Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, también
conocidos como BRICS, se reúnen esta semana, y en los primeros lugares
de la agenda está una iniciativa para lanzar una institución financiera
global alternativa.
La propuesta de una especie de “Banco Mundial
para países en desarrollo” es una de las principales que serán
discutidas en la cuarta cumbre de los BRICS, que se celebrará el próximo
jueves en Nueva Delhi, India.
El grupo de países en desarrollo, que engloba a casi la mitad de los
habitantes del mundo, estudia además tomar medidas para hacer que sus
diferentes mercados financieros tengan un mayor nivel de conexión.
Ambas iniciativas permitirían a los países
canalizar recursos para invertir en mejoras de infraestructuras, y
podrían ser usadas a largo plazo como vehículo para realizar préstamos
en épocas de crisis. Según representantes de los distintos países, el
organismo podría prestar dinero no solo a sus miembros, sino a otros
países en vías de desarrollo.
Casi la mitad de la población mundial
El grupo formado por Brasil, Rusia, India, China
y Sudáfrica constituye casi una cuarta parte de la economía mundial,
con unos US$13,5 trillones.
En el presente contexto de crisis económica, y
con las potencias occidentales cada más cerradas a las importaciones y
las ayudas, las economías emergentes vuelven a poner sobre la mesa una
serie de propuestas que no son nuevas.
Estos países han abogado desde hace tiempo por la apertura de una
instituciones cuyas decisiones son tomadas por los países que han
dominado la economía mundial durante las últimas décadas.
Pero ahora, cuando la economía de los países
emergentes crece y la de los países desarrollados libra una dura batalla
contra el desempleo y contra los coletazos de la crisis de 2008, las
posibilidades de una alternativa parecen más cercanas que nunca.
El anuncio de Obama de seguir con la tradición
de nombrar a un estadounidense como director del Banco Mundial puede
haber ayudado a que el proyecto fuese revitalizado.
Según los expertos, a pesar de que la idea
refleja una estrategia y un pensamiento a largo plazo, hay muchas
dificultades que habría que tener en cuenta.
Y una de las más importantes es que las
diferencias entre los distintos miembros del grupo son extremadamente
grandes. La política monetaria, por ejemplo, sería una de ellas.
A diferencia de los países europeos y Estados
Unidos, que conforman el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional, los BRICS son gobernados por distintos sistemas
políticos, desde los regímenes de Rusia o China a las democracias de
Sudáfrica, India y Brasil, y rara vez forman un bloque unido frente a
los asuntos globales.
Pero analistas afirman que hay sin embargo
muchas cosas en común, como la erradicación de la pobreza, el intento de
asegurarse los recursos alimentarios y energéticos, el desarrollo de
infraestructuras y la inversión en nuevas tecnologías.
Puntos en común
Además, todos los países BRICS han expresado sus
deseos de crear un sistema de salud asequible, y tienen una postura
similar en cuanto al cambio climático.
Fernando Pimentel, ministro de Comercio de Brasil, le dijo a la
agencia Reuters que los países firmarían un acuerdo durante la cumbre
para estudiar la posibilidad del banco conjunto y Sudhir Vyas,
representante del ministerio de Exterior indio, señaló que se debería
determinar cómo se quiere estructurar y capitalizar el banco.
Añadió que un proyecto de estas características requeriría tiempo, y que "no todos los días se planea la apertura de un banco".
Pimentel aseguró además que la propuesta del
proyecto no implicaría abandonar las instituciones financieras actuales,
sino que es un intento de responder a las necesidades económicas que
implican los nuevos tiempos.
Según el brasileño, el Banco Mundial y otras
instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo tienen
"funciones específicas que realizan muy bien, como proveer financiación a
países con rentas bajas, pero se necesita ir más allá".
Representantes del gobierno indio aseguraron que
los BRICS representan una oportunidad, especialmente ahora que surgen
nuevos polos de poder en el mundo.
El camino seguido por las potencias
occidentales, marcado por la industrialización y décadas de
colonialismo, parece mostrarse parcialmente agotado, y los nuevos
actores económicos buscan nuevas formas de controlar unas economías en
plena expansión.