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2013/10/09

Estiman que hubo unas 28 millones de rupturas de parejas por "culpa" de WhatsApp

Un estudio de la publicación CyberPsychology and behaviour Journal sostiene que hubo 28 millones de rupturas por aplicaciones como WhatsApp o Facebook.

Estas rupturas estarían provocadas por el denominado "Síndrome del doble check".

Cuando un usuario envía un mensaje por WhatsApp y llega correctamente al destinatario, un visto bueno verde aparece en el costado derecho.

Cuando es recibido se suma una segunda señal verde, aunque esto no significa que el receptor lo haya leído, pero así es como se interpreta, generando un estado de ansiedad al ver que el destinatario ha recibido el mensaje, que se encuentra conectado o lo estuvo después de recibirlo y no ha respondido.

A este factor hay que añadir la información de WhatsApp, que indica la hora de la última conexión, que muestra bajo su nombre en las ventanas de los chat, o que el usuario está "en línea" cuando tiene abierta la aplicación.

CyberPsychology and behaviour Journal estimó que hay más de 300 millones de usuarios activos en la plataforma.

Los autores del estudio explican que aplicaciones como WhatsApp son "muy favorables" en una primera fase de las relaciones, pero luego empiezan a revelarse sus efectos negativos, acompañados del aumento de los celos y el control.

Panasonic abandonará el negocio de TV de plasma

Panasonic está sumido en un plan de reestructuración del negocio con el que el Kazuhiro Tsuga, presidente de la compañía, pretende llevar a cabo una profunda renovación eliminando las divisiones que no son rentables.

En agosto el fabricante anunció que cesará las ventas de smartphones a particulares en el mercado japonés a partir del próximo invierno.

Otra unidad de la podría deshacerse es la de salud, especializada en productos como sensores de medición del azúcar en la sangre, audífonos o dispositivos médicos.

Pero lo destacado ahora es que Panasonic dice adiós a la fabricación de pantallas de plasma. La compañía planea dejar de vender estas TV a partir de marzo del próximo año.

Se trata de una iniciativa contraria a las últimas manifestaciones del fabricante, que había declarado que la tecnología OLED era uno de sus productos clave de futuro, llegando a mostrar en la edición de este año de la feria CES un nuevo modelo de TV OLED 4K de 56 pulgadas.

Como informa Reuters, ahora cientos de empleados serán reasignados a otros puestos dentro de la empresa y Panasonic asumirá unas pérdidas de más de 40.000 millones de yenes (413 millones de dólares) en la única planta de fabricación de TV de plasma que le queda.

Todo se engloba en los esfuerzos del fabricante japonés por mejorar su rentabilidad y hacer frente a la fuerte competencia de los grandes jugadores surcoreanos, como Samsung.

Fox News introduce en su redacción tablets de 55 pulgadas

Los espectadores del canal estadounidense de noticias no salen de su asombro al ver que, tras el presentador, en la redacción se han sustituido las habituales mesas con ordenadores por gigantescos tablets que, a modo de mesa de diseñador táctil, les permiten trabajar de una manera nunca antes vista. ¿Terminaremos teniendo algo parecido en nuestras oficinas y hogares?

Algo tan sencillo pero quizá tan revolucionario como cambiar una mesa con un ordenador por una pantalla LCD táctil de 55 pulgadas y trabajar sobre ella.

Es lo que puede verse en los informativos dirigidos por el presentador Shephard Smith, un grupo de redactores trabajando sobre grandes pantallas de televisión pero sobre las que interactúan a modo de enormes tablets mediante el manejo de diversas aplicaciones que sirven para preparar la información sobre la que el presentador elabora el programa así como para establecer un flujo de intercambio de datos con las redes sociales.

Además el presentador también puede interactuar en tiempo real sobre una enorme pantalla de más de diez metros mediante el uso de un mando similar a un Wiimote. Un nuevo modo de trabajar o quizá sólo una muestra de lo que puede llegar a conseguirse con la tecnología actual y un poco de imaginación (y dinero). Quizá no todos los puestos de trabajo admitan un instrumental de este tipo pero es probable que en algún desempeño profesional sí sea buena idea esta que han tenido en la redacción de este programa informativo de la Fox y no tardemos mucho en llegar a algún centro de trabajo donde no haya mesas sino un LCD sobre un caballete con un sillón delante.

Disconnect Search, la herramienta que permite buscar en Google sin seguimiento

La privacidad es una preocupación creceinte entre los internautas, más aún desde que se conocieran las entregas de datos por parte de las grandes compañías de Internet a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EEUU. Sumándose al auge de motores de búsqueda privada como DuckDuckGo, llega Disconnect Search, una herramienta construida por exingenieros de Google y la NSA que permite usar Google, Bing y Yahoo sin seguimiento.

Disconnect comenzó en 2010 como un proyecto paralelo del entonces miembro de Google, Brian Kennish, para cortar el seguimiento de anuncios durante la sesión de una persona en Facebook. Desde entonces, según TechCrunch, ha recaudado fondos y contratado personal para trabajar en varios navegadores y sitios, y crear aplicaciones para usuarios concretos.

Con sus aplicaciones ya utilizadas por un millón de personas cada semana, la compañía ha lanzado Disconnect Search, una extensión para Chrome y Firefox que permite a los usuarios realizar búsquedas en Google, Bing y Yahoo, así como en Blekko y DuckDuckGo, y que estas permanezcan privadas. La extensión funciona tanto en los principales sitios de los portales de búsqueda,  como a través de los cuadros multifunción del navegador (en el caso de Firefox) o la barra del navegador (en el caso de Chrome).

Casey Oppenheim, ex abogado de los derechos de los consumidores y cofundador de Disconnect con Kennish, señala que los motores de búsqueda, en parte por el hecho de ser un portal al resto de contenidos de Internet, suelen ser los más invasivos cuando se trata de la privacidad del usuario. “Sus búsquedas son cualquier cosa menos privadas”, denuncia. “Los buscadores, e incluso los sitios web y los proveedores de servicios de Internet, pueden guardar sus búsquedas y conectarlas con su nombre real a través de sus cuentas de usuario”.

Disconnect Search trabaja a través de cuatro canales, con un  método parecido al de los servicios de túneles VPN que ocultan su dirección IP. En primer lugar, las consultas de búsqueda se enrutan a través de servidores de Disconnect, lo que hace que se vean como si procedieran de Disconnect, en lugar del ordenador de un usuario específico. Como resultado de ello, se evita que los motores de búsqueda accedan a las palabras clave para los sitios que se visitan desde las páginas de resultados. Además, todas las consultas son encriptados, lo que impide que los ISP las vean. Y por último, Disconnect no registra las palabras clave, información personal o direcciones IP después de dirigir la consulta a sus propios servidores.

Para los usuarios, los resultados se presentan de forma similar a un buscador normal. Los usuarios pueden participar en los sitios de la misma forma que ya lo hacen. Las búsquedas efectuadas mediante el filtro Disconnect Search y las que no lo utilizan producen un conjunto similar de resultados. Simplemente, hay un ligero retraso en la aparición de los resultados a través de Disconnect Search.

¿Hay pollo en los 'nugget' de pollo?

Los comediantes siempre bromean con que es mejor no conocer algunas cosas... Y quizá sería mejor no saber cuáles son los ingredientes de los populares nuggets de pollo. Recientemente, un equipo de Misisipi descubrió por qué: dos nuggets que examinaron incluían un 50% o menos de tejido muscular, pechuga o muslo de pollo. Esas piezas pertenecían a dos cadenas nacionales de comida rápida de Jackson.

Los tres investigadores seleccionaron un nugget de cada caja, los preservaron, los seccionaron y los tiñeron. Luego, los analizaron bajo microscopio. La mitad del primer nugget era puro tejido muscular; el resto era una mezcla de grasa, venas y nervios. Un análisis reveló células que recubren la piel y los órganos internos del ave, según publica el equipo en American Journal of Medicine. El segundo nugget contenía sólo un 40% de músculo, junto con grasa, cartílago y hueso.

"Sabemos que la carne blanca de ave es una de las mejores fuentes de proteína magra disponible y alentamos a nuestros pacientes a comerla", dijo el autor principal, doctor Richard D. deShazo, del Centro Médico de la University of Mississippi, en Jackson. "Algunas empresas optaron por utilizar una mezcla artificial de partes de pollos en lugar de carne blanca magra, procesarla, freírla y llamarla pollo", señaló deShazo. "En realidad, es un derivado del pollo rico en calorías, sal, azúcar y grasa que es muy poco saludable. Hasta tiene buen sabor y los niños lo adoran", agregó.

Los nuggets que analizaron podrían consumirse ocasionalmente, pero le preocupa que como son económicos, fáciles de cocinar y tienen buen sabor, los niños los consuman frecuentemente. De hecho, sus nietos "ruegan" por esos productos todo el tiempo y deShazo se los prepara con pechuga de pollo en su casa. "Los nuggets de pollo son una excelente fuente de proteína, en especial para los niños difíciles de conformar con la comida", indicó Ashley Peterson, vicepresidente de Asuntos Científicos y Regulatorios del Consejo Nacional de Productos de Pollo (NCC, por su nombre en inglés), que representa a la industria avícola estadounidense. El NCC y sus miembros producen el 95% de los productos de pollo en EEUU. "Este estudio evaluó apenas dos muestras de nuggets de pollo de los miles de millones de piezas que se producen anualmente", indicó Peterson, quien opinó que una muestra de apenas dos nuggets es muy pequeña para generalizar a una categoría de alimentos.

DeShazo aceptó que dos nuggets son una muestra pequeña y que algunas cadenas comenzaron a utilizar más carne blanca en sus productos, pero no los restaurantes a los que concurrió. Señaló que esta exploración no pretendió representar a toda la industria avícola o de comida rápida, sino recordarles a los consumidores que "no todo lo que tiene buen sabor es bueno para la población". El equipo no quiso revelar los nombres de las cadenas de restaurantes que visitaron.

Una ley contra Amazon une a la izquierda y a la derecha en Francia

El antiguo ministro de Cultura de Francia, el socialista Jack Lang, perdió, en las elecciones de 2012, su escaño en la Asamblea Nacional. Poco más de un año después, el espíritu de la ley que lleva su nombre, relativa al precio del libro, ha sido reivindicado y actualizado… por diputados de la oposición conservadora.

La Asamblea aprobó ayer una propuesta de ley presentada por diputados de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) —y secundada por el Partido Socialista, en el poder— que pone al día la llamada ley Lang de 1981. Su objetivo es evitar lo que los libreros independientes consideran una competencia desleal por parte de los gigantes del comercio electrónico. ¿Cómo? Prohibiendo que empresas como Amazon, Fnac y similares puedan añadir, al descuento legalmente autorizado del 5% en el precio del libro, la gratuidad de los gastos de envío.

Esa práctica es tildada de dumping o manipulación a la baja del precio del libro, una práctica restrictiva de la competencia que estaría ahogando a muchos libreros independientes ya acuciados por la crisis.

La propuesta, presentada inicialmente en la Cámara baja del Parlamento francés, contenía un solo artículo, que modificaba el primer enunciado de la ley de 1981 para establecer que “la prestación de la entrega a domicilio no puede ser incluida en el precio así fijado”. Es decir, que debe ser facturada aparte por el comerciante. Una enmienda adoptada por el Gobierno precisa que dicha prohibición no sería aplicable si el libro “es retirado por el comprador en un punto de venta minorista de libros”. Es decir, según la versión actual del texto legislativo, si el consumidor debe acercarse a una librería a recoger su paquete de Amazon o de Fnac.com, entonces sí es legal no cobrar por los gastos de envío.

El texto deberá ser debatido en el Senado antes de volver a la Asamblea para su aprobación final. La ministra de Cultura, Aurélie Filipetti, denunció durante el debate en la Asamblea que Amazon practica “una estrategia de dumping, de venta con pérdida”, según informan los medios galos. “Cuando estén en posición dominante y hayan borrado nuestra red de librerías, subirán los precios”, ha afirmado la ministra socialista.

La multinacional que dirige Jeff Bezos es considerada por los libreros una amenaza clara para la supervivencia del sector cultural francés, cuya industria es considerada una de las claves de la identidad nacional. Con sus prácticas, Amazon busca “eludir el precio único del libro y crear un monopolio que le permitirá, en algunos años, imponer sus condiciones a los editores y aumentar sus precios”, según la ministra de Cultura gala.

Los vendedores estiman que “los gastos de envío representan entre el 15% y el 18% de la cifra de negocio en Internet de las librerías independientes, a pesar de que estas no ofrecen el envío gratis de los pedidos sino a partir de una compra mínima, de entre 25 y 35 euros, por regla general.

Romain Voog, presidente de Amazon Francia, en declaraciones al diario Le Figaro, señaló que esta iniciativa legal va en contra del “interés del consumidor”, en concreto “de los que viven lejos de cualquier librería y aprecian poder comprar sus libros en línea”.

Pero la lectura del informe presentado por el diputado de UMP Christian Kert está llena de elementos que provocarían la envidia de sus pares en otros países. Para empezar, porque rinde homenaje al legado de un ministro socialista, Jack Lang, que manifestó en el mismo Palais Bourbon (sede de la Asamblea Nacional) su negativa “a considerar el libro como un producto mercantil banal”.
Los dominios de Jeff Bezos

La tesis de la ministra de Cultura francesa, Aurélie Filipetti, coincide con la investigación llevada a cabo por su conciudadano Jean-Baptiste Malet, autor del libro En los dominios de Amazon (Trama Editorial/Fayard). El periodista ha denunciado que “Amazon pierde dinero voluntariamente para destruir el tejido de las librerías físicas” con el objetivo de “ser el único vendedor de libros”.

Pero el análisis más demoledor sobre la política de precios de la multinacional que dirige Jeff Bezos (Amazon es el primer comerciante electrónico mundial, para el que los libros representan solo una parte de su oferta de productos) y de otras empresas similares es elaborado por el Sindicato de Libreros de Francia (SLF). En un texto difundido en su página web, la patronal estima que “al acumular, en el precio de los libros, la gratuidad de los gastos de envío al descuento del 5%, sin un montante mínimo de compra, Amazon financia, gracias a la evasión fiscal que practica a gran escala, una política de dumping destinada a estrangular a sus competidores”.

Los libreros recuerdan también que en Francia, Amazon disfruta de una amnistía fiscal “por valor de 200 millones de euros”, y concluye que “la gratuidad de los gastos de envío de sus consumidores está, de hecho, financiada por los contribuyentes”.

¿Está acabando Google con nuestra memoria?

Lo que sigue son unos fragmentos del libro de Clive Thompson Smarter Than You Think: How Technology Is Changing Our Minds for the Better, que acaba de publicar Penguin Press.

¿Está acabando internet con nuestra capacidad de recordar datos? Si alguna vez se ha lanzado a su smartphone durante una discusión de bar (“Cantante que solo tuvo un éxito y hoy es el padre de una estrella del pop que hace bailes obscenos”, ¡Billy Ray Cyrus!), entonces seguro que siente un persistente temor a estar perdiendo la memoria. Y, seamos sinceros, a medida que surjan herramientas de búsqueda cada vez más alucinantes y poderosas --desde el Watson que juega a Jeopardy! de IBM hasta la “búsqueda predictiva” de Google Now--, esa inquietud no va a hacer más que aumentar.

¿Es verdad? ¿Cada vez que echamos mano al ratón porque se nos han olvidado los ingredientes del Tom Collins o la capital de Arkansas estamos perdiendo la capacidad de retener conocimientos?

La respuesta rápida es que no. Las máquinas no están destrozando nuestra memoria.

La respuesta más larga es que ¡se trata de algo muchísimo más extraño!

Lo que sucede en realidad es que hemos empezado a adaptar las máquinas a una vieja técnica que desarrollamos hace miles de años, la “memoria transactiva”. Es decir, el arte de almacenar información en las personas que nos rodean. Hemos empezado a tratar los motores de búsqueda, Evernote y los smartphones como siempre hemos tratado a nuestros cónyuges, amigos y colegas. Son los cómodos dispositivos que utilizamos para compensar nuestra escasa capacidad de recordar detalles.

Porque, francamente, a nuestro cerebro siempre se le ha dado muy mal recordar detalles. Sabemos retener la información esencial. ¿Pero los datos concretos y engorrosos? No tanto. En un estudio de 1990, mucho antes de que las redes corroyeran nuestras mentes como se piensa, el psicólogo Walter Kintsch llevó a cabo un experimento en el que los sujetos leían varias frases. Cuando les preguntaba 40 minutos después, solían poder de recordar las frases al pie de la letra. Cuatro días después, eran totalmente incapaces de recordar la formulación exacta de la frase, pero aún sabían describir su significado.
La excepción es cuando alguien está obsesionado con un tema. Si una persona es muy aficionada a algo concreto --fútbol, la Guerra de Secesión, Pokémon--, suele tener gran facilidad para absorber y retener detalles. Cuando uno es experto en algo, no le cuesta nada aprender datos nuevos sobre la materia. Pero eso solo pasa con cosas que nos apasionan. Los aficionados al béisbol pueden recitar las estadísticas de sus jugadores favoritos y en cambio olvidar cuándo es su propio cumpleaños.

La humanidad, pues, siempre ha recurrido a dispositivos para averiguar esos detalles. Hace mucho que almacenamos conocimiento en libros, papeles, notas de Post-it.

¿Y cuándo necesitamos obtener información sobre la marcha, en cualquier momento y a toda velocidad? Entonces no utilizamos documentos tanto como creemos. No, recurrimos a algo mucho más inmediato: otras personas.

El psicólogo de Harvard Daniel Wegner y sus colegas Ralph Erber y Paula Raymond iniciaron el estudio sistemático de la “memoria transactiva” en los años ochenta. Wegner se dio cuenta de que los cónyuges, muchas veces, se reparten las tareas. El marido se sabe los cumpleaños de los familiares políticos y dónde están las bombillas de repuesto; la mujer, el número de la cuenta bancaria y cómo programar el DVD. Si se le pregunta al marido el número de cuenta, se encoge de hombros. Si se le pregunta a la mujer cuándo cumple años su cuñada, nunca se acuerda. Juntos, saben mucho. Por separado, un poco menos.

Wegner sospechó que ese reparto de tareas se produce porque tenemos una buena “metamemoria”. Somos conscientes de nuestras cualidades y limitaciones mentales podemos intuir la capacidad de recordar de otras personas. Después de mucho tiempo con un colega o una pareja, sabemos que, mientras que nosotros no conseguimos recordar la hora de nuestra reunión, o una noticia, o cuánto mide un kilómetro en relación con una milla, ellos sí. A unos les encanta el tema X; a otros, el tema Y. Así que cada uno empieza a delegar subconscientemente la tarea de recordar esos datos en el otro, a tratarlos como si fueran un cuaderno de notas o una enciclopedia, y ellos hacen lo mismo. En muchos aspectos, indicó Wegner, las personas son mejores que los cuadernos y las enciclopedias, porque responden con mucha más rapidez: no hay más que gritar una pregunta vagamente formulada al cubículo de al lado (¿Dónde guardamos el cacharro que usamos para ese asunto?) y obtenemos una respuesta en cuestión de segundos. Compartimos el trabajo de recordar, destacó Wegner, porque hace que, como colectivo, seamos más inteligentes.

Los experimentos han corroborado la teoría de Wegner. Un grupo de investigadores estudió a parejas de ancianos que llevaban décadas juntos. Cuando los separaba y les preguntaba de forma individual sobre cosas que habían pasado hacía años, a veces se equivocaban con los detalles. Cuando les preguntaba juntos, los recordaban sin problemas. ¿Por qué? Porque se daban mutuamente pistas, una forma de despertar los recuerdos del otro. Así recordaba una pareja un espectáculo que habían visto durante su viaje de novios, 40 años antes:

Mujer: Y fuimos a ver dos obras, ¿te acuerdas de cómo se llamaban?

Hombre: Sí. Una era un musical, ¿o lo eran las dos? No… no… una…

Mujer: Actuaba John Hanson en ella.

Hombre: Canción del desierto.

Mujer: Canción del desierto, eso es, no me acordaba del título, pero sí, sabía que actuaba John Hanson.

Hombre: Sí.

En cierto sentido, estaban googleándose uno a otro. Otros experimentos han dado resultados similares. En uno de ellos, se enseñaba a unas personas a hacer una cosa difícil --montar una radio-- y se les examinaba una semana después. Los que habían aprendido en grupo y se examinaban con ese mismo grupo lo hacían mucho mejor que los que trabajaban a solas; juntos, recordaban más detalles y cometían menos errores. En 2009, unos investigadores observaron a 209 estudiantes universitarios en un curso de empresa, divididos en pequeños grupos para llevar a cabo un proyecto semestral. Los grupos que más utilizaban la memoria transactiva --es decir, los grupos cuyos miembros más recurrían unos a otros para recordar información-- sacaron mejor nota que los que no la empleaban. No es solo que los grupos trasactivos recuerden mejor: es que además analizan mejor los problemas y comprenden mejor sus principios fundamentales.

No recordamos de forma aislada, y eso está muy bien. “Simplemente, parece que grabamos tantos datos fuera de nuestra mente como dentro de ella”, escribe Wegner. “Las parejas que pueden recordar cosas de forma transactiva ofrecen a los individuos que la componen una capacidad de almacenamiento y acceso a una variedad mucho más amplia de informaciones que en caso contrario”. Estamos, según la deliciosa definición de Wegner, ante “los procesos mentales de la díada íntima”.

Y resulta que eso mismo es lo que hacemos con Google, Evernote y las demás herramientas digitales. Las tratamos como a unos amigos de memoria alucinante y que suelen estar a nuestra disposición. Nuestra “díada íntima” incluye hoy un cerebro de silicio.

Hace poco, una alumna de Wegner --la científica de la Universidad de Columbia Betsy Sparrow-- llevó a cabo varios experimentos que están entre los primeros que demuestran esta tendencia. Ofreció a sus sujetos frases con datos aleatorios (como “El ojo de un avestruz es más grande que su cerebro”, o “El transbordador espacial Columbia se desintegró al entrar en la atmósfera sobre Texas en febrero de 2003”) y les dijo que las escribieran en un ordenador. En algunos casos, les dijo claramente que la información no se iba a guardar. En otros, la pantalla les decía que se había guardado en una de cinco carpetas con nombres poco significativos, como DATOS, ASUNTOS o PUNTOS. Cuando Sparrow examinó a los estudiantes, los que sabían que el ordenador había guardado la información, en general, la recordaban peor que los que creían que los datos no se habían guardado. Es decir, si sabemos que una herramienta digital va a recordar un dato, es algo menos probable que lo recordemos.

Sin embargo, estamos bastante seguros de dónde podemos encontrar ese dato dentro del ordenador. Cuando Sparrow pidió a los estudiantes que recordaran si un dato se había guardado o se había borrado, se acordaban mejor de los casos en los que el dato se había guardado en una carpeta. Como explicó en un ensayo para Science, “pensar que uno no va a tener acceso a la información en el futuro refuerza la capacidad de recordar la información en sí, mientras que creer que la información se ha guardado en otro sitio refuerza la capacidad de recordar que es posible acceder a ella”. Cada situación refuerza un tipo diferente de memoria. Otro experimento llegó a la conclusión de que a los sujetos se les daba verdaderamente bien recordar los nombres concretos de las carpetas que contenían el dato exacto, pese a que los nombres de las carpetas eran de lo más anodino.

“Igual que mediante la memoria transactiva aprendemos quién sabe qué en nuestra familia y en nuestra oficina, estamos aprendiendo lo que ‘sabe’ el ordenador y cuándo debemos acudir al sitio en el que hemos almacenado la información en nuestras memorias informáticas”, escribió Sparrow.

Podría decirse que eso es precisamente lo que más miedo nos da: ¡nuestra capacidad mental está disminuyendo! Pero, como de indicó Sparrow cuando hablamos sobre su trabajo, ese pánico es exagerado. Llevamos siglos almacenando una gran parte de lo “sabemos” en las personas que nos rodean. No solemos ser conscientes de ello porque preferimos vernos como unos cerebros aislados y cartesianos. A los novelistas, en especial, les encanta ensalzar las glorias de la mente solitaria; es lógico, dado que su trabajo les exige estar sentados a solas en una habitación durante años y años. Pero los demás, en general, pensamos y recordamos de manera social. Somos más tontos y tenemos una mente menos ágil si no estamos con otras personas; y ahora, otras máquinas.

De hecho, como interlocutores transactivos, las máquinas tienen varias ventajas sobre los humanos. Por ejemplo, si les hacemos una pregunta, podemos acabar obteniendo mucha más información de la que creíamos. Si estoy tratando de recordar qué parte de Pakistán ha sido blanco de toneladas de bombas arrojadas por aviones no tripulados y le pregunto a un colega informado sobre los asuntos internacionales, me contestará que “Waziristán”. Pero cuando hice la pregunta en internet, me enviaron a la página de Wikipedia sobre “Ataques con aviones no tripulados en Pakistán”. Acabé leyendo sobre el asombroso aumento de los ataques con aviones no tripulados (de uno al año a 122 al año) y varias informaciones muy interesantes sobre la sorprendente división de opiniones entre los residentes de Waziristán. Es evidente que era una forma de perder tiempo --pasé alrededor de 15 minutos echando un vistazo a distintos artículos de Wikipedia sobre tamas relacionados--, pero también aprendí más cosas y mejoré mis conocimientos generales y “esquemáticos” sobre Pakistán.

Imaginemos que mi colega se hubiera comportado como un motor de búsqueda y me hubiera dado una conferencia de cinco minutos sobre Waziristán. Lo más probable es que yo le hubiera interrumpido bruscamente. “¡Venga, tío!, que tengo que volver al trabajo”. Cuando las personas nos sueltan información sin que se la hayamos pedido, resultan hasta groseros. Cuando lo hacen las máquinas, resultan fascinantes. Y hay muchas oportunidades de comprobarlo. Se podría pensar que los motores de búsqueda se utilizan sobre todo para responder preguntas, pero algunas investigaciones han descubierto que hasta el 40% de todas las búsquedas son para recordar. Estamos intentando refrescar los detalles de algo que ya sabíamos.

Si utilizar el ordenador para despertar la memoria transactiva tiene algo de peligroso, no es que nos vaya a volver más tontos o más desmemoriados. Es que su mecánica es inescrutable. La memoria transactiva es más eficaz cuando una persona sabe cómo funciona la mente de su interlocutor: qué se le da bien, qué se le da mal, si tienen algún prejuicio. Son cosas que es posible saber de la gente a la que conocemos bien. Pero con las herramientas digitales es más difícil, sobre todo con los motores de búsqueda. Son empresas privadas que protegen sus algoritmos como si fueran las joyas de la corona. Y en ese sentido son distintas a todas las formas anteriores de memoria transactiva mecánica. Una biblioteca pública, un cuaderno, un montón de papeles, no guardan secretos intencionados sobre sus mecanismos. Un motor de búsqueda sí, y muchos. Necesitamos aprender sobre estas herramientas del mismo modo que enseñamos a los niños a leer y escribir; tenemos que ser escépticos cuando las empresas de búsqueda aseguran que son árbitros “imparciales” de la información.

Además, la memoria transactiva no es un cheque en blanco cognitivo. Alumnos de bachillerato, lo siento por vosotros: seguís teniendo que aprenderos de memoria montañas de datos, por razones cívicas, culturales y prácticas, porque una sociedad necesita bases comunes de conocimientos. Y, a nivel personal, porque sigue siendo importante estudiar despacio y aprender a fondo los temas, entre otras cosas, porque el pensamiento creativo --los hallazgos más innovadores-- nace de una reflexión profunda y a menudo inconsciente, la labor del cerebro que da vueltas a todas las informaciones que ha absorbido.

Ahora bien, dejemos de preocuparnos por que el iPhone nos vaya a arrebatar la memoria de nuestro cerebro. Hace tiempo que la memoria no está ahí y, sin embargo, sigue a nuestro alrededor.

Clive Thompson es desde hace muchos años colaborador de The New York Times Magazine y columnista en Wired. Es autor de Smarter Than You Think: How Technology Is Changing Our Minds for the Better.