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2011/11/25

Los lapones luchan contra Chernóbil 25 años después

El noruego Lavrans Skuterud está acostumbrado a trabajar sin estridencias. Este otoño, su equipo ha detectado en Laponia un reno con 5.500 becquerelios por kilogramo de carne, un nivel de radiactividad "comparable al de Fukushima". Y ni un titular. Mientras, en julio, la prensa mundial daba la voz de alarma tras encontrarse en Tokio partidas de carne de ternera con 2.400 Bq/kg, casi cinco veces por encima del límite que imponenlas autoridades japonesas.
Unos pocos miles de lapones, o samis, como prefieren llamarse, porque "lapp" significa "harapiento" en su idioma, llevan 25 años rumiando en silencio una radiactividad que nada tiene que ver con el desastre nuclear de Fukushima. El 26 de abril de 1986, el reactor número 4 de la central Memorial Vladímir Ilich Lenin de Chernóbil explotó y empezó a escupir radiactividad. Mientras las autoridades soviéticas callaban, la nube venenosa, que alcanzó el millón de billones de becquerelios, empezó a viajar por Europa a merced de los vientos.
El 28 de abril, el cesio 137 de Chernóbil llegaba a las estepas donde los lapones llevan siglos criando sus renos. Y, 25 años después, la radiactividad sigue allí, en el centro de Noruega, el sur de Finlandia y la región centrooriental de Suecia.

"La radiactividad de Chernóbil persiste en los renos, en las ovejas, en las cabras y en las vacas en grandes áreas del país", lamenta Skuterud, de la Autoridad Noruega de Protección contra la Radiación. La catástrofe del reactor soviético, muchas veces minimizada desde el sector nuclear, ya le ha costado a Noruega 88 millones de euros. Y otros 60 millones a Suecia.
Pero lo peor, como subraya Skuterud, es la salvaje transformación de las costumbres del pueblo sami, que lleva más de diez milenios cazando renos salvajes en las praderas escandinavas. En invierno, los renos se alimentan de líquenes, que son verdaderas esponjas de radiactividad, al carecer de raíces y captar nutrientes del aire. Y algo similar ocurre con las ovejas, atraídas por las setas que acumulan cesio 137.

Un manjar ancestral



La nube radiactiva de Chernóbil obligó a los noruegos a dejar de comer renos. En 1996, una tercera parte de la población había renunciado a su manjar ancestral. Y, un cuarto de siglo después, las autoridades siguen descartando animales radiactivos en los mataderos y los pastores tienen que dar pasto limpio a los renos antes de sacrificarlos o llevarlos a zonas menos contaminadas.
En Suecia y Noruega, estasmedidas de precaución todavía cuestan cada año unos 600.000 euros por país. En la industria nuclear, el efecto mariposa se multiplica. El error de un operario de un reactor ucraniano puede derri-bar las costumbres atávicas de un pueblo situado a miles de kilómetros de distancia.
"Hemos calculado que el riesgo de que los pastores de renos sufran un cáncer fatal ha aumentado un 0,1% por culpa de la lluvia radiactiva de Chernóbil", explica Skuterud, asumiendo que es "simplemente una cifra estadística" obtenida mediante coeficientes de riesgo.
"Posiblemente, nunca seamos capaces de observar este incremento potencial. Y no hay indicios de ningún otro daño sobre la salud. Sin embargo, no deberíamos trivializar las potenciales consecuencias sobre la salud del estrés y los desafíos psicológicos y culturales que han supuesto las acciones de mitigación de la radiactividad para los pastores de renos y los gran-jeros", advierte Skuterud.
En 2005, la Organización Mundial de la Salud (OMS) culminó un informe sobre "laverdadera escala del accidente de Chernóbil". Ante la indignación de los gobiernos ucraniano y bielorruso, la OMS sólo atribuyó 50 muertes a la radiación y calculó que otras 4.000 personas podrían finalmente fallecer por el desastre en los países cercanos a la central. Silencio sobre el caso noruego.

Comer becquerelios

"El caso es muy, muy poco conocido, pese a que en el centro de Noruega el nivel de contaminación de los alimentos era el mismo que a 30 kilómetros de Chernóbil", explica Jacques Lochard, director de uno de los grupos de trabajo de la Comisión Internacional de Protección Radiológica, una asociación científica independiente que colabora con organismos como la ONU. "En el centro de Noruega, hay miles de samis que tienen que lidiar cada día con la radiactividad. Los renos están totalmente contaminados. Y ellos constituyen una de las últimas comunidades de Europa que viven de manera ancestral", deplora.
Lochard, que ha monitorizado el accidente de Chernóbil desde la caída de la URSS, aplaude la gestión de la radiactividad en Noruega. En 1986, cuando se constató que la nube de Chernóbil había bañado de cesio 137 las praderas del país, las autoridades impusieron el límite de 600 becquerelios por kilogramo de carne de reno. Pero los lapones no aceptaron. "El pueblo sami dijo que no, que no aceptaba las normas europeas. Gritaron: No, no vamos a acabar bebiendo Coca-Cola y comiendo hamburguesas en Oslo, vamos a seguir viviendo como hemos vivido toda la vida", recuerda Lochard, que ha trabajado durante años en las regiones noruegas contaminadas.
El Gobierno aceptó las quejas de los samis y dio marcha atrás, multiplicando por diez el límite hasta los 6.000 becque-relios por kilo (hoy es 3.000). "Lo que estaba en juego era la supervivencia de una cultura. Los samis aceptaron no exportar la carne de reno fuera de su país, pero querían seguir siendo samis, les da igual si hay que comer becque-relios", puntualiza Lochard, que visitó España en julio invitado por el Consejo de Seguridad Nuclear.
Las autoridades justificaron entonces fácilmente la subida del límite de radiactividad para la carne distribuida en los mercados noruegos: el consumo medio sólo alcanza medio kilogramo de reno por persona y año. Se reserva para la fiesta de Navidad u otras ocasiones especiales. En lugar de apuntillar una tradición milenaria, se optó por concienciar a las poblaciones más afectadas, los pastores de renos, y por establecer controles estrictos en los mataderos.
El terremoto en la vida de los lapones ya dura 25 años. Y no acabará pronto. La Autoridad Noruega de Protección contra la Radiación calcula que las medidas actuales para evitar que la carne de reno contamine a los humanos durarán otros 30 o 40 años. Birgitta Åhman,profesora de la Universidad de Ciencias Agrícolas de Suecia y máxima conocedora de la situación en su país, es más pesimista. En la última década, pese a los controles, tres de cada mil renos sacrificados presentaban niveles de cesio radiactivo demasiado altos. "Tendrán que pasar cien años para que se pueda eliminar el seguimiento a los renos y las recomendaciones alimentarias", vaticina. "Pero, para que el medio ambiente esté limpio, tendrán que pasar siglos".

2011/04/27

Un reactor cerrado en la URSS por inseguro sigue funcionando

El miércoles pasado, el primer ministro azerbaiyano, Artur Rasizade, hizo un dramático llamamiento a la comunidad internacional para cerrar una central nuclear, la armenia de Metsamor. La planta es un cóctel peligroso: tecnología soviética de hace 40 años, como Chernóbil, y un emplazamiento en una zona sísmica, como Fukushima. Y todo ello a 30 kilómetros de la capital armenia, Ereván.
Para Rasizade, esta central del país vecino es una "amenaza" para Azerbaiyán, Turquía, Georgia, Irán y Rusia, según denunció en una cumbre sobre el futuro de la energía nuclear en Kiev (Ucrania). La instalación atómica, recordó, ya dio un susto al mundo. El 7 de diciembre de 1988, un terremoto de magnitud 6,9 sacudió el norte de Armenia, entonces parte de la URSS. Unas 25.000 personas murieron cuando se vinieron abajo sus casas, construidas de cualquier manera durante el periodo de estancamiento económico bajo la dictadura de Leonid Brézhnev.

La central de Metsamor, a 75 kilómetros del epicentro, aguantó, pero en 1989 las autoridades decidieron no correr riesgos innecesarios y cerraron sus dos reactores. Pero el apagón no duró mucho tiempo.
Tras declarar su independencia, en 1991, Armenia entró en guerra con Azerbaiyán por el control del enclave de Nagorno Karabaj. Y, después de la guerra y del colapso de la URSS, Armenia, con una crisis energética galopante, puso la economía por delante de la seguridad y reabrió uno de los reactores de Metsamor. Desde entonces (1995), la central es un quebradero de cabeza para los países vecinos y para la UE, que la quieren ver cerrada. Turquía está a unos 15 kilómetros. La zona de exclusión de Chernóbil tiene, 25 años después del accidente, un radio de 30 kilómetros.
En un reciente informe, elaborado en marzo, la Comisión Europea alertaba de que el reactor "no puede ser mejorado con condiciones económicas razonables para cumplir los actuales estándares de seguridad, por su específico diseño". El reactor funciona, por lo tanto, sin garantías y, además, en una zona de terremotos. No obstante, no es exactamente un modelo gemelo del que estalló en Chernóbil, un RBMK, sino la versión más antigua de los VVER, los reactores de agua presurizada soviéticos. Se inauguró en 1980.

"La UE ha tomado la firme decisión de que se debería cerrar lo antes posible", concluía el documento de la Comisión. El Gobierno armenio, sin embargo, no lo tiene fácil para clausurar su cóctel de Chernóbil y Fukushima. En un país con 3,2 millones de habitantes, Metsamor produce el 40% de la electricidad. La nuclear, además, es estratégica para no depender por completo del gas ruso, con el que se produce el 25% de la electricidad.
En una entrevista con Armenian News a comienzos de abril, el ministro de Energía armenio, Armen Movsisyan, afirmó que su país no renunciará a la energía nuclear, ni siquiera después del desastre de la planta japonesa de Fukushima, provocado por un terremoto. La clausura llegaría, como pronto, en 2016. Hasta entonces, será un bolsillo roto para la UE. Entre 2008 y 2009, Bruselas puso más de 15 millones de euros para mejorar la seguridad de Metsamor.

Publico

Otros once Chernóbil siguen vivos

El fantasma de Chernóbil no podría estar más vivo. Once reactores de diseño soviético iguales al que causó el peor desastre nuclear de la historia hace hoy 25 años siguen funcionando en Rusia, donde son capaces de generar hasta el 8% de toda la energía eléctrica que consume el país.
Tanto la UE como EEUU han cuestionado la seguridad de este tipo de factorías inspiradas en el programa militar de la URSS. Tanto es así que la UE impuso a Lituania en 2003 el cierre de la central de Ignalina, con dos reactores como el de Chernóbil, como condición inexcusable para su entrada en el club europeo. Tras el cierre progresivo de todos los reactores de la central ucraniana, Rusia es hoy el único país que sigue usando este modelo, conocido como RBMK, e inspirado en las factorías de plutonio para bombas nucleares.
Lo más llamativo de este tipo de reactores que generan electricidad a partir de uranio es que no tienen las estructuras de contención de acero y hormigón que poseen las centrales diseñadas únicamente para uso civil como las que funcionan en EEUU, Japón y España, entre muchos otros países. Esto significa que, tras un accidente como el del 26 de abril de 1986 en Chernóbil, hay una barrera menos para impedir que el material radiactivo del núcleo salga al exterior, con su peligrosa carga. Aunque los reactores RBMK existentes fueron mejorados tras el accidente de Chernóbil, las modificaciones no convencen a todos. Por ejemplo, es imposible construir un sistema de contención que evite un desastre como aquél.
"Tenemos claro que es una tecnología que no queremos en Europa", asegura Alfredo de los Reyes, jefe de Relaciones Internacionales del Consejo de Seguridad Nuclear. "Los rusos dicen que estos reactores están mejorados, pero seguimos considerando que los PWR o BWR usados en Europa son mucho más seguros", reconoce.
A pesar de las presiones internacionales, son los rusos los únicos que pueden decidir su cierre. Inaugurados antes de la caída del Muro de Berlín, los 11 reactores que siguen en marcha suman 10.300 megavatios de potencia instalada de los 23.000 que genera todo el parque atómico ruso (32 reactores), es decir, un 44% del total, según datos de la World Nuclear Association (WNA). Rusia defiende la seguridad de estas plantas y ha ampliado la vida útil de al menos seis de los reactores RBMK más allá de sus 30 años iniciales, según la WNA. El último en cerrar según los planes será el reactor 4 de la central de Leningrado, previsto para 2026.
La URSS no fue el único país que aceptó el riesgo de esta tecnología. EEUU operó durante 22 años el reactor N, otro generador sin contención que fabricaba plutonio para las bombas atómicas estadounidenses. Al igual que los RBMK, utilizaba grafito para controlar la desintegración de los átomos de uranio, de la que se desprende la energía que aprovechan las centrales nucleares.
El reactor cerró de forma preventiva en diciembre de 1986 a raíz del accidente de Chernóbil para que se mejorase su seguridad. Jamás volvió a operar, después de que varios estudios independientes cuestionasen su seguridad y la capacidad del personal que lo gestionaba en el complejo militar de Hanford, en el estado de Washington, que es hoy uno de los lugares más contaminados del planeta.
"Dentro de la normativa de seguridad del mundo occidental esos reactores son inaceptables", señala Agustín Alonso, catedrático emérito de Tecnología Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid. Alonso sirvió durante años en el grupo de físicos occidentales que revisaron la seguridad de los reactores RBMK para el Organismo Internacional de Energía Atómica y propusieron las modificaciones necesarias. A raíz de su trabajo, Rusia realizó los cambios solicitados a sus reactores, incluyendo "un sistema secundario de apagado", señala Alonso, quien reconoce que estos diseños son ahora "más estables", aunque sigue habiendo peros. "Los expertos pensamos que están a la cola en seguridad, aunque es una opinión que no se expresa con fuerza", añade el experto.

Renacimiento

El accidente de Chernóbil produjo un parón de diez años en la industria nuclear rusa que, sin embargo, ya está renaciendo de sus cenizas.
El actual Gobierno quiere que en 2030 la nuclear suponga un 30% de la tarta energética, en la que hoy sólo ocupa un 16%. A finales de siglo, Moscú aspira a que esta cifra llegue hasta el 80%. El país planea en su suelo ocho nuevos reactores y además ha vendido centrales a potencias emergentes como China o India. De ser la vergüenza del sector nuclear, Rusia se está transformando en una potencia que rivaliza con Occidente.
"Los nuevos diseños rusos que hay ahora en el mercado sí cumplen la regulación de los países occidentales", señala Alonso. De hecho ,ofrecen interesantes tratos para la operación de sus reactores, que incluyen la retirada y almacenamiento del combustible gastado fuera del país que compre su tecnología.

El prólogo del mayor desastre nuclear

Iba a ser la mayor central nuclear del mundo, la joya atómica de la URSS. Pero la catástrofe de Chernóbil arruinó los planes de construir 24 reactores en la planta de Balakovo, en la orilla del río Volga, 900 kilómetros al sur de Moscú. Allí, en uno de los cuatro reactores que sí se construyeron y que todavía hoy funcionan, se escribió el prólogo del desastre de Chernóbil. El 27 de junio de 1985, una válvula de seguridad del circuito de refrigeración se desactivó y un chorro de vapor a 300 grados entró en una sala con trabajadores. Murieron 14 personas. La URSS atribuyó entonces el accidente a un error humano. Un año después, Chernóbil.

Publico

Ucrania rinde homenaje a las víctimas de Chernóbil en el 25º aniversario del desastre

El 26 de abril de 1986, el reactor número 4 de la planta ucraniana de Chernóbil explotó y se incendió, desperdigando radiactividad por Europa y afectando a más de cinco millones de personas. Este martes se cumplen 25 años de la catástrofe y Ucrania ha vuelto a llorar a sus fallecidos en el peor desastre nuclear de la historia de la humanidad.
Desde entonces, han sido miles los fallecidos por enfermedades relacionadas con la radiación. Todavía persisten las consecuencias del desastre nuclear, especialmente presentes tras la crisis de Fukushima.
Desde entonces, unos 2,2 millones de personas en Ucrania han recibido el estatuto de víctimas de Chernóbil a lo largo de unos 145.000 km cuadrados de territorio afectado en Ucrania, Bielorrusia y Rusia que resultaron contaminadas por radionucleidos.
La comunidad internacional reunida en Kiev donó 550 millones de euros la pasada semana para construir el nuevo sarcófago sobre el averiado cuarto reactor de la central y completar los otros programas de desactivación, pues la estructura antigua ya comienza a filtrar radiación.
"En aras de la vida en la Tierra y con esfuerzos conjuntos es necesario superar las terribles consecuencias y preocuparse porque algo así no vuelva a repetirse", ha declarado el primer ministro ucraniano. "Renunciar a las tecnologías nucleares es como prohibir los ordenadores", dijo.

Recuerdo a las víctimas

Los actos en conmemoración de la tragedia de Chernóbil, que se han sucedido durante toda la jornada, comenzaron esta madrugada con una vigilia en memoria de las víctimas de la mayor catástrofe en la historia del uso de la energía nuclear.

El presidente de Ucrania, Victor Yanukóvich, ha visitado la central junto con el presidente ruso, Dmitri Medvédev, en un acto para honrar a aquellos que entregaron su vida en la lucha contra la radiación. "Antes del 26 de abril de 1986 el mundo tenía una ilusión de seguridad. Después de esa fecha ya nadie puede tener garantías de seguridad en el mañana. Los acontecimientos en Fukushima confirmaron esta amarga verdad", subrayó el líder ucraniano.
Seguidamente, los presidentes participaron en la ceremonia oficial de colocación de la primera piedra del monumento en honor a todos los 'likvidátor', liquidadores que participaron en las labores de desactivación de la radiación despedida por Chernóbil.
Medvédev, por su parte, ha señalado que el accidente puso de manifiesto la necesidad de informar de forma completa y clara sobre los accidentes nucleares.

Propuesta internacional para ampliar la seguridad

El presidente de Rusia ha anunciado que propondrá a los países del G8 iniciativas concretas para "elevar la seguridad de las centrales eléctricas nucleares". Estas iniciativas se referirán al incremento de la responsabilidad de los países que utilizan energía nuclear.
"Consideramos que se necesitan exigencias de seguridad adicionales para la construcción y explotación de instalaciones energéticas nucleares", resaltó el jefe del Estado ruso, que además deberían quedar refrendados en documentos jurídicos internacionales de obligatorio cumplimiento por todos los países.

Publico

Chernóbil ha costado ya más de 280.000 millones de euros

No fueron sólo los 50 muertos oficiales admitidos por la Organización Mundial de la Salud. Ni los 6.000 casos de cáncer de tiroides en niños y adolescentes tras ingerir leche y verdudas contaminadas con yodo-131. Ni la expulsión de sus hogares de más de 200.000 personas para crear una zona de exclusión de más de 2.800 kilómetros cuadrados, mayor que la superficie de Luxemburgo. El accidente de Chernóbil ha costado a Ucrania 180.000 millones de dólares (123.000 millones de euros) hasta la fecha, según cálculos hechos públicos ayer por el primer ministro ucraniano, Nikolái Azárov.
"El porcentaje de gastos destinados a ese fin [superar las secuelas del accidente] llegó a suponer el 10% del presupuesto anual de Ucrania", aseguró Azárov en un mensaje divulgado por las agencias de noticias ucranianas, informó Efe. La sangría económica provocada por la catástrofe en el reactor número 4 de la central Memorial VladímirIlich Lenin de Chernóbil, a menos de cien kilómetros de Kiev,coincidiría por tanto con otros cálculos, como el aireado la semana pasada en una cumbre en la capital ucraniana.

Radiactividad sin fronteras

Entonces, Jerzy Osiatynski, ex ministro de Economía polaco, aseguró que las pérdidas económicas en Ucrania en 2010 alcanzaron los 201.000 millones de dólares (137.000 millones de euros). En 1996, el 15% del presupuesto del Gobierno se habría esfumado en combatir los efectos de Chernóbil.En 1999, ese porcentaje se habría reducido al 6%, según las estimaciones de Osiatynski, que ha trabajado como asesor para el Banco Mundial y para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
La nube radiactiva no se paró en las fronteras ucranianas. Según el Organismo Internacional de la Energía Atómica, 150.000 kilómetros cuadrados de Bielorrusia, Ucrania y Rusia están todavía contaminados por el cesio-137 y el estroncio-90 vomitados por el reactor soviético el 26 de abril de 1986. En Bielorrusia, las pérdidas por Chernóbil alcanzarían los 235.000 millones de dólares (160.000 millones de euros) en 2015, según Osiatynski.

Las pérdidas totales, por lo tanto, se dispararían más allá de los 280.000 millones de euros 25 años después del inicio de la tragedia, que hoy perdura. A este montante descomunal habría que añadir los gastos en otros países. Sólo entre 1992 y 1998, Rusia destinó 2.600 millones de euros a operaciones relacionadas con el accidente del reactor soviético, siempre según los datos de Osiatynski presentados en la cumbre científica sobre Chernóbil de la semana pasada.
Históricamente, Ucrania y Bielorrusia han sido acusadas de inflar los gastos asociados a la catástrofe. Según las cuentas que hay ahora sobre la mesa, el accidente de Chernóbil habría costado mucho más que las pérdidas provocadas por el terremoto y posterior tsunami que el 11 de marzo azotaron las costas de Japón. Según las primeras estimaciones del Gobierno nipón, la reconstrucción de las regiones afectadas costará unos 215.000 millones de euros.

Depresión e histeria

En Chernóbil, además de en las labores de descontaminación y en estudios sobre los efectos de la radiación de la central en la población, una parte del dinero ha ido a parar a los liquidadores, las aproximadamente 600.000 personas que intervinieron en las labores de limpieza y reconstrucción tras el accidente. La mayor parte de ellos eran empleados de la central, bomberos, soldados y mineros, tanto de Ucrania como de Bielorrusia y Rusia, además de otras repúblicas soviéticas.
Un estudio científico presentado en la conferencia de Kiev subrayaba "el prolongado efecto psicológico" del accidente sobre los liquidadores. El trabajo, elaborado por el Centro de Tratamiento y Diagnóstico para los Liquidadores de Chernóbil, con sede en Obninsk (Rusia), mostraba un número "significativamente más alto" de casos de hipocondría, depresión, histeria y otros trastornos en los trabajadores de la zona de exclusión que en el resto de la población. "Se han puesto a sí mismos en la posición de víctimas. Muchos de ellos se consideran inválidos, recibiendo apoyo económico del Estado", concluíanlos científicos.
Los más de 280.000 millones de euros supuestamente invertidos por Ucrania y Bielorrusia en Chernóbil convierten en ridículos los 190 millones necesarios para terminar el nuevo sarcófago que cubriráel reactor número 4 para evitar fugas radiactivas. Ucrania pidió para esta gigantesca capucha de acero 740 millones de euros en una conferencia internacional de donantes organizada también la semana pasada en Kiev. Sólo consiguió recaudar 550 millones. El Gobierno español envió a la capital ucraniana al secretario de Estado de Energía, FabricioHernández Pampaloni, para comunicar que, por el momento, España no pone un euro más.
El presidente ucraniano, Viktor Yanukovich, hizo ayer referencia a la hemorragia económica que sufre su país en una visita a Chernóbil, con motivo del 25º aniversario del accidente. "Hemos gastado decenas de miles de millones de fondos presupuestarios en mitigar el desastre. Hemos cerrado la central de Chernóbil mostrando nuestras buenas intenciones al mundo. Pero incluso el Estado más poderoso no puede mitigar un desastre así en solitario", proclamó.
Yanukovich acudió a una misa en memoria de las víctimas en una iglesia de la zona de exclusión, acompañado por el presidente ruso Dmitri Medvédev. Según la agencia RIA Novosti, es la primera vez que un jefe de Estado de Rusia visita Chernóbil.

Publico

2011/04/22

La vida sigue en los cementerios de Chernóbil

Ayer a mediodía, un destartalado coche Lada Pyatyorka atravesaba un pinar por una carretera cercana a la frontera entre Ucrania y Bielorrusia. En un remolque, el conductor transportaba una cruz tallada en un tronco y un cadáver en un ataúd armado precariamente con tablas de madera. Su destino era la aldea de Zamochintzi, de donde era la muerta: la abuela Mariana, que pidió que la enterraran en su pueblo, con sus ancestros. Su hijo estaba al volante para cumplir el último deseo de su madre y sólo se paró ante una barrera que corta la calzada y advierte, en amarillo chillón y en ucraniano, Peligro. Es el primer puesto de control de Chernóbil, la puerta de entrada a la zona de exclusión de 30 kilómetros de radio decretada días después del peor accidente atómico de la historia, el 26 de abril de 1986. Entonces se formó una nube radiactiva equivalente a la de 400 bombas como la de Hiroshima, que se paseó por 150.000 kilómetros cuadrados de Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Los pueblos cercanos a la central quedaron bañados en estroncio-90, relacionado con la leucemia, y cesio-137, vinculado a tumores en bazo e hígado.
Los 50.000 habitantes de Prípiat, a sólo tres kilómetros del reactor, fueron evacuados en apenas día y medio. Las autoridades soviéticas urgieron a sus habitantes a que salieran de la ciudad prácticamente con lo puesto, asegurando que sería cosa de unos pocos días. El próximo martes se cumplen 25 años del comienzo de la tragedia y algunos de aquellos evacuados vuelven a casa sólo ahora, con los pies por delante y en una caja de madera, como la abuela Mariana.

Un policía ucraniano de los cientos que ayer custodiaban el reactor ante la visita del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon abrió ayer la barrera de la zona de exclusión a la comitiva funeraria que se dirigía a Zamochintzi. La familia había solicitado días antes un permiso para enterrar a la anciana a la Agencia Estatal de Gestión de la Zona de Exclusión, y lo obtuvo. La caravana siguió por una carretera kilométrica, donde los pinos se han comido los poblados fantasma en las cunetas, para cumplir con el ritual de los cristianos ortodoxos de la región: enterrar el ataúd en la tierra y clavar encima una cruz de madera.

"Una práctica habitual"

"Es una práctica habitual, porque muchos evacuados en 1986 quieren que los entierren junto a sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos", explica Yuri Tatarchuk, un trabajador del Ministerio de Emergencias de Ucrania que durante dos semanas al mes vive en el pueblo de Chernóbil, a 15 kilómetros de la central. Según detalla, cada uno de los 94 asentamientos abandonados hace 25 años ante la llegada de la nube radiactiva posee su propio cementerio, sólo en el lado ucraniano (en Bielorrusia hay una cifra similar). Y el Organismo Internacional de la Energía Atómica calcula que unas 200.000 personas fueron realojadas para siempre tras la explosión del reactor 4. "Muchos de ellos han muerto, nadie sabe cuántos. Y muchos de los que han muerto han sido traídos por sus parientes a los cementerios", relata Tatarchuk.
El hoy funcionario era un revoltoso chaval de 13 años cuando las autoridades fueron a su ciudad, Chernigov, a cien kilómetros de Chernóbil, a negar los rumores de que había un accidente en la central. "No cundió el pánico porque nos creímos lo que nos dijeron: que la situación estaba controlada", recuerda con sorna al pie del reactor número 4, donde se escucha un martilleo constante procedente de los preparativos para construir un nuevo sarcófago. El que se levantó a toda prisa en 1986 todavía exuda radiactividad. El martes, en una conferencia de donantes organizada en Kiev, Ucrania sólo consiguió recaudar 550 de los 740 millones de euros que necesita para sellar con acero el reactor soviético. Aun así, las autoridades esperan que esté listo en 2015.
Julia Marusich tiene el mejor palco para ver las obras del nuevo sarcófago: la ventana de su puesto de trabajo, a menos de cien metros del reactor 4. Es la persona no vinculada a las obras que más cerca trabaja de lo que fue un infierno radiactivo en 1986. Marusich tiene una nómina de Chernobyl NPP, la empresa estatal que gestiona las obras de la campana de acero. Su cometido es enseñar la maqueta del reactor a las visitas. Y el croquis está situado en el edificio más cercano al reactor. "Aquí tengo dos microsievert/hora, 20 veces más que en Kiev. Si salgo", dice, señalando una puerta de cristal hacia las obras, "hay seis microsievert/hora. No hay riesgo con los horarios y el control que tenemos", explica con tranquilidad. Trabaja siete horas al día y cinco días a la semana.
Para Marusich, los futuros muertos por causa del accidente de Chernóbil no procederán de la actual zona de exclusión, sino que vendrán del pasado, de cuando todo se hizo mal. "La gente nos ve y piensa: ¡Qué arriesgado! ¡Qué están haciendo!' Pero ¿alguien puede creer que miles de personas vendríamos aquí a trabajar todos los días si no fuera seguro?", exclama. Marusichvive en Slavutich, una ciudad construida tras el desastre de 1986 para acoger a los trabajadores de la central, escapados de Prípiat y otros núcleos. Cada día, desde Slavutich, unas 3.000 personas recorren 50 kilómetros para trabajar en Chernóbil.
Ayer, Marusich tuvo unos invitados especiales: Ban Ki-moon y el presidente ucraniano, Víktor Yanukovich, conmemoraban el 25 aniversario de la tragedia. La mujer, llegada desde Rusia en 1990, muestra una planta en una maceta, situada en el ventanal que da al reactor número 4. "No es de plástico", afirma entre risas. Le acaba de salir la primera flor de la primavera.

Publico

La OMS reconoce que aún se ignoran los efectos de Chernóbil

Un cuarto de siglo después de que el accidente de la central nuclear soviética de Chernóbil espolvoreara un cóctel de 100 elementos radiactivos sobre la población en un área de 150.000 kilómetros cuadrados, sigue sin haber un recuento único de víctimas.
En 2005, la ONU presentó un informe con ínfulas de definitivo que hablaba de menos de 50 muertos atribuibles a la radiación y 4.000 más posibles en el futuro.
La mayor parte de los caídos eran liquidadores, los trabajadores que acudieron a contener la hemorragia radiactiva del reactor desde el mismo 26 de abril de 1986. Frente a ese medio centenar de muertos, algunos miembros de las academias de ciencias de Ucrania y Bielorrusia calculan decenas de miles. Y las ONG más antinucleares, como Greenpeace, ponen sobre la mesa 200.000 personas supuestamente ya fallecidas a causa del desastre.
Ayer, en la cumbre científica sobre Chernóbil en Kiev, que prometía iluminar el debate, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció "implicaciones potencialmente importantes para la salud pública que hay que confirmar". Su portavoz en la conferencia, Ausrele Kesminiene, admitió las lagunas en el conocimiento del desastre y pidió que la industria nuclear también ponga dinero para investigar los efectos de la radiación.

"Cuando veo lo que va a costar el nuevo sarcófago para cubrir Chernóbil [unos 1.500 millones de euros] me doy cuenta de que nosotros investigamos con una miseria", explicó a Público tras su ponencia. Su organismo, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la OMS, ha trabajado con unos 230.000 euros de la Comisión Europea en su último proyecto: la creación de una agenda estratégica para investigar los verdaderos efectos de la nube radiactiva del reactor soviético. Con sede en Lyon, asegura que no ven un euro de Areva, el gigante francés que lidera el sector nuclear mundial.
"Los efectos en la salud de Chernóbil siguen ocurriendo y los efectos futuros son inciertos", declaró ayer en el plenario. Kesminiene acudió a Kiev para proponer la creación de una Fundación para la Investigación de los Efectos de Chernóbil sobre la Salud, que coordinaría el trabajo de los mejores científicos de cada disciplina implicada, para despejar "las contradicciones entre las actuales estimaciones". El nuevo organismo, CHERF por sus siglas en inglés, implicaría a la OMS y a investigadores de los tres países más afectados por el desastre (Ucrania, Rusia y Bielorrusia). El objetivo sería estudiar a grupos de individuos durante toda su vida, como se hizo en Hiroshima y Nagasaki tras la explosión de las bombas atómicas en 1945.
Dos días antes, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer ya admitió en un comunicado que hasta la fecha los estudios se han concentrado en el cáncer de tiroides y "este énfasis ha desviado la atención de otros posibles efectos sobre la salud", como un aumento de los tumores de mama, alteraciones genéticas hereditarias, cataratas y otros tipos de cáncer.

No obstante, Kesminiene, médica con una medalla al cuello concedida por las víctimas de Chernóbil, pide evitar el alarmismo. "Es cierto que se ha visto un incremento de tumores de mama pero, ¿estamos seguros de que no es porque las mujeres tienen su primer hijo mucho más tarde o toman hormonas para la menopausia?", explica.
Natalie Shevtsova, de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, tiene menos dudas. "No nos ha gustado el discurso de la OMS, es evidente que las consecuencias de la radiación están ahí", afirma la investigadora. No obstante, su especialidad es la botánica. Shevtsova ha estudiado desde 2006 las plantas acuáticas de la zona de exclusión de Chernóbil y ha observado "aberraciones cromosómicas en más del 10% de las células" de estos vegetales, frente al 2% que, sostiene, se considera normal.
Otros expertos también elevan el posible número de víctimas. Mikola Tronko, del Instituto de Endocrinología y Metabolismo de Kiev, presentó ayer sus estudios, que muestran 6.000 casos de cáncer de tiroides, el 75% de ellos en niños. Según sus datos, en 2009 la incidencia de este tipo de tumor continuaba aumentando. "Recuerdo que en la década de 1990 hubo una conferencia internacional en Viena y algunos científicos reputados dudaban del vínculo entre Chernóbil y el cáncer de tiroides. Demostramos que estaban equivocados", proclamó ayer.

Problemas en los trabajadores

Otro estudio presentado en Kiev, del Centro de Tratamiento y Diagnóstico para los Liquidadores de Chernóbil, con sede en Obninsk (Rusia), muestra un alto número de enfermedades cardiovasculares en los trabajadores que acudieron a la central entre 1986 y 1987. Pero esas patologías son las mismas que presentan los miembros del grupo de control, no sometidos a radiación. Sin embargo, en un 17% de los liquidadores estudiados aparece una frecuencia anormalmente elevada de mutaciones en unas células de la sangre, los linfocitos T. Los científicos ven en ellos "un alto riesgo de cáncer".
Ayer en Kiev también estaba Yoshisada Shibata, de la Universidad de Nagasaki, "la única universidad del mundo que ha sido totalmente destruida por una bomba atómica", según relató el investigador. Shibata, anciano, ha estudiado a los 90.000 supervivientes de los ataques nucleares de EEUU en Japón. La mitad ya ha muerto y estima que en unos mil casos se debió a la exposición a la radiación, externa, muy diferente a la de Chernóbil, que se absorbió más por vía interna, con la ingesta de leche y vegetales contaminados con yodo-131.
Por su experiencia en Nagasaki, Shibata comenzó en seguida a estudiar los efectos de la radiactividad en un radio de 150 kilómetros en torno a Chernóbil. En 2001 había encontrado 32 casos de cáncer de tiroides en unos 12.000 niños nacidos entre 1983 y 1986, con altas tasas de supervivencia. "Yo no digo que los estudios que hablan de cientos de miles de muertos sean ridículos, pero en Chernóbil no hay evidencias de más de 50 muertes atribuibles a la radiación", señala.

Publico

2011/04/20

Se buscan 630 millones para cubrir Chernóbil

El domingo a medianoche, un trabajador encaramado en la grúa de un camión soviético se afanaba en colocar una bandera ucraniana y otra de la UE en cada farola de la calle Hrushevskogo, en el centro de Kiev. Cuando el vehículo avanzaba a toda mecha, las ramas secas de los árboles sin podar estallaban en la espalda del operario, configurando un martirio público en una de las principales avenidas de la capital de Ucrania.
Hoy se han desvelado las causas de tanto denuedo. La UE desembolsará otros 110 millones de euros para sufragar la construcción de un nuevo sarcófago sobre el reactor número 4 de Chernóbil, protagonista el 26 de abril de 1986 del peor accidente nuclear de la historia. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en visita oficial a Kiev, anunció la expedición del nuevo cheque al presidente ucraniano, Viktor Yanukovich, y reclamó la implicación del resto de "socios estratégicos para completar los trabajos del sarcófago antes de 2015".
Pero, según las cuentas de Thomas Mirow, presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), no es suficiente. Los cálculos de la institución financiera, fundada en 1990 para convertir a los países excomunistas al capitalismo, aseguran que todavía faltarían otros 630 millones de euros. Cuando se cumplen 25 años de la tragedia, Mirow y el Gobierno de Ucrania van a sacudir de nuevo la hucha para despertar a los donantes en una conferencia que arrancará mañana en Kiev.

Más inversión

"Superar una tragedia de esta escala no es posible para un país en solitario", declaró Yanukovich en una comparecencia conjunta con Barroso. Desde 1997, cuando se creó un Fondo del Sarcófago de Chernóbil gestionado por el BERD y presidido por el hombre que buscaba armas de destrucción masiva en Irak, el sueco Hans Blix, se han recaudado 850 millones de euros. La UE ha puesto 250 y EEUU, unos 180. Alemania ha colaborado con 60 millones de euros. España, con cinco millones. Rusia, heredera de la URSS, apenas ha pagado 15.

Ahora, con Japón intentando recuperarse del tsunami del 11 de marzo y la posterior tragedia en la central de Fukushima, y con la UE tiritando tras los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal, es difícil adelantar en qué chisteras aparecerán los cientos de millones que faltan. Algunos medios locales cargaron la semana pasada contra el primer ministro ruso Vladímir Putin por "prometer la luna" a Ucrania a cambio de que abandonase su intención de integrarse en la UE.
Pese a su nombre, el Fondo del Sarcófago no servirá sólo para financiar esta campana de acero de más de cien metros de altura y un peso de casi 30.000 toneladas, diseñada para evitar durante un siglo que se produzcan nuevas fugas. Del mismo saco saldrá el dinero para construir una instalación para el almacenamiento de los más de 20.000 elementos de combustible de uranio quemado que todavía se amontonan en las piscinas de los otros tres reactores de Chernóbil. Estas piscinas, de diseño soviético, suponen un riesgo para proceder al desmantelamiento de la central.

Publico

2011/03/14

Lucha contrarreloj para que dos reactores no acaben como Chernóbil

Las centrales nucleares japonesas resisten a duras penas los efectos del maremoto. A pesar de los esfuerzos de los técnicos de las plantas golpeadas por el tsunami, tanto Fukushima Daiichi como Fukushima Daini, Onagawa y Tokai multiplicaron sus problemas ayer y elevaron el nivel de preocupación por los efectos de un accidente de proporciones similares al de Chernóbil. La agencia japonesa de seguridad nuclear calificó originalmente el accidente de Fukushima Daiichi como de nivel 4, por debajo de la ocurrida en 1979 en Three Mile Island (EEUU), catalogada con un nivel 5. Sin embargo, la evolución de los acontecimientos, con el núcleo de los reactores 1 y 3 casi fuera de control y cerca de fundirse por completo, hace temer que esta catástrofe supere finalmente en gravedad al accidente norteamericano.
Aunque eran dos los reactores en peligro en Fukushima Daiichi, a 240 kilómetros de Tokio, la evolución del reactor 3 generó más incertidumbre durante el día de ayer porque fracasaron los esfuerzos por enfriar su núcleo inyectando agua de mar, una técnica que tampoco ha tenido éxito con su compañero.

Gases inflamables

El Gobierno japonés reconoció que era más que posible que se produjera una explosión en este reactor similar a la que sufrió el sábado el reactor 1. Mientras crece la temperatura y la presión dentro del reactor, los técnicos se ven obligados a liberar todo tipo de gases al exterior sin apenas control. Entre ellos, se expulsa hidrógeno, un elemento altamente inflamable.
El equipo del primer ministro japonés, Naoto Kan, trataba de minimizar la importancia de esta probable explosión, aunque la realidad es que podría dañar la estructura de contención exterior del reactor. Es lo que sucedió el sábado en el reactor 1, que hasta ayer era el único que parecía suponer un riesgo cierto para la población y el medio ambiente. Como resultado de esa deflagración, la cubierta exterior del reactor 1, una estructura de hormigón de aproximadamente un metro de espesor, quedó dañada. Su alcance se desconoce, pero tiene que ser grave en una circunstancia en la que una simple grieta puede llevar al desastre.
Ambos reactores registran en estos momentos una fusión parcial de sus núcleos, que están sometiendo a altísimos niveles de presión y temperatura a las barreras de protección que aislan el material atómico del exterior. La estructura de seguridad está formada por cuatro capas de seguridad en forma de muñeca rusa. Al fundirse parte del núcleo, los reactores 1 y 2 ya habrían perdido la primera, las varillas metálicas que contienen el combustible atómico. Al fundirse, estas varillas generan hidrógeno, que podría producir explosiones que reventaran la protección del edificio.
Al núcleo lo envuelve una vasija de acero de 12,5 centímetros de espesor que sólo se derretiría con el calor generado por una fusión completa del núcleo. Sobre ella, una bombilla de hormigón que aísla la vasija de las paredes exteriores. La situación del reactor 3 es más grave porque su combustible es una mezcla de uranio y plutonio que se estrenó en el verano de 2010. Esta mezcla es mucho más productiva porque genera mucho más calor, pero es mucho más peligroso si pierde el sistema de refrigeración.

Agua salada de mar

La decisión de urgencia que tomaron los técnicos de compañía Tokyo Electric Power dueña de la central fue la de tratar de aplacar el calor de sus reactores con agua de mar. El complejo entramado de tuberías que nutre los reactores de ebullición el de Garoña en Burgos es igual pudo haber sufrido la inyección de agua con impurezas y sal, según señalan los expertos consultados, lo que podría haber provocado la explosión del reactor 1. Inicialmente, se trató de inyectar agua fresca en el reactor 3 pero el intento fracasó y se optó por recoger agua marina debido a la urgencia de la situación.
Ayer se seguían liberando materiales al exterior de los reactores para evitar que la olla a presión estalle. De ahí que crecieran los niveles de radiactividad en el exterior de Fukushima. El objetivo es evitar una rotura de la contención y el escape descontrolado del material atómico, que fue lo que sucedió en Chernóbil. En Three Mile Island, el desastre se quedó en un paso intermedio, con el núcleo fundido pero contenido dentro de los muros de la central.
Entre los dos reactores más afectados, la unidad 2 también demandó ayer atenciones suplementarias debido a que el nivel del agua en su reactor, aunque estable, estaba por debajo de los límites aconsejables. No fue el único susto. Los reactores de la central de Fukushima Daini presentaban problemas de presión. Además, en la planta de Tokai, al sur de Fukushima, se registró una parada del mismo sistema de refrigeración que falló en Daiichi.
La agencia de seguridad nuclear japonesa se vio obligada a declarar el estado de emergencia en la central de Onagawa al norte por el aumento de radiación en la zona, que las autoridades locales atribuyeron a las emisiones de Fukushima. La OIEA confirmó anoche que la planta está bien y que, efectivamente, la radiación no es generada por ella.

Publico

2010/09/22

¿Por qué no murieron las plantas en Chernobyl?

BBC Mundo

Un equipo de científicos descubrió los mecanismos que les permiten a las plantas crecer en un medio ambiente altamente radioactivo como el de Chernobyl.
Los investigadores analizaron semillas de soja y lino halladas en el sitio donde estaba emplazado el reactor nuclear que sufrió un serie de explosiones en Ucrania, en 1986.
Según el equipo, las plantas pueden tener una habilidad innata para lidiar con la radioactividad.
Uno de los científicos cree que estos mecanismos pudieron haberse desarrollado hace millones de años, cuando las formas de vida temprana estuvieron expuestas a niveles elevados de radiación natural.

El "peor" accidente de la historia

Si ocurre un desastre, las plantas no se pueden mover en busca de mejores condiciones: o se adaptan o se mueren.
Cuando uno de los reactores nucleares de la planta nuclear de Chernobyl estalló el 26 de 1986, el accidente fue catalogado como el peor desastre nuclear en la historia de la humanidad.
Decenas de personas murieron y cientos resultaron afectadas por los efectos de la radiación.
La población entera de la ciudad de Pripyat, el centro industrial en el que vivían los trabajadores de la planta, fue evacuada.
Casi un cuarto de siglo después, Pripyat sigue siendo un pueblo fantasma. Pero, a pesar de que las calles están desiertas, las plantas y los árboles volvieron a crecer en la ciudad.

Lea: Chernobyl y las claves de la evolución

Cómo lo hacen

La forma en la que el ecosistema de Pripyat parece haberse recuperado de los efectos de la contaminación despertó la atención de los científicos en todo el mundo y, en 2005, Naciones Unidas publicó un informe sobre este fenómeno.
Luego, en 2007, un grupo de investigadores armados con máscaras, gafas y guantes, decidieron investigar cómo hicieron las plantas para sobrevivir.
Fueron al área restringida y plantaron semillas de soja y lino en un terreno altamente contaminado, a unos pocos kilómetros del sitio del accidente, en los alrededores de Pripyat.
Más tarde, plantaron la misma clase de semillas en un terreno descontaminado, cerca de la ciudad de Chernobyl.
El objetivo del equipo era investigador los mecanismos moleculares que les permitieron a las plantas adaptarse a un ambiente tan contaminado.
Para ello, esperaron a que las plantas diesen semillas y examinaron las proteínas de las mismas.
"Decidimos aplicar una tecnología llamada proteómica que es capaz de identificar cientos de proteínas", le dijo a la BBC Martin Hadjuch, investigador de la Academia de Ciencias Eslovaca.
La proteómica es el estudio de las proteínas, una parte vital de todos los organismos vivos.
"Las proteínas son la huella de las actividades metabólicas. Y cuando las comparamos en las distintas semillas de estos dos campos, vimos que son las mismas en ambos tipos de semillas", señaló Hadjuch.

Lea: Cada vez menos insectos en Chernobyl

Pasado radioactivo

Si bien la soja y el lino se adaptaron igualmente bien a los ambientes contaminados, lo hicieron de una forma levemente diferente.
Según los científicos, la razón por la que fue fácil para las plantas adaptarse a los elevados niveles de radiación puede ser histórica.
"Es increíble lo rápido que el ecosistema se ha logrado adaptar", dijo el investigador.
"Tiene que haber una clase de mecanismo que las plantas tienen dentro de ellas. La radioactividad siempre ha estado presente en la tierra, desde los primeros estadios de la formación de nuestro planeta.
"Había mucha más radiación en la superficie en ese entonces de la que hay ahora. Entonces, es muy probable que cuando la vida estaba evolucionando, estas plantas hayan convivido con la radiación y hayan desarrollado algún mecanismo que es el que utilizan ahora".

2010/08/23

Chernobyl y las claves de la evolución

BBC Mundo



Un grupo de científicos que ha estado estudiando los efectos de la radiación nuclear en la zona de Chernobyl durante varios años, encontró la explicación a la desaparición de varias especies de animales en su ADN.
Y el descubrimiento, publicado en la revista Journal of Evolutionary Biology, podría eventualmente ayudar a identificar a las especies más vulnerables frente a otros tipos de problemas ambientales.
La investigación corrió por cuenta del profesor Tim Mousseau, de la Universidad de Carolina del Sur en EE.UU., y el doctor Anders Moller, del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, quienes han estado trabajando en Chernobyl por más de una década.

Lea también: "En Chernobyl cada vez hay menos insectos"

Durante ese tiempo, los investigadores han recogido abundante información acerca de la población de insectos, aves y mamíferos en la "zona de alienación" que rodea a la vieja central nuclear, siniestrada en 1986.
Y al examinar los cambios registrados en el ADN de cada una de las especies estudiadas, encontraron que había una relación directa entre su "tasa de sustitución de ADN" y su capacidad de adaptarse a los cambios ambientales.
Entre las especies más vulnerables a las radiaciones de Chernobyl, por ejemplo, identificaron a los pájaros de plumaje brillante y las aves migratorias.
"Y una explicación es que esas especies tienen, por alguna razón, una menor capacidad para reparar su ADN", explicó el profesor Mousseau.
El método podría emplearse para identificar a las especies más expuestas a los cambios en su hábitat.
Consultada por la BBC, Louise Johnson, una experta en biología evolutiva de la Universidad de Reading, calificó los hallazgos como fascinantes.
"Incidentes extremos como Chernobyl permite comprobar predicciones acerca de la evolución", afirmó.

2010/05/24

El nuevo sarcófago de Chernóbil se instalará a partir de octubre

Fuente: Publico.

Las obras del segundo sarcófago de Chernóbil podrán arrancar a partir de octubre, con más de un año y medio de retraso, según aseguró ayer la presidenta del consejo de seguridad nuclear de Ucrania, Olena Mykolaichuk, a Público. La gigantesca estructura, una bóveda de metal de más de 100 metros de altura, cubrirá tanto el reactor que estalló el 26 de abril de 1986 como el viejo sarcófago de hormigón, hoy agujereado, que las autoridades soviéticas improvisaron para impedir una nube radiactiva.
"Si recibimos el diseño definitivo del sarcófago en octubre, haremos todo lo posible para completar nuestra revisión cuanto antes. Probablemente, las obras podrán empezar a finales de este año", explicó Mykolaichuk, que ha visitado Madrid para dar una conferencia en la sede del Consejo de Seguridad Nuclear español.
La construcción del sarcófago es una lucha contra el reloj. El actual cascarón ha sido parcheado varias veces, la última en 2008, pero "no se puede garantizar que no queden pequeños agujeros", según admite Mykolaichuk. Por estos orificios escapa la radiactividad sepultada bajo el cemento y, lo que es más peligroso, se cuela el agua de lluvia, formando un amenazador caldo de uranio y plutonio.
"El actual sarcófago puede durar 15 años más como mucho, porque no podemos mejorar su seguridad sin límite", aclara la presidenta del organismo que vigila los 15 reactores nucleares ucranianos. Además, los retrasos disparan los costes, dejando en papel mojado el presupuesto que se manejaba hasta ahora.
El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, que administra el Fondo del Sarcófago de Chernóbil, calculaba una cifra de 432 millones de euros. "Es obvio que esta cantidad es insuficiente. El presupuesto se elaboró en la década de 1990 y ahora todo es más caro. Nadie puede dar una cifra definitiva todavía", afirma Mykolaichuk. La treintena de países que llenan la hucha, entre ellos España, se reunirán en julio en Kiev para volver a echar cuentas. Ya han entregado unos 800 millones de euros, pero la factura puede ser mucho mayor. La Asociación Nuclear Mundial habla de 1.200 millones de euros.

"No me importa la OMS"

Las autoridades ucranianas han intentando rentabilizar la central abriéndola al turismo. Una visita breve al reactor y a la fantasmagórica ciudad de Prípiat, donde la radiactividad obligó a desalojar a casi 50.000 personas, cuesta unos 100 euros. Mykolaichuk rechaza este turismo morboso. "Los lugares que visitan son seguros, pero no me parece una buena idea que los turistas se paseen por Chernóbil", critica.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud aseguró en 2005 que las muertes atribuidas directamente a la radiación liberada en Chernóbil "no llegan a 50", aunque añadía que otras 4.000 podrían fallecer. Greenpeace, sin embargo, culpa al desastre de 200.000 muertes en Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Mykolaichuk elige bando. "Mi padre fue enviado a Chernóbil el 26 de abril de 1986 para evacuar a la gente. Murió de cáncer con 64 años. Mi bisabuelo, que era químico y estuvo en dos guerras, murió a los 96. No me importa lo que diga la OMS".