"Los precios inmobiliarios en algunas partes de Río subieron en casi el 80% en el último año", dice Ronaldo Coelho Netto, un agente inmobiliario de Río de Janeiro, mientras mira una nueva urbanización en el centro de la ciudad.
La zona residencial de Paco Real está situada en una parte de la ciudad que antes sólo era considerada un lugar ideal por los criminales y los grandes traficantes de droga.
Pero los tiempos han cambiado y un nuevo estado de ánimo se extiende por el país como un reguero de pólvora.
Río de Janeiro será la sede del Mundial de fútbol en 2014 y de los Juegos Olímpicos en 2016.
Las vastas reservas de petróleo frente a las costas de la ciudad comenzarán a bombear crudo de forma inminente.
Al igual que el resto de Brasil, Río está en auge y a la nueva clase media de la ciudad le ha picado el bichito de las propiedades inmobiliarias.
El boom de los precios de las viviendas no da señales inmediatas de disminuir.
Las redadas por escuadrones armados de la policía no suelen ser la ruta para subir los precios de las propiedades, pero es lo que ha pasado en Río de Janeiro.
Hasta ahora, 18 de los barrios marginales de la ciudad, las favelas, han sido asaltados por la policía, en un proceso conocido como "pacificación".
Con la invasión de las favelas, el gobierno espera forzar la salida de los narcotraficantes y delincuentes locales, así como llevar el orden y el desarrollo económico a los residentes.
"Las áreas cerca de las favelas pacificadas eran lugares donde la gente evitaba vivir. Ahora buscan comprar allí y los precios están subiendo", dice Ronaldo Coelho Netto.
Los residentes están ahora menos preocupados por la prima de la "bala perdida" que parecía incluirse como estándar en muchas propiedades de Río.
Flujo de dinero
El contraste entre Brasil y Portugal, su antigua potencia colonial, no podía ser más marcado.
Mientras que el segundo luchaba por salvar sus finanzas y tuvo que ser rescatado por la Unión Europea y el FMI, la preocupación del primero era cómo hacer frente a las grandes cantidades de dinero que están inundando la economía.
Además, mientras que las tasas de interés en la eurozona lograron recientemente, con mucho esfuerzo, subir hasta el 1,25%, la tasa principal en Brasil alcanzó el 12,25% a principios de este mes.
Esto ha provocado una avalancha de dinero extranjero rumbo a Brasil, donde los inversionistas buscan obtener ganancias en el mercado de valores y en áreas como las propiedades.
En los tres primeros meses de este año, Brasil registró un ingreso neto de US$35.000 millones, más que el total de 2010.
Infraestructura
Mientras que el dinero extranjero ha llegado al país, los recursos naturales han viajado en sentido contrario, pero no al ritmo que a muchos les gustaría ver.
"Nuestros puertos son del período jurásico y nuestros aeropuertos son miserables", le dice a la BBC Eike Batista, el hombre más rico de Brasil y el octavo más rico del mundo.
Batista comenzó con la prospección de oro en el Amazonas en 1980 y ha expandido su negocio con la producción de mineral de hierro, la construcción naval y el petróleo.
De hecho, no hay muchas áreas de negocio en que no tenga algún interés: abrió un restaurante flotante, tiene planes para un nuevo hotel de lujo y ha iniciado una empresa de bienes raíces.
Pero, a pesar de su amplia gama de intereses, una palabra sigue apareciendo en su conversación: infraestructura.
El Rotterdam de América del Sur
A 400 kilómetros al norte de Río de Janeiro, Batista está tratando de resolver por sí mismo los problemas infraestructurales que él cree que han frenado a la industria brasileña.
El Superpuerto Açu será el más grande del continente americano, capaz de atracar el barco más grande del mundo, el Chinamax, y tendrá de todo, desde una planta de automóviles hasta una de cemento.
"China es hoy por hoy la fábrica del mundo porque crearon puertos a lo largo de la costa, rodeados de un sistema logístico eficiente", dice Batista.
"Todos nuestros puertos están en el centro de las ciudades, por lo que todo es muy lento. Nuestro objetivo es que Açu se convierta en el Rotterdam de América del Sur", añade, en referencia al mayor puerto de Holanda y Europa.
Aunque aspira a alcanzar la eficiencia que tienen algunos puertos europeos, su foco de negocios está firmemente anclado en China.
La mayor parte del mineral de hierro que comenzará a zarpar de Açu hacia fines de este año estará destinada al país asiático.
Batista ha establecido una asociación con la empresa china Wuhan Iron and Steel e incluso inauguró recientemente el primer restaurante gourmet de China en Río de Janeiro.
"Cada año China pone más de 20 millones de nuevos consumidores en el mundo, a los que hay que sumar los dos millones que añadimos anualmente en Brasil y los tres millones en India. Está claro que estamos en medio de un ciclo", dice.
Fortaleza del real
Pero todo este auge tiene un lado negativo.
En una zona comercial muy concurrida en el centro de Sao Paulo, los compradores avanzan prácticamente a codazos por un estrecho callejón.
En los puestos hay de todo, desde juguetes hasta artículos eléctricos, pero casi cada artículo tiene impreso tres palabras muy elocuentes: Made in China.
El auge económico de Brasil ha tenido un precio, ya que el valor de la moneda, el real, se ha disparado en casi el 40% en el último año frente al dólar estadounidense.
La fortaleza del real ha hecho que las importaciones sean cada vez más baratas, pero ha llevado a la bancarrota a muchos fabricantes nacionales.
Según la Asociación de Importadores Textiles, el ascenso de China y la caída de los productores nacionales significan que el 80% de los trajes del carnaval de Río de este año fueron fabricados en China.
¿Desindustrialización?
Leonardo Hallal ha visto el crecimiento de China de primera mano, desde que comenzó su negocio de prendas de vestir en 1996.
Hurgando en un carril de ropas en su estudio de diseño de Sao Paulo, explica cómo han cambiado las cosas para su industria.
"Cuando empecé, no importaba casi nada de China. Ahora el 60% de los materiales que importo provienen de fábricas de allá", dice.
La moneda fuerte significa que puede importar más barato telas chinas y venderlas con buenas ganancias a las firmas de moda de Brasil. No es ninguna sorpresa que sus principales viajes de negocio sean a fábricas en China y no a visitar a los fabricantes en su país natal.
El efecto de los productos importados más baratos es obvio para los consumidores brasileños, pero muchos están preocupados de que si continúa la fuerza del real, podría aumentar la desindustrialización de este país, que solía estar orgulloso de su sector manufacturero.
Desafíos
Mientras que las potencias tradicionales del crecimiento económico mundial está atascadas en el fango de un crecimiento lento, Brasil halla difícil controlar su auge.
El año pasado se registró un crecimiento del 7,5% y este año, a pesar de la desaceleración en el resto del mundo, los economistas esperan una expansión de más del 4%.
A pesar del optimismo de muchos en el país, existen retos por delante.
Hay preocupaciones de que el lento progreso de las construcciones para la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos pueda causarles una vergüenza internacional y muchos señalan que el país debería fabricar más, en lugar de simplemente enviar materias primas al resto del mundo.
Sin embargo, a pesar de los posibles problemas futuros, los brasileños viven en gran medida en el presente.
Mirando desde su oficina, a través de la bahía, en dirección al Pan de Azúcar, Eike Batista, el autodesignado animador en jefe de Brasil, se muestra optimista sobre las perspectivas del país.
"Tenemos nuestro propio petróleo, tenemos los recursos naturales. Creo que estamos viviendo un ciclo de crecimiento, como el que tuvo Estados Unidos en la década de 1960", dijo.
Incluso si el auge de Brasil llegara a reventar, no será por falta de ambición.
BBC Mundo