Para muchos, los cuadros son subjetivos y tienen tantas interpretaciones como personas los miran. Pero Don Olson, astrofísico de la Universidad de Texas (EEUU), trabaja aportando objetividad a las apreciaciones.
Se define a sí mismo como "astrónomo forense" porque resuelve misterios en cuadros, fotografías y relatos basándose en evidencias astronómicas. "Cuando la gente observa un cuadro, asume ciertas cosas como por ejemplo que lo que brilla es una estrella. Sin embargo, yo me pregunto: ¿qué estrella será?", explica.
Sus alumnos son parte de su equipo de investigación. "
Mi trabajo es que se sientan atraídos por la ciencia, por el arte y por los viajes", explica. Cuestionarse casi todo le ha permitido descubrir el momento exacto en el que se pintó un cuadro, qué inspiró a grandes novelistas o devolverle la dignidad a nada más y nada menos que Abraham Lincoln.
Arte
Casa blanca de noche', de Van Gogh
Cualquier observador del cuadro del pintor holandés pensaría que el astro brillante del cielo es la luna o el sol. Don Olson, sin embargo, decidió ir más lejos. "Necesitaba saber qué era exactamente lo que dibujó", apostilla el astrofísico.
Para descubrirlo, él y sus alumnos iniciaron una investigación que consistía en descubrir cuándo se pintó el lienzo, encontrar la casa para ver su orientación y recrear el cielo.
Para descubrir la fecha, analizaron la correspondencia y encontraron que el 17 de junio de 1890 el artista describía el cuadro en una carta que escribió a su hermano desde Auvers (Francia). Por los registros meteorológicos supieron que la única noche con cielo despejado desde el 4 de junio fue la del 16. "Se tuvo que pintar esa noche. Nos faltaba saber si la casa todavía existía", cuenta. Olson y sus alumnos se trasladaron a Auvers y encontraron la casa, que estaba orientada hacia el Oeste.
Con un programa informático de simulación astronómica y estudiando la posición y la altura de la misteriosa estrella, llegaron a dos conclusiones: el objeto que brilla en el cielo del cuadro es Venus, y se pintó el 16 de junio de 1890 a las ocho de la tarde.
'El grito', de Munch
La imagen del hombre chillando bajo el cielo rojizo de Oslo es ya un icono de la tristeza, la desesperación y el desconsuelo, pero... ¿es el color de la atmósfera un recurso o una realidad? "El cielo de la pintura me recordó a los atardeceres que se produjeron tras el incidente de Krakatoa con los que estoy especialmente familiarizado", asegura Olson. El volcán de la isla de Krakatoa entró en erupción en 1883 y la explosión fue tan violenta que durante dos años, las latitudes del Norte tuvieron unos atardeceres asombrosamente rojizos.
Los primeros bocetos de
El grito, sin embargo, se dibujaron diez años después, entre 1892 y 1893. "Como la mayoría de las pinturas de Munch reflejan experiencias pasadas, la teoría tenía sentido", aclara el investigador. "
El cuadro de la muerte de su madre, por ejemplo, lo pintó 22 años después".
El equipo corroboró que entre 1883 y 1884 los cielos de la capital de Noruega tenían "un brillo de color rojo muy intenso", según recogían las descripciones del Observatorio de Christiania (el nombre por el que se conocía antiguamente a la ciudad de Oslo). La prensa de la época también se hizo eco del fenómeno.
The New York Times describía así los atardeceres norteamericanos: "Desde hace varios días, un fenómeno asombroso y bonito ha acompañado el atardecer. Se trata de la coloración rojo sangre que aparece al Oeste, a unos 10 o 12 grados de altura, justo antes del atardecer... El reflejo en los edificios produce un efecto similar al de las llamas".
En febrero de 2004, Olson y su equipo publicaron un artículo en el que concluyeron que el cielo de
El grito está inspirado en los atardeceres que se observaron en Oslo tras la explosión de Krakatoa.
Historia
La invasión británica de Julio César
El emperador romano y sus tropas invadieron Reino Unido la noche del 26 al 27 de agosto del año 55 antes de Cristo. Al menos esto era así hasta mitad del 2008, cuando Don Olson publicó una investigación que señalaba que la ocupación se produjo cuatro noches antes, en la del 22 al 23.
El análisis del cuarto libro de La Guerra de las Galias en el que Julio César describe la batalla, fue clave para el estudio. En el texto, no da una fecha precisa, pero sí describe la hora en que empezaron a ver los acantilados de Dover ("era cerca de la cuarta hora del día"), el momento en el que pisaron la playa ("en la novena hora") y la distancia que recorrieron en ese tiempo ("cerca de siete millas"). También menciona que en su cuarto día en tierras extranjeras, la batalla se retrasó por una tormenta, una luna llena y una marea inusualmente alta.
"La mayoría de los textos de historia explican que el emperador viajó hacia el noroeste de Dover. Pero los hidrógrafos mantenían que esa noche, con ese ciclo lunar y a esas horas, los hubieran arrastrado hacia el Sud-oeste", declara el investigador. Sin embargo, los historiadores aseguraban que los paisajes descritos en el libro eran los del Noreste.
Entonces, el equipo de Olson leyó los textos, comprobó los estudios sobre las corrientes y estudiaron el cielo de Dover en agosto, justo cuando el ciclo lunar coincidía con las condiciones de la marea que describe César. El resultado fue que tales condiciones se dieron la noche del 22 al 23 y que, efectivamente, llegaron al Noreste. "Debió de ser un error de alguien que copió el manuscrito", explica Olson. "Los científicos estaban en lo cierto acerca de las corrientes, así como los historiadores acerca del lugar al que llegaron. Con nuestro resultado, todo está conciliado".
La integridad de Abraham Lincoln
La honestidad de Lincoln fue puesta en duda durante muchos años. Antes de ser presidente de EEUU, Lincoln ejercía de abogado y hubo un caso especialmente turbio: el de Duff Armstrong. Un testigo declaró haber visto a Armstrong, cliente de Lincoln, a las 11 de la noche matando a un hombre, el 29 de agosto de 1857. La claridad con la que lo vio, según el testigo, fue gracias a la luna llena. Lincoln presentó un almanaque según el cual aquella noche la luna desapareció muy pronto tras el horizonte. Desmontadas las declaraciones del único testigo, Armstrong fue declarado inocente,
contra la opinión del pueblo que recordaba que la tarde del homicidio había luna llena en el cielo.
En 1990, Olson y sus alumnos simularon con un programa informático la noche del asesinato. "Un fenómeno muy inusual ocurrió aquella noche. La luna estaba cerca del máximo nodo sur, una posición que se alcanza cada 18,6 años", explica el investigador.
"Ambos tenían razón", asegura. El satélite alcanzó su máximo punto en el cielo a las 8 de la tarde y a continuación descendió, desapareciendo por completo a las 11 de la noche.
Literatura
La estrella de Hamlet
Hamlet. Acto I. Escena II. Uno de los soldados, Bernardo, dice: "La noche pasada, cuando esa misma estrella que está al occidente del polo había hecho ya su carrera para iluminar aquel espacio del cielo donde ahora resplandece...". En 1998, el astrónomo de la Universidad de Texas publicó un estudio en el que se asegura que la estrella de la que habla Bernardo es la supernova que pasó por Europa en 1572.
Mediante referencias climáticas y temporales, los investigadores dedujeron que la escena de
Hamlet se desarrolló en noviembre y que la estrella que brillaba estaba en la constelación de Cassiopeia. "No había estrellas especialmente brillantes en esa constelación excepto la supernova de 1572 que fue, precisamente, en noviembre", cuenta Olson.
La luna de 'Frankenstein
Cuando a Mary Shelley le pidieron que escribiera un prólogo explicando cómo se había inspirado para escribir
Frankenstein ella contó que fue una noche de tormenta en junio de 1816.
La escritora romántica y su futuro marido estaban cenando con cuatro amigos más, entre los que se encontraba el poeta Lord Byron, en su residencia frente al lago de Ginebra, en Suiza.
Después de cenar y condicionados por la lluvia, decidieron leer historias de miedo hasta que Byron retó a cada uno de ellos a que escribieran un cuento de terror.
Según Shelley, unos días después, la luz de la luna entró por su ventana y la medio despertó. En estado de duermevela (y tal vez influenciada por la conversación sobre el sentido de la vida que tuvo con su pareja), la escritora comenzó a elaborar
Frankenstein.
Las críticas a Shelley no tardaron en llegar. La acusaban de inventárselo para vender más libros. "Durante 15 años me he preguntado si podría recrear esa noche", explica el astrónomo. "La recreamos y no encontramos ninguna razón para dudar de su testimonio, en base a lo que vimos utilizando el sistema de simulación". La fantasiosa historia de Shelley era de todo menos ficción.