De:
Bitacora de David Bravo.
Me avisan de que Alejandro Sanz ha hecho la siguiente pregunta abierta “
¿Qué hubieras hecho si fueras una compañía de discos frente la piratería?”.
Metiéndome en la piel de un productor discográfico, y centrándome en las descargas, teniendo en cuenta que hoy en día no se diferencia entre la copia sin autorización y la piratería, diré que lo que yo habría hecho se resume en tres líneas de acción: concienciación, reformas legislativas y represión.
Concienciación ciudadana y reformas legislativas: cómo hacer entrar en razón a nuestros consumidores.
Cuando hablo de consumidores me refiero, no sólo a los que ni pinchan ni cortan, sino también, y sobre todo, a los legisladores. Al fin y al cabo son estos los que harán las leyes que merecemos. Mediante empresas de presión y mediante entidades de gestión, intentaría que los legisladores me redactaran leyes a medida. Personalmente opino que este mundo está lleno de intermediarios innecesarios y que debería llegar el día en que me dejen a mí, como multinacional discográfica que soy, redactar las leyes directamente sin tener que cenar con tantos tipos aburridos, pero esa es otra cuestión que quizás trataremos en otro artículo con la extensión que merece.
Se que educar a los legisladores no es tarea sencilla pero puede lograrse con empeño y tesón. Tal y como reconoce la revista de CISAC (sociedad que agrupa a más de 200 entidades de gestión de todo el mundo) en relación con el trabajo de nuestros compañeros en EEUU
“Educar a los legisladores de 50 Estados es también un reto importante. […] Por lo tanto, el BMI mantiene una red nacional de relaciones con empresas de presión que actúan en representación nuestra a nivel estatal”. El BMI es una entidad de gestión estadounidense que agrupa a letristas y, por supuesto, a editores.
Presionar a los gobiernos, de cualquier signo, para que apoyen mis propuestas es una opción para nada despreciable. La historia me ha enseñado que todos los gobiernos, del signo que sean, son permeables a mis requerimientos. Las reformas del Código Penal y de la Ley de Propiedad Intelectual, la primera realizada durante el gobierno del PP y la segunda durante el del PSOE, son buena muestra de ello.
El Ministro de Justicia del PP, Michavila, en el debate sobre la modificación del Código Penal, dejó claro quién pedía esa reforma:
“El uso fraudulento de la propiedad intelectual a través de las nuevas tecnologías exige claramente una respuesta adecuada de nuestro Estado de derecho, tal y como han pedido la Sociedad General de Autores, la Asociación de Intérpretes y Artistas y reiteradamente el Grupo Parlamentario Popular”.
La actual Ministra de Cultura, en el debate celebrado por el Pleno del Congreso sobre el Proyecto de ley de modificación de la LPI, dejó bien claras nuestras tesis de que las leyes han de adaptar la realidad a nuestros negocios y no a la inversa. Como ella misma declaró:
“Es necesario seguir favoreciendo la existencia de un marco adecuado que permita que estas industrias culturales encuentren soluciones para adaptarse a las nuevas técnicas, a los nuevos hábitos de consumo cultural que cambian vertiginosamente, al desarrollo tecnológico al que se ven sistemáticamente sometidas. Conscientes de todas estas circunstancias y complejidades, es clara la vocación de desarrollar una política efectiva de apoyo y de protección a todos estos sectores, empezando por la modificación que hoy traemos a esta Cámara”.
Como digo, no es una tarea fácil y exige mucha dedicación pero siempre se consiguen nuestros objetivos.
Otra línea de acción dentro del apartado de concienciación es la de educar a los músicos. Podemos hacer eso de retirar los discos de las tiendas cuando se nos pongan tontos, pero esto da muy mala imagen y debemos ser más sofisticados. Propongo como mejor opción la de obligar por contrato a los autores y a los artistas a que piensen como nosotros o, como mínimo, a que manifiesten públicamente opinar como nosotros. Su opinión real, como es obvio, nos es indiferente.
Hoy en día esa estrategia se sigue con éxito. Como dice Teresa Alfonso, presidenta de la editorial Teddy Sound Music, en una entrevista para el libro "El Negocio de la Música" (libro lanzado por la Fundación Autor y que, como ven, llama a las cosas por su nombre) y en relación no sólo con el Top Manta sino también con las descargas de Internet: “Hay posturas muy demagógicas, artistas que van diciendo que mientras les queden sus conciertos...” [...] “Pero si los discos tienen que ser gratis sea en la manta o por Internet, ¿por qué va a tener que pagar nadie una entrada para verle? Reventad las puertas y que toquen gratis... entonces veríamos que opinarían y si saldrían a tocar”. [...] “Las compañías de discos han sido culpables porque
tenían que haber obligado a sus artistas a hacer esas campañas [antipiratería]. Igual que nosotros lo hacemos con nuestros autores. Las compañías no han movilizado a sus artistas de forma espectacular. Igual que por contrato tienen que hacer promociones de radio, etc., también tendrían que hacer campaña contra la piratería”.
Los contratos discográficos, no sólo los editoriales, incluyen en ocasiones cláusulas donde “El ARTISTA se compromete asimismo a colaborar activamente con COMPAÑIA (...) en la lucha contra la piratería.
Por último queda la concienciación de los consumidores. A estos debemos tratarlos como merecen y llamarlos por su nombre: ladrones. Debemos hacer eso desde todos los medios a nuestro alcance. Estoy de acuerdo con lo que dijo Kim Howells, el Ministro de Turismo, Cine y Difusión del Reino Unido en relación a los que descargan música de Internet:
"No me gusta el término piratas. Deberíamos llamarlos ladrones". Estas palabras fueron pronunciadas en el Congreso CISAC de 2002 ante directivos de las principales entidades de gestión del mundo. El título del congreso me pareció muy adecuado, era: “La creatividad es el negocio del siglo XXI”. Exacto. Una vez más, las cosas por su nombre, que ya me estoy cansando de que sigamos con la cantinela de defensa de la cultura y de los autores. Aquí estamos para ganar pasta y no hay que avergonzarse de decirlo con todas las letras.
En ese sentido estoy de acuerdo con la presidenta de ASCAP (una especie de SGAE de EEUU). Ella sí que supo reflejar bien cuál es el espíritu de las leyes de propiedad intelectual. Ni función social, ni protección de la cultura, ni de intereses generales, ni todo ese tipo de zarandajas de los comunistas de Internet. Las leyes lo que deben procurar es que seamos ricos. O, como mínimo, deben garantizarnos la posibilidad de hacernos ricos. La presidenta de ASCAP, en los tiempos en los que el Tribunal Supremo ratificó la constitucionalidad de la ley que ampliaba por 20 años más la extensión del copyright, resumió muy bien esta idea diciendo:
“La decisión del Tribunal Supremo en apoyo de la ampliación de este período es una gran victoria(...) [El sistema del derecho de autor] debe asegurar que nosotros y aquellos que invierten en nuestras obras tengamos al menos la oportunidad de triunfar económicamente, aquí y en el extranjero”. Es cierto que la mayoría de obras dejan de dar rendimiento económico a los pocos meses de publicarse y que esas leyes básicamente se hacen para que los que sí seguimos ganando pasta con ellas sigamos haciéndolo unos añitos más, pero ¿qué quieren? ¿Que hagamos leyes para beneficiar al público de ese atajo de perdedores? ¿Qué es esto? ¿Un mundo donde continuamente hay que estar mirando por esa mayoría de fracasados que no supieron ver un éxito? Si les interesa mi opinión, eso no debería ser así. Y si no les interesa mi opinión, no se preocupen, que cuando se haga ley, ya les interesará más. Perdonen el chiste fácil. Los ejecutivos siempre estamos así, somos muy de la broma.
Tercera línea de acción: represión.
La siguiente línea de acción tras la fase de concienciación y reforma legislativa es, sin que tiemble el pulso, la persecución de los piratas. No importa que sean niñas de 12 años o ancianas de 83. La línea dura ha de seguirse sin rollos morales. Con los ladrones, tolerancia cero.
Si todo esto falla, si no hay posibilidad alguna de frenar a los piratas, ya lo único que queda, en un acto de desesperación, es preguntarle a los mismos a los que hemos insultado y perseguido qué harían ellos para ver si se les ocurre algo bueno y nos solucionan la papeleta. Pero mejor no lo hacemos nosotros directamente. Mejor mandamos a Alejandro Sanz para que lo haga, que él es mucho más guapo.