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2009/01/22
La Casa Blanca se hace 'copyleft'
Los contenidos de la web del hombre más poderoso del mundo pueden ser utilizados por cualquiera, en cualquier momento y sin pedir permiso alguno. Barack Obama ha estrenado la presidencia de Estados Unidos eliminando los derechos de autor de la página de la Casa Blanca.
Esta decisión no sólo afecta a los documentos que realicen los funcionarios de la sede presidencial. Según reza la licencia de uso, y a menos que se especifique lo contrario, tanto éstos como los contenidos realizados por personas ajenas a la Casa Blanca pero que aparezcan en dicha web están sujetos a una licencia Creative Commons de atribución, es decir, que únicamente exige citar autor y fuente para poder reproducir la literalidad de la información.
No es el único paso que ha dado Barack Obama hacia una administración más abierta y que respete la neutralidad en la Red. El equipo del nuevo presidente ha decidido permitir que los robots de los buscadores (el software que rastrea Internet para luego ofrecer los resultados en Google, Yahoo o Msn, por ejemplo) puedan entrar a fondo en la web de la Casa Blanca.
Para algunos no es más que un gesto de poca relevancia, pero a veces la política se hace de pequeños gestos.
2007/06/22
España: Top descargas música Copyleft
- Absorcion
- La Sarita
- DragoN & Fenix
- DJ Nata
- Super Kaliente
- La Dinastía
- Fernando Valente
- Silver
- Felipe Pelaez
- Sacred
- Fuerza Norteña
- Waikao
- Camara
- Rony-G Feat DJ Andy
- AsociaciónCallejera
- Anima Adversa
- Anima Pop
- Rhodius
- Juan Carlos Bueno y Cia
- Sängreäl
- Trävis
- Alkimia
- Fuera de control
- Simplicius
- Dark Avenue
- La lengua del duende
- The Kraven
- Ricardo Dioguardi
- Eva
- Domizzi
2007/06/06
"La ley está en contra de la nueva creatividad"
Las leyes que han protegido la creación cultural en los últimos cien años no sirven en la sociedad digital. Es lo que defiende Lawrence Lessig, catedrático de Derecho en Stanford y fundador de Creative Commons, la alternativa más extendida al copyright. En la era YouTube, en que las herramientas creativas están en manos de millones de personas, Lessig defiende las licencias copyleft, en las que el autor decide qué derechos ejerce y qué libertades otorga a sus usuarios.
León Tolstói estaba avergonzado. Su mujer le presionaba para que aceptara el dinero que procedía de sus derechos de autor, pero él creía que no debían ponerse límites, ni precio, a la extensión de sus ideas. "Para mí es un sufrimiento, una vergüenza", reflexiona en sus Diarios. "¿Por qué debilitar el efecto que podría tener la prédica de la verdad?".
Más de cien años después, Lawrence Lessig se declara dispuesto a devolver al autor la capacidad de decidir cómo quiere que se difundan sus ideas. El catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Stanford (EE UU) es uno de los mayores especialistas del mundo en derechos de autor. Aunque Lessig ha sido calificado de "radical" por las entidades gestoras de derechos, él defiende el copyright. Sólo que no cree que sea para todo el mundo.
Con un juego de palabras, Lessig explica que la cultura en el siglo XIX era "regrabable", ya que los autores creaban apoyándose en las ideas de otros. El siglo XX es de "sólo lectura", porque la extensión del copyright -en la Constitución estadounidense de 1787 duraba 17 años; ahora, se acerca a los 200- y el hecho de que las herramientas creativas estén en manos de unos pocos convierte a los creadores en consumidores pasivos o en delincuentes que violan la propiedad intelectual. "Los autores sólo pueden crear con el permiso de los poderosos o de los creadores del pasado", dice Lessig.
El siglo XXI ha cambiado radicalmente las reglas. En la era YouTube, los consumidores se convierten en "recreadores": el 57% de los adolescentes estadounidenses ha colgado vídeos en Internet y ya hay, por ejemplo, 300 o 400 horas de obras realizadas con pedazos de anime japoneses. "No podemos matar esa creatividad, la ley sólo puede criminalizarla. No podemos hacer que nuestros hijos se conviertan en seres pasivos, llamarles simplemente piratas. Hemos convertido a los creadores en revendedores en el mercado negro".
La respuesta de Lessig es Creative Commons, un conjunto de licencias flexibles que otorgan al autor la capacidad de decidir qué derechos y libertades acompañan su obra. Lessig (Rapid City, 1961) pasó la semana pasada por Sevilla, invitado por la Fundación Telefónica, para participar en el seminario Creatividad e innovación en la cultura digital.
Pregunta. ¿Por qué creó Creative Commons?
Respuesta. Para entender lo que es Creative Commons [CC], hay que entender el problema que trata de resolver. Las leyes del copyright regulan las copias de las obras pero, en el mundo digital, cada uso individual de cualquier obra crea una copia. Eso significa que, en principio, tienes que tener una licencia para cada uso, aunque seas un niño que utiliza imágenes de Disney para un proyecto del colegio. Sin embargo, muchos creadores no quieren que el control de su obra esté tan restringido; prefieren que la gente haga cosas con su trabajo, que lo copie, que lo comparta, que realice proyectos. Las restricciones del copyright no tienen sentido en este contexto. Es una tragedia que hayamos creado un régimen que concibe la creatividad de millones como ilegal. Y es importante tener este debate.
P. ¿Por qué?
R. Porque la tecnología está cambiando la relación de la gente con la cultura. Hacer un disco o una película estaba reservado a un pequeño grupo de gente, y muchas formas de expresión cultural han acabado siendo desechadas. Lo que las tecnologías digitales han conseguido es que, de nuevo, un montón de gente pueda participar en esta creación cultural. Y en lugar de impulsarlo, la ley está en contra de esta nueva creatividad.
P. ¿Puede haber creación sin industria?
R. No. Y ésta es una de las razones por las que pienso que el copyright es esencial, incluso en la era digital. Nada de lo que hacemos intenta negar la importancia de la industria, pero el modelo de industria tradicional que fue desarrollado en el siglo XX no tiene sentido en el XXI. No es un debate a favor o en contra de la propiedad, es un debate sobre cuál es el régimen que permite a la mayor cantidad de gente posible ser creativa, mientras se protegen los necesarios incentivos comerciales de la industria. Lo que hay que pensar es si el modelo de protección de las obras de Madonna es el que tiene sentido para todas las formas de creatividad del mundo. Es un modelo muy particular desarrollado en un momento muy particular, con un determinado tipo de tecnología. La idea de que debe haber un solo modelo para todos los tipos de creatividad es ridícula. Y CC no es una manera de impedir que la gente explote sus obras; es una manera de ayudar a los autores a decidir cómo hacerlo.
P. Usted menciona en su libro Cultura libre que el problema es que hemos dejado que los más amenazados por este cambio sean los que han desarrollado las leyes.
R. Así es. Uno de los mayores problemas de este tema es la corrupción del sistema, no en el sentido político, sino por el hecho de que la industria cultural ha tenido mucho éxito en crear lobbies.
P. ¿Qué piensa del intercambio de obras creativas por Internet?
R. Espero que la gente no use las redes P2P [de intercambio] para violar el copyright de otros. Lo digo porque no creo que se deban violar los derechos de nadie pero, además, porque esa actividad es la gran excusa que tiene el otro lado para decir "debemos controlar Internet", haciendo que sea más difícil para nosotros centrar la atención en la actividad creativa, que no debería estar limitada por el copyright. Pero no importa lo que haga la industria. Puede poner barreras técnicas o denuncias, pero no va a detener el intercambio de archivos. ¿Y ha servido para algo esta guerra? Los niños son criminales y los artistas no ganan dinero.
P. En España hay una polémica, la imposición de un canon en cada dispositivo digital susceptible de contener obras creativas, incluidas cámaras fotográficas. ¿Qué opina?
R. No conozco las particularidades de la propuesta española, pero lo que no entiendo del sistema europeo es que aúna lo peor de dos mundos: el sistema americano no impone tasas sobre ningún dispositivo, pero sí intenta controlar las copias, y el europeo puro impone tasas a la tecnología, pero te deja libertad para copiar. Eso significa que si compras un reproductor eres libre de llenarlo con la música que quieras, porque ya pagas. Europa no se decanta por ninguno de estos sistemas: tiene los dos. Tiene el impuesto, pero también las restricciones. Deberías pagar por el copyright una vez, y si pagas un impuesto por los dispositivos, entonces deberías ser libre de hacer copias.
P. ¿Qué le diría a los autores españoles que creen que no hay nada más que el copyright frente a la copia desenfrenada de Internet?
R. Deberían saber que el modo en que están protegidos depende de tecnologías y modelos de negocio del pasado. Por ejemplo, el editor de mi libro Cultura libre pensó que debía estar gratis en la Red. ¿Por qué tiene sentido? Bueno, no es un libro corto, así que el coste de imprimirlo es mayor que el de comprarlo, y el editor pensó que, si lo ponía en la Red, mucha más gente lo conocería y lo compraría. Y el editor no quiere perder dinero. Intenta hacer más.
P. ¿Y funcionó en su caso? ¿Hizo dinero con su libro?
R. Bueno, hice tanto dinero como me prometieron. Y el libro ha sido descargado más de medio millón de veces. Eso es extraordinario para un académico [se ríe].
LA ERA DEL 'COPYLEFT'- Creative Commons (CC) permite la copia de una obra en las condiciones que decida el autor. Hay quien, por ejemplo, admite la libre copia, pero no su modificación o uso comercial.- Hay 42 millones de obras protegidas por CC.- Las canciones de Gilberto Gil o David Byrne, las fotos del portal Flickr, los ensayos del MIT y los artículos del periódico 20 Minutos están bajo licencias CC.
2007/06/04
Una decisión necesaria pero no suficiente
Un sistema de protección contra la copia que, a la par que resulta ineficaz para el cumplimiento de ese fin, penaliza a los clientes decidiendo en qué condiciones acceden al disco que han comprado, en qué reproductor lo ejecutarán y si podrán o no copiarlo como les permite la ley, está lejos de suponer la tabla de salvación de las compañías discográficas.
Que molestar a tus clientes no ha sido nunca la mejor estrategia comercial, es lo que no entiende una industria tambaleante que parece empeñada en autoinfligirse el golpe de gracia. Según Musicload, el 75% de las llamadas que recibe su servicio técnico están relacionadas con los problemas que a sus clientes les causa el DRM. Paradójicamente, los usuarios, frustrados por las limitaciones de uso que tienen las obras por las que han pagado, encuentran más riesgos en comprar música que en descargarla gratis. Las discográficas, últimamente expertas en malas decisiones, han apostado por un sistema anticopia tan restrictivo que disuade de la compra de originales y promociona la copia.
Frente a las protestas de sus clientes, la industria se ha justificado apelando a la crisis del sector y a la filosofía del sálvese quien pueda. Sydney Borja, director de Gestión de Contenidos Audiovisuales de la SDAE apoya el DRM porque para un autor "una obra es como un hijo y el DRM permite verlo en la Red bajo determinadas normas".
La música, que es considerada un hijo cuando se trata de justificar su sobreprotección y una mercancía más cuando toca defender su alto precio, no parece haber encontrado en el DRM su agente comercial más apropiado. El hecho de que Apple empiece a vender música de EMI sin DRM no es una graciosa concesión al consumidor sino una lógica decisión tomada desde un punto de vista estrictamente mercantil. El DRM no sólo no ha conseguido impedir el flujo no autorizado de las obras por Internet, sino que más bien se ha revelado como una cortapisa más para la venta de música online. Según el 62% de los directivos del sector musical encuestados por Jupiter Research, abandonar el DRM potenciaría las ventas de música online. Por otro lado, tal y como informa Cinco Días, las acciones de Amazon han subido en el último mes un 60% gracias a, entre otros factores, "la venta de música sin sistemas anticopia".
Eric Nicoli, de EMI Group ha presentado la decisión de su compañía de vender música sin DRM como "un formidable hito para la música digital", asegurando que "a los consumidores les encantará oír las canciones iTunes Plus de mayor calidad de sus artistas EMI favoritos, sin restricciones de uso". Curiosa estrategia la de restringir los usos que tus clientes pueden hacer por ley con la música que adquieren para después presentar la corrección de tu propio error comercial como un hito en la historia de la música que, por supuesto, justifica que aumentes en 0'30 dólares el precio por cada canción.
La decisión de EMI es necesaria pero no suficiente. Las redes P2P siguen siendo una competencia difícil de afrontar. Independientemente de lo que a cada uno le pueda parecer el intercambio gratuito de música a través de Internet, lo que parece claro es que ni el DRM ni las demandas de la industria han podido con él. La continua sofisticación de los programas P2P y el paulatino aumento de la velocidad de las conexiones a Internet hacen que las quejas de la industria por la copia no autorizada sean tan constantes como inútiles.
En el ámbito audiovisual, algunas empresas como Disney/ABC, conscientes de que no pueden parar el intercambio gratuito de sus series estrella, han decidido ponerlas ellas mismas de forma gratuita en Internet consiguiendo ingresos a través de la publicidad.
La consultora Forrester Research asegura que el futuro de los servicios de vídeo de pago está en ofrecer esos mismos contenidos pero gratis y financiados a través de la publicidad. Según Forrester, este año 2007 será el último que siga una línea ascendente en la venta online de películas y programas de televisión. Mientras nuestra Ministra de Cultura ha hecho de la frase "la cultura no puede ser gratis" su eslogan particular, James McQuivey, analista de Forrester, ha concluido, que "lo gratis va a vencer". Teniendo en cuenta el uso masivo de las redes P2P en todo el mundo, la pregunta que cabe hacerse es ¿acaso no lo ha hecho ya?
Fuente: El Pais.