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Publico.
Hace 16 años, el paleontólogo de la Universidad del Estado de Montana (EEUU) Jack Horner ayudó a Steven Spielberg a construir su Parque Jurásico. Los dinosaurios revivieron con mucha dignidad tras 65 millones de años de entierro, pero a Horner, que lleva toda su carrera reconstruyendo aquel mundo, no le bastó. Ahora quiere que regresen de verdad. O casi.
El plan de resurrección es distinto del de los paleontólogos de Spielberg. Entonces, los científicos rescataban de entre los muertos a tiranosaurios y velocirraptores a partir de material genético conservado en ámbar. El nuevo proyecto no requerirá restos de ADN ajados por el paso de millones de años. Tratará de obtener el manual de instrucciones para construir un dinosaurio de unos seres que lo han guardado en su interior desde antes del Jurásico: los pollos.
Los dinosaurios y los pollos (y el resto de las aves) tienen un esqueleto muy parecido. Las pequeñas diferencias entre los dos tipos de animal sólo serían variaciones sobre un diseño anatómico básico. Eso significaría, según Horner, que los cambios no se deben a que su paquete de genes es diferente, sino a que estos genes se expresan de manera distinta. El plan de Horner consistiría en comprender cómo esos genes dejaron de producir dientes, brazos o colas para convencerles con argumentos bioquímicos de que recuerden su comportamiento del pasado, dejen de producir tanto pollo y produzcan más dinosaurio.
Problemas económicos
El reto del paleontólogo de Montana, en el que contará con la colaboración de Hans Larsson, de la cátedra de macroevolución de la Universidad McGill de Montreal (Canadá), parece ciencia-ficción. Y es posible que lo sea. Por el momento, Horner reconoció esta semana a Público que "desafortunadamente, a causa de la crisis económica", está "teniendo problemas para reunirel dinero necesario para continuar con el proyecto". "Por eso, por el momento, va a estar parado durante un par de meses mientras intento conseguir alguna financiación", añadió. El científico ha calculado que la producción de su criatura no costaría más de "un par de millones de dólares". Pese a las dificultades, Horner no pierde el optimismo: "Aún creo que tendremos un dino-pollo en los próximos cinco o diez años".
Si se pudiese crear un pollosaurio, sería posible hacer crecer miembros amputados
Ante la creación de su Frankenstein aviar, los científicos cuentan con algunos indicios que muestran que tienen posibilidades de éxito. Hace casi dos siglos, Etienne Geoffroy Saint-Hillaire, uno de los padres de la anatomía comparada, observó que, durante su desarrollo, los loros tienen diminutas protuberancias en el pico parecidas a dientes. El científico atribuyó este peculiar rasgo a una herencia silenciada de formas primitivas. La idea no tuvo demasiado eco hasta hace tres años, cuando el investigador de la Universidad de Wisconsin (EEUU) Matthew Harris estudió pollos mutantes que desarrollaban los tejidos de los que surgen los dientes. Pese a desconocer cómo funciona la mutación, Harris fue capaz de crear un virus que imita las señales moleculares que provoca y logró que especímenes normales desarrollasen dientes. Este estudio muestra que las aves conservan el potencial para tener dentaduras y es un paso para comprender cómo algunas estructuras desaparecen durante la evolución.
El trabajo del investigador de Wisconsin será un apoyo en la producción del pollosaurio, pero es un paso aún diminuto en el camino que quieren recorrer Horner y Larsson. Para que su logro sea algo más que un truco de embriólogo-prestidigitador, tendrán que aprender mucho más sobre lo sucedido hace más de 70 millones de años, cuando los dientes desaparecieron de los picos de los ancestros de las gallinas. Y esa es sólo una parte. Después tendrían que recuperar estructuras como la cola, o sustituir las plumas por escamas.
Por el momento, Larsson se ha centrado en el desarrollo de la cola y ha logrado pequeños avances aplicando ácido retinoico un componente que estimula la secreción de una proteína importante para promover el crecimiento durante el desarrollo a los embriones de pollo. Pero el sistema es mucho más complejo de lo que se pensaba, y no existe una investigación previa que explique cómo crecen las colas. El investigador canadiense tendrá que empezar a hacer investigación básica por su cuenta para resolver ese enigma.
El experimento
Cuando se comprendan los mecanismos para cada uno de los órganos -hay otros grupos en el mundo que estudian los dientes o las extremidades-, Larsson tiene en mente un plan que explicó a la revista Discovery. "El experimento que imagino consiste en un embrión en desarrollo dentro de un huevo con varios puntos de inyección y varios tipos de molécula para manipular con mucha precisión la regulación de los genes", describió. "Seremos capaces de inyectar distintas moléculas en distintas partes del embrión en distintos momentos de su desarrollo. Si hacemos eso, si el momento y el lugar son correctos, seremos capaces de manipular muchos tipos diferentes de morfologías: plumas, alas, dientes, colas", agregó Larsson.
La reacción de los científicos ante el anuncio de Horner es de escepticismo generalizado. "Pero no como algo negativo, es un trabajo atrevido en el buen sentido", matiza el paleontólogo Luis Alcalá, director de la Fundación Dinópolis de Teruel. "En principio, parece complicado que lo consigan. En España tenemos el ejemplo del bucardo, un animal extinguido hace muy poco tiempo [el último murió en 2000] que se ha intentado recuperar y no se ha conseguido [en 2003 se creó un clon que murió a los 10 minutos]", apunta. "Sin embargo, en la historia de la ciencia se ha visto muchas veces que algo que parece imposible en un momento no lo es 100 años después", remacha.
Interesante pero casi imposible
Menos diplomático que Alcalá es el profesor de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) Alfonso Martínez-Arias. "No digo que no vayan a lograr cosas interesantes, mi escepticismo está en que esta gente se pone unos objetivos que son un poco absurdos", afirma. El investigador, que lleva "más de 20 años jugando con los mecanismos que generan los animales", cree que este tipo de proyectos son una manera de darse publicidad y obtener dinero "generando falsas expectativas en la gente". "Si fuesen capaces de reprogramar así un pájaro, sería posible hacer crecer los brazos de gente que los ha perdido o acabar con el hambre en el mundo porque podrían convertir pájaros en cerdos", afirma. "Ellos quieren reprogramar un pájaro cuando aún no sabemos cómo se programa", agrega. "Es como [el científico estadounidense] Craig Venter, que dice que va a crear vida en el laboratorio, pero aún no sabemos cómo funciona la célula, necesaria para que su organismo funcione".
"Me apuesto lo que quieran a que en cinco años no tienen el pollosaurio. Quizá saquen aberraciones, un ave con algunos rasgos de dinosaurio... Sería interesante, por ejemplo, ver si logran que le crezcan escamas, pero no lograrán un dinosaurio", asevera Martínez-Arias. "Cuanto más lo pienso, más difícil me parece, aunque sería interesante poder cambiar el pavo de Navidad por un Archaeopteryx [una especie a medio camino entre las aves y los dinosaurios] ", bromea.
Las críticas de sus colegas no parecen amedrentar a Horner. "Los científicos que juegan según las reglas de otros no tienen muchas posibilidades de realizar descubrimientos", ha declarado. Y pese a la dimensión de los retos que tiene por delante, en How to build a dinosaur (Cómo construir un dinosaurio), el libro en el que el paleontólogo presentó al mundo su provocativo proyecto, ya soñaba con llevar a su criatura al programa de la influyente presentadora estadounidense Oprah Winfrey. "[El pollosaurio] sería muy útil para convencer a la gente de que de este tipo de experimentos podemos aprender mucho sobre biología, desarrollo y evolución", asegura.
El canadiense Larsson, menos atrevido que su colega, matiza que, aunque la investigación podría concluir con la reproducción de animales desaparecidos hace millones de años, no tiene planes de llegar hasta ese extremo por razones éticas y prácticas. Su objetivo, en el que coincidecon Horner, es ofrecer una "ilustración de la evolución". "Si puedo demostrar claramente que el potencial para el desarrollo anatómico de los dinosaurios existe en los pájaros, entonces esto prueba que las aves descienden directamente de los dinosaurios", cuenta.
Además de poner a prueba los mecanismos de la evolución, a muy largo plazo, si el proyecto planteado por Horner pudiera hacerse realidad, las capacidades necesarias para construir un dinosaurio a partir de un pollo permitirían hacer caminar a los paralíticos o curar los defectos genéticos. Como dice Martínez-Arias y sugiere el sentido común, este sueño no se cumplirá en la próxima década y costará mucho más de dos millones de dólares. La propuesta de Horner puede ser una manera de atraer la atención del público y de las fuentes de financiación hacia un reto apasionante, pero el medio puede plantear tantos dilemas éticos como el alumbramiento del pollosaurio. Entretanto, si la crisis lo permite, Horner podrá soñar con una criatura en la que se mezclarán rasgos de animales separados por millones de años de evolución, mucho más pavorosa, quizá, que los dinosaurios que ayudó a resucitar a Steven Spielberg.