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Publico.
Sólo una de cada siete millones de personas en el mundo es supercentenaria. Aunque nadie sabe muy bien cómo, estas personas llegan a la edad de 110 años y hasta la superan. Algunos expertos creen que sus genes esconden
el secreto de una vida larga y carente de enfermedades, y hoy un nuevo estudio intenta corroborar esa hipótesis.
El trabajo, publicado en
Science, ha identificado 150 marcadores genéticos que caracterizan a las personas que viven más de un siglo. Se han hallado entre participantes en el Estudio de Centenarios de Nueva Inglaterra (NECS, en inglés), el mayor registro de centenarios y supercentenarios del mundo, según el geriatra de la Universidad de Boston
Thomas Perls, autor principal del trabajo. Perls ha demostrado que esos marcadores pueden predecir si una persona vivirá más de un siglo con una posibilidad de acertar del 77%. Esos marcadores se heredan, lo que explicaría por qué los centenarios y los supercentenarios suelen tener antecedentes de vidas extensas en su linaje. "Nuestro trabajo demuestra que hay un componente genético
muy fuerte a la hora de alcanzar una longevidad extrema", explica Perls.
Genes y dieta
Desde 1995, Perls ha estado reclutando centenarios de EEUU para estudiar sus genes. El experto coincide con otros cazadores de centenarios en que no existe un solo secreto para vivir más de un siglo. Llegar a esa edad es una compleja mezcla de factores externos, como la dieta o el estilo de vida, e internos, como los genes que cada individuo recibe en herencia de sus padres. Sin embargo, los expertos discrepan en la importancia de cada uno de estos ingredientes.
El año pasado, el japonés
Makoto Suzuki, que lleva décadas estudiando a los centenarios de la isla de Okinawa donde hay cinco veces más centenarios que la media mundial, concluyó que las cuatro claves para sobrepasar el siglo son comer una dieta sana, hacer ejercicio, potenciar la autoestima y contar con el apoyo de otras personas. Su trabajo minusvaloraba el componente genético.
En EEUU, otro trabajo apoyaba la dieta y el estilo de vida como explicación de por qué los adventistas del séptimo día de California que son vegetarianos, no fuman y no beben viven ocho años más que la media.
Otro estudio realizado con gemelos en 1996 apuntaba que los genes
contribuyen hasta en un 30% a que una persona llegue a los 85 años. Los datos de Perls y su equipo acaban de arrojar algo de luz en lo que sucede después de esa edad, que es, con ligeras variaciones, la esperanza media de vida en los países industrializados.
El experto ha rastreado los genomas de 1.055 personas nacidas entre 1890 y 1910 cuyas edades estaban entre los 93 y los 119 años (la media de edad era 103 años) en busca de signos característicos de este grupo.
Los ha comparado con los de 1.267 controles no centenarios.
Los 150 marcadores de longevidad que ha obtenido el equipo están relacionados con unos 70 genes, aunque aún es un misterio cómo funcionan para alargar la vida de sus portadores. El investigador sospecha que muchos retrasan la llegada de la demencia, el alzhéimer, las enfermedades cardiovasculares o la diabetes. Según el experto, pasados los 85 años, la importancia de estos genes va en aumento hasta ser responsables de la longevidad en un 75%. El resto lo harían la dieta y el estilo de vida.
Difícil aplicación
Los resultados sugieren que el club de los supercentenarios seguirá siendo igual de exclusivo, aunque tal vez traigan beneficios para el resto. "Estos marcadores no nos van a permitir desarrollar tratamientos para que mucha gente supere los cien años, pero sí tal vez para retrasar la aparición de enfermedades como el
alzhéimer", señala Perls. Su equipo, en todo caso, tendrá antes que confirmar los resultados y determinar cuál es la función de cada uno de los genes involucrados.
Uno de los resultados más sorprendentes es que centenarios y no centenarios presentaban un número muy similar de factores genéticos de riesgo de sufrir enfermedades. Otro es que las variantes de longevidad parecen estar presentes en el 15% de la población normal. La proporción es mucho más alta que la de centenarios, una de cada 6.000 personas.
"Esto puede indicar que mucha más gente de la que pensábamos está hecha para vivir más de lo que vive", razona Perls.
El investigador señala que su test podría usarse en el futuro como diagtnóstico, aunque reconoció los peligros de otros usos. "Me preocupa lo que podrían hacer las compañías de seguros", confiesa. "Es un estudio con un gran interés, pero de una importancia moderada", explica
Gary Fraser, el médico de la Universidad de Loma Linda (EEUU) que estudia la longevidad de los adventistas de California. "Sólo una parte muy pequeña de la población lleva estas variantes genéticas que además no pueden modificarse, por lo que creo que es más interesante enfocarse en aumentar la esperanza de vida de las personas en cinco o diez años, algo factible a través de cambios en el estilo de vida", añade. El experto reconoce que sus propios estudios parecen confirmar que, a edades muy avanzadas, los beneficios de la dieta y otros factores externos se reducen mucho en beneficio del equipaje genético.
"Es algo que pensamos comprobar con nuestro próximo estudio con 96.000 adventistas", explica.
"Lo más importante de este estudio es el número de personas analizadas, nadie había estudiado una muestra tan amplia", explica el investigador del Instituto Catalán de Oncología
Manel Esteller. "Es el primer estudio de este tipo, hay que tener mucha precaución y habrá que validarlo con nuevos análisis", advierte. A pequeña escala, el investigador está comparando los genomas de recién nacidos y de 20 centenarios para buscar nuevas claves de la longevidad y factores determinantes de enfermedades como el cáncer.
"El estudio marca nuevos caminos a seguir, pero no establece una relación de causa y efecto entre genes y longevidad", advierte
Ramón Rabunal, médico internista del Complejo Hospitalario Xeral-Calde de Lugo, donde se ha realizado uno de los pocos estudios sobre centenarios españoles que existen hasta la fecha.
La longevidad del gen ‘maradona'
Okinawa
Los estudios de la Universidad Internacional de Okinawa con 2.000 centenarios de esa isla demostraron que llevar una copia de una variante protectora del gen FOXO3A dobla la posibilidad de llegar a los 100 años, explica Bradley Wilcox, uno de los expertos que realizaron el trabajo.
Triple
Llevar dos copias protectoras triplica la posibilidad. Wilcox cree que, en próximos estudios, se demostrará que este gen "junto a unos 10 o 20 más ‘maradonas', ‘pelés' y ‘beckhams' de la genética" resultarán los mayores responsables de la longevidad.
Cientos
Otro grupo de unos cien genes serán también factores importantes, seguidos de unos mil más que realizan aportaciones más pequeñas.
Futuro
El estudio de Perls acerca el día en el que se pueda predecir la longevidad, opina Wilcox. "El siguiente paso será mezclar datos genéticos e información sobre el estilo de vida", concluye.