La crisis financiera internacional y la crisis de la deuda han llevado a muchos inversores a refugiarse en el oro como uno de los poquísimos valores que hoy en día pueden seguir considerándose seguros. En el mercado de futuros de Nueva York se apuesta por un precio de 1.500 dólares la onza para diciembre, lo que supone un 18% más que el récord que alzancó el 21 de junio de 2010 de 1.266,5 dólares. Y la carrera no termina ahí, los expertos consideran que nos encontramos ante el mayor rally del oro en al menos 90 años. Pues bien, a pesar de todo esto, estamos tirando a la basura toneladas y toneladas de oro.
Sí, todos nosotros, cuando tiramos a la basura un teléfono móvil que ya no utilizamos, o cuando le traspasamos al niño o a la abuela un teléfono que sustituimos por un nuevo modelo, les estamos regalando una pequeña joya que contiene unos 23 miligramos de oro. Esa es la cantidad promedio de metal oro que, según la empresa de reciclaje alemana Reimondis, termina en el basurero debido a que los usuarios no terminamos de entrar por el aro del reciclaje tecnológico.
En los hogares alemanes se clasifican y separan los desechos domésticos en apartados de plásticos, biodegradable, cristal y papel de forma sistemática desde hace décadas. También alcanzan cuotas aceptables de reciclaje de basura la mayoría de los países desarrollados, aunque estén aún lejos de lavar los vasos de yogur antes de tirarlos al contenedor correspondiente, como hace a diario cualquier niño alemán de corta edad.
Sin embargo, este país sufre índices bastante parecidos a la deficitaria media de reciclaje tecnológico. Los puntos verdes (en Alemania son Puntos Blancos) situados en cada distrito urbano con el objetivo de captar electrodomésticos reciben con relativa asiduidad televisores, viejas lavadoras e incluso vetustos ordenadores. Los teléfonos móviles, sin embargo, van directamente a la basura, al cubo de no biodegradable.
Los estudios de consumo y desecho de Reimondis revelan que el único motivo por el que eso ocurre es que somos lo suficientemente vagos como para no desplazarnos al punto verde para deshacernos de un pequeño aparatito, sino solamente para sacar de casa aparatos que ocupan más espacio y que no podemos abandonar junto a los contenedores. Quizá cuando nos pongamos al tanto de los componentes que se utilizan para fabricar los móviles, nos aferremos con más fuerza a nuestro viejo teléfono.
"Cada teléfono móvil contiene aproximadamente 23 miligramos de oro como valor promedio", explica Michael Schneider, portavoz de Reimondis, según él, el centro de reciclaje industrial más grande de Europa. "A escala mundial se producen anualmente cerca de 1.300 millones de teléfonos móviles y sólo un 10% de ellos son reciclados. Eso significa que la Humanidad está echando por la borda entre 20 y 22 toneladas de oro al año", añade, apuntando además al creciente valor de las materias primas, especialmente en países sin una gran riqueza minera, que supera el punto de vista meramente medioambiental sobre el reciclaje.
Los expertos en la materia calculan que los yacimientos de cobre, imprescindible para la fabricación de aparatos eléctricos, podrían estar agotados en treinta años. Los de indio, el metal blando más usado para la producción de las pantallas de televisión de cristal líquido y las pantallas táctiles, a más tardar, en una década.
"Tenemos que acostumbrarnos a la idea de que algunas materias primas son finitas", dice Jörg Lacher, de la Federación Alemana para las Materias Primas Secundarias y la Gestión de Residuos (BVSE, en alemán). De ahí que la reutilización de las materias primas ya usadas en la producción de bienes se esté convirtiendo en un tema cada vez más difícil de ignorar. Para naciones como Alemania, que siendo líder mundial en materia de exportaciones tiene un suelo muy pobre en riquezas minerales, el reciclaje de materiales es una prioridad.
Por eso, empresas alemanas de reciclaje centran sus esfuerzos ahora en hacerse, no sólo con los deshechos electrónicos nacionales, sino con los de países con menos tecnología de reciclaje a los que incluso les pagan por quitárselos de encima.
Comienza a gestarse un mercado internacional de deshechos que tendrá como estrella al sector de las materias primas secundarias. Se calcula que la demanda global de metales y minerales con virtudes especiales se triplicará en el transcurso de los próximos dos decenios, especialmente de litio, indio, tantalio y germanio, metales empleados en el desarrollo de módulos fotovoltaicos, baterías de larga duración para automóviles eléctricos, cables de fibra de vidrio y otros elementos importantes para la industria tecnológica. El gobierno alemán está reformulando la ley de reciclaje porque la Comisión Europea quiere que también en el mercado de los desechos imperen las condiciones de la economía de mercado. El verdadero 'boom' está aún por llegar.
Sí, todos nosotros, cuando tiramos a la basura un teléfono móvil que ya no utilizamos, o cuando le traspasamos al niño o a la abuela un teléfono que sustituimos por un nuevo modelo, les estamos regalando una pequeña joya que contiene unos 23 miligramos de oro. Esa es la cantidad promedio de metal oro que, según la empresa de reciclaje alemana Reimondis, termina en el basurero debido a que los usuarios no terminamos de entrar por el aro del reciclaje tecnológico.
En los hogares alemanes se clasifican y separan los desechos domésticos en apartados de plásticos, biodegradable, cristal y papel de forma sistemática desde hace décadas. También alcanzan cuotas aceptables de reciclaje de basura la mayoría de los países desarrollados, aunque estén aún lejos de lavar los vasos de yogur antes de tirarlos al contenedor correspondiente, como hace a diario cualquier niño alemán de corta edad.
Sin embargo, este país sufre índices bastante parecidos a la deficitaria media de reciclaje tecnológico. Los puntos verdes (en Alemania son Puntos Blancos) situados en cada distrito urbano con el objetivo de captar electrodomésticos reciben con relativa asiduidad televisores, viejas lavadoras e incluso vetustos ordenadores. Los teléfonos móviles, sin embargo, van directamente a la basura, al cubo de no biodegradable.
Los estudios de consumo y desecho de Reimondis revelan que el único motivo por el que eso ocurre es que somos lo suficientemente vagos como para no desplazarnos al punto verde para deshacernos de un pequeño aparatito, sino solamente para sacar de casa aparatos que ocupan más espacio y que no podemos abandonar junto a los contenedores. Quizá cuando nos pongamos al tanto de los componentes que se utilizan para fabricar los móviles, nos aferremos con más fuerza a nuestro viejo teléfono.
"Cada teléfono móvil contiene aproximadamente 23 miligramos de oro como valor promedio", explica Michael Schneider, portavoz de Reimondis, según él, el centro de reciclaje industrial más grande de Europa. "A escala mundial se producen anualmente cerca de 1.300 millones de teléfonos móviles y sólo un 10% de ellos son reciclados. Eso significa que la Humanidad está echando por la borda entre 20 y 22 toneladas de oro al año", añade, apuntando además al creciente valor de las materias primas, especialmente en países sin una gran riqueza minera, que supera el punto de vista meramente medioambiental sobre el reciclaje.
Los expertos en la materia calculan que los yacimientos de cobre, imprescindible para la fabricación de aparatos eléctricos, podrían estar agotados en treinta años. Los de indio, el metal blando más usado para la producción de las pantallas de televisión de cristal líquido y las pantallas táctiles, a más tardar, en una década.
"Tenemos que acostumbrarnos a la idea de que algunas materias primas son finitas", dice Jörg Lacher, de la Federación Alemana para las Materias Primas Secundarias y la Gestión de Residuos (BVSE, en alemán). De ahí que la reutilización de las materias primas ya usadas en la producción de bienes se esté convirtiendo en un tema cada vez más difícil de ignorar. Para naciones como Alemania, que siendo líder mundial en materia de exportaciones tiene un suelo muy pobre en riquezas minerales, el reciclaje de materiales es una prioridad.
Por eso, empresas alemanas de reciclaje centran sus esfuerzos ahora en hacerse, no sólo con los deshechos electrónicos nacionales, sino con los de países con menos tecnología de reciclaje a los que incluso les pagan por quitárselos de encima.
Comienza a gestarse un mercado internacional de deshechos que tendrá como estrella al sector de las materias primas secundarias. Se calcula que la demanda global de metales y minerales con virtudes especiales se triplicará en el transcurso de los próximos dos decenios, especialmente de litio, indio, tantalio y germanio, metales empleados en el desarrollo de módulos fotovoltaicos, baterías de larga duración para automóviles eléctricos, cables de fibra de vidrio y otros elementos importantes para la industria tecnológica. El gobierno alemán está reformulando la ley de reciclaje porque la Comisión Europea quiere que también en el mercado de los desechos imperen las condiciones de la economía de mercado. El verdadero 'boom' está aún por llegar.
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