Por si fuera poco llevar sobre sus hombros las acusaciones de haber abierto el camino a una era de conquistas que no fue precisamente amistosa, a la figura de
Cristóbal Colón le ha tocado en los últimos años cargar con otro sambenito: el de haber introducido en Europa lo que se dio en llamar el
mal francés y que prendió en el viejo mundo con la fuerza de la promiscuidad. La sífilis fue durante siglos el azote de los lupanares europeos y un estigma del
pecado original que, como la maldición bíblica, heredaban los hijos.
Hasta ahora, la carga de la prueba ha coincidido en señalar a las naves de Colón como los vectores que desembarcaron la sífilis en Europa. Prueba número uno: los registros históricos documentados no recogen casos de la enfermedad antes de 1493, cuando el navegante genovés y sus marineros regresaron del Nuevo Mundo. Prueba número dos: la primera epidemia de la que existe constancia en Europa se produjo en 1495.
Hace dos años llegó la prueba número tres, en apariencia irrefutable.
Un equipo de investigadores de la Universidad Emory, en Atlanta (EEUU), rastreó el proceso evolutivo de los genes de 26 cepas de treponemas, las bacterias que causan la sífilis y que en Suramérica provocan otra dolencia llamada pian, que afecta a la piel y se transmite por contacto.
Salto intercontinental
El trabajo que Kristin Harper llevó a cabo para su tesis doctoral y que se publicó en 2008 en la revista
PLoS Neglected Tropical Diseases dibujaba una crónica de las andanzas de las treponemas a partir de su ADN. Según Harper y el supervisor de su trabajo, el profesor de la Universidad Emory George Armelagos, las cepas tropicales que causan el pian son más antiguas. Una de ellas saltó a Europa en las primeras travesías trasatlánticas. En el viejo continente las bacterias encontraron un ambiente más templado e higiénico donde su adaptación originó la forma de transmisión sexual, evolutivamente más nueva.
Pero la reciente llegada de la prueba número cuatro parece inclinar la balanza para exonerar a Colón. Un equipo de arqueólogos del Museo de Londres ha excavado el cementerio de St. Mary Spital, un hospital medieval al este de la capital británica que hacía de moridero para los enfermos sin recursos. Allí han desenterrado unos 10.500 esqueletos y examinado en detalle 5.387. Brian Connell, director de los trabajos, explica su descubrimiento estrella: "25 esqueletos con cambios característicos de la sífilis".
Hasta ahí, nada novedoso. La sorpresa aparece tras la datación con radiocarbono. La prueba, según Connell, sitúa a dos de ellos entre 1200 y 1250 y a otros cinco entre 1250 y 1400. Todos ellos, antes de que Rodrigo de Triana posase por primera vez sus ojos en tierra americana. Con tales pruebas, Connell se arma de razones para aseverar que sus hallazgos "ponen el clavo en el ataúd de la teoría de Colón".
¿Caso cerrado? Ni mucho menos. Pese a la alharaca con la que los medios han presentado los hallazgos de Connell y su triunfal veredicto, los esqueletos londinenses aún no han aparecido en la prensa especializada, que convierte un puñado de resultados en un estudio científico al alcance de la lupa de otros expertos. "Es difícil saber exactamente de qué están hablando mientras no haya pasado la revisión por pares", señala Armelagos a
Público. "Esto es ciencia de rueda de prensa; sin imágenes, sólo tienes una mancha de tinta digna de un test de Rorschach", critica.
Diagnóstico y datación
Harper, hoy ya doctorada y trabajando como investigadora en la Universidad de Columbia, insiste en el mismo aspecto en un correo enviado a este diario, y adelanta qué dos aspectos deberían ser cuidadosamente revisados: el diagnóstico y la datación.
Sobre el primero, afirma que "algunas veces las marcas del esqueleto se interpretan como sífilis, pero es raro encontrar casos claros en el registro arqueológico". Respecto a la datación, Harper plantea otro problema llamado firma marina. "Los individuos que comen mucho alimento del mar tienden a dar fechas de radiocarbono que aparentan más antigüedad de la real. En estos casos,
la fecha parece precolombina hasta que se corrige con esta firma marina", objeta. Como ejemplo, recuerda el hallazgo hace diez años de esqueletos que parecían ser precolombinos y sifilíticos en el enclave inglés de la Corte de Magistrados de Hull. "Recibieron mucha atención en los medios, pero la firma marina fue determinante; aquellos con signos definitivos de sífilis no se pudieron asignar al período precolombino", señala.
Harper resume lo que refutaría su teoría: "Esqueletos del Viejo Mundo con signos claros de sífilis y fechas de radiocarbono sólidamente precolombinas". "Hay muchos casos que cumplen un requisito sin el otro, pero ninguno que cumpla ambos", zanja. Armelagos agrega que los 25 casos detectados son una gota en el mar: "Debería haber pruebas demográficas de un mayor número de casos".
En su defensa, Connell alega que los resultados se publicarán en primavera en una monografía del propio museo "con revisión externa por pares", apunta y rubrica: "Sí, tengo mucha confianza en que los cambios [...] son consistentes con un diagnóstico de enfermedad treponémica [sífilis] terciaria", siendo el caso más claro el de "un niño de 10 o 11 años". Niño que, sin embargo, pertenece a un período más tardío, el de 1400 a 1539, al que se asignaron 18 de los 25 esqueletos.
En cuanto a la datación, el arqueólogo aclara que "se hizo un análisis estratigráfico detallado de todo el cementerio" y los resultados se sometieron a "datación de carbono 14 de alta precisión", con "una confianza del 95%". Connell sale al paso del argumento de la firma marina añadiendo que su efecto fue simulado con tres modelos que no alteraron los resultados y que, según los isótopos de carbono, "los recursos marinos no eran importantes en la dieta, lo que se une a los pocos huesos de pez y a las fuentes históricas que indican que el comercio de pescado sólo creció más tarde". "Pero si dataron el enclave y no cada espécimen", contraataca Harper, "un individuo posterior pudo ser enterrado donde ya había restos más antiguos".
En suma, la sentencia se aplaza. Connell remacha:
"Nos satisface concluir que la enfermedad treponémica estaba presente en Reino Unido hasta 200 años antes de Colón". En el bando contrario, Armelagos mantiene que su hipótesis "aún seguirá vigente algunos días más". Colón sigue, de momento, en el banquillo.