Stephen Hawking ya ha conseguido un milagro, aunque de los previsibles. Católicos, anglicanos, musulmanes y judíos han hecho causa común al responder con argumentos similares al mensaje del científico británico en su nuevo libro El gran diseño: no necesitamos a Dios para entender la creación del universo .
La ciencia no puede reservarse el derecho a interpretar el origen de la vida, dijeron ayer los partidarios de Dios. "La física no podrá por sí sola aclarar la cuestión de por qué hay algo en vez de nada", dijo ayer el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, primado de la Iglesia anglicana. Creer en Dios no consiste en atar cabos sobre la formación del universo, sino en "creer que existe un ser inteligente y vivo del que depende toda la existencia", afirmó.
Durante siglos, las religiones han tenido muy claro cómo se produjo el origen de la vida. Cualquier desviación sobre ese "orden natural" de las cosas era tachada de herética, lo que acarreaba en muchos casos una drástica reducción de la esperanza de vida del osado.
Al menos en Gran Bretaña, no así en otras partes del mundo, los líderes religiosos no viven a espadas de los avances de la ciencia y su respuesta es ahora más sofisticada.
Es lo que permite a Jonathan Sacks, gran rabino de la Congregación Hebrea de la Commonwealth, restar valor a los principios religiosos ahora cuestionados por Hawking: "La Biblia está relativamente poco interesada en la creación del universo", escribió ayer en un artículo en The Times. "Dedica sólo 34 versos al asunto, mientras que la descripción de cómo los israelitas construyeron un santuario en el desierto ocupa 15 veces más".
Valores religiosos
La religión, según Sacks, está interesada en otras cosas: "¿Quiénes somos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo debemos vivir?". En esa discusión sobre valores, a la religión ya no le interesa tanto lo que diga la ciencia sobre los orígenes del universo.En palabras del astrofísico y teólogo David Wilkinson, "el Dios en el que creen los cristianos está íntimamente implicado en cada momento de la historia del universo, no sólo en sus comienzos".
El arzobispo católico de Westminster, Vincent Nichols, coincide con Sacks en lamentar la brecha que se ha abierto entre ciencia y religión. El rabino admite que "la hostilidad mutua entre religión y ciencia es una de las maldiciones de nuestro tiempo y daña por igual a ambas". Pero Gran Bretaña no es como EEUU, y por eso no es extraño que un portavoz de la Iglesia anglicana dijera ayer que "la buena religión y la buena ciencia no son incompatibles".
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