Facebook comenzó como una red de un grupo de amigos de la universidad de harvard. Hoy une a 60 millones de usuarios y está valorada en 10.200 millones de euros.
Con su aspecto desgarbado, su delgadez y su aire informal, casi pasa por una versión actualizada de ese Bill Gates que se fotografiaba con el resto de amigos en los inicios de Microsoft. Y hay paralelismos. O tal vez sea, simplemente, que en Silicon Valley gustan los clichés, como el de la empresa que empieza en un garaje o la compañía que de la nada se convierte en un gigante, como Google o Yahoo.
Mark Zuckerberg reúne todos los elementos del empresario 2.0. Mejor dicho, tiene el principal: es joven e inexperto y ha triunfado con una idea simple pero que ha sabido aplicar en el momento oportuno y de la forma adecuada. En febrero de 2004 creó junto a un amigo y sus dos compañeros de cuarto en la universidad de Harvard una pequeña red social llamada The Facebook -el libro de caras- en recuerdo de los anuarios con fotografías que se distribuyen en los colegios, institutos y universidades americanas. En menos de 20 días se había sumado la mitad del campus. En abril se unió el resto de las universidades de la conocida como Ivy League y en diciembre del mismo año el número de estudiantes apuntados superaba el millón.
Hoy son más de 55 millones de usuarios y llegarán cinco millones más antes de que acabe 2007. Así se resume el nacimiento, expansión y reinado de la red social más famosa de la llamada web 2.0, una idea que, para algunos, vale la friolera de 10.200 millones de euros. El heredero de un Myspace que ya ha pasado de moda.
EL PRECIO. La cifra asusta, pero es la etiqueta de precio que Microsoft le ha colgado al servicio. A finales del mes de octubre compró un 1,6% de la empresa previo desembolso de 138 millones de euros. Zuckerberg es ahora capitán de un barco multimillonario. Si podrá capitanearlo o no es una pregunta que se hace todos los días en los mentideros de Silicon Valley y Silicon Alley -la versión neoyorkina-, y Zuckerberg es un habitual de los blogs que analizan la situación empresarial de la web 2.0 como TechCrunch o Valleywag.
Su idea funciona, sin duda, pero a veces ha hablado más de la cuenta o se ha puesto el sombrero de gurú demasiado rápido. En una reciente presentación tuvo la brillante idea de revelar la «ley de Zuckerberg», que reza algo tan poco matemático como que cada «100 años o así el paradigma de la comunicación cambia». La ocurrencia le ha valido unas cuantas bromas en la blogosfera y no ha ayudado en nada a mejorar la imagen de líder inseguro que se ha forjado en diversas intervenciones públicas. La voz le tiembla, le falta entusiasmo y muchas veces transmite la sensación de que más que el cerebro detrás de un fenómeno mundial es un chiquillo al que le ha tocado la lotería. Quienes lo defienden dicen que sólo le falta experiencia en el escenario y que algún día será un líder de la talla de Gates. Cierto o no, Zuckerberg vive entre la euforia de tener en las manos una máquina de imprimir dinero y los quebraderos de cabeza de los continuos problemas que genera. Uno de ellos es el de la originalidad de la idea, que algunos creen inspirada en houseSYSTEM, una web social de otro creador que no ha tenido el empuje y éxito de Facebook. El propio New York Times verificó varios e-mails que sugieren que Facebook se inspiró en otros sitios web anteriores y copió muchas de las funciones que tenían. Mientras el número de usuarios era bajo no suponía un gran problema, pero ahora que la compañía vale, teóricamente, varios miles de millones de euros las demandas comienzan a acumularse.
Zuckerberg, que tiene 23 años en la actualidad, no ha reaccionado muy bien a todo este asunto. Algunos de los archivos que sugerían la inspiración de Facebook en otros servicios ya existentes estaban en poder de 02138, la revista de la Universidad de Harvard. El fundador de la red social ha presionado recientemente a la revista para que elimine los archivos alegando que son una invasión a su intimidad. La justificación, para muchos, es irónica, sobre todo teniendo en cuenta los últimos movimientos de Facebook en el campo de la publicidad.
EL NEGOCIO. La razón por la que Microsft ha escrito un cheque con tantos ceros para Zuckerberg es que Facebook vale lo que valen los ojos de sus usuarios. Es una mina publicitaria aún por explotar y en la que Google todavía no tiene una presencia importante. A mediados de 2006 se rumoreaba que los ingresos de Facebook superaban el millón de euros semanal gracias a anuncios de banners. Pero eso es sólo la punta del iceberg. Hay todavía un gran mercado publicitario por explotar, y descubrir cómo aprovechar la información personal de 55 millones de personas para generar ingresos sin que éstas se sientan ofendidas es en lo que ahora trabaja su creador.
El triunfo de Facebook sobre otras redes sociales se debe, sobre todo, a la simplicidad de diseño y ausencia de publicidad, dos elementos que tenían que cambiar forzosamente ante la avalancha de nuevos usuarios que han llegado de todos los rincones del planeta. Facebook era, hasta el 11 de septiembre de 2006, una red cerrada a estudiantes de instituto o universidades norteamericanas. Hoy cualquiera puede unirse. Como en el resto de las redes sociales, el elemento central de Facebook son las páginas de usuarios. Páginas que incluyen aficiones, preferencias musicales, álbumes de fotos, listas de amigos y tablones de anuncios donde recibir mensajes de otros usuarios. Recientemente Facebook ha abierto su plataforma para que terceros desarrolladores creen aplicaciones. Estas aplicaciones se integran en las páginas de los usuarios: mapas de dónde ha viajado, música y vídeos, juegos… la lista es interminable y el resultado es una red social un poco más caótica.
Al mismo tiempo, la publicidad ha desembarcado en sus páginas. Por oleadas. La primera en mayo de este año, cuando Facebook intentó meter la cabeza en lo que hasta ahora, al menos en Estados Unidos, ha sido el dominio indiscutible de la web Craiglist: los anuncios clasificados. Su estrategia publicitaria definitiva tomó forma, sin embargo, a principios del mes de noviembre, cuando Mark Zuckerberg, fundador de la comunidad, anunció en Nueva York, con grandilocuencia, la polémica plataforma Facebook Ads.
POLÉMICA. Facebook Ads ha intentado reinventar la publicidad en línea mediante cuatro servicios muy concretos. El primero y más polémico es Facebook Beacon, un sistema que permite que el resto de amigos sepa qué marcas y productos ha comprado recientemente en los sitios web asociados.
A diferencia de otros servicios, Beacon se activaba por defecto en las cuentas, y el usuario tenía que seleccionar manualmente su anulación para mantener su privacidad, una medida que ha provocado un sinfín de problemas. El pasado mes un usuario, Sean Lane, denunciaba en el Washington Post cómo Beacon había arruinado su pedida de mano. Su novia pudo saber, gracias a Facebook, que acaba de comprar un anillo de diamantes en la Red, y el enlace a la tienda le permitió incluso saber que el anillo estaba de oferta a mitad de su precio normal. El descubrimiento, obviamente, no sentó nada bien a la novia, el novio e incluso a la empresa anunciada, que se dio de baja en Beacon tras el incidente. Las críticas al servicio por problemas similares han sido tan elevadas que Facebook se ha visto obligada a cambiar su estrategia y solicitar el permiso del usuario antes de hacer públicos los productos que compra. El segundo pilar, Facebook Social Ads, se centra en la recomendación por parte de los usuarios de determinadas marcas y productos. Así, por ejemplo, si a un usuario le gusta una película y lo deja escrito en su página personal, su preferencia puede convertirse en un enlace para que sus amigos compren el DVD.
El tercer servicio, Facebook Pages, es una reinterpretación de una idea que funciona muy bien en Myspace. Permite a las compañías crear páginas de productos como si fueran personas de carne y hueso, páginas que pueden añadirse a las listas de amigos de cada usuario. Por último, Facebook incluye también herramientas de análisis técnico para seguir la efectividad de las campañas.
La privacidad del usuario, o hasta qué punto es Facebook dueño de los datos que cada usuario da libremente de sí mismo en la web, se ha convertido en un tenso debate que por ahora no parece tener solución. Hay quienes consideran injusto que su lista de discos o películas favoritas se usen para generar ingresos de los que ellos no ven ni un céntimo. Facebook, sin embargo, continúa siendo la niña mimada de Silicon Valley -sus oficinas centrales están a pocos pasos de la Universidad de Stanford-, la empresa donde todos quieren inventir. El magnate chino Li Ka-shing ha sido el último en rendirse a sus encantos y, según la edición asiática de Wall Street, ha invertido 40 millones de euros por una participación.
GOOGLE. Es imposible hablar de la publicidad on line y no hablar de Google, el gigante que domina el mercado con su servidor de anuncios. La empresa es dueña de una de las primeras redes sociales de la red, Orkut, que no ha conseguido brillar con la fuerza de Myspace o Facebook.
Lejos de dar la batalla por perdida, Google anunció a principios de noviembre -una semana antes de que Facebook revelara sus planes de publicidad- una iniciativa abierta para competir con la empresa de Zuckerberg y que se conoce como Open Social. Se trata de un conjunto de herramientas con las que desarrollar aplicaciones que sirvan en diferentes servicios web, un catalizador para unir empresas que tienen en Facebook un enemigo común.