Con la explosión de Internet, los cables de fibra óptica han invadido progresivamente el sótano marino, con redes de varios miles de kilómetros, cuyo buen funcionamiento es vital para las economías .
Estos cables, cuyo despliegue se ha producido en 20 años, están ahora repartidos en más de un millón de kilómetros, o, lo que es lo mismo, en 25 veces alrededor de la Tierra, de acuerdo con una asociación internacional responsable de su protección, CIPC. Los principales, Sea Me We3, miden 39.000 km y conectan a Japón, Alemania y Australia.
Teléfono e Internet se han convertido en importantes fuentes de la economía, por lo que garantizar la fiabilidad hasta el máximo es un imperativo para los fabricantes, porque "los cortes de red para un país, incluso por unas pocas horas, son completamente intolerables", dice Georges Krebs, director de operaciones de los submarinos grupo Alcatel-Lucent.
El pasado 19 de diciembre, el tráfico entre Europa y Oriente Medio se vio interrumpido tras el colapso de tres cables en el Mediterráneo. El operador France Telecom califica de "raros" estos incidentes.
"Hemos perdido el 90% de la capacidad. Si sólo fuera un cable dañado, los usuarios probablemente no se darían cuenta porque en este caso, se garantiza el tráfico en el resto de cables" señala Didier Duriez, jefe de las redes internacionales submarinas del operador francés.
"Los incidentes importantes, como este, ocurren aproximadamente cada 18 meses", dice, recordando el terremoto de 2006 frente a Taiwán y el terremoto de 2003 en Argelia, que requirieron un mes trabajo para la rehabilitación de las redes. Sin embargo, la mayoría de las veces, los incidentes "no son visibles para el público en general" gracias al desvío de tráfico, añadió.
Financiado principalmente por un consorcio de operadores, cada ruta suele tener un costo de varios cientos de millones de euros, ya que es "específica" y está adaptada a la naturaleza de los fondos marinos, explica Grégory Flipo, gerente de la planta de Alcatel-Lucent en Calais.
Dependiendo del medio ambiente y los peligros, los cables pueden establecerse en su ruta o enterrarlos tres metros bajo el lecho marino.
En los incidentes, se envían a la escena un robot o una cuchara, en función de la profundidad, las dos zonas dañadas levanta uno tras otro a bordo, cortar y soldar el alambre. El trabajo, de precisión, es muy caro por día en el mar; se estima en 45.000 euros.
Debido a la explosión de la demanda de Internet, la actividad de los fabricantes está creciendo fuertemente. Una serie de países, conectados sólo por satélite, recibirán banda ancha gracias a una red que debería estar dispuesta en 2011 para veinte países de África occidental.