del universo, el origen de la vida o la búsqueda de inteligencia extraterrestre suscitaban el interés del público, y de que podría estimular ese interés "a través del medio de comunicación más poderoso, la televisión".
Sagan reclutó para esa tarea a B. Gentry Lee, con quien había trabajado en la misión Viking, a la novelista Ann Druyan que se convertiría en su tercera esposa y al astrofísico Steven Soter. La serie fue producida por la televisión pública de California y el primer episodio, En la orilla del océano cósmico, fue emitido por la televisión pública estadounidense, la PBS, el 28 de septiembre de 1980. Cosmos es, desde entonces, la serie más vista de la historia de esta cadena, por delante de Barrio Sésamo.
Cosmos triunfó porque nadie había logrado hasta entonces y muy pocos lo han conseguido después acercar la ciencia al espectador de una manera tan sencilla y, a la vez, tan completa. En el primer episodio, Sagan explica los 15.000 millones de años de historia del universo reducidos en uno solo: los primeros humanos aparecerían alrededor de las diez y media de la noche del 31 de diciembre, descubrirían el fuego a las 23:46 y fundarían las primeras ciudades a las 11:59:35. Es una metáfora simple, pero Sagan logra que el espectador asuma la inmensidad del universo y la insignificancia de su propia existencia con sólo echar un vistazo a un calendario.
La serie era, además, muy innovadora técnicamente. Su guionista recorre diferentes escenarios, como la Biblioteca de Alejandría, y viaja a bordo de una nave espacial desde la que narra las peculiaridades del universo. La tercera baza de Cosmos es el encanto personal de su presentador. Carl Sagan tenía una increíble capacidad de evocación, y logra contagiar al espectador su entusiasmo y pasión por los misterios de la vida y la evolución. El astrónomo, además, se muestra humilde al explicar sus propios descubrimientos, sincero al expresar lo que desconoce y tajante al transmitir lo que no es discutible: "La evolución es un hecho, no una teoría", dice.
Por todo ello, esta serie sigue siendo actual 30 años después. "Casi todos los periódicos tienen una columna diaria de astrología, pero ni siquiera una semanal de astronomía", protesta Sagan en el capítulo 3 y su queja, lamentablemente, se mantendría hoy. También incide en el debate sobre el diseño del universo, que resurgió recientemente tras la publicación del nuevo libro de Stephen Hawking que niega al Dios creador. "La idea de un diseñador es una explicación humana y atractiva del mundo biológico, pero Darwin y Wallace demostraron que había otra forma de explicarlo, también humana, y más convincente", opina Sagan.
Desde 1980, decenas de innovaciones han puesto patas arriba el conocimiento científico: hemos descubierto planetas que orbitan estrellas diferentes del sol, sabemos que existe agua en la Luna y en Marte, hemos conseguido secuenciar el genoma humano e, incluso, acercarnos a la creación de vida artificial en un laboratorio. Ninguno de estos hallazgos, en todo caso, es capaz de desplazar a Cosmos como la obra cumbre de la divulgación de la ciencia. Su mensaje a favor del método científico, la racionalidad y contra la superchería es ahora más necesario que nunca. En palabras de Sagan, "nuestros antepasados estaban muy ansiosos por comprender el mundo, pero no daban con el método adecuado [...]. Ahora hemos descubierto una manera eficaz de comprender el universo: un método llamado ciencia".
Quinientos millones de espectadores en 60 países. Decenas de premios a la mejor serie de televisión, entre ellos el Emmy. Un libro que, aún hoy, es el más vendido de toda la historia de la ciencia en su versión en lengua inglesa. Las cifras de Cosmos apabullan, pero ni siquiera ellas son capaces de saldar la enorme deuda que la divulgación acumula desde hace 30 años con esta serie, la mejor que la ciencia ha sido nunca capaz de producir, y con su creador, Carl Sagan. En septiembre de 1980, la cadena PBS estrenaba Cosmos en EEUU y, a pesar del tiempo transcurrido y de los enormes avances en astronomía y biología que Sagan no pudo predecir, ni un solo segundo de sus 13 horas de emisión ha perdido interés, ni encanto, ni belleza.
En el libro Cosmos, publicado a raíz del éxito de la serie, Sagan explica que su inspiración para este proyecto surge de una frustración. El astrónomo había colaborado con la NASA en las misiones a Marte Viking 1 y Viking 2, que consiguieron, por primera vez en la historia, situar dos vehículos terrestres en la superficie de otro planeta. Sin embargo, "la prensa no le prestó atención y la televisión ignoró la misión casi por completo", recuerda Sagan.
El astrofísico estaba seguro de que la exploración del universo, el origen de la vida o la búsqueda de inteligencia extraterrestre suscitaban el interés del público, y de que podría estimular ese interés "a través del medio de comunicación más poderoso, la televisión".
Sagan reclutó para esa tarea a B. Gentry Lee, con quien había trabajado en la misión Viking, a la novelista Ann Druyan que se convertiría en su tercera esposa y al astrofísico Steven Soter. La serie fue producida por la televisión pública de California y el primer episodio, En la orilla del océano cósmico, fue emitido por la televisión pública estadounidense, la PBS, el 28 de septiembre de 1980. Cosmos es, desde entonces, la serie más vista de la historia de esta cadena, por delante de Barrio Sésamo.
Cosmos triunfó porque nadie había logrado hasta entonces y muy pocos lo han conseguido después acercar la ciencia al espectador de una manera tan sencilla y, a la vez, tan completa. En el primer episodio, Sagan explica los 15.000 millones de años de historia del universo reducidos en uno solo: los primeros humanos aparecerían alrededor de las diez y media de la noche del 31 de diciembre, descubrirían el fuego a las 23:46 y fundarían las primeras ciudades a las 11:59:35. Es una metáfora simple, pero Sagan logra que el espectador asuma la inmensidad del universo y la insignificancia de su propia existencia con sólo echar un vistazo a un calendario.
La serie era, además, muy innovadora técnicamente. Su guionista recorre diferentes escenarios, como la Biblioteca de Alejandría, y viaja a bordo de una nave espacial desde la que narra las peculiaridades del universo. La tercera baza de Cosmos es el encanto personal de su presentador. Carl Sagan tenía una increíble capacidad de evocación, y logra contagiar al espectador su entusiasmo y pasión por los misterios de la vida y la evolución. El astrónomo, además, se muestra humilde al explicar sus propios descubrimientos, sincero al expresar lo que desconoce y tajante al transmitir lo que no es discutible: "La evolución es un hecho, no una teoría", dice.
Escepticismo
El gran secreto de Cosmos es que no es sólo, ni siquiera principalmente, un documental de ciencia. Sus 13 episodios quieren plantear preguntas más que ofrecer respuestas. Cuando Sagan trata de explicar las claves de la física o de la biología, no habla de complejas investigaciones, sino de historia, economía, religión, sexo, arte o superstición.Por todo ello, esta serie sigue siendo actual 30 años después. "Casi todos los periódicos tienen una columna diaria de astrología, pero ni siquiera una semanal de astronomía", protesta Sagan en el capítulo 3 y su queja, lamentablemente, se mantendría hoy. También incide en el debate sobre el diseño del universo, que resurgió recientemente tras la publicación del nuevo libro de Stephen Hawking que niega al Dios creador. "La idea de un diseñador es una explicación humana y atractiva del mundo biológico, pero Darwin y Wallace demostraron que había otra forma de explicarlo, también humana, y más convincente", opina Sagan.
Desde 1980, decenas de innovaciones han puesto patas arriba el conocimiento científico: hemos descubierto planetas que orbitan estrellas diferentes del sol, sabemos que existe agua en la Luna y en Marte, hemos conseguido secuenciar el genoma humano e, incluso, acercarnos a la creación de vida artificial en un laboratorio. Ninguno de estos hallazgos, en todo caso, es capaz de desplazar a Cosmos como la obra cumbre de la divulgación de la ciencia. Su mensaje a favor del método científico, la racionalidad y contra la superchería es ahora más necesario que nunca. En palabras de Sagan, "nuestros antepasados estaban muy ansiosos por comprender el mundo, pero no daban con el método adecuado [...]. Ahora hemos descubierto una manera eficaz de comprender el universo: un método llamado ciencia".
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