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Una de las decisiones más acertadas que tomaron los técnicos e ingenieros que diseñaron Internet fue la de decidir transmitir la información a través de ella dividida en paquetes, en lugar de hacerlo en una sola pieza. De esta forma se evitaba que problemas en las líneas o en cualquiera de los dispositivos por los que tuviera que pasar la información dieran al traste con la transmisión si estos se producían antes de haber transmitido todos los datos, pues el protocolo TCP/IP que rige la transmisión de estos paquetes es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de si faltan uno o varios, y de volver a pedirlos en ese caso.
Así, a Internet le da igual la información que viaja dentro de cada paquete y los trata a todos por igual, actuando de forma similar a como lo hace un cartero, leyendo la dirección de destino de cada paquete y encargándose de llevarlo allí independientemente de su contenido.
En este sentido, al tratar por igual todos los paquetes, se dice entonces que Internet es una red neutra, y esa es una de sus mayores virtudes, ya que el usuario tiene -o debería tener- la seguridad de que va a funcionar igual de bien o igual de mal sea cual sea el uso que esté haciendo de ella en cualquier momento.
Pero desde hace unos años los operadores de telecomunicaciones, en especial en Estados Unidos, vienen hablando de la posibilidad de poder analizar el tipo de información que contienen los paquetes y de tratarlos de forma distinta en función de lo que contengan y de su origen y destino.
Su argumento es que en los últimos años la popularización de contenidos como imágenes, sonido y vídeo en Internet y del uso de redes de intercambio de archivos hace que la demanda de ancho de banda crezca cada vez más, lo que les está obligando a hacer importantes inversiones en infraestructura, y que hay que buscar formas de financiarlas o, en su defecto, de controlar el uso que se hace de ellas.
Lo lógico parece pensar que estas inversiones tendrían que ser pagadas con los ingresos que las operadoras obtienen de sus clientes, ya sean usuarios finales como usted o como yo, o de empresas que pagan por tener sus servidores en Internet para que los demás podamos usarlos. Pero las operadoras se frotan las manos pensando en la posibilidad de suscribir acuerdos financieros con diversos proveedores de contenidos de tal forma que estos les pagarían una cierta cantidad de dinero para que la navegación por sus páginas fuera más rápido que por otras.
Así, el buscador A iría más rápido que el buscador B para los clientes de una operadora determinada, o los vídeos del sitio X irían más rápidos que los del sitio Y en virtud de esos acuerdos comerciales, acuerdos de los que el cliente probablemente no sería consciente.
Otra opción, y de hecho ya se han dado casos de esto, es que una operadora decida tratar de forma distinta el tráfico que circula por su red según sea de un tipo u otro, como por ejemplo tuvo que reconocer ONO en el 2006, que hacía penalizando tráfico P2P, o Telefónica en Chile, que hacía lo mismo con el tráfico de llamadas telefónicas a través de Internet.
Sin discriminación
Pero estos planteamientos pueden ser enormemente dañinos, porque, parafraseando a Tim Berners-Lee, el inventor de la World Wide Web, buena parte del éxito de Internet ha estado en que cuando alguien paga para conectarse a ella pueda usarla para cualquier aplicación que quiera, sin ningún tipo de discriminación por quién es o por lo que está haciendo.
Se trata de poder pagar por un servicio de mejores o peores características, pero de que nadie pueda pagar por tener acceso exclusivo o prioritario a algunos usuarios.
La neutralidad de Internet también es importante de cara a la igualdad de oportunidades para aquellas empresas que quieran arrancar un nuevo proyecto en la Red, ya que, si llegado el caso las operadoras ofrecieran mejores resultados para aquellas empresas que pudieran pagar más, es fácil ver que algunas, sin necesidad de mencionar nombres, lo tendrían muy fácil, mientras que las más pequeñas y quizás más innovadoras probablemente no tendrían los recursos como para pagar por este tratamiento preferencial.
No se trata, en cualquier caso, de pedir que el acceso a Internet sea gratuito, ni de decirles a las operadoras que no ofrezcan varias opciones distintas de conexión, pues cada usuario pagará lo que necesite o lo que estime necesario, y quizás regular por ley y comprobar que efectivamente cada operadora mantiene la neutralidad de sus conexiones puede ser complicado. Pero sí es muy importante mantenerse al tanto de que existe la posibilidad de que nuestras conexiones a Internet no funcionen exactamente como pensamos y de intentar asegurarse que al menos las operadoras estén obligadas a ser transparentes con lo que hacen.