Tan pronto Rui Chenggang salió de la cómoda terminal
al caluroso estacionamiento del aeropuerto, una joven lo abordó. Cargaba
un ejemplar de su más reciente libro y un bolígrafo. Chenggang firmó la
primera página antes de entrar a un Mercedes negro que esperaba por él.
El vehículo lo condujo a un evento. Se sentó
tras una fila de guardias de seguridad –los brazos trancados para
contener a sus seguidores– y firmó unos 2.000 ejemplares de su libro.
Rui Chenggang es un personaje que, al menos en China, no necesita
presentación. En una buena noche, su programa de noticias en la
televisión es visto por unas 300 millones de personas. Tiene ocho
millones de seguidores en varios microblogs, incluido Weibo. Y sus
editores afirman que su más reciente publicación, “Algo por Nada”, que
habla del lugar que ocupa China en el mundo actual, vendió cerca de
200.000 ejemplares durante su primer mes en los anaqueles. Un
best-seller inmediato.
Por ello, cuando este periodista habla de
economía, la gente presta atención. Sus puntos de vista ilustran mucho
sobre el debate oficial en China. “No somos inmunes a la desaceleración
global”, afirma. “Hay una sensación de que estos 30 años de crecimiento
explosivo están por llegar a su fin”.
Gastar, no ahorrar
La economía china está mostrando señales de desaceleración.
En marzo, las autoridades redujeron la meta de crecimiento a 7,5%,
por debajo del promedio de 9,8%. En mayo, el gobierno reaccionó
impulsando nuevas inversiones en proyectos de infraestructura, plantas
de acero propiedad del Estado y planes públicos de vivienda. Y en junio,
por primera vez desde 2008, el Banco Popular de China disminuyó las
tasas de interés con el fin de estimular el crédito y el consumo.
“La población china está respondiendo a su
creciente prosperidad mediante el ahorro de sumas de dinero cada vez
mayores”, explica. “No gastan como lo hace la gente en Occidente. Hoy,
los chinos ahorran mucho más de lo que ahorraban en los años 80”.
Según estimaciones del Banco Mundial, los
hogares chinos ahorran más del 50% de su ingreso anual. En Estados
Unidos ahorran poco más del 10%. Para Chenggang, esto debe cambiar.
“Lograr que los consumidores chinos gasten más ayudará no sólo a China
sino al resto del mundo”.
Para él, las tasas de ahorro china son una
medida del nivel de inseguridad de la población. En la medida en que la
red de seguridad social y el imperio de la ley son débiles, la gente
tiende a ahorrar más, para protegerse a sí misma y a sus familias.
“La creencia, al principio de la apertura y la
reforma, fue que hacerse rico era una cosa buena, gloriosa, que la
riqueza prometía felicidad”, dice.
“Pero a medida que la gente se ha vuelto rica,
ha comenzado a entender que la riqueza acumulada no necesariamente
conduce a una mayor felicidad. Muchas veces la gente es más rica pero
probablemente menos feliz y se siente menos segura. Esto es un gran
signo de interrogación en los corazones y mentes de muchos chinos”.
No sólo es cuestión de números
Su entusiasmo por alejarse de la aridez de los análisis
macroeconómicos y entrar en discusiones sobre la felicidad y el
bienestar puede ayudar a explicar su celebridad, sobre todo entre los
jóvenes. Unos 5.000 estudiantes de la Universidad Anhui lo aclamaron
como a una estrella de rock cuando subió a la tarima tras firmar unos
libros.
A sus 35 años, este periodista es un veterano
del Foro Económico Mundial de Davos. Ha acudido año tras año desde que
tenía 22. En el libro abundan fotos suyas con gente como Warren Buffett y
Bill Gates. Sus conversaciones privadas contienen referencias
permanentes a estos y otros personajes: “Rupert (Murdoch) me contó que…
Henry (Kissinger) dijo”.
Sobre el escenario, su desempeño es tan bueno
como cualquiera de los políticos que ha conocido. Se tomó muy en serio
las preguntas de los estudiantes, echó chistes e incluso abandonó el
escenario para desplazarse entre la audiencia con el micrófono en la
mano.
Un estudiante le preguntó cómo convertirse en
tan “internacional”. La respuesta fue simple: piensa por ti mismo. Haz
preguntas. Lee extensamente.
En su microblog ha preguntado cuándo es que los
líderes chinos comenzarán a ser conducidos en autos chinos de lujo, en
lugar de las ubicuas marcas extranjeras de la actualidad.
Él conduce un Jaguar, producido por Tata Motors de India, “porque fue construido por una compañía de un país en desarrollo”.
Sus críticos –que los tiene– han apuntado hacia algo más: ciertos rasgos nacionalistas.
Chenggang impulsó con éxito una campaña para remover a Starbucks, el
gigante estadounidense del café, de la Ciudad Prohibida. Su argumento
fue que en un lugar de semejante importancia nacional debería haber una
tienda china.
Sin embargo, él no es antiextranjero ni
antiestadounidense. Estudió en la Universidad de Yale y viaja con
frecuencia a Estados Unidos para reunirse con altos funcionarios. Uno de
sus amigos más cercanos es Kevin Rudd, exprimer ministro de Australia.
Otra crítica, hecha sobre todo por aquellos que sólo lo han conocido a través de los medios: es pretencioso.
En una conferencia de prensa con el presidente
de Estados Unidos Barack Obama, en 2009, dijo que él podría representar a
“toda Asia” con su pregunta. Un comentario que sigue haciendo torcer
los ojos a muchos periodistas en Pekín.