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2010/12/18

Los microcréditos ahogan en deudas a muchos pobres en India

Todo lo que queda de Ketadi Ramchandra Moorthy en su humilde casa de ladrillo de dos habitaciones es una lámina con su retrato apoyada sobre el frío suelo de cemento.
Hace dos meses, Moorthy, un carpintero de 40 años, murió de un ataque al corazón en una estación de autobuses de Hyderabad, a 70 kilómetros de su casa rural, en Andhra Pradesh, un estado del sureste de India.
Había viajado a la ciudad para pedirle a varios amigos que le dieran dinero que necesitaba para pagar los préstamos que le concedió una empresa de microcréditos.
Arruinado, volvía con los bolsillos vacíos a su casa en el poblado de Gajwel, en el distrito de Medak.
Un informe oficial atribuyó su muerte a un infarto "debido a la presión que tenía para devolver el dinero a las instituciones de microcréditos".
"Estaba tan estresado que se desplomó y murió", dice su esposa, K Karina, de 36 años.
Más de un tercio de los 30 millones de hogares que pidieron microcréditos se encuentran en el estado de Andhra Pradesh. La mayoría de los que reciben los préstamos son mujeres.

Revuelta de deudores

Para muchos de ellos, estos pequeños créditos se han convertido en una gran maldición.
Más de 80 personas se han suicidado en los últimos meses después de declararse en mora, según el gobierno.
Esto ha causado la peor crisis en la historia del hasta ahora pujante sector de los microcréditos en India.
A la búsqueda de votos, los políticos de la oposición han animado a los endeudados a dejar de repagar a los bancos que ofrecen microcréditos, que solo en Andhra Pradesh han prestado hasta 80 millones de rupias (US$2.000 millones).
Los grandes bancos, como consecuencia, han dejado de prestar a las firmas de microfinanciación y temen no poder recuperar unos US$4.000 millones.
Las causas de esta crisis, según el presidente de la Red de Instituciones de Microfinanciación de India, Vijay Majan, son "los préstamos múltiples, el sobreendeudamiento y al enriquecimiento indebido y amenazas a las que recurren los directivos de las entidades de microcréditos".
Muchos comparan el problema indio con la crisis de las hipotecas basura de 2008 en Estados Unidos, que se originó porque los bancos financiaron a los compradores de casas a bajo costo y cuando los precios cayeron, quienes recibieron los créditos no pudieron ni vender sus inmuebles ni pagar sus deudas.
La diferencia con India es que quienes reciben los créditos son incluso más pobres, y la cobertura de la seguridad social es igual a cero.
La trágica historia de Moorthy es un ejemplo de cómo los microcréditos –cuyas tasas de interés oscilan entre el 24 y el 30%, muy por debajo de los intereses de entre el 36 y el 120% que cobran los usureros- puede llevar a la ruina a los más pobres y faltos de educación.
Es precisamente lo contrario del que es supuestamente el principal objetivo de los microcréditos, que es mejorar la vida de los desfavorecidos.
En 2002, Moorthy tomó prestados US$350 de una empresa de microcréditos para construir su casa de US$2.210.
La mitad del dinero lo obtuvo gracias a un crédito sin intereses que obtuvo su mujer, que se gana la vida enrollando hojas de tabaco.
Otro prestamista contribuyó con un crédito de US$440 que aún debe ser devuelto.

Arruinados

En mayo de 2008, los agentes comerciales de las empresas de microcréditos llegaron en masa a su poblado y Moorthy decidió tomar un segundo crédito por valor de US$330 para pagar pequeñas deudas a sus vecinos.
Este segundo préstamo fue devuelto en menos de un año, según su familia.
Sin perder el ánimo por la enorme deuda que estaba contrayendo, y persuadido por la agresiva promoción empleada por los agentes, Moorthy recibió US$660 procedentes de otros tres créditos con otras tantas empresas distintas.
Estos iban a servir para pagar la educación de sus tres hijos, uno de los cuales iba a la universidad, y para repagar deudas anteriores.
Cuando murió en octubre, llevaba 20 semanas sin pagar los últimos tres créditos.
Según su familia, las ganancias anuales de Moorthy nunca pasaban de US$110.
El gobierno estima que las familias que han tomado microcréditos en Andhra Pradesh tienen de media una deuda de US$660 y un ingreso medio anual de US$1.060.
Esto supone que tienen que destinar más del 60% de sus frágiles e inciertos ingresos al pago de intereses.
Dos meses después de su muerte, la familia de Moorthy lucha por sobrevivir, empeñando joyas y recurriendo a la generosidad de sus vecinos y de los políticos ávidos de votos.
El mayor de sus hijos, K Ramanachari ha tenido que abandonar la universidad.
Otro hijo de 19 años ha encontrado un empleo transportando hojas de tabaco en canastas una vez a la semana, lo que le proporciona unas 100 rupias (US$2,2) por cada día de trabajo.
Su esposa lía hojas de tabaco durante el día y entonces, si tiene suerte, encuentra algo de trabajo en una granja por las noches.
Todo esto le reporta como mucho US$3 en un buen día.
"No tomaré dinero prestado nunca más", asegura. "Pequeños o grandes, los préstamos matan".

BBC Mundo

2009/11/06

Mujeres bolivianas, víctimas de la usura

Fuente: BBC Mundo.

A sus 49 años y después de haber tenido ocho hijos, doña Gregoria Aduviri sabe de amarguras en la vida. Al extremo que en más de una ocasión pensó si valía la pena seguir viviendo.

Ella es una mujer boliviana que, como otras miles, sacó un microcrédito de una entidad financiera de El Alto y, cuando no pudo pagar las cuotas, supo que su deuda se agrandaba sin control.

El acoso a su casa aumentaba al mismo ritmo que el tamaño de la deuda. "Me llamaban al teléfono, venían a mi casa, colaban carteles (de deudora morosa) en mis paredes, venían en auto, en moto, a veces a la madrugada venían", le cuenta doña Aduviri a BBC Mundo.

Esta mujer dice haberse sentido "como muerta" y asegura que "quería hacerme cualquier cosa" para acabar con su sufrimiento.

El drama de doña Aduviri se multiplica por miles, porque la mayoría de las deudoras de las microfinancieras son mujeres que, a su vez, son víctimas de la usura, según un estudio elaborado por la economista y socióloga Graciela Toro.

En entrevista con BBC Mundo, Toro indica que las microfinancieras en Bolivia mueven aproximadamente el 30% del mercado de los créditos, los que fueron dirigidos a 700.000 prestatarios. De ese total, entre el 78% y 80% son mujeres.

De un crédito a otro

Esas mujeres prestatarias, por lo general, son trabajadoras informales (vendedoras y prestadoras de servicios) que buscaron un crédito para sobrevivir y que, en muchos casos, al no poder pagar las cuotas, tuvieron que recurrir a otro crédito, lo que generó un círculo vicioso del que les fue difícil escapar.

La economista Toro recuerda que las microfinancieras nacieron con el apoyo del estado para otorgar créditos a sectores desprotegidos que no podían acceder a la banca comercial.

Sin embargo, dice que estas entidades se han convertido en empresas privadas "que sólo buscan la rentabilidad y que cada vez atienden menos a los pobres y, cuando lo hacen, cobran elevados costos con mecanismos confiscatorios y abusivos". En suma, Toro cree que estas entidades nacidas para ayudar a los pobres, paradójicamente, "han reproducido la pobreza en el país".

¿Y por qué las más afectadas son las mujeres? Julieta Ojeda, del movimiento feminista Mujeres Creando, considera que esto se debe a que los microcréditos están orientados al sector informal -comercio y servicios-, donde las mujeres son mayoría.

"Las mujeres asumen un rol protagónico en la estrategia de sobrevivencia", explica Toro.

Tasas de interés altas

Los créditos que obtienen estas mujeres son ínfimos, en comparación a los que se mueven en la banca comercial. Por ejemplo, doña Aduviri consiguió un préstamo de poco más de US$1.000 hace tres años, pero cuando no pudo pagar las cuotas, su deuda prácticamente se duplicó.

Toro dice que, hace ocho o nueve años, las tasas de interés activas rondaban el 49%. Ahora esas tasas han bajado a un promedio del 25%, pero no dejan de ser altas para la pobreza de las mujeres.

Incluso, las financieras en el último tiempo han sido beneficiadas con créditos estatales para subvencionar la reducción de tasas de interés. Eso ha permitido bajar los intereses a 7%, 8% ó 9%.

Sin embargo, Toro dice que habitualmente, a estas tasas las entidades financieras le cargan al prestatario otro 10% por gastos administrativos, de seguros y garantías. Es más, algunas de esas entidades obligan a sus prestamistas a depositar cierta cantidad de ahorros que, finalmente, son una garantía de pago.

El cambio sin cambio

Toro fue ministra de Planificación del gobierno de Evo Morales y ahora, desde fuera del Poder Ejecutivo, dice que el cambio que propugna el presidente no se ha reflejado en el sistema financiero.

Lo único que ha hecho el gobierno, según Toro, es subvencionar las tasas de interés de las microfinancieras, las que están ganando tanto o más que la banca comercial.

"El tema del sistema microfinanciero en particular y el sistema financiero en general no ha sido tocado, se sigue trabajando con el mismo enfoque del pasado, con los mismos mecanismos, con los mismos instrumentos", señala.

Sin embargo, el viceministro de Microempresa, Ramiro Lizondo, le dice a BBC Mundo que el gobierno tiene un plan para ingresar al mercado de las microfinanzas con tasas de interés más bajas, es decir, instalar un banco de primer piso para que los pequeños productores accedan a los créditos directamente.

"El objetivo final es influir en el sistema privado para que puedan bajar sus tasas de interés", señala Lizondo, quien espera que la competencia obligue a las financieras a bajar sus tasas.

Por ahora, reconoce que el Banco de Desarrollo Productivo (BDP) sólo es de segundo piso, es decir, les otorga dinero a las microfinancieras para que éstas lo presten a los pobres.

Historias de drama

Toro hizo el estudio a pedido de la organización Mujeres Creando que, entre sus actividades, abrió una oficina para luchar contra la usura de las microfinanzas.

Por esa oficina pasaron historias cargadas de drama y todas esas historias tenían rostro femenino.

Incluso, cuenta Toro, se recibieron denuncias de gente que llegó al suicidio ante las deudas impagas y casos de otras personas que tuvieron que hacerse otros créditos para pagar las deudas retrasadas.

Doña Gregoria Aduviri es una de esas mujeres que acudió a la oficina de Mujeres Creando y logró asesoramiento para rebajar su deuda y pagar en cuotas que estén a su alcance.

Ella trabaja haciendo limpieza y con lo que gana mantiene a cuatro de sus ocho hijos y, cada mes, destina US$42 al pago de su cuota bancaria. Su esposo es ayudante de un sastre y sus ingresos también son ínfimos.