Ninguna cámara Olympus de objetivos intercambiables estuvo entre las 10
más vendidas
durante febrero en Japón. La empresa busca romper su mala racha con
esta cámara de 1.099 euros: la OM-D EM5. Se trata de una máquina
semiprofesional con la que quieren volver a ser una referencia en ese
sector. Hemos probado a fondo durante varios días una de las OM5
distribuidas a algunos medios de comunicación antes de su lanzamiento.
Con la nueva cámara la firma japonesa quiere dar un golpe de efecto
como el de 2009. Entonces resucitó en clave digital su gama de cámaras
Pen, la otra familia analógica con la que hizo historia en el siglo XX.
La
Pen EP-1
dio mucho que hablar por su diseño, por ser la primera cámara compacta
con objetivos intercambiables y por usar un sensor similar al de las
réflex.
Tal ha sido la repercusión de esa fórmula que desde entonces casi
todas las grandes marcas de tecnología fotográfica han seguido los pasos
de Olympus y Panasonic, la otra empresa del
consorcio Micro 4/3.
Sólo Canon no cuenta en su catálogo con una gama de cámaras con
objetivos intercambiables alternativa a la tecnología del espejo
abatible y visor óptico de las réflex, que cada vez pierden más
protagonismo en beneficio de las denominadas EVIL. Algo que en parte
explicaría la caída de ventas de Canon.
El fallo que ha cometido Olympus ha sido crear dudas entre su clientela sobre su
sistema réflex.
Hace casi dos años que no presentan una nueva cámara con espejo, lo que
en el sector viene a significar que se ha tirado la toalla por muchos
desmentidos que se hayan realizado.
Hasta cierto punto la EM5 puede contrarrestar a la
X-Pro 1 de Fuji,
una cámara con el mismo estilo clásico que es su competidora más
directa. Tanto la máquina como los objetivos del sistema de Fuji son más
caros, apenas hay accesorios adaptados y sólo pueden usarse tres
ópticas al optar la empresa por romper su alianza con Nikon, cuyo
sistema de lentes era el que usaban las Fuji profesionales hasta la
fecha. Olympus sí tiene un amplio catálogo de objetivos y accesorios con
el que respaldar a su nueva gama OM-D.
Supone un cambio radical en una cámara de ese segmento hacer una
fotografía sin usar el clásico visor óptico de las réflex, pues la EM5
equipa uno electrónico. Olympus se ha esmerado en la fabricación de ese
nuevo elemento, pues su calidad poco tiene que ver con el que tuvimos la
oportunidad de probar en la primera cámara Micro Cuatro Tercios que se
lanzó al mercado en 2008, la
Panasonic DMC-G1.
Sin embargo, aunque en condiciones óptimas de luz el visor digital de
la EM5 funciona de forma muy correcta si trabajamos en la penumbra o
por la noche la calidad de la imagen se resiente un poco. A cambio vemos
exactamente la foto que captará la cámara antes de hacerla. Algo
especialmente interesante si disparamos en blanco y negro o en un modo
de color personalizado. Por supuesto, también podemos ver en esa
pantalla todos los parámetros técnicos de la toma.
Pero tanta información al encuadrar puede distraernos del algo tan
fundamental como analizar la propia escena que vamos a fotografiar. El
fotógrafo
Ricardo Cases,
que usa desde hace años una Canon EOS 5D, nos cuenta al preguntarle
sobre ese nuevo elemento que “para mi la fotografía fue una herramienta
interesante debido a mis dificultades de concentración y el visor
tradicional supuso una gran ayuda porque limita la información que
recibe el ojo”.
Por su parte,
Siqui Sánchez,
un profesional especializado en fotografía industrial y publicitaria,
también reivindica la importancia de no encuadrar en la pantalla
trasera: “prefiero el visor óptico, pero lo fundamental es que la cámara
tenga un visor incorporado al que pueda acercar el ojo, aunque sea
electrónico. Lo que no soporto es tener que mirar una pantalla a
distancia”.
En definitiva, para un fotógrafo aficionado puede no ser un problema
encuadrar sin la ayuda de un visor óptico, pero sí puede serlo para un
profesional que use una cámara con esa tecnología a diario. Entre otras
cosas porque la imagen electrónica provoca cansancio visual. Eso por no
hablar de la barrera psicológica que produce observar una escena
mediante un filtro digital, por muy bien realizado que esté.
Por eso Fuji ha incorporado en la X-Pro 1 un visor híbrido, óptico y digital. Aunque produce un
error de paralaje
en modo óptico al usarlo en distancias cortas, pues no coincide lo que
se ve en él con lo que se verá en la foto, es una solución que
seguramente convencerá a más fotógrafos que la de Olympus. Quizá la
empresa debería considerar para el futuro una solución parecida en la
gama OM-D.
Igual calidad que una réflex
Lo primero que llama la atención de la Olympus OM-D EM5 es el diseño
clásico que hereda de sus antecesoras analógicas. Pero más allá de ese
detalle estético lo que de verdad destaca es la gran calidad de sus
materiales. El plástico sólo hace acto de presencia en su cuerpo en la
empuñadura de goma, algo con lo que marca claras distancias con muchas
endebles réflex de gama básica y media. De hecho, la resistencia a las
salpicaduras y al polvo se encuentra entre sus características. Su
ergonomía también es excelente. Se agarra firmemente y las ruedas de
control situadas en su parte superior permiten modificar con una sola
mano la velocidad de obturación y la abertura del diafragma.
Otra gran duda que suscita esta cámara sin espejo es si su calidad de
imagen es equiparable a la de una réflex avanzada con sensor APS-C,
pues el de la EM5 es de tamaño algo menor a los de ese formato. Eso en
principio parece ser un problema. La teoría dice, y la práctica casi
siempre lo confirma, que un sensor de grandes dimensiones permite captar
mas detalles y mejor en una imagen (es lo que se denomina rango
dinámico), además de tener un rendimiento superior al usar
sensibilidades ISO elevadas con poca luz. Es el mismo principio por el
que la película analógica mejora en calidad al aumentar su tamaño.
Esa fórmula se cumple sobre todo cuanto menor es la resolución de la
cámara en cuestión, pues aumentar el número de megapíxeles supone que
cada celda dedicada a captar la luz en el sensor tiene una menor
superficie, lo que reduce su precisión. Por lo que se resiente la imagen
fotográfica si el fabricante se excede con los megapíxeles.
Hasta la fecha Olympus había mantenido que sus cámaras de objetivos
intercambiables no pasarían de la barrera de los 12 megapíxeles. La OM-D
EM5, con 16, es la primera excepción a esa regla establecida por ellos
mismos. Para saber hasta que punto sale bien parada de esa apuesta hemos
realizado una serie de fotos a diferentes sensibilidades con la nueva
máquina y con una cámara réflex de gama básica, la Nikon D3100, cuyo
sensor APS-C tiene un mayor tamaño y dos megapíxeles menos de
resolución. Lo que en teoría debería garantizar una mejor calidad de
imagen sobre la OM-D. Sin embargo, el análisis nos dice que la Nikon se
sitúa un paso por detrás.
Para comprobarlo basta con ver las fotos de ambas disparadas a 3200
ISO, la máxima sensibilidad calibrada que ofrece la D3100. Aunque la
prueba se ha realizado contrastando imágenes en Jpeg -ningún programa se
entiende aún los archivos RAW de la Olympus- no es probable que las
diferencias se deban sólo al software interno de ambas máquinas. En los
casi dos años que separan el lanzamiento de la D3100 y la EM5 la
evolución de los sensores de imagen ha sido importante. Lo que
explicaría esa diferencia.
Rapidez de réflex
La velocidad y la precisión del enfoque también están entre las
características a tener en cuenta de cara a rivalizar con las réflex.
Cuando hace más de tres años se lanzaron las primeras cámaras sin espejo
de objetivos intercambiables la lentitud a la hora de lograr una imagen
enfocada era uno de sus problemas. Hoy, según Olympus, la EM5 dispone
del sistema de enfoque más rápido del mercado. Aunque lo cierto es que
se demuestra muy capaz, incluso en la penumbra, la afirmación nos parece
exagerada. En cualquier caso no tiene nada que envidiar a muchas
cámaras réflex de gama media.
Otro de los puntos fuertes de la máquina es su estabilizador de
imagen. Olympus dota a sus cámaras con una tecnología que mueve el
sensor de imagen compensando la vibración de las manos. Eso permite
reducir la velocidad de obturación sin obtener imágenes movidas con
cualquier objetivo, incluso los más antiguos que podamos emplear
mediante adaptadores.
Sólo Pentax usa actualmente también ese sistema. El resto de
fabricantes lo incorporan en los objetivos, logrando hasta la fecha algo
más de efectividad al reducir el movimiento. Pero eso parece que ha
cambiado. La OM-D EM5 estrena un estabilizador en el cuerpo de cinco
ejes bastante interesante. Hemos realizado pruebas disparándola sin
trípode con una distancia focal equivalente a 50 mm en película de 35
mm.
El resultado son imágenes nítidas incluso con una velocidad tan lenta
como 1/4. Si a eso sumamos su buen rendimiento hasta 6400 ISO -aunque
puede llegar a 25.600 ISO no es conveniente sobrepasar esa cifra- nos
encontramos que la máquina puede disparar fotos prácticamente a oscuras
con calidad.
Tampoco está nada mal el disparo en ráfaga, pues con la tarjeta de
memoria adecuada es capaz de llegar a las nueve fotos por segundo
(captando simultáneamente archivos Jpeg y RAW). Aunque tras la primera
secuencia el ritmo disminuye hasta una foto por segundo aproximadamente
con un máximo de 20 tomas, 70 si disparamos únicamente en Jpeg.
No son las 14 fotos por segundo de la Canon EOS- 1D X, la más rápida
del momento, pero la velocidad de la EM5 es suficiente incluso para
usarla en fotografía deportiva, al menos si no somos demasiado
exigentes. A diferencia de las máquinas profesionales de Canon y Nikon,
la velocidad máxima sólo se logra con un enfoque y una medición de luz
invariables durante la ráfaga. Si queremos que ambas cosas funcionen la
velocidad se reduce a 4 fotos por segundo. Probablemente, por detalles
de esa clase un portavoz de Olympus declaró al medio especializado
quesabesde.com que la EM5 no está destinada a profesionales. Pues situarla en un rango superior provocaría comparaciones no deseables.
En el apartado del vídeo la cámara se desenvuelve mejor que cualquier
otra de la firma. Graba con una resolución Full HD 1920x1080p a 30 fps y
usa el códec profesional AVCHD. Permite emplear controles manuales
antes de comenzar la grabación, pudiendo establecerse una sensibilidad
de entre 200 y 3200 ISO. Al compararla con la grabación de vídeo de la
Nikon D3100 observamos que la tasa de fotogramas por segundo es algo
menor en el caso de esa réflex -24 fps-.
Al analizar la calidad de la imagen en movimiento en una y otra
obtenemos resultados contradictorios. La compresión del vídeo en la EM5
juega malas pasadas al mover rápidamente la cámara. Más acertada es su
capacidad para mostrar fielmente el color y el rango dinámico de los
fotógramas (según las pruebas que hemos realizado con Adobe Lightroom
4). En cualquier caso las diferencias entre una y otra no son abismales.
En lo que respecta al sonido del micrófono interno la EM5 graba en
estéreo y la D3100 en mono. La Olympus permite usar un micrófono externo
mediante un adaptador en grabaciones profesionales.
En definitiva, la EM5 no alcanza el grado de calidad en este apartado
de algunas cámaras réflex de gama alta, sobre todo de Canon, ni el de
la Panasonic GH2, que usa la misma tecnología Micro Cuatro Tercios de la
Olympus y que ha demostrado ser la cámara más interesante sin espejo al
grabar vídeo (sobre todo si usamos un software interno alternativo al
del fabricante). Pero en cualquier caso la compañía demuestra su interés
en ese aspecto de la cámara, pues con la EM5 llega también un objetivo
motorizado de 12-50 mm, bastante silencioso y que permite acercarnos con
un suave movimiento a cualquier motivo. Algo indispensable para grabar
vídeo.
Ahora sólo falta por ver si las buenas vibraciones que Olympus
transmitió a muchos fotógrafos en el pasado se repiten y logra salir de
su travesía por el desierto. Conociendo en la práctica lo que aporta la
OM-D EM5, que se venderá en España a partir de abril a un precio de
1.099 euros, puede que así sea. Al menos si su visor electrónico no agua
la fiesta.