Hace unos meses, en un laboratorio científico de alta seguridad de Rotterdam (Holanda), sucedió algo tan temible como esperado. Un hurón al que le habían inyectado el virus de la gripe aviar H5N1 le pasó la enfermedad a un congénere por el aire, a través de una tos o un estornudo. La cadena de contagios continuó, y más hurones sufrieron fiebre, moqueo y estornudos característicos de la enfermedad.
Los investigadores que los observaban al otro lado del cristal supieron en ese momento que tenían algo grande entre manos. Por primera vez, una variante del H5N1 había evolucionado para
transmitirse entre mamíferos.
Por el momento la gripe aviar H5N1, que según la OMS ha matado a 340 personas, no se transmite entre personas, sino sólo de aves a humanos. El valor del virus de Rotterdam era por ello incalculable. Su estructura genética permitía averiguar qué mutaciones son necesarias para que la gripe aviar salte la barrera entre especies y comience a transmitirse entre mamíferos.
Como si se tratase de la fotografía de un criminal, los investigadores del Erasmus Medical Center, con Ron Fouchier a la cabeza, detallaron las características del virus para difundirlas por laboratorios de todo el mundo a través de una revista científica. A su vez, los laboratorios de referencia que vigilan la expansión de la gripe aviar podrían haber usado ese retrato para dar la alerta temprana ante mutaciones "sospechosas" y
desarrollar nuevas vacunas.
Pero nada de esto sucedió. El pasado diciembre, en un hecho sin precedentes, un panel científico de bioseguridad del
Gobierno de EEUU, el NSABB, recomendó que aquel estudio no se publicase. Lo mismo dijo sobre otro trabajo realizado en EEUU por Yoshihiro Kawaoka y que también contenía detalles sobre variantes del H5N1 transmisibles entre mamíferos.
Los 22 investigadores que respaldaban la decisión advertían de que, si el virus escapaba del laboratorio o si supuestos terroristas lograban replicarlo, sucedería una
"catástrofe inimaginable". En un
artículo publicado en la revista
Nature, una de las dos que debían publicar los estudios del H5N1, compararon la situación con la que existía en la década de 1940 con el desarrollo de las primeras bombas nucleares.
Poco después,
Science y
Nature acordaron no publicar los estudios. Los autores de los dos trabajos criticaron la censura y relativizaron el riesgo que la publicación supondría en términos de bioterrorismo. Pero, empujados por la creciente publicidad del caso y sus implicaciones, acordaron firmar una
moratoria de 60 días en las que se comprometían a parar en seco sus estudios sobre el H5N1. Junto a ellos firmaron decenas de expertos en gripe de todo el mundo que apoyaban su decisión de cara a la galería.
El virus de Rotterdam ha desencadenado una de las mayores
polémicas científicas de las últimas décadas. La censura ha dividido a la comunidad científica entre defensores en virtud de la seguridad y críticos que ven una zancadilla innecesaria a los esfuerzos de vigilancia contra la gripe aviar. Por el momento, el asunto no tiene solución.
"El escape de este virus presenta un peligro enorme", opina Juan Ortín, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) y uno de los mayores expertos en gripe de España.
Como ejemplo del riesgo cita un rebrote del síndrome respiratorio agudo severo SARS que sucedió en China en 2004. Su origen fue una muestra del patógeno que escapó de un laboratorio gubernamental de alta seguridad en Pekín debido a una negligencia, y que mató a una persona e infectó a nueve. Ortín defiende que se retengan los estudios, ya que la información que contienen "no permitiría parar una pandemia ni es útil para el desarrollo de vacunas". Las mutaciones que hacen transmisible al virus de Rotterdam han sido provocadas y, por tanto, el virus salvaje podría adoptar otras diferentes, argumenta. "Hay que esperar", opina, y cree que el virus debería almacenarse en "un solo laboratorio de contención" o ser destruido. "
Yo lo eliminaría, ya que con la información disponible se podría recuperar cuando se desee", opina. La clave, dice, es que en este caso los pros de publicar los estudios son mucho menores que los contras.
Justo lo contrario piensa Luis Enjuanes, compañero de edificio de Ortín y uno de los mayores especialistas del mundo en SARS. "Muchos laboratorios públicos y privados podrían empezar a desarrollar vacunas para variantes peligrosas gracias a estos estudios. No se debe prohibir su publicación", asegura.
Enjuanes estuvo en una situación similar a la de Fouchier. Ahora la usa como moraleja de los beneficios de no poner trabas a la investigación. El Gobierno de EEUU se planteó declarar el SARS como "patógeno clasificado". "Cuando un virus entra en esa lista, el trabajo se complica porque hace falta un laboratorio con vigilancia las 24 horas, cámaras de televisión, inspecciones del FBI, es decir, una inversión muy alta". Declarar el SARS patógeno clasificado hubiera sacado a Enjuanes de la investigación con ese virus. "La prohibición hubiera sido un desastre", reconoce. Finalmente EEUU reculó y Enjuanes ha logrado la primera
vacuna efectiva contra el virus que, de momento, es capaz de proteger al 100% a modelos animales.
Muchas preguntas siguen sin respuesta. ¿Es la nueva variante contagiosa para humanos? ¿Podría un terrorista ensamblar el virus y usarlo para expandir la enfermedad? ¿Es lícito retener información científica financiada con fondos públicos por razones de seguridad?
Estas y otras preguntas han sido respondidas de forma vehemente por Peter Palese desde que comenzó la polémica. El jefe de Microbiología del Hospital Monte Sinaí de Nueva York ha tenido acceso al estudio de Fouchier. En un artículo publicado en
PNAS , Palese dice que "muchos" otros colegas también han visto el trabajo. ¿Podrían los datos usarse para crear un arma biológica? "La respuesta es simplemente no". El experto argumenta que ya hay fármacos que han demostrado efectividad contra las gripes H5. Por otro lado, crear ese arma biológica requeriría complejos laboratorios, conocimientos muy avanzados en biología molecular y experiencia en recomponer genéticamente virus de la gripe. "
No es realista pensar que estos virus de hurón se pudieran usar contra humanos", asegura.
Sin coordinación
Si en algo están de acuerdo la mayoría de investigadores es que esta polémica sólo la puede solucionar un pacto internacional. La idea es reproducir la Conferencia de Asilomar, que en 1975 desatascó el uso de la técnica conocida como ADN recombinante que permite unir fragmentos de ADN de distintos organismos. Unas 140 personas entre biólogos, médicos y abogados se reunieron en California para pactar un código ético sobre el uso de la técnica. El pacto se hizo realidad y permitió la difusión de una práctica sin la que no existirían la insulina que usan los diabéticos, algunas vacunas y la inmensa mayoría de estudios y empresas biotecnológicas actuales.
"Se ha actuado correctamente con la moratoria", explica Mariano Esteban, investigador del CNB que dirige la vacuna española contra el HIV. "La Organización Mundial de la Salud es la que debe decidir ahora qué hacer", añade.
Pero esta vez la comunidad internacional duda. Organismos claves como la Organización Mundial de la Salud (OMS) no se han pronunciado sobre el tema. La agencia sanitaria de la ONU ha organizado una "pequeña" reunión de expertos que "establecerán los hechos e identificarán los asuntos más urgentes respecto a los estudios de Fouchier y Kawaoka"
los días 16 y 17 de febrero, según explicó a este diario un portavoz de la OMS. El Centro Europeo para el Control de Enfermedades también sigue el asunto de cerca y se plantea "revisar la evaluación de riesgos para virus A (H5N1) y en especial los transmisibles", explican desde el organismo de la UE.
En EEUU, la Academia de Ciencias de Nueva York o la Asociación de Microbiología de EEUU han organizado encuentros con expertos y representantes de agencias federales de salud. ¿Se puede esperar de estos encuentros otro Asilomar? Tajantemente "no", según Mike Osterholm, uno de los miembros del NSABB que pidió la censura de los estudios. Por ahora, el pacto internacional no tiene ni fecha, ni texto, ni lugar.