Fuente:
elPeriodico.com.
A Laszlo Jozsef Biró lo empezaron a fotografiar profusamente cuando era un señor entrado en años que había perdido prácticamente todo el pelo. Llevaba una gafas de montura que se pasaba de mano en mano mientras concedía entrevistas, pero tal vez su rasgo más elocuente era la persistente sonrisa que le colgaba del rostro, una sonrisa, si no de hombre contento, por lo menos de hombre satisfecho. Eran los años 70 y el ufano Ladislao Biró --el nombre que adoptó tras instalarse en Argentina-- había patentado más de 30 inventos, entre ellos uno que estaba llamado a hacerse universal. Un bolígrafo. Uno que con el tiempo se llegaría a conocer por un simple monosílabo. El Bic.
Biró tenía motivos para estar contento (o satisfecho), entre otras cosas por la enorme suma de dinero que había ganado vendiendo la patente de su invento, aunque es posible que su felicidad hubiera sido doble de haber vivido para ver que había creado algo más que un artefacto de escritura. El bolígrafo de Biró, que hizo popular el empresario francés Marcel Bich, es uno de esos raros objetos que algunos compran no exclusivamente con el fin de usarlo para lo que fue creado, en este caso escribir --aunque después, ya con el bolígrafo en el bolsillo, escriban--, sino para fines tan variados y a veces tan extraños como, por ejemplo, hacer una traqueotomía, apretar una tuerca o fabricar una cámara de fotos. Un nos-
tálgico
bloguero lo define de este modo:
"La primera multiherramienta".
Estrella de la televisión
Estamos hablando, sobra decirlo, del Bic emblemático, el llamado Cristal: el transparente. Recordaba hace poco la
consellera de Justícia, Montserrat Tura, que en los tiempos en que ejercía de médico solía llevar siempre encima un Bic porque era ideal para practicar una traqueotomía de urgencia. Los que ven mucha televisión tienen la imagen en la cabeza, unos porque vieron al médico Owen Hunt hacerlo (
Anatomía de Grey; quinta temporada, primer episodio), y otros porque no se perdieron el capítulo piloto de
Perdidos y recuerdan a Jack Shepard pidiendo a gritos un bolígrafo para salvar a un herido. En la vida real, es bastante probable que el invento de Ladislao Biró haya permitido salvar alguna vida.
"Sí --explica Jordi Coromina, cirujano otorrino de la clínica Teknon--,
se puede usar en situaciones de emergencia, pero hay que tener a mano algo para hacer la incisión, un bisturí o algo parecido. Y, desde luego, hay que conocer el punto exacto para hacerlo, un lugar estra-
tégicamente ubicado debajo de la nuez de Adán". De lo polivalente que es el Bic habla sobradamente el hecho de que la
consellera Tura, años más tarde, descubrió que era el único bolígrafo permitido en las prisiones por su atributo de transparencia: un seguro contra la tentación de guardar, o de pasar, o traficar..., de poner algo prohibido en su interior.
Pero no es un bolígrafo inofensivo. Hay documentales que recuerdan que el capuchón del Cristal fue usado en tiempos de la guerra fría --cuesta creerlo, pero es así-- como cámara fotográfica. Al parecer, algunos espías tenían la suficiente habilidad para pegar un negativo en el agujero del capuchón, y luego, en condiciones ideales de oscuridad, e iluminando adecuadamente con una linterna, conseguían fotografiar documentos. El clásico Bic Cristal,
"favorito --según proclama la propia empresa--
en millones de casas, escritorios y escuelas de todo el mundo", el bolígrafo de
"cuerpo hexagonal" que
"no rueda en la superficie de la mesa y permite escribir con control y comodidad", el sencillo invento de un húngaro ingenioso, con su tapa ventilada y su punta de cobre y su esfera de tungsteno, el inocuo Bic que casi cualquiera ha tenido entre las manos... ese bolígrafo fue empleado en algún momento como un arma.
Para ver a los Stones
Al Bic se lo ha usado como cerbatana casera, como herramienta para rebobinar cintas y como clandestino medio de transporte de las chuletas escolares; algunas mujeres lo utilizan para sujetarse el pelo, y los más ansiosos encuentran que devorar lentamente la tapa es un antí-
doto contra el estrés; fue el dolor de cabeza de una conocida marca de cadenas cuando se demostró que un simple Bic podía abrirlas, y desde hace años es el compañero inseparable de unas entradas de 1.000 euros de los Rolling Stones.
Y la lista no acaba aquí.