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2010/06/14

¿Por qué no notamos los cambios obvios?

Fuente: BBC Mundo.

¿Se le ha pasado por alto alguna vez notar que un amigo o amiga suya se ha cortado el pelo? O quizás al llegar a la oficina no se dio cuenta, sino hasta mucho más tarde, de que las paredes son violetas, cuando antes eran blancas.
Esta aparente falta de atención que nos impide ver un cambio que resulta obvio es algo que experimentamos de manera inconsciente todos los días y se produce porque nuestro cerebro tiene que filtrar una enorme cantidad de información visual que lo inunda constantemente.
Los científicos la llaman ceguera frente el cambio.
Y para estudiar este fenómeno, un equipo de científicos del Queen Mary College, de Universidad de Londres, inventaron un juego de computadora.
Milan Verma, uno de los investigadores que participa en este proyecto, convocó a un grupo de voluntarios para participar en el juego, que consiste en mirar una pantalla que muestra en orden dos imágenes de una misma escena.
"La imagen cambia entre una escena y una segunda a la que se le han hecho cambios", le explicó Verma a la BBC. "Los voluntarios simplemente tienen que apretar un botón en el momento exacto en que notan el cambio".

Falta de objetividad

Durante años, tanto los neurocientíficos como quienes desarrollan tecnologías de inteligencia artificial se han interesado en esta faceta de la percepción humana. De hecho, el equipo del Queen Mary incorpora sus hallazgos biológicos en el diseño de sus robots, estudiando las bases de la visión humana y la percepción para poder recrearla artificialmente.
En opinión de Verma, el estudio que está llevando a cabo su equipo es uno de los primeros que se hace sobre la ceguera frente al cambio de manera objetiva.
"Antes, los científicos la estudiaban manipulando las imágenes manualmente", comenta Verma.
"Usaban programas de manipulación de imágenes y hacían cambios específicos, y luego le preguntaban a la gente: '¿Puedes ver algún cambio? ¿Sí o no?'".
Esto, dice Verma, es hacer trampa. Si un científico le hace una modificación a una fotografía, está tomando una decisión sobre dónde y cómo se está haciendo el cambio. Por ejemplo, en una foto de un parque puede eliminar al pájaro que está en una esquina, o en una escena en una sala puede decidir cambiar el color del sofá.
"De este modo, está haciendo un juicio subjetivo sobre cuán obvio resulta el cambio", añade el investigador.

La ley del más fuerte

Para este estudio, Verma y su supervisor, Peter McOwan, crearon un algoritmo por el cual la computadora "decide" cómo cambiar la imagen.
"Hasta donde yo sé, ésta es la primera vez que la tecnología utilizada por la inteligencia artificial se usa para generar estímulos experimentales para poner a prueba la percepción humana", le dijo McOwan a la BBC.
Verma y McOwen diseñaron el programa que le permite al juego hacer cambios a cada imagen.
"Es un algoritmo genético", dice Verma. Básicamente, le dice a la computadora que cambie las imágenes, mediante un proceso similar al de la evolución.
"Es como un proceso donde sobrevive el más fuerte", explica el científico. "Darwin dijo que un individuo fuerte es aquél que tiene más chances de sobrevivir en su entorno", agrega.
Pero en este caso, la fortaleza está determinada por la diferencia más pequeña entre la imagen primera y la imagen cambiada, en términos de cuánta atención logra generar.
El ordenador utiliza esta información sobre la atención y la percepción para producir dos imágenes que la persona verá de la misma manera, dos imágenes que captan la atención en la misma medida.
Esto hace que los científicos puedan medir de forma precisa cuán notables son los cambios y obtener resultados objetivos.
La investigación ya ha comenzado a revelar a qué parte de la imagen se dirige la atención de la gente y qué clase de cambios son los más fáciles de identificar.
"Todo se reduce a una cuestión de contraste", dice Verma. "Contraste en cuanto al color o a la orientación, contraste en relación a la iluminación".
Otro aspecto que los investigadores notaron es el comportamiento de la mirada.
"Cuando entramos en una habitación, nuestros ojos se dirigen a una zona en particular y como estamos con los ojos puestos en ella, si se produce un cambio allí, lo notaremos más rápido".
Los científicos publicaron los resultados de la investigación en la revista especializada Vision.

2010/01/15

Cambiar de sexo a los 16

Fuente: BBC Mundo.

En España causa revuelo la primera operación de cambio de sexo realizada en ese país a un menor de edad.

El joven de 16 años se convirtió en el transexual más joven en la historia de ese país luego de ser operado en el Hospital Clínic de Barcelona, un establecimiento privado.

Aunque la operación se realizó hace varios días, el hospital informó la noticia recién esta semana. La intervención fue costeada por los familiares del adolescente, quien se recupera favorablemente.

El joven –cuyo nombre no ha trascendido- llevaba tiempo bajo tratamiento psicológico y tomaba hormonas para modificar el aspecto de su cuerpo, un paso previo necesario para someterse a este tipo de intervención.

También había recibido en noviembre la autorización judicial, permiso requerido en España para los menores de edad y que sus propios padres habían solicitado.

Opine: Cambio de sexo, ¿a qué edad?

¿Operar o esperar?

El paciente había intentado suicidarse en varias ocasiones y sufría una disforia de género desde los 5 años, es decir, "tenía una cabeza de mujer en un cuerpo que se desarrollaba como un hombre", explicó el cirujano Iván Mañero, quien realizó la operación.

El caso ha suscitado controversia entre quienes defienden el derecho al cambio de sexo y quienes creen que un menor de edad no está capacitado para tomar tan importante decisión.

Antonio Poveda, presidente de la Federación Española de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), dijo a BBC Mundo que la operación del menor representa un “avance en el derecho de las personas transexuales jóvenes a poder vivir con su identidad”.

Poveda aseguró que a los 16 años una persona “evidentemente tiene claro cuál es su sexo de destino y por lo tanto tenemos que favorecer esa realidad”.

Para Poveda, la mayoría de las personas transexuales ya desde la infancia –los 4 o 5 años- tienen claro si quieren ser niñas o niños. “Negar la transexualidad hasta la mayoría de edad sólo alarga el sufrimiento de los jóvenes”.

La federación ha pedido que en casos de menores no sea necesaria la autorización judicial, que “en muchos casos parte de un prejuicio e impide el desarrollo de estas personas”.

"Efecto llamada"

Pero en las antípodas de esta postura se encuentran quienes afirman que un adolescente no está preparado ni física ni psicológicamente para esa irreversible decisión y temen que el caso de Barcelona genere un "efecto llamada" que dispare las peticiones de menores.

“Los datos más progresistas que avalan la intervención temprana indican que sólo un 15-20% de los que se consideraban transexuales resultaron serlo después de la pubertad” dijo al diario español ABC el endocrino Antonio Becerra, profesor de la Universidad de Alcalá y responsable de una de las tres unidades de referencia sobre el tema en España.

Becerra resaltó que “esperar a los 18 años no significa no tratar” y explicó que los menores que se sienten incómodos con su cuerpo tienen varias opciones para resolver ese problema.

Uno de ellos es la castración química, un método hormonal reversible que detiene la pubertad y prepara el cuerpo para una posterior transformación total.

2008/12/03

Experimentan ilusión de cambiar de cuerpo

Fuente: El Universal.

Estrecharse la propia mano es una experiencia extracorporal de lo más divertida. Pero la ilusión de que a uno le hagan un tajo en el estómago con un cuchillo de cocina ya no resulta tan agradable.
Ambas sensaciones fueron percibidas como reales por la mayoría de los sujetos en un proyecto científico sueco que exploró de qué modo se puede dar la falsa impresión de que uno está en un cuerpo ajeno.
En el estudio presentado el martes, neurocientíficos en el Instituto Karolinska de Estocolmo demostraron cómo lograron que voluntarios provistos de escafandras de realidad virtual experimentaron la ilusión de intercambiar su cuerpo con el de un maniquí y el de una persona real.
"Nos interesaba un interrogante clásico que filósofos y psicólogos han discutido durante siglos: por qué creemos que el yo está dentro de nuestros cuerpos", explicó el líder del proyecto Henrik Ehrsson. "Para estudiar esto científicamente apelamos a trucos, ilusiones perceptuales".
A este periodista le despertó la curiosidad como para probarlo, aunque con ciertas reservas.
Lo primero que vi fueron dos cuchillos de cocina, tres maniquíes y una mano artificial que sobresalía tras una cortina.
"Usted tiene el derecho a decir basta en cualquier momento en que se sienta incómodo", dijo una colega de Ehrsson, Valeria Petkova, mientras frotaba mi mano izquierda con un gel electrolítico y me aplicaba electrodos en los dedos medio e índice.
Me aseguró que no corría ningún peligro. Pero no pude evitar un leve estremecimiento cuando me encasquetó el visor de realidad virtual.
En un primer experimento, las antiparras estaban conectadas con cámaras ajustadas a la cabeza de un maniquí, mirando a sus pies. Por el visor vi una imagen granulosa del torso plástico de la figura. Recliné la cabeza para crear la sensación de que estaba mirando mis propios pies.
En ese momento no me pareció muy real. Pero cuando Petkova rozó simultáneamente con marcadores mi vientre y el del maniquí, el efecto empezó a hacerse sentir. A medida que mi cerebro procesaba las señales visuales y táctiles, tuve la impresión de que el cuerpo del maniquí era el mío propio.
Resultó divertido hasta que la hoja reluciente de un cuchillo de cocina entró en mi campo visual. Petkova tajeó el estómago del maniquí, lo que me provocó un escalofrío y una aceleración del pulso. Mi nivel de estrés quedó bien ilustrado por un alza en un diagrama de computadora que me mostraron después del experimento.
"Aproximadamente del 70% al 80% de la gente experimenta la ilusión con gran intensidad", dijo Petkova. Al parecer, yo estaba entre ellos.
El segundo experimento fue más benigno. Esta vez mi visor estaba conectado a cámaras montadas en un sombrero redondo que usaba Petkova. Nos miramos, extendimos los brazos y nos estrechamos la mano.
Aquí se produjo algo extraño: yo debía sentir la sensación de estrecharme la mano a mí mismo. Pero la ilusión no era perfecta ya que podía reconocer el apretón de manos de Petkova como mío propio.
Quizás la sesión fue demasiado breve. El estudio, en el que participaron 87 voluntarios, consistió en varias sesiones que gradualmente fueron proporcionando datos más precisos. Los resultados fueron publicados en PLoS One, la revista en línea de la Biblioteca Pública de Ciencia.