Fuente:
BBC Mundo.
Atrapada entre el Atlántico azul intenso y la meseta patagónica, árida y ventosa, Puerto Madryn es una ciudad donde unos pocos miles de habitantes reciben a otros muchos miles de visitantes.
En sus calles de casas bajas y olor a sal, las tiendas de artesanías, hoteles y medio centenar de agencias de viaje dejan a la vista uno de los negocios que mueven a la economía local: el turismo, que llega a ver la fauna marina de la Península Valdés, de la que Madryn es puerta de entrada.
Lobos y elefantes marinos, pingüinos, cientos de especies de aves para fanáticos del birdwatching y las “estrellas” de las aguas: las ballenas francas australes, visibles de a veintenas desde la orilla, que llegan aquí entre mayo y diciembre para procrear.
“Somos un destino en crecimiento, y si alguna de las condiciones naturales cambia habría un impacto significativo”, dice a BBC Mundo Mariano Jug, operador turístico de esta zona de la provincia sureña de Chubut.
Y podría pasar: estos cetáceos entrañables están bajo amenaza. ¿El enemigo? Las gaviotas cocineras.
¿Recurso en peligro?
Es un espectáculo poco amable: cientos de aves marinas, alas desplegadas y chillido estridente, se abalanzan sobre las ballenas y sus crías que nadan cerca de la costa y las pican con violencia para alimentarse de su grasa y su piel.
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Ante el ataque, estas moles de unos 40 mil kilos se sumergen y se dan a la huida. Pero el daño está hecho: según el Centro Nacional Patagónico, el número de cetáceos con lesiones en la piel se triplicó en la última década.
Ninguno de los comerciantes lo dice por lo alto, pero hay informes científicos que dan la voz de alerta: según especialistas en fauna atlántica, estos mamíferos podrían migrar hacia las costas uruguayas, donde cada año se divisan más ejemplares con heridas en el lomo.
Y el daño de la guerra perdida de las ballenas contra las gaviotas no sería sólo medioambiental: afectaría profundamente a la economía regional. Según datos de la Secretaría de Turismo de Madryn, de los 300.000 turistas anuales que llegan a la región, más de un tercio lo hace en temporada de ballenas.
El que pasó fue un invierno duro para los locales, cuyos negocios sufrieron el impacto de la gripe porcina y la crisis económica que se tradujo en una merma del 70% en la cantidad de visitantes.
“Esta temporada tenemos la misma cantidad de turistas extranjeros que en 2003 o 2004, cuando aún no los atraía la devaluación (del peso ante el dólar)… es decir, ¡casi ninguno!”, revela a BBC Mundo Mario González, desde su tienda de artículos regionales sobre la avenida costanera.
“A estas alturas, el año pasado teníamos una ocupación total, con un 60% de italianos y españoles. Este año sólo tenemos dos o tres parejas de luna de miel y no gastan nada”, se queja David Colantone, encargado de un hotel.
Con un costo promedio de US$35, las excursiones de avistaje de cetáceos -que se hacen a bordo de barcos y gomones inflables- dan trabajo a miles en una zona donde el turismo genera ingresos de más de US$24 millones, según datos de 2008.
“Es una de las tres actividades que nos sustentan, junto con la pesca industrial y la producción de aluminio. Un 10% de la población vive directa o indirectamente del negocio vacacional”, dice a BBC Mundo el secretario de turismo local, Gabriel Percaz.
Alimento de basural
La convivencia imposible entre gaviotas y ballenas es un fenómeno nuevo, y los científicos tienen una explicación: en los últimos años, la población de estas aves marinas ha crecido desproporcionadamente por el aumento en la oferta de alimento.
Oportunistas y glotonas por definición, las gaviotas obtienen la comida de los basurales a cielo abierto que han proliferado en las ciudades costeras de Chubut. Eso les permite reproducirse a gran velocidad e insistir con el hábito aprendido de picar a las ballenas.
Por eso, muchos señalan que la solución es política: la erradicación de los basurales y el control de los residuos pesqueros.
“La provincia está trabajando en una planta de procesamiento de residuos única en el país. Ya se firmó el convenio para la construcción, pero va a llevar un tiempo porque los basurales son grandes”, señala Percaz.
Faltan evidencias
Sin embargo, aunque el daño al ecosistema es innegable, los científicos señalan que no hay evidencias concluyentes de que las ballenas vayan a emigrar en masa.
Lo que sí han confirmado ya los biólogos de la zona es un cambio en la conducta de nado de los cetáceos como consecuencia del hostigamiento.
“Se observa que arquean el lomo hacia abajo, para que sólo sobresalgan del agua la cabeza y la cola y el lomo quede debajo para evitar el picoteo. Esto puede provocar mayor gasto de energía en la natación y, en las hembras que están amamantando, puede generar menor producción de leche para sus ballenatos”, señala a BBC Mundo Fabián Pérez, del Ecocentro Puerto Madryn.
Así, el nuevo “estilo” de nado podría tener impacto en la supervivencia de las crías y de la especie toda.
Para evitarlo, las autoridades estudian una medida de emergencia: intervenir en el medioambiente para reducir la población de 11 mil gaviotas, matándolas directamente o introduciendo un predador que controle su reproducción desmedida.