Corea del Sur es un país fascinante. Por un lado, es uno de los lugares más conectados del mundo: profusión absoluta de conectividad, prácticamente toda con banda ancha, que alcanza a un 70% de una población de 48 millones de personas. Y los móviles, utilizados con profusión para todo, incluso para ver la televisión, emitida mediante TDT y gratuita en la mayoría de su oferta de canales. Y va a ser precisamente en este entorno hipertecnologizado, donde una empresa como Google se encuentra con su paradoja: no funciona. Un buen amigo y ex-alumno que empezó a trabajar para la empresa nada más terminar su International MBA y a quien he podido aprovechar para ver en esta visita me comenta que lo deja: resulta demasiado duro pegarse en un mercado en el que no eres nadie, en el que el no te conocen y en el que los hábitos de navegación no te apoyan.
En Corea, el mercado pertenece básicamente a un competidor: Naver. La gente no googlea cosas, las “naverea”. En el mercado de búsquedas en Corea, Naver tiene un 77%, seguida de Daum con un distante 10.8%, y por Yahoo! con un 4.4%. Google sale en la lista de milagro, a punto de convertirse en un anónimo más en la categoria de Otros: únicamente recibe el 1.7% de las busquedas. En las estadísticas de reach, Naver tiene un 96% y Daum un 91%, Yahoo! desciende a un 62% y Google no aparece entre los diez primeros (datos de KoreanClick). Y el caso es que una mínima inspección tanto de Naver como de Daum nos deja una impresión clara: son auténticos portales de los de antes, de los que dominaban la Tierra allá por el final de la década de los 90. Un examen un poco más detallado revela algún otro detalle interesante, como un sistema social de preguntas y respuestas, Naver KnowledgeIn (KIN) en el que los usuarios se ayudan unos a otros contestando a todo tipo de dudas, y que cuenta ya con una base de datos de setenta millones de entradas desde su lanzamiento en 2002.
¿Qué hacen usuarios tan avanzados como los coreanos utilizando portales de los de antes, e ignorando por ejemplo la producción de contenidos en la red mediante sistemas como los blogs, que cuentan con una aceptación más bien escasa? Las respuestas que se apuntaron ayer en mi clase apuntaban desde a temas de hábitos de navegación (la gente quiere hacer clic, pero no escribir para buscar nada), hasta de anonimato: en Corea, para utilizar la mayor parte de los servicios online y prácticamente la totalidad de los que suponen participación, es preciso crear una cuenta asociada al número de la Seguridad Social, una identidad única que elimina virtualmente la posibilidad de anonimato. La medida, sobre la que escribí en su momento, parece no haber generado demasiada resistencia entre los usuarios coreanos, aunque ayer me la apuntaban como una de las razones por las que algunas personas se sienten menos inclinadas a participar de una manera algo más ambiciosa que los meros comentarios breves en un portal.
Desde el punto de vista de un español, Internet en Corea resulta, cuando menos, paradójico. Seguiremos investigando…