Su meta, colocar el Islam en el ciberespacio "en un momento en el que la rápida comunicación electrónica conecta a gente de todo el mundo" y en el que las redes sociales son "fuente de saber y foro para la discusión académica", explica su director, el clérigo Mehdi Khamoushi. La wiki-fiqh es uno de los ejemplos más claros del doble rasero con el que el régimen iraní se acerca a Internet, en un país con más de 20 millones de usuarios, millones de web censuradas y ataques constantes a las libertades de expresión y prensa.
La última vuelta de tuerca es el proyecto para la creación de una red propia, de una gigantesca red doméstica nacional que aislará a los iraníes de la gran malla mundial y facilitará al régimen la tarea de controlar el flujo de información que navega libremente por Internet. Así lo anunció en febrero Reza Bagheri, alto cargo del Ministerio iraní de Telecomunicaciones, quien subrayó que en breve el 60% de las casas y negocios iraníes estarían conectados a una red nacional.
Regatear la censura oficial
Solo organismos gubernamentales, instituciones religiosas, proyectos como wiki-fiqh o medios con vocación de propaganda externa seguirán vinculados a la red internacional. "Este es el penúltimo de los ataque a la libertad de las personas de este régimen. Pero como otras veces, nos adelantaremos. Si hacen una nueva ley, haremos una nueva trampa", explica el dueño de un cibercafé del norte de Teherán, que por seguridad pide no ser identificado.Son cerca de las 11.00 horas de un día laborable, y ya no queda ni un puesto libre frente a los ocho ordenadores que se constriñen en unos 20 metros cuadrados de espacio. Una rápida ojeada permite comprobar que más de la mitad de los clientes, todos ellos veinteañeros, consultan redes sociales como Facebook.
Evidentemente, todas las máquinas están equipadas con algún tipo de programa de filtrado, que permite regatear la censura oficial, que tiene bloqueado el acceso a esta red social y a otros millones de sitios web de todo el mundo.
Sin esos programas de filtrado, un usuario que quiera consultar diarios europeos es redireccionado a una web del Estado que advierte de que visitarlas atenta contra la ley y recomienda páginas alternativas, como una sobre El Corán. Pese a que en febrero de 2010, la Policía iraní avisó de que el uso de estos filtros constituye un delito y quien lo haga puede ser procesado y castigado, su empleo es común tanto en cibercafés como en domicilios.
Su mayor defecto es que suelen reducir la velocidad de conexión, ya de por si baja en un país donde el acceso a Internet privado con banda ancha está sólo al alcance de privilegiados, pues no todas las líneas están habilitadas y una buena conexión de un giga ronda los 4.500 dólares anuales. "No, no tengo miedo a que me detengan o cierren el local. Creo que es un derecho por el que vale la pena arriesgarnos", insiste el dueño del cibercafé. Esta guerra cibernética se agudizó tras las protestas postelectorales de 2009, durante las cuales las autoridades trataron de impedir la difusión de vídeos y el acceso a las redes sociales con una reducción drástica de la velocidad de descarga y subida de archivos.
En el marco de este pulso entre la sociedad y el régimen, la Policía creó en enero pasado una división especial encargada de vigilar servidores y usuarios, y prevenir lo que ha dado en llamar "delitos cibernéticos". Además, la Guardia Revolucionaria, cuerpo de élite de las Fuerzas de Seguridad iraníes y brazo ideológico del régimen, tiene una división similar, que en febrero del pasado año se vanaglorió de haber pirateado 29 páginas web "que espiaban para Estados Unidos".
20minutos