¿Qué recuerda de los primeros enfermos?
Recuerdo más a estos pacientes que a los que vi ayer. El primero ingresó en enero de 1981 con una neumonía precedida de pérdida de peso. Se llamaba Michael, era homosexual y muy agradable. Después, médicos locales nos mandaron algunos casos más muy similares. Todos murieron antes de un año.
¿Eran conscientes de lo que les sucedía?
No. Notaron que sus médicos estaban hechos un lío pero no fueron conscientes de que tenían una enfermedad del sistema inmunológico que iba a ser mortal. Michael estaba convencido de que le íbamos a poner una inyección y se iba a sentir mejor, no estaba nada preocupado.
¿Y cuándo empezó usted a pensar que se trataba de una enfermedad nueva?
Después de tres casos, sabíamos que estábamos ante algo nuevo, digno de ser comunicado a las autoridades sanitarias. Sentía que iba a ser un hito médico, aunque nunca imaginé que aquellos pacientes serían los primeros de cerca de 30 millones de muertos.
¿Cómo recibieron la noticia las autoridades sanitarias?
Yo sabía que iban a estar interesados, porque lo que estábamos viviendo era muy dramático. Hubo un dato curioso, y es que nos cambiaron el título del artículo. Nosotros habíamos puesto Neumonía por pneumocystis en homosexuales de Los Ángeles y ellos eliminaron la palabra "homosexuales". En ese momento, la enfermedad estaba restringida a los gays, pero sin duda la decisión de los CDC fue la correcta: en menos de un mes rastrearon Nueva York y San Francisco y encontraron casos del síndrome en heterosexuales. Sigo sin saber por qué quitaron la descripción antes, si pensarían que iba a ser percibido negativamente o qué.
¿Por qué se vio sida antes en los homosexuales?
Es un mito que el sida empezara en los homosexuales. El VIH vino a EEUU de África en los sesenta. Lo que pasó es que a finales de los setenta se vivió una liberación sexual que hizo que los gays practicaran el sexo con muchos compañeros distintos. El sida probablemente se introdujo en la comunidad homosexual por accidente, seguramente por compartir agujas. Pero una vez que entró se expandió rápidamente, por ese clima cultural que se estaba viviendo.
¿Usted pensó entonces que iba a haber una cura?
Sí. Al principio pensé, ingenuamente, que el ataque al sistema inmunológico sería temporal, como ocurre con el virus del resfriado común, para el que tampoco tenemos tratamiento. Cuando a finales de 1981 todos nuestros primeros pacientes habían muerto, me convencí de que no iba a ser así. Los primeros 15 años fueron un drama, hasta que, en 1987, se descubrió que el AZT [un viejo fármaco para el cáncer] retrasaba las infecciones. Esto fue la prueba de concepto necesaria para saber que se podía desarrollar un fármaco para el VIH, y lo que hizo a la industria farmacéutica estar más interesada.
Usted fue el médico de Rock Hudson. ¿Le animó a hacer público su caso?
Fui su médico más de dos años. Él no quería ser recordado como el primer famoso con sida. Yo le envié a París a probar un fármaco experimental y se desmayó en el hotel Ritz. Alguien vio cómo se lo llevaban al hospital y se filtró el rumor de que tenía sida. Cuando volvió, ya estaba muy mal y yo le pregunté si podía confirmarlo. Él me dijo: "Si crees que hará algún bien, adelante". Nunca podría haber imaginado todo el bien que hizo. Su caso marcó un antes y un después, hizo falta que él muriera para llevar el problema a las casas.
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