Debido a la amplia adopción de los teléfonos inteligentes, así como de los mensajes de texto, las videollamadas y las redes sociales, los profesionales se jactan de estar conectados para trabajar las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
La tecnología le permitió a Karen Riley-Grant, quien se desempeña como gerente en Levi Strauss, en San Francisco, hacerse cargo de algunos negocios con su publicista de Nueva York mientras estaba en trabajo de parto, internada en el hospital, el pasado mes de noviembre. "Tenía tiempo", dice, "y toda la potencia de mi teléfono".
También la tecnología le permitió a Craig Wilson, un ejecutivo de Avaya, en Toronto, llevar a sus hijos a un concierto en Linkin Park y escabullirse con el fin de terminar una tarea para un cliente en Australia, dice, "sin perturbación alguna para mi familia o para mi compromiso de trabajo".
Recientemente, la tecnología le proporcionó a Perry Blacher, jefe ejecutivo de la firma de inversión social Covestor, una manera de participar en una teleconferencia del directorio mientras celebraba un bautismo en un bar de Inglaterra.
Pero toda esta amplitud en la productividad viene con un creciente descontento. Con demasiada frecuencia, la gente se encuentra con poco tiempo para concentrarse y reflexionar sobre su trabajo. O para estar verdaderamente presente con sus amigos y su familia.
Existe un sentimiento palpable de "que el hogar ha invadido el trabajo y el trabajo ha invadido el hogar y el límite probablemente nunca se restablezca", afirma Lee Rainie, director del Proyecto sobre Internet y Costumbres de los Estadounidenses, en el
Centro de Investigaciones Pew . "Los nuevos aparatos", agrega, "realmente han puesto a este tema dentro de un enfoque mucho más claro".
El fenómeno se inició con el uso extendido de los BlackBerry y ha crecido como una bola de nieve con el uso de más teléfonos inteligentes, los medios sociales y las tablet PC. Los empleados utilizan sus dispositivos para conectarse con las bandejas de entrada de correo electrónico, las aplicaciones y los datos de las empresas para las cuales trabajan, donde sea que estén.
Ahora agreguemos los efectos de la reciente recesión. Como el empleo y las oportunidades de ascenso son escasos, muchos trabajadores están preocupados por que alguien que esté más conectado y disponible pueda "pasarlos por encima" en la escalera corporativa, dice Peggy Klaus, quien capacita a ejecutivos en Berkeley, California.
"Incluso si tienes una carrera bastante sólida", afirma ella, "existe un sentimiento de que el progreso requiere estar conectado en todo momento".
¿Pero a qué precio?
La señora Riley-Grant, de 35 años, quien es directora del departamento de marketing global para el consumidor de la marca Dockers, sintió el estrés de intentar estar constantemente conectada. No por la presión ejercida por sus jefes, dice ella, sino por su propio temor.
"Amo mi trabajo", cuenta. "La decisión de conectarse o desconectarse es personal. Mi trabajo es acelerado y demandante. Si yo no estoy prestando atención durante las horas que estoy afuera, las cosas podrían complicarse".
Pero incluso antes del nacimiento de su segundo hijo, el año último, ella reconoció que necesitaba "desenchufarse" para lograr el equilibrio adecuado entre el trabajo y su vida personal. De modo que con la ayuda de Peggy Klaus, ella ideó un plan para dar pequeños pasos: hizo saber a sus compañeros de trabajo que apagaría su iPhone por algunas horas, a la noche, durante la semana y durante los días del fin de semana y que se desconectaría por completo algunos viernes por la noche.
Ella trata de comunicar la necesidad de lograr el equilibrio a los empleados que dependen de ella, también. "Me preocupo por la velocidad a la que van", dice. Y agrega que desea que ellos se "apaguen" cuando sea necesario, por el bien de sus familias y de su salud.
La conversación sobre qué se espera de los trabajadores después de que salen de su trabajo es crucial para manejar las expectativas, afirman investigadores y especialistas. Wilson, de 52 años, quien se desempeña como director global de consultoría estratégica en Avaya, un proveedor de sistemas de comunicación empresarial, dice que respeta a sus colegas que trabajan en diferentes países y zonas horarias. "Si envío a alguien un mensaje de correo electrónico a las 7 de la tarde", dijo, "no es justo que espere una respuesta esa misma noche o a las 7 de la mañana".
En gran medida, la manera en que los trabajadores incorporen dispositivos a sus rutinas diarias depende de cada uno de ellos. Algunas personas insisten en mantener la separación entre el trabajo y la vida personal, mientras que otras integran componentes de ambos y los manejan de manera conjunta.
Por ejemplo, Stephanie Marchesi, de la firma de marketing Fleishman-Hillard, en Nueva York, desarrolló un sistema por el cual se pueden llevar cuatro dispositivos en todo momento: un iPhone y un iPad para la familia y la vida social y un BlackBerry y una computadora portátil para el trabajo. "Puedo sacar uno y el otro y estar atenta a ambos aspectos de mi vida", dice.
Marchesi, de 47 años, quien es directora gerente y socia senior de comunicaciones globales integradas de marketing en la firma, señala que la tecnología "me permite la flexibilidad que necesito para equilibrar la vida laboral con la vida personal".
Ella conserva direcciones de correo electrónico y calendarios separados porque su compañía puede tener acceso a sus mensajes laborales de correo electrónico así como a su calendario laboral. "Quiero que mi vida personal sea personal", dice. "Elegí mantener las cosas separadas. No necesito que en mi trabajo sepan cuándo mi hijo tiene un juego programado o cuándo tiene una cita con el odontólogo. No les incumbe".
En un día normal, afirma ella, se levanta temprano en su casa, ubicada en Darien, Connecticut, para asegurarse que sus dos hijos vayan a la escuela. Luego, toma el tren de las 7 de la mañana hacia Manhattan e inmediatamente saca su computadora portátil con conexión a Internet y su BlackBerry. Durante la hora que le sigue, es como si estuviera en la oficina, dice: "Cuando realizo el viaje hacia el trabajo, no desaparezco".
Lo mismo sucede, señala ella, en el tren de las 5:57 de la tarde, cuando regresa a su casa. Su única pausa son los 10 minutos que le lleva llegar a la estación. A la noche, se deja tiempo para cenar y estar con su familia pero después abre su computadora portátil.
Ocasionalmente, la rutina varía (ella podría necesitar llevar a sus hijos al médico o asistir a una conferencia después de la escuela) pero la fluidez continúa. Los fines de semana, trabaja en la computadora portátil y revisa su BlackBerry.
Toda la rutina "se siente muy natural", dice Marchesi. "No soy una persona estresada, ni tampoco soy maniática. Soy comprometida, estoy conectada y respondo".
Alan Atwell mantiene el trabajo y la vida personal en dispositivos separados, pero sí trata de asegurarse que su vida laboral no tome de rehén a su vida personal. Atwell, de 44 años, un líder nacional de la tecnología y los procesos impositivos en RSM McGladrey, una consultora empresarial y contable, ubicada en Charlotte, Carolina del Norte, intenta que lo puedan ubicar cuando está fuera del trabajo. Pero sólo hasta cierto punto. Hace algunas semanas, por ejemplo, estaba ayudando en el entrenamiento del equipo de básquetbol de su hijo y le llegó un importante mensaje de texto. Él dice que pudo responderlo rápidamente sin alterar la práctica.
"Si surge algo importante, si tuviera que salir, puedo hacerlo", dice. "Al mismo tiempo, puedo esperar si estoy con mi familia o si me encuentro realizando tareas cívicas. En general, trato de no caminar mirando el teléfono. Intento elegir los momentos cuando necesito estar presente para cualquier grupo con el cual esté interaccionando".
Una ventaja de la tecnología, por supuesto, es que permite a las personas estar presentes aun cuando no están en la misma habitación. Durante un reciente viaje a Nueva York, Blacher, de 37 años, quien trabaja en Covestor, sacó su Sony Vaio e inició una videoconferencia con su hijo de 2 años, en Londres. "Es verdaderamente difícil estar lejos", afirma. "Si no tuviéramos cosas como Skype, no sé cómo haría".
En un viaje de negocios, Ana Dutra, de 46 años, de la firma Korn/Ferry, en Chicago, la cual se dedica al reclutamiento de ejecutivos, ayudó vía Skype, mensajes de texto y fotografías a su hija adolescente, que se encontraba en su casa, a elegir un vestido para la fiesta de ex- alumnos. Ella también se comunica de esta manera con sus otras dos hijas. "Es realmente maravilloso", dice Dutra, "poder verlas incluso cuando estoy lejos".
No sería extraño encontrar a Dutra, jefa ejecutiva del negocio de consultoría sobre talento y liderazgo de Korn/Ferry, respondiendo un mensaje de correo electrónico en su BlackBerry y hablando por su iPhone al mismo tiempo. Por la noche, ella solía configurar su teléfono en modo vibrador (y sonaba unas 20 veces). "Esto es una locura", pensó. "Ese es el punto, según mi opinión, cuando en vez de mejorar tu calidad de vida, la tecnología la destroza. Todos los días me levantaba cansada".
En consecuencia, ahora, ambos teléfonos están configurados en el modo de silencio, por las noches. Ella ha ordenado algunos cambios también para lograr el equilibrio. Si necesita un tiempo tranquilo para meditar, se lo toma. Asimismo, practica yoga, aunque sea sólo durante 20 minutos diarios.
"Si necesitas un tiempo de tranquilidad", agrega, "queda en ti no permitir que te molesten durante una hora o media hora". La tecnología le ha brindado más libertad, dice Dutra, "pero también hay un poco más de esclavitud".
"Si estás disponible todo el tiempo", agrega, "¿qué significa eso?"
John Lilly, el ex jefe ejecutivo de Mozilla, la fundación que se encuentra detrás del desarrollo del buscador Firefox, recientemente reflexionó públicamente sobre lo que significaba estar tan conectado y decidió tomarse un "respiro" temporal.
Lilly es, por elección y necesidad, un sofisticado usuario de múltiples aparatos y medios sociales. Mientras se preparaba para su nuevo rol de socio en la empresa conjunta Greylock Partners, la firma de inversiones de Silicon Valley,
anunció en su blog que estaba tomándose un tiempo "para poder generar algo más, para tener pensamientos más importantes y más originales".
Asimismo, dijo que se desconectaría de Google Reader, Twitter y Facebook. "Realmente estoy ansioso por tener algo de tiempo para comenzar a desacelerar en 2011, tratar de pensar a más largo plazo y retrasar mi reloj", escribió.
Lilly, de 40 años, afirma que lo intentó. Pero resulta que una gran parte de su vida estaba enredada en mensajes de correo electrónico y redes sociales. "No pude descubrir cómo desengancharme de todo eso", dice. "Y es más, en verdad, no quería hacerlo".
Sin embargo, anticipándose a su nuevo trabajo, ha desacelerado la marcha, que había sido más que veloz en Mozilla. "Como inversor, el empresario es lo importante", señaló. "Quiero llegar a un sitio para enfocarme en ellos, estar presente y escuchar de qué se trata todo".
Como ha desacelerado, dice, "probablemente me sienta menos nervioso; no siento la necesidad de revisar mis mensajes de correo electrónico y de Twitter cada cinco minutos".
"Pero no me gusta pasar días sin eso", agrega. "Me gusta estar en contacto con mis amigos, saber qué están haciendo. Pienso que Twitter es mi visión periférica".
La buena noticia en relación con la tecnología, afirma, es que puedes estar en cualquier sitio y aun así trabajar. La mala noticia, dice, es que "dondequiera que estés, tienes que trabajar".
Demasiada conectividad puede dañar la calidad del trabajo de una persona, señala Robert Sutton, quien es el autor de "Good Boss, Bad Boss" ("Jefe bueno, jefe malo") y profesor en Stanford. Debido a los dispositivos, dice, "nadie en verdad parece prestar completa atención; todos trabajan peor porque están haciendo más cosas".
Sutton afirma que los dispositivos móviles y los medios sociales "nos hacen un poco más ignorantes, un poco más incompetentes". Recordemos el caso de los pilotos que volaron varias millas más allá de su destino , hace dos años, porque se distrajeron usando computadoras, agrega.
"La naturaleza emocionalmente absorbente del dispositivo y la información en vivo que éste contiene (así como la intermitente reafirmación que conlleva, más la presión de vivir en un mundo donde, para muchas personas, 'inmediatamente' ahora significa de verdad inmediatamente) provocan que las personas estén embelesadas por sus dispositivos e ignoren la vida real tal como se presenta frente a sus ojos", dice el profesor Sutton.
En ciertas ocasiones, evitar la vida real podría ser parte del atractivo. Cuando la señora Riley-Grant estaba en trabajo de parto y presionaba los botones de su teléfono, estaba "negando que mi vida y todo lo que conocía como real estaba a punto de cambiar", dice. "Pasar de tener un hijo a tener dos puede sacudir un poco tu mundo (según lo que escuché) y no creo que yo estuviera preparada. ¡Ahora tampoco estoy preparada! El trabajo me permitió aferrarme a mi 'antiguo ser' antes de rendirme a una nueva vida".
Estando de licencia, ella ha pasado de usar su teléfono inteligente para trabajar a emplearlo para mantenerse en contacto con amigos y familiares. Al mismo tiempo, se está preparando para la re-inserción en la tecnología y todas sus demandas.
"Estamos en un tsunami tecnológico", señala su capacitadota Peggy Klaus. "Ya sea que lo ames o lo odies, finalmente tenemos que descubrir cómo sobrevivir a eso y hacer que funcione para nosotros".
La Nacion