Las líneas generales de la historia de Mark Zuckerberg —la infancia
en Dobbs Ferry, un barrio periférico del norte de Nueva York; las
guerras en la
Universidad de Harvard a causa de
thefacebook, y el ascenso imparable en Silicon Valley, California— ahora son de sobra conocidas. Pero la oferta pública de
Facebook,
aunque en su primer día no llegó a los 73.000 millones de dólares,
inicia un nuevo capítulo en una de las más grandes leyendas
empresariales de nuestro tiempo. Y también convertirá a Zuckerberg en
una persona casi inconcebiblemente rica.
No está mal para una empresa que hace ocho años ni siquiera existía.
Nadie ha tenido más influencia en este desenlace que Zuckerberg, el
último en un linaje de revolucionarios que se remontan a Gutenberg y que
han transformado por completo nuestra manera de comunicarnos y de
pensar.
Personajes asombrosos al margen, muchos se preguntan si este joven
está realmente preparado. Dicho claramente, ¿es lo bastante maduro para
dirigir una empresa pública más valiosa que
McDonald’s
o Goldman Sachs? Las respuestas determinarán el futuro de Facebook,
además de la fortuna de sus nuevos accionistas públicos. Por primera
vez, Zuckerberg, de 28 años, será juzgado por un mercado de valores
implacable.
“Es una apuesta, y la apuesta consiste siempre en saber si el fundador puede llegar a alguna parte”, opina
Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn, asesor de Zuckerberg y uno de los primeros que financió Facebook. “Y a Zuck le ha ido espléndidamente”.
Es difícil rebatirlo. Sin embargo, la cuestión es adónde irá
Zuckerberg a partir de ahora como primer ejecutivo. Rehusó ser
entrevistado para este artículo, pero las conversaciones con docenas de
capitalistas de riesgo y emprendedores de Silicon Valley, además de
compañeros de Facebook y personas ajenas a la empresa que han ejercido
como sus mentores, pintan un panorama prometedor. Según dicen, es un
líder cada vez más seguro de sí mismo, una persona atemperada por los
fracasos —algunos, estrepitosos— y por éxitos asombrosos.
Amigos y compañeros coinciden en que el objetivo de Zuckerberg es ser
consejero delegado a largo plazo. Incluso ahora, con unos beneficios
multimillonarios a su alcance, sigue siendo consciente de sus
limitaciones, aseguran estas personas. En sus puntos fuertes —el diseño
de productos y la estrategia— tiende a controlarlo todo. En los débiles
—gestión diaria y operaciones— contrata a gente más preparada. Ha
fichado a importantes ingenieros y directores, entre ellos la formidable
Sheryl K. Sandberg, de 42 años, su refinada número dos en la empresa.
Pero fuera de su sede en Menlo Park, California, Zuckerberg ha
cultivado como asesores a gigantes de la tecnología como Bill Gates y
Steve Jobs, y a otros tan dispares como Marc Andreessen, cofundador de
Netscape, y Donald E. Graham, presidente y consejero delegado del grupo
Washington Post.
Un inversor cuenta que, cuando conoció a Zuckerberg en 2005, el joven
quería algo más que dinero. Deseaba conocer a Gates. Y al final lo
consiguió por sí solo; actualmente, Gates le asesora habitualmente en
materia de filantropía y administración.
Zuckerberg todavía puede parecer un inadaptado social. “Mark y su
típica sudadera de capucha: en realidad está demostrando a los
inversores que no le importan demasiado”, comenta Michael Pachter,
analista de Wedbush Securities, a Bloomberg TV. “Hará lo que ha hecho
siempre”, añade. “En mi opinión, es una señal de inmadurez. Creo que
debe darse cuenta de que en estos momentos está atrayendo a los
inversores como una nueva clientela, y que tiene que mostrarles el
respeto que se merecen porque les está pidiendo su dinero”.
Sin embargo, es innegable que Wall Street y los 901 millones de
usuarios mensuales de Facebook en todo el mundo se han acostumbrado a
las rarezas de Zuckerberg. “Absorbe conocimientos como una esponja.
Posee la relación pregunta-conversación más alta de todas las personas
que conozco”, dice un amigo suyo, que ha hablado con la condición de que
no se divulgue su nombre. “Tiene una idea muy clara de lo que se le da
bien y de aquello en lo que es normal o mediocre”.
Zuckerberg siente fascinación por la Grecia y la Roma antiguas. De niño, su videojuego favorito era
Civilization, cuyo objetivo era “construir un imperio”.
Sin embargo, en 2006 estuvo a punto de perder el control de Facebook,
algo que ha llegado a considerar uno de sus mayores fracasos como
directivo. En aquel entonces, el ejecutivo de Yahoo Daniel L. Rosensweig
cortejaba obstinadamente a Facebook con la esperanza de que su empresa
lo comprara. El precio que puso Zuckerberg era de 1.000 millones de
dólares.
Ambos cerraron el acuerdo con un apretón de manos. Entonces, el
precio de las acciones de Yahoo se desplomó en la Bolsa y la empresa
redujo la oferta a 850 millones. Zuckerberg abandonó y juró que nunca
más cometería ese error. “Si no quieres vender tu empresa, no empieces a
hablar de su posible venta”, decía en la conferencia que pronunció en
la Universidad de Stanford (California), el pasado otoño. Despidió a sus
compañeros de Facebook que respaldaban el acuerdo.
Zuckerberg hizo gala de sus convicciones cuando Facebook afrontó la
espinosa cuestión de la privacidad en la Red. Cuando la red social
presentó a su proveedor de noticias en 2006, muchos usuarios
manifestaron indignación porque sus páginas mostraran automáticamente
todos los cambios y actividades del perfil.
Zuckerberg acabó pidiendo disculpas, pero el proveedor de noticias
permaneció en gran medida intacto. De hecho, a día de hoy sigue
presionando a los usuarios para que compartan más información, a menudo
sin que sean plenamente conscientes de ello, y solo desiste cuando las
protestas son enérgicas.
Beacon, un programa de publicidad que promocionaba automáticamente
las compras de los consumidores en páginas como Amazon en Facebook, fue
un fracaso. Zuckerberg lo descartó, y más tarde zanjó una querella
colectiva pagando 9,5 millones de dólares para crear una fundación que
defendiera la privacidad. Luego pasó a otra cosa.
En 2005, Zuckerberg acudió al grupo Washington Post para averiguar si
quería invertir en Facebook. Como relataba David Kirkpatrick en
The Facebook effect,
a Zuckerberg le sorprendieron las diferencias entre el grupo Washington
Post y las empresas de tecnología de Silicon Valley. “Me quedé
boquiabierto con la diferencia en la cultura, que allí se centra solo en
el largo plazo”, recordaba Zuckerberg en el libro.
Más tarde, Zuckerberg se convirtió en la sombra de Graham durante
cuatro días, asistiendo a reuniones e intentando comprender cómo se
dirige una gran empresa. Al final, la compañía se negó a invertir, pero
Zuckerberg quedó impresionado no solo por la visión de futuro de Graham,
sino también por la estructura de accionistas de su grupo. Tiene dos
tipos de acciones, lo cual otorga a la familia Graham un importante
poder de voto. Zuckerberg emuló esa estructura. Será propietario de una
participación minoritaria en la empresa, pero controlará más de la mitad
de los votos.
Sean Parker, cofundador de Napster y primer presidente de la empresa,
también aportó lecciones valiosas. Parker, que ahora tiene 32 años,
ayudó a redactar documentos legales que garantizan a Zuckerberg dos
puestos en la junta directiva de Facebook (Parker obtuvo uno). Mientras
Zuckerberg ocupe un asiento, nadie podrá arrebatarle sus acciones.
Cuando Parker abandonó Facebook, cedió su puesto a Zuckerberg.
Este buscó a Jobs desde el principio. Ambos daban paseos por la sede
de Apple en Palo Alto, y entablaron lo que muchos describen como una
importante relación personal a pesar de su ocasional rivalidad en los
negocios (Zuckerberg también se inspiró en los diseños de Apple y tomó
las conferencias anuales de Macworld como modelo de las ponencias F8 de
Facebook).
“No necesitamos abogados. Hablemos entre nosotros”. Esas son las
palabras que a menudo utiliza Zuckerberg cuando aborda a una empresa que
quiere comprar. Durante los últimos ocho años, Facebook ha adquirido
diversas firmas de nueva creación, como FriendFeed, Snaptu y Gowalla. En
abril anunció que comprará Instagram por 1.000 millones de dólares.
Ha demostrado ser un avezado negociador de acuerdos. “Mark convence a
las empresas que va a adquirir de que deben aceptar un acuerdo según
una valoración prevista”, señala un consejero delegado. “Luego habla de
nuevo con quienes desean invertir en Facebook y les dice: ‘Esta nueva
empresa va a unirse a nosotros por esta valoración y debéis invertir de
acuerdo con esa cifra”, añade. El acuerdo con Instagram ha puesto de
relieve la manera en que Zuckerberg ha consolidado su poder a lo largo
de los últimos ocho años.
Así pues, Mark Zuckerberg nunca ha estado tan seguro de sí mismo o,
teniendo en cuenta la oferta pública inicial, tan expuesto. Según
cuentan, tiene pocos amigos fuera de la empresa. Acaba de casarse con su
novia de toda la vida, Priscilla Chang. Y tiene un perro, que, al igual
que su dueño, cuenta con una página en Facebook que ha recibido 541.786
“me gusta”.
A veces juega al hockey sobre patines delante de la sede de la
empresa junto a varios de sus asesores. Patinan con intensidad, mientras
planean cuidadosamente los tiros a puerta. Y juegan para ganar.