Había viajado a la ciudad para pedirle a varios amigos que le dieran dinero que necesitaba para pagar los préstamos que le concedió una empresa de microcréditos.
Arruinado, volvía con los bolsillos vacíos a su casa en el poblado de Gajwel, en el distrito de Medak.
Un informe oficial atribuyó su muerte a un infarto "debido a la presión que tenía para devolver el dinero a las instituciones de microcréditos".
"Estaba tan estresado que se desplomó y murió", dice su esposa, K Karina, de 36 años.
Más de un tercio de los 30 millones de hogares que pidieron microcréditos se encuentran en el estado de Andhra Pradesh. La mayoría de los que reciben los préstamos son mujeres.
Revuelta de deudores
Para muchos de ellos, estos pequeños créditos se han convertido en una gran maldición.Más de 80 personas se han suicidado en los últimos meses después de declararse en mora, según el gobierno.
Esto ha causado la peor crisis en la historia del hasta ahora pujante sector de los microcréditos en India.
A la búsqueda de votos, los políticos de la oposición han animado a los endeudados a dejar de repagar a los bancos que ofrecen microcréditos, que solo en Andhra Pradesh han prestado hasta 80 millones de rupias (US$2.000 millones).
Los grandes bancos, como consecuencia, han dejado de prestar a las firmas de microfinanciación y temen no poder recuperar unos US$4.000 millones.
Las causas de esta crisis, según el presidente de la Red de Instituciones de Microfinanciación de India, Vijay Majan, son "los préstamos múltiples, el sobreendeudamiento y al enriquecimiento indebido y amenazas a las que recurren los directivos de las entidades de microcréditos".
Muchos comparan el problema indio con la crisis de las hipotecas basura de 2008 en Estados Unidos, que se originó porque los bancos financiaron a los compradores de casas a bajo costo y cuando los precios cayeron, quienes recibieron los créditos no pudieron ni vender sus inmuebles ni pagar sus deudas.
La diferencia con India es que quienes reciben los créditos son incluso más pobres, y la cobertura de la seguridad social es igual a cero.
La trágica historia de Moorthy es un ejemplo de cómo los microcréditos –cuyas tasas de interés oscilan entre el 24 y el 30%, muy por debajo de los intereses de entre el 36 y el 120% que cobran los usureros- puede llevar a la ruina a los más pobres y faltos de educación.
Es precisamente lo contrario del que es supuestamente el principal objetivo de los microcréditos, que es mejorar la vida de los desfavorecidos.
En 2002, Moorthy tomó prestados US$350 de una empresa de microcréditos para construir su casa de US$2.210.
La mitad del dinero lo obtuvo gracias a un crédito sin intereses que obtuvo su mujer, que se gana la vida enrollando hojas de tabaco.
Otro prestamista contribuyó con un crédito de US$440 que aún debe ser devuelto.
Arruinados
En mayo de 2008, los agentes comerciales de las empresas de microcréditos llegaron en masa a su poblado y Moorthy decidió tomar un segundo crédito por valor de US$330 para pagar pequeñas deudas a sus vecinos.Este segundo préstamo fue devuelto en menos de un año, según su familia.
Sin perder el ánimo por la enorme deuda que estaba contrayendo, y persuadido por la agresiva promoción empleada por los agentes, Moorthy recibió US$660 procedentes de otros tres créditos con otras tantas empresas distintas.
Estos iban a servir para pagar la educación de sus tres hijos, uno de los cuales iba a la universidad, y para repagar deudas anteriores.
Cuando murió en octubre, llevaba 20 semanas sin pagar los últimos tres créditos.
Según su familia, las ganancias anuales de Moorthy nunca pasaban de US$110.
El gobierno estima que las familias que han tomado microcréditos en Andhra Pradesh tienen de media una deuda de US$660 y un ingreso medio anual de US$1.060.
Esto supone que tienen que destinar más del 60% de sus frágiles e inciertos ingresos al pago de intereses.
Dos meses después de su muerte, la familia de Moorthy lucha por sobrevivir, empeñando joyas y recurriendo a la generosidad de sus vecinos y de los políticos ávidos de votos.
El mayor de sus hijos, K Ramanachari ha tenido que abandonar la universidad.
Otro hijo de 19 años ha encontrado un empleo transportando hojas de tabaco en canastas una vez a la semana, lo que le proporciona unas 100 rupias (US$2,2) por cada día de trabajo.
Su esposa lía hojas de tabaco durante el día y entonces, si tiene suerte, encuentra algo de trabajo en una granja por las noches.
Todo esto le reporta como mucho US$3 en un buen día.
"No tomaré dinero prestado nunca más", asegura. "Pequeños o grandes, los préstamos matan".
BBC Mundo