Hacía mucho tiempo que una noticia relacionada con Microsoft no me ponía, en el sentido de apetecerme comentarla. Pero por fin ha llegado el momento: Microsoft enseña tecnología a la justicia española. Podría ponerle muchos adjetivos a esto: im-presionante, inconcebible que un gobierno acepte que una compañía, investigada por la Unión Europea y conocida por sus abusos y tejemanejes empresariales que nada tienen que ver con un mundo justo, asesore a la justicia.
Pero no me salen adjetivos ni una gran indignación porque, después de ver cómo una organización tan poco incentivadora de la cultura como la SGAE es la asesora de facto del ministerio de Cultura, pues ya lo he visto todo y pocas cosas pueden sorprenderme relacionadas con este Sistema, sus gobiernos, sus políticos y, en general, ese gran circo de payasos. Allá con su pan y es natural que quieran perpetuarse, aunque hacerlo con dinero público...
Pero nada, que ni pensando que van a usar mi dinero para enseñar a los funcionarios a usar productos de una marca, en detrimento de las otras, me indigno. Al contrario. Me da la risa. Hace tiempo que los despropósitos de la "clase dirigente" me dejan indiferente, quizás por la costumbre, quizás por la paz de espíritu que te da el saber que pueden desgañitarse, pueden hacer componendas, pueden disparar a quien quieran, pero No pasarán porque su tiempo acabó y no hay más tutía: o lo aceptan o siguen haciendo el ridículo.
Está claro que el hecho de que Microsoft asesore a la justicia no se queda sólo en que les enseñen a usar Windows. Significa un lavado de cerebro. Y lo sé porque a mí me ha pasado al revés: me ha pasado con Linux.
No recuerdo la fecha exacta pero hará ya unos dos años que, después de pensármelo mucho mucho mucho, lo saben Ismael, Benjamí y Ricardo, decidí pasarme a Linux. Primero, manteniendo una partición de Windows pero, hace un año y viendo que ni me había vuelto a acordar de Windows, Linux total en el PC del trabajo.
Y, lo que tenía que ser un cambio de sistema operativo, o sea de software y punto, ha sido en realidad un cambio a nivel mental, de concepción de mi mundo y, en especial, del mundo informático. Hay muchos ejemplos y aquí van algunos:
* Lo que decía al principio: las noticias sobre Windows no me ponen. Ni sus novedades, ni sus problemas de seguridad, ni tan siquiera las chanzas. Nada, que no hay manera, no me apetece leer sobre esto. Y mira que me esfuerzo, por mi trabajo debería intentar que algo sobre MS me ponga lo suficiente para escribir algún artículo pero es que, sencillamente, me importa un pito.
* Un día, ví un anuncio donde me invitaban a comprar MS Office, al precio de no sé cuantos cientos de euros. Y me sorprendí flipando con el hecho de que un programa costase dinero. Y tanto. ¿Por qué me sorprendo -pensé- si cuando estaba con Windows jamás había pagado por nada, como ahora con Linux? ¿Cuál es la diferencia? Pues que mi concepción del mercado del software había cambiado: cuando pirateaba soft, no me costaba dinero pero sabía que este soft tenía un precio. Ahora -aunque sé que "free" no significa "gratis"- me he acostumbrado a que nadie me pida dinero por un programa. Y es por eso que me sorprendo cuando alguien lo hace.
* Antes, cuando una empresa me decía que no daba soporte para Linux, pensaba: Qué mierda de sistema operativo. Ahora, cuando una empresa -el otro día, Telefónica, sin ir más lejos- me dice que no da soporte para Linux, pienso: Qué mierda de empresa. Y me pongo a pensar cómo hacer para no tener más tratos con una gente tan estrecha de miras.
* Desde que uso Linux, soy más fértil y abierta en mi vida informática. Cuando usaba Windows, me daba miedo instalar y probar nuevos programas porque siempre acababan dándome problemas, desconfigurándome cosas que no sabía volver a configurar y cuando me tocaba ir a tocar el registro, arggg, me sentía una desactivadora de bombas manejando a ciegas unos cables que en cualquier momento podían estallar. Con Linux, no se suele desconfigurar nada por poner un nuevo programa y, en caso que se estropee, es fácil devolver las cosas a la normalidad.
* Linux es lógica, realidad, tocar de pies en el suelo informático: esto no funciona por eso y por eso y se arregla así y asá. Es hacer el cubo de Rubik. Es saber que, al final, seguro que tiene solución. Windows es magia, es no saber qué tocas, es el terror del usuario poco avanzado, no tiene nada de lógica: esto no funciona por eso o por vete a saber, quizás mejor no lo cambies, déjalo colgando y algún rato puede que se arregle solo. O no.
* Linux es darte cuenta de que hay otros mundos y también ver con más claridad el propio. Como ser mujer en una sociedad de hombres. O negro en un país de blancos. Cuando formas parte de la mayoría, no te das cuenta de que hay cosas que no deberían ser así. Cuando usaba Windows, jamás se me había ocurrido pensar que los virus sólo afectan a Windows. En mi concepción, afectaban a todo el mundo. Desde que uso Linux sé que los virus infectan sistemas Windows o, también, que los fabricantes de hardware están vergonzosa y mafiosamente conchabados con MS.
* Cuando usaba Windows, tenía un sólo "pringao" al que debía recurrir para todo tipo de problemas, pues es difícil encontrar "pringaos" de Windows. O sea: el SO me hacía dependiente de una sola persona, a quién le debía todo, lo que me llevaba a comidas de tarro: ¿Soy su amiga porque me arregla el ordenador, porque me gusta como amigo, las dos cosas? Con Linux, tengo un montón de "pringaos", especializados por temas. Cuando necesito ayuda básica, voy a una lista, cuando preciso ayuda avanzada, voy a otra, etc. La dependencia se difumina cuando hay muchos "pringaos" para escoger y puedes ser amiga de quien te apetezca, a cambio de nada que no quieras dar.
Seguro que hay muchos más ejemplos, de cosas buenas y también malas de ambos SO. Pero de momento estoy encantada con Linux y, a grandes rasgos, sólo le veo lo bueno. Una cosa mala, me dijo el otro día jcea es que, como soy novata en este SO, estoy "alienada" con Linux, lo que según él significa que podría hacer muchas cosas, porque el sistema da para hacerlas, pero no sé lo suficiente y esto me limita.
Más que desazón, provocó mi curiosidad.