Pasada la medianoche, en un depósito sutilmente iluminado ubicado cerca de la bahía de San Francisco,
Kevin Systrom y Mike Krieger
presentaron algo sobre lo que habían estado trabajando durante semanas:
una aplicación para iPhone que se utiliza para compartir fotografías,
llamada Instagram. Lo que sucedió después fue más loco que lo que
podrían haber imaginado.
En cuestión de horas, miles de personas la descargaron.
Los sistemas de computadora que manejan las fotografías continuaron
fallando. Ninguno de ellos sabía qué hacer.
"¿Quién es la persona más astuta a la que puedo
llamar?", recordó que pensaba Systrom. Él buscó en el directorio de su
teléfono y halló a su hombre: Adam D'Angelo, un ex jefe de tecnología en
Facebook. Ellos se habían conocido en una fiesta hacía siete años,
tomando cerveza en tazas de plástico rojo, en la fraternidad Sigma Un,
de la Universidad Stanford. Esa noche de octubre de 2010, D'Angelo se
convirtió en la soga para la salvación de Instagram.
"Adam pasó aproximadamente 30 minutos hablando por
teléfono con nosotros", recordó Systrom, "guiándonos por las cosas
básicas que necesitábamos hacer para recuperarnos".
Systrom, quien ahora tiene 29 años, ofreció esto a modo
de parábola en el cuarto repleto de personas que deseaban llegar a ser
empresarios, y que habían venido a escucharlo hablar en Stanford, la
última primavera boreal: en la intensamente competitiva escena de los
"recién iniciados" aquí, el éxito está muy asociado a quién conoces y
qué tanto sabes de la otra persona. "Asegúrense de pasar algún rato
después de la charla conociendo a las personas que los rodean", dijo a
la audiencia.
Esas personas, podría haber agregado, algún día podrían
moldear sus destinos. Ellos algún día podrían colocar dinero a la
fuerza en sus manos. Podrían codearlos para que abandonen el trabajo
fijo y apuesten a una vaga idea. Esta semana, apenas 18 meses después de
aquella noche en el depósito, Instagram fue adquirido por Facebook, que
pagó
1000 millones de dólares , convirtiendo de este modo a Systrom, a Krieger y a varios de sus inversores amigos en multimillonarios.
El extraordinario éxito de Instagram es un relato sobre la cultura de la
escena tecnológica del área de la Bahía, la cual funciona gracias a una
red de tejido apretado compuesta de empresarios e inversores que nutren
los proyectos mutuos con dinero, consejos y también con la presentación
de las personas adecuadas. En líneas generales, se trata de una red de
hombres jóvenes, muchos de los cuales se educaron en Stanford y tuvieron
la atención de los capitalistas de riesgo más importantes del mundo,
incluso antes de abandonar la ciudad universitaria.
En este grupo, se considera que tomar riesgos es una prueba de
valentía. Las ideas son desechables: si uno no trabaja, rápidamente se
lo cambia por otro. El ritmo es importante. Tú haces tu propia suerte.
"Hay cierta cosa de hallazgo por casualidad respecto de
los emprendedores, pero las personas triunfadoras son las que necesitan
encontrar los empresarios para hacer aquellas conexiones que llevan al
éxito", expresó Ted Zoller, un antiguo miembro de la Fundación Ewing
Marion Kauffman, quien estudia desarrollo económico vinculado con el
ámbito empresarial. "Los lazos sociales que haces se correlacionan
directamente con el éxito".
Para Systrom, las conexiones forjadas en Stanford fueron cruciales.
D'Angelo, un graduado en el año 2006, del Instituto de
Tecnología de California, lo ayudó a encontrar ingenieros, a configurar
bases de datos y a enriquecer las características del sistema.
Inmediatamente después de que Instagram salió a la luz, D'Angelo
invirtió en él. Lo mismo hizo
Jack Dorsey
, de 35 años, quien es uno de los fundadores de Twitter; Systrom había
sido un pasante en la compañía que posteriormente se convirtió en
Twitter.
Un colega en Google, donde Systrom trabajó
inmediatamente después de terminar la universidad, le presentó a Marc
Andreessen, un capitalista de riesgo que ya había invertido millones en
Facebook. Durante la primavera boreal del año 2010, incluso antes de que
naciera Instagram, Andreessen le entregó un cheque por 250.000 dólares.
El invernadero para muchas de estas conexiones vitales
fue un competitivo programa de estudio y trabajo para recientes
empresarios, denominado Programa Mayfield Fellowship. Systrom fue
miembro de dicho programa en el año 2005; Krieger le siguió dos años
después. Fue importante para ambos ya que puso a los dos hombres en
contacto con empresas recién iniciadas y de gran aceptación en el área
de la Bahía, junto con capitalistas de riesgo que deseaban sembrar
empresas más nuevas y de mayor aceptación.
"Hay grandes oportunidades de conocer a capitalistas de
riesgo y hacer conexiones", recordó Becky Neil, quien estuvo en el
programa Mayfield con Systrom, en el año 2005. "Nosotros los tratamos
como nuestros pares".
Tanto Systrom y Krieger no quisieron hacer comentarios
para este artículo, y alegaron restricciones regulatorias, adelantándose
a la oferta pública de Facebook.
Los orígenes de los futuros multimillonarios
Systrom creció en un suburbio de Boston y concurrió a
la escuela Middlesex, una academia privada ubicada en Concord,
Massachusetts, con 375 alumnos y casi la mitad de esa cifra en hectáreas
de extensión.
En 2002, él se inscribió en Stanford, y se especializó
en ingeniería y ciencias de la administración, un programa creado para
aquellos que deseaban estar inmersos en el mundo de los negocios.
Systrom pasó a formar parte de la fraternidad Sigma Un, la cual, tal
como recuerda Neil, era famosa por sus fiestas relativamente insulsas;
de esas que no terminaban con alguien al que había que salir corriendo
para llevarlo al hospital. Se las promovía con videos de música, algunos
de los cuales muestran a un pícaro Systrom.
Sus compañeros recuerdan a Systrom por tener buen ojo
para la fotografía y el diseño; él realizaba presentaciones en clase que
estaban entre las más hermosas que se exhibían. Era naturalmente
sociable y también estaba entusiasmado por ser empresario. Durante un
corto tiempo, dirigió un negocio de comidas por encargo, como, los que
figuran en Craigslist, para los alumnos de Stanford. Ya en el año 2005,
recordó un compañero de clase, Alex Gurevich, Systrom tenía su mira
puesta en los teléfonos móviles porque consideraba que eran lo que haría
furor en el futuro.
Systrom no estaba muy preparado para largarse solo.
Después de graduarse, fue a trabajar a Google, en la vecina ciudad de
Mountain View. Según los estándares de sus compañeros, a eso se lo
consideraba un trabajo bueno y seguro, aunque no terriblemente de onda. Y
él comenzó allí años después de que Google cotizara en bolsa, lo cual
fue demasiado tarde como para obtener ganancias inesperadas. Allí duró
menos de tres años y se pasó a Nextstop, un sitio de recomendaciones de
viajes que fue fundado por ex colegas de Google y que fue finalmente
adquirido por Facebook. Pero Systrom, según recordó Gurevich, era
"inquieto". Había hecho suficientes contactos con inversores durante sus
días en Stanford y, para comienzos del año 2010, tenía un atisbo de
idea de negocio.
Su gran oportunidad, si hubo alguna, llegó en una
fiesta en el Madrone Art Bar, en enero de 2010, con la apertura de una
empresa llamada Hunch, como el host. Allí, conoció a Steve Anderson, de
44 años, quien es el fundador de Baseline Ventures y también es un
inversor experimentado, quien para ese entonces tenía intereses en
Twitter. Systrom sacó su iPhone y le mostró algo que estaba creando,
llamado Burbn, después de que había tomado su bebida alcohólica
preferida.
Según recuerda Anderson, Systrom tenía un prototipo y
una vaga idea. Quería crear un servicio que permitiera a las personas
compartir su ubicación con amigos, al igual que la famosa aplicación
Foursquare, y que tuviera algunas herramientas vinculadas con la
fotografía. Estaba probando el prototipo con amigos.
"Sabíamos que todo lo que tuviera que ver con la
telefonía móvil iba a ser importante, y sabíamos que había una
oportunidad para crear experiencias irresistibles para los dispositivos
móviles", recordó Anderson de sus conversaciones iniciales. "Pero
nosotros no sabíamos mucho más que eso".
Anderson estaba preocupado por una cosa: la cámara de resonancia que
puede acosar a una compañía nueva formada por una sola persona. Él
sugirió que Systrom debía hallar un socio. Y Systrom estuvo de acuerdo.
En pocos días, Anderson transfirió 250.000 dólares a una compañía recién
nacida, establecida por un abogado que había recomendado a Systrom.
Andreessen pronto agregaría 250.000 dólares de su propia firma. Systrom
pudo entonces abandonar su trabajo fijo.
Su búsqueda de un socio naturalmente lo llevó a la red
Mayfield, y a Krieger, un inmigrante de Brasil conocido como Mikey y, en
palabras de Gurevich, un "activo ingeniero".
Krieger aportó diferentes habilidades. Se había
especializado en sistemas simbólicos, un programa interdisciplinario que
une la codificación con la psicología, la lingüística y la filosofía.
Uno de los proyectos de Krieger, tal como mencionó su profesor Clifford
Nass, fue diseñar una interfaz de computadora para calcular la emoción
humana.
"Él claramente estaba muy interesado y meditabundo
respecto de la psicología", dijo Nass. "Ves eso en Instagram. No es un
triunfo de la tecnología. Es un triunfo del diseño y de la psicología".
Los dos hombres comenzaron trabajando en Dogpatch Labs,
ubicada en un antiguo embarcadero, con redes de pesca colgadas de las
paredes y largas mesas que funcionaban como un espacio de oficina
compartido para las compañías de tecnología con aspiraciones de
progreso. Julian Green, quien trabajó poco tiempo en Dogpatch, recordó
que los dos hombres estaban inusualmente obsesionados con los detalles
de diseño. Una vez, dijo, pasaron dos horas perfeccionando los extremos
redondeados de los íconos de la aplicación.
Una de las lesiones cruciales de Instagram es que sus fundadores no pasaron mucho tiempo preocupándose por su idea original.
Inmediatamente después de que comenzaron a trabajar
juntos, en marzo de 2010, Krieger y Systrom decidieron que Burbn no
funcionaría. Tenía demasiadas funciones. Era demasiado parecido a lo que
Foursquare ya estaba haciendo. Ellos rápidamente cambiaron; pivotaron,
según la jerga de Silicon Valley. Decidieron que las fotografías,
populares entre los usuarios de Burbn, serían lo más importante.
El lanzamiento del iPhone 4 les brindó un anzuelo
perfecto: tenía una cámara de alto rendimiento y podía mostrar imágenes
de mayor resolución. Los usuarios podían tomar fotografías, realizarles
ajustes, escribir epígrafes y enviarlas al mundo. Le dieron un nuevo
nombre: Instagram.
"Le colocamos otro nombre porque sentimos que captaba
mejor lo que hacía: un telegrama instantáneo, en cierto modo", escribió
Systrom en Quora, un sitio de preguntas y respuestas que su amigo
D'Angelo había creado. "También sonó el nombre cámara-y."
Los hombres trabajaron hasta altas horas de la
madrugada, el 6 de octubre de 2010, para poner en marcha a Instagram. A
las 4 de la mañana, Systrom escribió en su Twitter: "Bueno, se fue una
noche de sueño".
Rob Abbott, uno de los asesores de Dogpatch Labs, quien
les estaba haciendo compañía esa noche, dijo: "Los recuerdo sentados
uno al lado del otro, con teléfonos desparramados sobre el escritorio y
latas de Red Bull".
Instagram despegó como un cohete, en parte porque
Systrom había incitado la demanda. Tal como explicó en una entrevista
que concedió a la cadena de televisión para Internet denominada
Revision3, en enero, Systrom permitió que algunos influyentes bloggers y
algunos contactos, como Dorsey, de Twitter, probaran una versión de la
aplicación antes de su lanzamiento oficial. Pronto Dorsey estaba
usándola para enviar fotografías a sus seguidores de Twitter y se corrió
la voz.
Pero el frenesí fue tanto una bendición como una
maldición. La pesada carga hizo que el esfuerzo de toda una noche se
tradujera en el alquiler de un servidor de Amazon, el cual facilitó el
agregado de capacidad para moverse al ritmo del crecimiento.
Systrom y Krieger pronto se acostumbraron a llevar
MacBook Airs y tarjetas inalámbricas a todos lados. Si había alguna
falla en el sistema, ellos rápidamente podrían conectarse a Internet y
solucionarla. "Lo cual sucedió muchísimo, debido a la afluencia de
tráfico", dijo Abbott.
De 25.000 usuarios que tuvieron en las primeras 24
horas, Instagram creció hasta alcanzar los 300.000 en la tercera semana,
y posteriormente llegó a las decenas de millones.
Con sus extravagantes bordes y filtros, que conferían a
las fotografías una potencia adicional o un brillo nostálgico, llegó al
corazón y al alma. Las personalidades del espectáculo lo adoptaron,
incluyendo a la estrella del pop Justin Bieber, el último mes de julio.
En Twitter, él publicó una fotografía Instagram del tránsito en Los
Ángeles. Las adolescentes gritaron; y después revisaron Instagram. Una
versión de la aplicación para Android, que fue lanzada este mes, atrajo a
un millón de personas en las primeras 24 horas.
Los fundadores mantuvieron a una escasa cantidad de
colaboradores en su equipo; agregaron 11 personas desde el lanzamiento
de la aplicación, incluyendo a varios graduados de Stanford. Los
inversores hicieron cola en la puerta.
Inversiones y el gran golpe de efecto: Facebook
Benchmark Capital, a cuyos socios Systrom había conocido mientras
estaba en la universidad, lideraron una ronda de inversiones de 7
millones de dólares, en febrero de 2010. Dorsey y D'Angelo se unieron.
La semana última, hubo una segunda ronda de financiamiento que valuó a
la compañía en 500 millones de dólares. Systrom dijo a los asociados
hace pocos meses que no estaba interesado en vender.
Pero luego llamó Mark Zuckerberg.
Cuando él y Systrom hablaron, el viernes último,
Zuckerberg, el jefe de Facebook, fue categórico: Facebook deseaba
comprar Instagram. Durante las 48 horas siguientes, las dos compañías
elaboraron minuciosamente los detalles para celebrar un acuerdo por
1.000 millones de dólares, en dinero en efectivo y en acciones, según
personas que conocían el tema y que hablaron desde el anonimato porque
las negociaciones fueron de carácter privado.
Para celebrar la ocasión, Zuckerberg escribió una larga
publicación en su página personal de Facebook, donde describió a la
transacción como un "importante hito" para la compañía, la cual ha
estado ansiosa por introducirse con más fuerza en las aplicaciones
móviles. El acuerdo, y la velocidad con la que se celebró, se traducen
en que Zuckerberg vio el meteórico ascenso de Instagram como una
potencial amenaza, ya sea como un servicio autónomo o en manos de uno de
sus rivales como Google o Twitter. Un vocero de Facebook se negó a
hacer comentarios.
Systrom no terminó derrotando a Foursquare. Sucedió que
él y Dennis Crowley, uno de los fundadores de Foursquare, crecieron en
ciudades vecinas, en Massachusetts. Hace dos años, para Navidad, se
encontraron en un bar local. El mes último, volvieron a verse en un
viaje de negocios a Londres, donde se reunieron con el primer ministro y
decidieron pasar unas breves vacaciones juntos en Escocia, repleto de
degustaciones de whisky escocés.
Systrom quizás perdió una conexión en el acuerdo: Dorsey, de Twitter.
Su compañía, según lo que diversas personas comentaron sobre el tema,
había expresado interés en comprar Instagram en los últimos meses.
Dorsey
alguna vez utilizó Instagram
diariamente para enviar fotografías a Twitter, pero desde el anuncio
del acuerdo no lo ha vuelto a hacer; quizás esto sea un signo de que no
está contento de verlo en manos de un competidor. Un vocero de Twitter
se negó a hacer declaraciones.
El equipo de Instagram estuvo en Facebook esta semana,
tal como está documentado por un vicepresidente de Facebook en (adónde
más) Instagram. Si Systrom permanecerá allí durante mucho tiempo es lo
que todos se preguntan. Con una inminente oferta pública, existe el
riesgo de que Facebook pronto se convierta en lo que era Google: un
lugar seguro, corporativo pero lejos de la onda bohemia y electrizante
de un emprendimiento. Y Systrom quizás nuevamente se ponga inquieto.