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2020/04/03

Gusanos Anisakis aumentaron su población 283 veces en las últimas 4 décadas

Gran variedad de platos de comida no cocidos como el sushi se verán afectados por la cada vez más creciente población de gusanos parásitos del género Anisakis, de acuerdo al paper It’s a wormy world: Meta-analysis reveals several decades of change in the global abundance of the parasitic nematodes Anisakis spp. and Pseudoterranova spp. in marine fishes and invertebrates publicado en Global Change Biology.

La presencia de este gusano es 283 veces mayor que hace 40 años atrás.

Los huevos de estos gusanos flotan en el océano hasta el momento en el que eclosionan liberando a las larvas del parásito, estos son tragados por los krill (crustáceos pequeños) quienes posteriormente son devorados por peces pequeños y calamares que luego son presas de los peces más grandes.

Las ballenas y delfines completan el ciclo al devorar a las anteriores especies y expulsar nuevos huevos en sus excrementos.

Cuando un humano come accidentalmente el parásito puede sufrir de vómitos y diarrea, si bien el gusano no sobrevive más que pocos días en el tracto digestivo no sucede lo mismo con las especies marinas en las cuales puede desarrollarse y reproducirse.

El parásito muere cuando se congela o cocina la carne, el riesgo se encuentra cuando la carne está cruda, el gusano tiene el pequeño tamaño de una moneda por lo que un cocinero habilidoso podría detectarla visualmente y extraerla de la carne.

El análisis de 1978 se hizo sobre más de 55 mil especímenes de 215 especies de peces detectándose una proporción de un gusano por cada 100 peces, en el 2015 la proporción detectada fue de un gusano por cada pez.

Si bien para el ser humano significa un riesgo bajo el problema se dará en sus huéspedes marinos por las infecciones que pueden provocar como sucede con el salmón del atlántico en el cual provoca el sindrome respiratorio rojo que provoca la apertura de los tractos reproductivos y respiratorios e incluso la hinchazón o el sangrado.

Los anisakis son comúnmente detectados en los cadáveres de ballenas pero no se tiene en claro qué daño podrían producir en esas especies que son las preferidas por los gusanos para completar su ciclo de vida y dejar sus huevos que luego se esparcirán por el océano, entre las hipótesis que se manejan sobre el crecimiento de su población está la repoblación de ballenas en los océanos pero la más probable involucra al cambio climático y calentamiento de los océanos.

2012/03/12

Algunas especies de coral se adaptan al cambio climático

Los arrecifes de coral se encuentran entre los ecosistemas más amenazados por el calentamiento global, pero la evidencia sugiere que algunas especies de coral pueden ser capaces de adaptarse a los océanos más cálidos. En un estudio, publicado en la revista PLoS One, un equipo internacional de investigadores informa de que las poblaciones de coral que, inesperadamente, sobrevivieron a un evento de blanqueamiento masivo en 2010, en el sudeste de Asia, habían experimentado, previamente, una severa decoloración durante 1998.
El equipo analizó lo que ocurrió en tres lugares, durante el evento de 2010, y encontró que, en Indonesia, los corales respondieron a las altas temperaturas del mar creciendo demasiado rápido, sufriendo así muchas pérdidas. Sin embargo, en los sitios monitoreados en Singapur y Malasia, la tendencia habitual se invirtió: las colonias que son, normalmente, susceptibles al rápido crecimiento (Acropora), tenían un aspecto sano y totalmente pigmentado.
"El blanqueamiento del coral, causado por la ruptura de la relación entre el coral y sus algas simbióticas, está fuertemente correlacionado con las temperaturas del mar inusualmente altas", señala el autor principal, el doctor James Guest, del Centro UNSW para la Bio-innovación Marina, y el Centro Superior de Biotecnología Ambiental de la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur.
Según Guest, "ciertos tipos de corales tienden a ser más resistentes a la decoloración que otros. Esto ha llevado a la predicción de que las especies más resistentes, de crecimiento lento, remplazarán a las menos resistentes, de crecimiento rápido.
Sin embargo, durante el evento de 2010, la jerarquía normal de la susceptibilidad de las especies se invirtió en algunos lugares. Los corales en nuestro sitio de estudio de Indonesia, en Pulau Weh (Sumatra), siguieron el patrón habitual, causando la muerte de alrededor del 90% de las colonias de especies de crecimiento rápido. Pero el patrón cambió en los sitios de estudio de Singapur y Malasia, a pesar de que la temperatura del mar causó un estrés térmico similar en todos los sitios".
El experto añade que "cuando nos fijamos en los datos archivados de la temperatura superficial del mar, y en los últimos registros de blanqueamiento, observamos que los lugares que mostraban una jerarquía inversa de la susceptibilidad, y un blanqueamiento menos grave en el 2010, había sufrido el blanqueamiento durante el año 1998. En contraste, el sitio que mostró una jerarquía normal de blanqueo y severa decoloración en 2010, no sufrió el blanqueamiento de 1998. La explicación más lógica, por lo tanto, es que las poblaciones de coral blanqueadas durante el calentamiento de 1998, se han adaptado al estrés térmico. Esto es controvertido porque muchos científicos creen que los corales han agotado su capacidad de adaptación a dicho estrés".
Si bien estos resultados son alentadores, los investigadores añaden que esto no significa, necesariamente, que la amenaza a los arrecifes haya disminuido. Existen límites a la adaptación y aclimatación térmica, y los corales pueden sufrir una reducción del crecimiento y la salud reproductiva. Además, los arrecifes siguen siendo amenazados por la sobrepesca, la contaminación, las enfermedades y la acidificación de los océanos.

2012/03/02

Los océanos se están acidificando a velocidades sin precedentes

Las emisiones antropogénicas de CO2, además de provocar el calentamiento global, están alterando la química de las aguas de los mares y océanos, conduciéndolas hacia una progresiva acidificación. Este cambio conlleva importantes repercusiones para los organismos y ecosistemas marinos.
Esas son las conclusiones de un estudio internacional publicado en el último número de la revista Science. El trabajo, en el que han participado investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA) y de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), pone de manifiesto la magnitud y gravedad del cambio antropogénico en la química marina.
Según los autores, aunque a lo largo de los últimos 300 millones de la historia de la Tierra la química oceánica ha sufrido profundos cambios, ninguno de ellos parece haber sido a la vez tan rápido, de tanta magnitud y tan global como el que está ocurriendo en la actualidad.
La acidificación marina ocurre a medida que el CO2 emitido por las actividades humanas, derivado fundamentalmente de la quema de combustibles fósiles, se disuelve en los océanos. Más del 30% de las emisiones antropogénicas de CO2 pasa directamente a los océanos, que se vuelven progresivamente más ácidos.
Este proceso de acidificación perjudica a muchas formas de vida marina e interfiere, por ejemplo, en el desarrollo de especies que construyen caparazones o esqueletos de carbonato cálcico, como los corales o los moluscos. Puede afectar también a especies del fitoplancton, que constituye un eslabón esencial de las redes tróficas marinas, de las que dependen los peces, crustáceos y otras especies.
Gran parte de la investigación sobre esta problemática se basa en experimentación en acuarios que simulan escenarios futuros de acidificación y evalúan la respuesta de los organismos. Para este estudio, por el contrario, se ha analizado el registro geológico mediante análisis paleontológicos y geoquímicos y se ha buscado eventos pasados de acidificación marina para detectar posibles efectos en la biota marina.
El estudio ha detectado momentos concretos de la historia de la Tierra asociados con una profunda acidificación, como el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, hace 56 millones de años.
"Debido a emisiones volcánicas y a la desestabilización de hidratos de metano congelado en los fondos marinos, se liberaron a la atmósfera grandes cantidades de carbono, de una magnitud parecida a la que los seres humanos podrían llegar a emitir en el futuro. Durante este evento tuvieron lugar grandes extinciones, sobretodo de faunas bentónicas. No obstante, la inyección de CO2 fue, como mínimo, 10 veces más lenta que la actual, lo que augura consecuencias más catastróficas al cambio antropogénico actual", detalla Carles Pelejero, investigador del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC y de ICREA.
Otras extinciones, como la del final del Triásico, hace 200 millones de años, y la del final del Pérmico, hace 252 millones de años, también pudieron implicar un importante proceso de acidificación. No obstante, todas estas extinciones también fueron asociadas a disminuciones en el contenido de oxígeno de los océanos y a grandes calentamientos.
De hecho, estas tres presiones medioambientales son las que están afectando de manera más global a los océanos actuales: el calentamiento, la acidificación y la desoxigenación.
"A la vista de los impactos que detectamos a través del registro fósil, no queda ninguna duda de que deberíamos atacar cuanto antes el problema desde su raíz, adoptando medidas para reducir inmediatamente nuestras emisiones de CO2 en la atmósfera", concluye la investigadora Patrizia Ziveri, de la Universidad Autónoma de Barcelona. 

2012/02/20

La basura tóxica del mar se sirve fría en su mesa

A mediados del siglo XX, cuando comenzó la producción industrial de objetos de plástico, imaginaban un futuro utópico en el que este material librara al planeta de sus problemas: "El hombre del plástico vivirá en un mundo de coloridas y brillantes superficies, donde las manos de los niños no encontrarán nada que romper, sin bordes afilados ni esquinas cortantes, en el que no habrá grietas o recodos donde se refugien la suciedad o los gérmenes", escribieron en 1941 los químicos Victor Yarsley y Edward Couzens en su libro Plásticos, convencidos de la revolución que traerían los materiales sintéticos.
Por aquel entonces, la producción global no alcanzaba el millón de toneladas anuales de útiles plásticos. Hoy, cuando se generan más de 300 millones al año, la ciencia que estudia los mares revela cada día que esa fábula luminosa y aséptica se ha convertido en una distopía más propia de una ficción apocalíptica. El sueño de aquellos químicos ha tomado forma de pesadilla al advertirse cómo los océanos se están inundando con basura de la mejor calidad, esa que flota durante siglos entre algas, tortugas y peces.
Los plásticos han convertido regiones oceánicas enteras en tazones de "sopa con tropezones", en palabras de los expertos de la Fundación Alga-lita, dedicada desde hace tres décadas a la investigación de los residuos marinos. Un gaz-pacho sintético en el que se mezclan bolsas de supermercado, redes de pescadores, botellas... Y trozos milimétricos que algún día fueron un juguete o un electrodoméstico y que se han troceado y degradado hasta convertirse en uno de los problemas emergentes de este salmorejo tóxico: los llamados microplásticos, cuyo impacto real en animales y en personas todavía se está investigando.
El fundador de Algalita, el capitán Charles Moore, fue de los primeros en llamar la atención sobre esta negativa consecuencia del desarrollo industrial del consumismo. A la vuelta de un viaje entre Hawái y California, relató cómo su catamarán tuvo que abrirse pasó por un "interminable mar de basura", esencialmente plásticos. Y es que, según la mayoría de los cálculos, más del 80% de la cochambre que navega sobre la superficie de los mares es de este material. A partir de su relato, se extendió la idea de que existía una isla de plástico gigante nadando en el Pacífico, y que tenía el tamaño del estado de Texas. Aunque la historia de Moore consiguió llamar la atención sobre el uso y desecho masivo e innecesario de objetos plásticos, la realidad es que no existe tal isla.
Uno de los más importantes oceanógrafos del mundo, Carlos Duarte, explica que lo que sí hay en el Pacífico Norte, bailando sobre las aguas entre Hawái y Alaska, es una región de unos 200 kilómetros de diámetro, con una notable abundancia de material plástico. En esencia, se compone de restos de filamentos de redes de pesca sintéticas, que arrastran y acumulan importantes cantidades de trozos de plástico descompuestos en la mar salada y cocidos al sol. "El término isla de plástico no refleja en absoluto lo que se ha encontrado, que no es visible a ojo desnudo, pero que sí se aprecia si se arrastra una red de plancton", explica el investigador español del CSIC.
Según Duarte, las acumulaciones se producen en las zonas de convergencia donde se juntan dos masas de agua o dos sistemas de corrientes superficiales, que tienden a acaparar partículas flotantes. "Los plásticos se acumulan porque sus tiempos de degradación en el océano son muy largos, de más de cien años", afirma. Durante sus trabajos circunnavegando el globo a bordo del Hespérides para la Expedición Malaspina, su equipo encontró una mancha de basura sintética similar "en el Atlántico Sur, cerca de las costas africanas".
"Se caracterizan porque hay una mayor abundancia de fragmentos de plástico que de plancton", describe Duarte. La comparación con el plancton sirve para señalar la gravedad del problema. En el mar de inmundicias del Pacífico Norte, la proporción entre materiales plásticos y el zooplancton (organismos microscópicos) era de 6 a 1 en 1999. En las dos décadas siguientes, la ratio se disparó hasta 26 frente a uno a favor del material artificial. Más allá del daño que estos residuos causan en la fauna marina, como estrangulamientos o laceraciones, las últimas investigaciones sobre los microplásticos señalan un peligro mucho mayor y que afecta directamente a las personas.
Como explica uno de los mayores expertos en la materia, Matthew Cole, son muchos los organismos marinos que consumen estas pequeñas piezas, de menos de cinco milímetros. "Al ingerirlos, animales marinos como moluscos, gusanos y peces acumulan importantes cantidades de contaminantes tóxicos en sus organismos", señala el investigador de la Universidad de Exeter. Se han hallado restos de estos materiales sintéticos en 260 especies marinas y, en la zona del Pacífico Norte, el 9% de los peces tenían plástico en sus estómagos.

Veneno en el menú

Cole asegura que su trabajo actual está demostrando que incluso el zooplancton es capaz de consumir estos materiales tóxicos. Al ser la base de la pirámide alimenticia marina, ese veneno plástico contamina toda la cadena alimentaria hasta alcanzar, finalmente, a las personas. El siguiente paso será descubrir cómo afecta a la salud este bumerán de plástico servido en nuestras mesas. Estos compuestos tóxicos pueden provocar importantes daños, desde alteraciones en el sistema inmune hasta anomalías en el desarrollo de los niños.
Mientras se analiza cómo nos lastimamos con nuestros propios desperdicios, se han lanzado varias campañas globales para tratar de limpiar los mares. "La solución definitiva es la prevención, conseguir que dejen de llegar estos restos al mar", resume Carey Morishige, coordinadora del programa de desechos marinos de la NOAA (la agencia del Gobierno de EEUU para investigar los mares y la atmósfera). Según explica, han calculado que serían necesarios 68 barcos de cien metros de eslora trabajando durante todo un año para limpiar el 1% de la sopa con tropezones del Pacífico Norte. Duarte coincide con las conclusiones de NOAA: "Sólo hay una solución: usar menos cantidades de materiales plásticos. Bien porque se recupere una mayor cantidad del que se usa o porque además se reemplacen los materiales actuales por materiales biodegradables". Esta solución sólo se logrará si el monofilamento de las redes se prohíbe por la Convención de Londres, que regula los desechos marinos.

2012/02/01

Un océano abarcó casi todo el hemisferio norte de Marte

El satélite de la NASA Mars Express ha obtenido pruebas que confirman que Marte tuvo un océano que ocupaba gran parte de su hemisferio norte. La existencia de una masa de agua en el planeta rojo --conocida como 'Oceanus Borealis'-- no es una idea nueva para los científicos, pero ahora "se han hallado las mejores evidencias geológicas" para confirmar que el océano existió.
El estudio, publicado en Geophysical Research Letters, se produjo a través de 'Marsis', el radar de Mars Express, que fue quien realizó un mapeo de la superficie de Marte hasta una profundidad de aproximadamente 100 metros. Además, ha medido las propiedades eléctricas de los polos norte y el sur de Marte.
De acuerdo con el equipo de investigación las observaciones proporcionan una "evidencia convincente de la existencia de un océano" por la medición de una constante dieléctrica en la formación de las llanuras o 'Vastitas Borealis'. Así, ha señalado que la formación de 'Vastitas Borealis' tiene una constante dieléctrica baja comparada con la de los típicos materiales volcánicos.
"Esto quiere decir que el valor medido que presenta es sólo compatible con depósitos sedimentarios que corresponden a depósitos de agua, de hielo, o una combinación de los dos", explica el estudio.
Pero la pregunta que siempre se han hecho los expertos en torno a la existencia de agua en Marte es que, si hubiera un océano de dónde apareció todo el agua. En este sentido, un mapeo adicional de la Mars Express ha demostrado que existen grandes cantidades de hielo de agua enterrada bajo la superficie, especialmente en los polos, así como en las 'costas' del océano.
Ante esta situación, los científicos considera "razonable" concluir que la mayor parte del agua del océano, y, tal vez, de otros mares o lagos que habrían existido en el planeta rojo, siguen ahí, pero ahora están congelados.

2011/08/03

El 'tsunami humano' arrasa los fondos marinos

Imagine un kilómetro cúbico de agua, un cubo de un kilómetro de lado lleno a rebosar. Es un billón de litros de agua, un volumen similar al que puede llevar cada mes al mar un río como el Ebro. Ahora piense en 1.368 millones de cubos como este. Es el volumen de agua del mayor ecosistema del planeta Tierra: el mar profundo, un hábitat casi desconocido que comienza a 200 metros bajo nuestros pies en un barco y desciende hasta 11.000 metros en la Fosa de las Marianas, en el Pacífico.
Los científicos marinos siempre repiten que el ser humano conoce más la superficie de la Luna que estos fondos marinos. El mar profundo se reparte por una inmensa área de unos 360 millones de kilómetros cuadrados, la mitad de la superficie del planeta. "Y sólo conocemos un área equivalente a unos pocos campos de fútbol", lamenta la bióloga Eva Ramírez.

Un equipo internacional de científicos coordinado por esta investigadora del CSIC acaba de analizar lo poco que se sabe sobre las aguas profundas y ha llegado a una conclusión alarmante. "El impacto total de las actividades humanas en el mar profundo está aumentando", denuncian los autores del informe, que forma parte del macroproyecto para elaborar un Censo de la Vida Marina. El ser humano, a medida que va esquilmando los recursos en tierra y en las aguas superficiales, mete sus fauces en el mar profundo. Y ahí abajo viven diez millones de especies diferentes de macro-fauna.
Las amenazas son mayores que a finales del siglo XX, pero no son las mismas. Hasta 1972, cuando comenzó a arrancar la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, el océano era un vertedero legal. Los cañones del Atlántico nororiental se llenaron de basura radiactiva, arrojada en bidones desde los barcos. Y en el fondo marino también descansan para siempre submarinos nucleares hundidos, como los estado-unidenses Thresher y Scorpion y el ruso Konsomalets. Todo ello, unido a los ensayos de bombas atómicas en el océano, ha provocado que los científicos ya hayan encontrado elementos radiactivos en pepinos de mar, unos primos de los erizos marinos, a 5.000 metros de profundidad.
A su vez, los plásticos lanzados al mar con total impunidad a finales del siglo XX siguen siendo un problema. Estos residuos llevan décadas acumulándose en los fondos marinos y degradándose en microplásticos, que son ingeridos por la fauna "con consecuencias que sólo ahora empezamos a estudiar", según Ramírez.

Sin embargo, no son los plásticos ni la basura radiactiva las amenazas que más preocupan a los científicos. Según explican en su estudio, que se publica hoy en la revista PLoS ONE, el relevo lo han cogido los pescadores. En los últimos años, se ha pasado de la exploración a la explotación de los océanos. "Ahora los primeros que descubren nuevas especies son los pescadores, porque llegan antes que los científicos a los lugares inexplorados", critica Ramírez.
Según denuncian los científicos, los barcos arrastreros, empujados por la falta de peces en aguas superficiales, están llegando al mar profundo. Sus redes lastradas, una de las artes de pesca más indiscriminadas, barren los fondos marinos llevándose todo por delante, incluidos los corales. Hasta mediados del siglo XX, los pescadores empleaban estas redes en profundidades inferiores a 200 metros. Después, se tiraron al fondo oceánico, hasta profundidades de 3.000 metros, según Ramírez. El reloj anaranjado (Hoplostethus atlanticus), que se pesca en el Atlántico y se vende congelado, el besugo americano, presente en el Golfo de Cádiz, y los peces granaderos comenzaron a caer por cientos de toneladas en las redes de arrastre a grandes profundidades. "Ninguna de estas pesquerías ha demostrado ser sostenible", aseguran los autores en su estudio.

Un tesoro al alcance



Los científicos han identificado los ecosistemas que mayor riesgo corren a corto y medio plazo: las montañas submarinas, los corales de agua fría, los taludes superiores de los márgenes continentales y los cañones submarinos. En estos puntos, la presión pesquera, agravada por el cambio climático y la consiguiente acidificación de los océanos, supone una gran amenaza.
Además, los autores, entre los que se encuentran investigadores del Instituto Oceanográfico Scripps de EEUU y del Ifremer francés, alertan de un nuevo enemigo que ya asoma la patita en el mar profundo: la minería. Ramírez, del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, recuerda que hay depósitos de cobre, níquel y cobalto en las zonas abisales del Pacífico. Las montañas submarinas del Pacífico central y occidental también esconden hierro, cobalto, platino y cobre. Y hay un tesoro de oro y plata en las fuentes hidrotermales, unas grietas en los fondos marinos que rezuman biodiversidad.
Todo este botín no ha sido desenterrado todavía, pero las multinacionales empiezan a interesarse en serio. La canadiense Nautilus Minerals sería la primera en comenzar. Ya ha llegado a acuerdos con las autoridades de Papúa Nueva Guinea, en Oceanía, para agujerear sus fuentes hidrotermales. "Las empresas van más rápido que la ciencia porque tienen más dinero. Con la minería, por primera vez, tenemos la oportunidad de hacerlo bien desde el principio, no como con la basura y la pesca", opina Ramírez. "Siempre echamos la culpa a las empresas, pero ellas sacan del océano lo que nosotros consumimos. Todos tenemos que ser consecuentes", reprende la científica.
En otro estudio independiente, publicado ayer en PNAS, científicos de la Universidad Autónoma de México y de Stanford (EEUU) identifican 11 zonas "irreemplazables" para conservar las 123 especies de mamíferos marinos, como delfines y ballenas, y las seis de agua dulce, como los manatíes. Salvar el Mediterráneo y el Amazonas sería fundamental.

2011/06/22

"Océanos, al borde de una extinción masiva"

Los océanos están al borde de una catástrofe y el número de especies que podría desaparecer es comparable a grandes extinciones de la era prehistórica, según un nuevo estudio.
Los mares se están deteriorando mucho más rápido de lo previsto debido al efecto acumulativo de factores negativos como la acidificación, el calentamiento global, la sobreexplotación pesquera y el aumento en la cantidad de agroquímicos y plásticos que acaban en los ecosistemas marinos.

"Estamos ante una situación muy seria que exige acciones inequívocas. Hablamos de consecuencias que tendrán lugar durante nuestra vida, y aún peor, durante la vida de nuestros hijos y generaciones posteriores", advirtió el Dr. Alex Rogers, profesor de conservación en la Universidad de Oxford, Inglaterra, y uno de los autores del informe.
El estudio, que será presentado en los próximos días en una cumbre sobre manejo de océanos en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, fue elaborado por un panel de 27 expertos marinos de seis países, convocados recientemente a un encuentro en Oxford por el Programa Internacional sobre el Estado de los Océanos (IPSO por sus siglas en inglés) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Consternación

"No estoy diciendo que habrá algo equivalente a las llamadas cinco grandes extinciones masivas, en las que hubo una pérdida del 75% de las especies del planeta en un período de dos millones de años", dijo el Dr. Rogers a BBC Mundo.

"Pero ciertamente hablamos del alto riesgo de una extinción significativa de especies si no hay cambios. El episodio más cercano a lo que pasa ahora es lo que ocurrió hace 55 millones de años. No se trata de una de las cinco grandes extinciones masivas, pero sí se estima que hasta el 50% de las especies de ciertos organismos marinos se perdieron".
Uno de los mayores factores de riesgo e incertidumbre es el nivel sin precedentes en las emisiones de dióxido de carbono, CO2, como consecuencia del uso de combustibles fósiles. Parte del CO2 atmosférico es absorbido por los oceános.
"El ritmo al que se está emitiendo CO2 a la atmósfera es extraordinario, no se ha visto jamás algo equivalente en la historia. Es muy difícil saber exactamente qué sucederá, pero sí sabemos que los cambios severos en el sistema de carbono en el pasado estuvieron asociados a extinciones".
"Los resultados de nuestros estudios son consternadores. Al considerar el efecto acumulativo de lo que la humanidad está haciendo a los océanos vimos que las implicaciones eran mucho peores de lo que pensábamos".

Fertilizantes y plásticos

Tres factores que han estado presentes en extinciones masivas en el pasado, según el informe, son el calentamiento de los océanos, la acidificación y un aumento en la hipoxia (bajo nivel de oxígeno) o apoxia (falta de oxígeno) en los océanos.

La ausencia de oxígeno es consecuencia de la gran cantidad de productos químicos, como los llamados retardantes de llama o fertilizantes, que acaban en los mares.
"Usamos grandes cantidades de fertilizantes para nuestros cultivos y muchos de esos productos acaban en los ríos y luego en el mar, donde estimulan una explosión en el crecimiento de algas", explicó el Dr. Rogers a BBC Mundo.
"Las algas que mueren son descompuestas por grandes cantidades de bacterias que consumen oxígeno y en las áreas más afectadas vemos lo que se llama zonas muertas, porque sin oxígeno los organismos marinos no pueden sobrevivir".
Muchos productos químicos son además absorbidos por partículas de plástico en los mares, que a su vez son consumidas por peces.
El estudio ilustra una serie de casos particulares, como el blanqueamiento masivo que mató en 1998 al 16% de los corales del planeta. Otro caso mencionado es la sobrepesca que ha causado la reducción de algunas especies de peces en un 90%.

"La hora es ahora"

"Tenemos una opción muy simple. O actuamos muy, muy rápido o enfrentaremos vivir en un planeta muy diferente a aquel en el que evolucionó la humanidad", advirtió el Dr. Rogers.
El informe llama a la adopción de medidas para reducir las emisiones de CO2 y llevar la pesca a niveles sostenibles, eliminado prácticas pesqueras destructivas.

También insta a la creación urgente de una red de áreas marinas protegidas, para permitir que estos ecosistemas se recuperen y generen resistencia ante el cambio climático.
El experto de la Universidad de Oxford también cree que no se trata sólo de un problema para instituciones y gobiernos.
"Hablamos también de cambios en el estilo de vida, de usar menos electricidad, elegir qué tipo de pez comemos y hacer saber a los políticos que ésta es una cuestión que concierne a nuestro futuro y al de nuestros hijos".
Otro de los autores del informe, Dan Laffoley, jefe de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas y asesor de la UICN, reconoce que los desafíos son enormes.
"Pero a diferencia de otras generaciones, nosotros sabemos lo que debemos hacer".
"La hora de proteger al corazón azul de nuestro planeta es ahora".

BBC Mundo

2011/05/18

El fitoplancton en mar abierto, más vulnerable al cambio de temperatura

Un equipo español de investigadores ha constatado empíricamente que distintas especies de fitoplancton poseen capacidad genética diferente para adaptarse al cambio climático. Estos microorganismos son la base de la cadena trófica y fundamentales para regular el clima.
Los resultados del estudio, en el que han participado científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y que aparecen publicados en la revista Proceedings of the Royal Society B, señalan que, a finales del siglo XXI, las especies que proliferan en mar abierto serán más vulnerables al incremento de la temperatura del agua, mientras que las que se mueven en aguas continentales serán más resistentes.
Los científicos han estudiado en el laboratorio 12 especies de fitoplancton de cuatro grandes grupos representativos y han caracterizado su máxima capacidad genética de adaptación al efecto invernadero ocasionado por el calentamiento global. Los océanos cumplen un importante papel en modular el clima a través del almacenamiento y el transporte de calor y el secuestro de CO2 de la atmósfera. Los microorganismos que forman el fitoplancton cumplen estas funciones a través de la fotosíntesis.
"Las condiciones térmicas en mar abierto son relativamente más estables que en las aguas continentales, donde el ciclo anual de temperaturas está sujeto a un rango de variación mucho más amplio. Por ello, las especies que desarrollan su ciclo vital en mar abierto son más vulnerables a oscilaciones drásticas de temperatura. La adaptación genética al calentamiento está relacionada con las condiciones térmicas del hábitat", explica Emma Huertas, coordinadora del estudio e investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía.
El primer eslabón de la cadena trófica
El equipo coordinado por Huertas partía de la hipótesis de que la gran diversidad del fitoplancton debería reflejarse en capacidades genéticas de adaptación diferentes. Entre las especies estudiadas, se encontraban las microalgas asociadas a los corales de la Gran Barrera de Coral, el mayor arrecife del mundo, situado al noreste de Australia.
La importancia del fitoplancton en los océanos reside también en su labor como primer eslabón de la red trófica o alimentaria marina. "Sería el equivalente a la vegetación terrestre, ya que transforma elementos inorgánicos en energía y materia orgánica para que el resto pueda alimentarse. Cualquier alteración en la dinámica y estructura de la comunidad fitoplanctónica como consecuencia del efecto invernadero repercute en los ciclos biogeoquímicos marinos y en otras muchas especies", explica Huertas.
Los resultados del trabajo abren la vía a diseñar nuevas herramientas de predicción del funcionamiento de los ecosistemas marinos bajo condiciones de cambio global, así como en estudios de ecología evolutiva o gestión de ecosistemas acuáticos.
"Los organismos se adaptan a cambios ambientales a través de mecanismos fisiológicos. Sin embargo, cuando se supera un cierto umbral de tolerancia, la genética selecciona a los más resistentes. Por ello, en un océano más cálido, como el que previsiblemente tendremos a finales del siglo XXI, la plasticidad genética de sus ancestros determinará la supervivencia de unas especies frente a otras", agrega la investigadora del CSIC.

Publico

2011/03/25

Tres países acaparan la riqueza genética del mar

Estados Unidos, Alemania y Japón son los líderes indiscutibles de la caza internacional de genes marinos, un negocio en boga que puede reportar decenas de millones euros al año en beneficios. Las tres naciones acaparan el 70% de todas las patentes internacionales sobre secuencias de ADN marino registradas entre 1991 y 2009, según un estudio dirigido por investigadores españoles que acaba de destapar el desequilibrio existente en este nuevo y pujante mercado.
Según el trabajo, que ha rastreado la base de datos de patentes internacionales Genbank, coordinada por el Gobierno de EEUU, los 10 países que se reparten el 90% de las patentes registradas poseen sólo el 20% de la línea costera mundial. Estos países "se benefician del acceso a tecnología avanzada que se requiere para explorar las reservas genéticas de los océanos", señalan. El caso más destacado sería Suiza, un país sin mar que sin embargo es el noveno de la lista con 11 de las 677 patentes internacionales detectadas por los autores. Apoyados en estos datos, los investigadores exigen hoy en una tribuna en Science que los genes de aguas internacionales sean declarados patrimonio común y que su explotación sea gestionada por la ONU.
"Hay un vacío legal en estas aguas", señala Jesús Arrieta, investigador del CSIC y coautor del artículo, que propone la creación de un organismo internacional que regule las patentes de genes. La ley dice que si el ADN se extrae dentro de las aguas territoriales de un país, sus posibles beneficios le pertenecen. "Actualmente no se obliga a que las patentes digan a qué organismo pertenece el gen en cuestión o de dónde se ha extraído, por lo que hay mucho miedo a la biopiratería", advierte Arrieta.
La caza y patente de genes marinos despegó en 2000. La aplicación de genes y moléculas marinas va desde el tratamiento del cáncer o el sida a la producción de bioetanol a altas temperaturas gracias al ADN de criaturas que viven junto a fumarolas volcánicas en el fondo del mar.

Patrimonio universal

Las naciones ricas y las pobres son incapaces de ponerse de acuerdo. La última reunión de la ONU sobre biodiversidad, que se celebró el pasado octubre, terminó con un acuerdo sobre las aguas territoriales, pero las regiones desarrolladas, con EEUU y la UE a la cabeza, no quisieron ampliar ese acuerdo a las zonas internacionales, que componen el 65% del total.
En la práctica, los genes en alta mar siguen siendo del primero que los atrape. Los autores explican que la declaración de los genes de esas zonas marinas como patrimonio de la humanidad como ya hizo con los minerales permitiría crear un organismo vinculado a las Naciones Unidas que dictase las normas para la explotación de los genes marinos y rigiese la identificación del lugar y la criatura de la que provienen.

Publico 

2011/03/02

Los tiburones usan "mapas mentales" para nadar

Algunas especies de tiburones pueden hacer mapas mentales de su hábitat regular, lo que les permite ubicar destinos de hasta 50 kilómetros de distancia.
Científicos estadounidenses llegaron a esta conclusión tras analizar datos provenientes de tiburones tigres (Galeocerdo cuvier) a los que se les había colocado transmisores acústicos y descubrieron que éstos siempre toman caminos directos de un lado a otro.
Los investigadores destacan que esta conducta muestra una gran capacidad para registrar mentalmente mapas de sitios clave.
Los científicos señalan que esto constituye una evidencia más de que los tiburones pueden navegar guiándose por el campo magnético de la Tierra.
El estudio fue publicado en Journal of Animal Ecology (Revista de Ecología Animal).
Investigaciones anteriores en Hawai habían mostrado a tiburones tigres de aguas profundas dirigiéndose a zonas menos profundas y ricas en nutrientes ubicadas a 50 kilómetros.

Lea también: los tiburones podrían no ver los colores

Patrón definido

Los datos estadísticos revelan que estos recorridos no se hicieron accidentalmente sino que seguían un patrón establecido.
Sin embargo, otras especies, como los tiburones punta negra (Carcharhinus melanopterus), no mostraron esta conducta. Por otra parte, el llamado tiburón azotador o zorro marino (Alopias vulpinus) mostró un patrón similar al de los tigres, pero en menor escala.
"La investigación muestra que los tiburones tigres y los azotadores no nadan al azar, sino que se dirigen a puntos específicos", señaló Yannis Papastamatiou, quien dirigió el equipo del Museo Nacional de Historia de Florida que condujo el estudio.
"Puesto en términos simples, saben hacia donde van", recalcó.

Mapas y campos magnéticos

Una pregunta clave es cómo saben hacia donde van.
Los tiburones forman parte de una serie de animales que pueden percibir el campo magnético de la Tierra.
Pero mientras el atún de aleta amarilla lo hace utilizando pequeñas cantidades de magnetita que guarda en su cabeza, los tiburones no tienen depósitos de este mineral en su cuerpo.
Otra posibilidad, según los científicos, es que éstos usan señales de las corrientes marinas, de la temperatura del agua o se guian por el olor.
"Esos tiburones deben tener un muy buen sistema de navegación porque las distancias que navegan son enormes", dijo Papastamatiou.
"Qué sistema usan, es un tema de debate, pero el hecho de que muchos de esos recorridos se realizan de noche refuerza la idea de que se orientan gracias al campo magnético", señaló la investigadora.
Entre los tiburones azotadores, los adultos recorren distancias más largas que los más jóvenes. Esto muestra que desarrollan su capacidad de construir mapas mentales a medida que maduran.
Las diferencias entre las especies pueden explicarse por sus formas variadas de vida.
Aunque los tiburones punta negra son muy comunes en todo el Pacífico, generalmente las poblaciones se mueven en un rango más limitado.
Sin embargo, los tiburones tigres pueden cubrir distancias de hasta 3.000 kilómetros.

BBC Mundo

2010/12/06

Polizones invasores

Incrustados en los cascos de los barcos o en las aguas de lastre, las especies marinas viajan por el mundo y se instalan en ecosistemas distintos a los suyos. Muchas de ellas son más fuertes que las autóctonas y las destruyen, otras destrozan instalaciones e incluso portan enfermedades.
Unos cangrejos de cuatro centímetros se ven absorbidos en cualquier costa del mundo por un barco que necesita toneladas de agua dentro de sí para equilibrarse y poder navegar, son las llamadas aguas de lastre. Y varios mejillones de no más de dos centímetros se quedan incrustados en la cubierta de ese mismo barco, que cruzará océanos y mares soltándolos por distintos lugares.
Al llegar al destino, la embarcación se desprende de todo el agua que le estabilizaba en otra costa del planeta. Los cangrejos, el plancton, las algas y los peces se ven en un ecosistema desconocido. Si sobreviven y destruyen a las especies autóctonas, se convierten en invasores.
La Organización Marítima Internacional (OMI) calcula que aproximadamente el 90% del volumen del comercio mundial de mercancías se transporta por mar. También ha estimado que cada año se desplazan por el mundo 10 millones de toneladas de agua de lastre, y que se transfieren más de 3.000 especies de plantas y animales al día.

Efectos

"Si una especie es transferida a otro hábitat y se establece, desplaza a las nativas y además no tienen depredadores que acaben con ellas para que funcione el ciclo de control natural", explica Mary Luz Cañón, científica e investigadora en Colombia del proyecto GloBallast, el programa instaurado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la gestión de las aguas de lastre.
"Además de la pérdida de biodiversidad en los ecosistemas, las especies invasoras afectan a las infraestructuras portuarias, bloquea la grifería, motores… y pueden afectar a la salud humana", detalla Cañón.
En 1991, se desarrolló en Perú una epidemia del cólera en la que murieron más de 500 personas y cerca de 100.000 fueron afectadas. La OMI atribuyó el origen de la enfermedad a la descarga del virus contenido en las aguas de lastre que se depositaban en sus puertos.
"Por otra parte, muchas especies del fitoplancton quizás transferidos por el agua de lastre han generado mareas rojas, causando muertes masivas de otras especies como los peces o intoxicación de seres humanos cuando son tóxicas", añade Cañón.
Hay plantas que tapizan los ríos y no dejan que traspase la luz al agua, por lo que los peces y el resto de la fauna, desaparecen. Plagas que acaban con los cultivos, otras especies que hibridan. En otros casos, pueden surgir alergias o dermatitis.
Las especies invasoras impactan además en la economía, afectando pesquerías, cultivos , el turismo, mantenimientos de infraestructura portuarias por incrustaciones... El costo para su prevención, control y aniquilación superan en el caso de Estados Unidos los US$100 mil millones al año.
La erradicación de las especies en muchos casos tiene que ser de forma manual porque introducir otra que la aniquile a la invasora puede resultar peligroso, y utilizar sustancias químicas pueden ser nocivo para las nativas, lo que eleva aún más su costo.

Otras formas de arribar

Eso sin contar además que algunos de los mejillones que trajeron los grandes barcos a la costa puede desprenderse de ese y engancharse a otra embarcación más pequeña, de recreo o deportiva, que va a navegar por ríos y lagos.
Ahí es donde de nuevo vuelve a introducirse en otro hábitat, quizás más débil aún. Por esta razón se prohíbe la entrada de todo tipo de embarcaciones a numerosos lugares protegidos.
Específicamente para controlar la transferencia de especies introducidas por las aguas de lastre, Mary Luz Cañon explica que países como Argentina y Brasil han implementado normativas nacionales, basadas en las directrices voluntarias generadas por la OMI desde los años '90.
Cañón describe dos procedimientos para evitar la introducción de especies. "Por un lado, se propone realizar el cambio del agua de lastre tomada en las áreas costeras con aguas de mar abierto; reduciendo así la cantidad de especies tomadas en el puerto de origen. Y la segunda opción es mediante tratamientos físicos o químicos a bordo del buque, pero siempre deben ser una metodología amigable con el medio ambiente".
Otra opción es preparar infraestructuras en los puertos para tratar el agua a bordo y posteriormente soltarla, además de utilizar la llamada pintura antifouling, que evita que los moluscos se adhieran a los cascos de los barcos.
En ese caso, los cangrejos absorbidos morirían ante de llegar al nuevo ecosistema.
Por su parte, los mejillones de no más de dos centímetros, correrían otra suerte. Con la pintura antifouling no se podrían adherir a los casos de los barcos y nunca emprenderían el viaje allende a su hábitat.

BBC Mundo

2010/12/03

El calentamiento dejará sin oxígeno los océanos

El aumento de la temperatura causado por el cambio climático ahogará los mares mucho más de lo esperado, en especial las zonas costeras, en las que la biodiversidad se reducirá drásticamente por culpa de la falta de oxígeno. Este fenómeno, denominado hipoxia, está íntimamente relacionado con el calentamiento, como han probado los investigadores del CSIC Raquel Vaquer y Carlos Duarte.
Hasta ahora ya se sabía que el cambio climático aumenta la vulnerabilidad de los seres marinos, pero no se había relacionado de manera tan contundente la relación entre más calor, que hace crecer las necesidades de respirar de la fauna de los ecosistemas marinos, y la falta de oxígeno. Según este estudio, el tiempo de supervivencia de los organismos expuestos a estas nuevas condiciones se reduce en un 74%.
Las zonas marinas que más sufren y sufrirán este ahogo serán estuarios, bahías cerradas, lugares con exceso de presión humana y áreas con poca circulación de aguas. A estas condiciones geográficas se sumarán las riadas, que se multiplican por culpa del cambio climático y que ahogarán más todavía las costas, porque el agua dulce y la materia orgánica que arrastran en su salida al mar provocan mayores niveles de estancamiento. Además, el calentamiento provoca que las zonas afectadas por la falta de oxígeno se expandan.
"El agua se estratifica como si se quedara estancada, por lo que hay un menor intercambio con la atmósfera", dice Raquel Vaquer, la investigadora que encabeza el trabajo publicado en Global Change Biology.
"En la actualidad, el mar Báltico y el Adriático son los puntos en los que el fenómeno se sucede con mayor fuerza. De hecho, en el Báltico se duplica la falta de oxígeno a causa del aumento de la temperatura", asegura Vaquer, que señala la existencia de unos 400 puntos críticos en el planeta. En España, las aguas mallorquinas de Puerto Colón son el mejor ejemplo de componentes que se ahogan por la caída de la concentración de oxígeno.
De entre todos los organismos marinos, los primeros damnificados serán los crustáceos, mucho más sensibles tanto al aumento de la temperatura como a la falta de oxígeno. En cambio, la resistencia al cambio climático la podrían liderar los moluscos, mucho mejor preparados para defenderse de estas situaciones adversas, ante las que responden con distintas estrategias. "Pueden cerrar las valvas y resistir sin oxígeno. Por ejemplo, las ostras pueden aguantar durante varios días en esta situación", ejemplifica la oceanógrafa.

Publico

2010/10/25

Descubren un nuevo método para ver océanos en 3D y predecir las corrientes

20minutos

Un equipo español de investigadores ha desarrollado una nueva metodología de predicción de corrientes marinas basada en algoritmos que combinan los datos suministrados por los satélites espaciales y planeadores submarinos autónomos.
Este método proporciona una visión en tres dimensiones de los océanos, según el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuyos investigadores han publicado los resultados de este estudio en la revista Journal of Geographical Research-Oceans.

"Esta investigación aporta una herramienta mucho más eficiente para el cálculo de la velocidad de las corrientes, especialmente en las zonas cercanas a la costa, donde los datos recogidos por satélite presentan una baja precisión", ha aclarado Ananda Pascual, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (centro mixto del CSIC y la Universidad de las Islas Baleares).
En la actualidad, los satélites aportan información de la superficie oceánica (temperatura, nivel del mar, rugosidad, oleaje, concentración de clorofila, etc.), mientras que los gliders (planeadores submarinos autónomos) muestrean las capas subsuperficiales del mar, hasta los 1.000 metros de profundidad.
La combinación de ambos permite obtener una imagen en tres dimensiones del océano, "más precisa e ilustrativa para la interpretación de los datos", ha añadido Pascual.
Un equipo español con proyección internacional
El equipo de investigación trabaja, desde hace cuatro años, en un programa de observación intensiva de la zona del mar Mediterráneo limítrofe con las Islas Baleares con el objetivo de combinar el uso de "gliders" y de la altimetría por satélite.
El programa está financiado por la Unión Europea y enmarcado dentro de una iniciativa internacional de la NASA (agencia espacial norteamericana), CNES (agencia espacial francesa) y ESA (Agencia Espacial Europea) dedicada a la mejora de las mediciones vía satélite del nivel del mar y corrientes asociadas en zonas próximas a la costa.
"El objetivo de nuestra línea de investigación es mejorar el conocimiento científico para entender y predecir cómo responde el ecosistema marino a cambios en el sistema climático", ha explicado Simón Ruiz, responsable de la unidad de "gliders" del instituto balear.
Los movimientos verticales de corrientes marinas juegan, según este experto, "un papel clave en los intercambios de calor, agua y trazadores biogeoquímicos entre la superficie y las capas profundas del océano".

2010/08/18

Uno de los corales más diversos del mundo se muere

Publico

La subida de la temperatura del mar de Indonesia ha provocado el blanqueamiento del 60% del coral del arrecife del norte de Sumatra, uno de los más diversos del mundo, según un artículo publicado hoy por la Sociedad para la Conservación de la Vida Salvaje (WCS, siglas en inglés).
El artículo recoge las conclusiones de un equipo de biólogos marinos que analizó la zona tras la publicación, en mayo, de un estudio de la revista "Nature". Los científicos constataron que el blanqueamiento o decolorado del arrecife, que ocurre cuando los corales se desprenden de las algas que lo habitan, ha "devastado" la mayor parte de la población de esta especie en el país asiático.
El "estrés" que provocan las fluctuaciones de temperatura del océano ha acabado con el 80 por ciento de algunas especies de coral, y ha debilitado otras hasta el punto de que no es probable que sobrevivan a los próximos meses, según señalaron. Se trata, según el artículo, de una de las mayores decoloraciones de coral de las que se ha tenido constancia.
"Es un acontecimiento decepcionante, sobre todo si tenemos en cuenta que estos mismos corales demostraron su resistencia a otros trastornos en el ecosistema, como el tsunami en el Océano Índico en 2004", dijo en un comunicado el director del programa marino de WCS Indonesia, Stuart Campbell.
Según la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera (NOAA), las temperaturas en el mar de Andaman, que baña las costas de Mianmar, Tailandia, las islas de Andaman y Nicobar y el noroeste de Indonesia, ha registrado un crecimiento exponencial en los últimos años.
La culminación de esta escalada se produjo a finales de mayo pasado, cuando la temperatura alcanzó los 34 grados centígrados, cuatro grados por encima de la media de la zona. Sri Lanka, Tailandia, Malasia y otras partes de Indonesia también han registrado fenómenos similares de blanqueamiento del coral, según la NOAA.
WCS, que colaboró en el estudio con las universidades de James Cook, en Australia, y de Syiah Kuala, en Indonesia, consideró que se trata de una "tragedia" tanto para la biodiversidad como para la población de la región, "donde muchos son extremadamente pobres y dependen de los arrecifes para mantener sus fuentes de alimentación".

2010/07/30

El calentamiento puede llevar el caos a los océanos

Publico

Dice el biólogo colombiano Camilo Mora que, en una ocasión, vio en la CNN al ex presidente de EEUU George W. Bush pescando un pez típico de Florida en aguas de Nueva York. La especie, inédita tan al norte, había emprendido un viaje de casi 1.400 kilómetros impulsada por algo que la estaba expulsando de su hábitat. Y el fenómeno se repite en otros puntos del planeta. Ahora, Mora, investigador de la Universidad canadiense de Dalhousie, cree haber identificado al principal culpable.
El científico presenta hoy en la revista Nature el primer mapamundi de la distribución de la biodiversidad marina. El trabajo ha sido titánico. Los autores han analizado dónde viven unas 11.000 especies de animales oceánicos, desde el diminuto zooplancton hasta los enormes tiburones y ballenas. Y su conclusión es alarmante: la temperatura del mar dicta la posición de la mayor parte de las especies en el planeta. Otros factores, como la contaminación y la sobrepesca, desempeñan un papel mucho menor. "Con el calentamiento global, podemos esperar cambios dramáticos", alerta Mora. Si se cumplen sus temores, la temperatura media de la superficie del océano habrá aumentado dos grados en 2050. Y este cambio descuajaringará el orden de las profundidades.
Algunas especies huirán del calor en las regiones ecuatoriales, y se toparán con nuevos depredadores en aguas más frías. Otras llegarán a zonas en las que no tengan presas que llevarse a la boca. En general, los animales de aguas calientes se multiplicarían. Los de aguas frías, comenzarían su declive.

Refugios amenazados

"Nuestra segunda conclusión es que los puntos con mayor biodiversidad están concentrados en áreas con impactos humanos muy altos", detalla Mora. Los grandes santuarios de animales marinos del planeta, allá donde se refugia un mayor número de especies, están atacados por la contaminación y la sobrepesca. Las especies costeras, como los corales y los peces que viven en los arrecifes, se disparan en el sureste asiático. Las especies de aguas abiertas, como los atunes y las ballenas, se distribuyen de manera más amplia en las latitudes medias, alrededor de los trópicos de Cáncer -la línea imaginaria que cruza México, Argelia y Bangladesh- y de Capricornio -Brasil, Suráfrica y Australia-. Según los autores, en estas zonas se concentran las amenazas.
Mora, tras un año trabajando, está de vacaciones en las islas Bahamas. "Es increíble la cantidad de corales muertos que he visto aquí", narra por vía telefónica a Público. Los corales, animales de poco más de un milímetro que se agrupan formando colonias de cientos de kilómetros de longitud, son los centinelas del océano. Y hace años que dieron la voz de alarma. "El 90% de las especies de corales viven en su límite de tolerancia, que es una temperatura marina de 32 grados en muchos casos. Si se alcanzan los 34 grados, muchas especies no van a poder vivir con ello", advierte Mora.
Cuando el termómetro brinca por encima del umbral tolerado por los corales, estos expulsan las algas microscópicas que les sirven de alimento. Finalmente, los animales mueren, provocando una carambola mortífera. La destrucción de los arrecifes implica la desaparición de los pequeños peces que viven en ellos. Y las especies de mayor tamaño también se quedan sin sus presas.
El principal autor del mapamundi de la biodiversidad marina, Derek Tittensor, subraya que la temperatura media del océano ya ha subido respecto a la época en la que el ser humano no quemaba carbón y petróleo a toda máquina: "Unos 0,38 grados desde 1899". La desviación parece insignificante, pero los efectos son visibles y preocupantes. Algunas especies presentes en aguas británicas, por ejemplo, han comenzado a "moverse más hacia el norte, a una velocidad de 2,2 kilómetros cada año", según explica Tittensor.

Llamada a la acción

"Limitar el alcance del calentamiento del océano y mitigar múltiples impactos humanos podría ser de gran importancia para asegurar la biodiversidad marina en el futuro", avisan los autores en Nature. Otra voz que pide un mayor compromiso a los líderes mundiales, que no consiguieron llegar a un acuerdo útil en la pasada cumbre del clima de Copenhague.
Con los recortes de emisiones de CO2 que han propuesto los países industrializados, la temperatura de la atmósfera aumentaría entre tres y cuatro grados de media hacia final de siglo. Muchas especies desaparecerán. Otras tendrán que hacer la mudanza.

2010/03/19

Brasil busca asociarse a universidades en estudios oceanográficos

Fuente: Pueblo en Linea.

El gobierno brasileño pretende asociarse a universidades para realizar diferentes estudios oceanográficos a bordo del Navío Hidroceanográfico Cruzeiro do Sul, de propiedad de la Marina de Guerra de Brasil y que cuenta con modernos equipos para este tipo de investigaciones.

La invitación para que las universidades y otras instituciones de investigación aprovechen el navío fue extendida hoy por el Gobierno mediante un edicto publicado en el Diario Oficial y en el que se anuncian incentivos a los estudios.

La invitación a constituir asociaciones es hecha conjuntamente por el Ministerio de Defensa, propietario del navío, y por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, que hasta ahora había liderado todos los estudios realizados a bordo del Cruzeiro do Sul.

"El objetivo de la iniciativa es maximizar la utilización del navío hidroceanográfico", según una nota divulgada hoy por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.

El gobierno decidió estimular las asociaciones debido al "carácter esencial" de los estudios oceanográficos para "entender los cambios climáticos, acceder a conocimientos y explorar racionalmente los recursos vivos y no vivos en el área marítima de interés del país".

La iniciativa también busca fomentar la innovación tecnológica del país y ayudar en la formación y capacitación de investigadores.

El gobierno espera que las propias universidades presenten sus proyectos de investigación para poder escoger de entre los que más le interesen.

Los proyectos tendrán que estar vinculados a alguna de las acciones del Plan Sectorial para los Recursos del Mar, un conjunto de iniciativas gubernamentales coordinadas por la Comisión Interministerial para los Recursos del Mar.

Según el edicto, los proyectos tendrán que tener una duración mínima de dos años, prorrogable a otros dos, y contar con una coordinación científica embarcada, es decir con investigadores que viajarán en el navío para servir como interlocutores con los comandantes del Cruzeiro do Sur.

El texto aclara que los proyectos que no cuenten con recursos propios podrán ser financiados por el propio Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Los proyectos beneficiados serán escogidos por un comité que "evaluará el mérito científico de las propuestas y recomendará prioridades de financiación".

En su última misión, entre octubre y diciembre pasados, el navío oceanográfico realizó una expedición hasta Africa para recoger informaciones sobre temperatura, salinidad, nivel de oxigenación y clorofila en las aguas del Atlántico Sur, un área poco conocida en el mundo.

Tal expedición fue comandada por instituciones públicas como el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE) y el Centro de Hidrología de la Marina.

Además del Cruzeiro do Sul, la Marina de Guerra de Brasil cuenta con dos embarcaciones especiales para investigaciones en la Antártica: el Navío Polar Almirante Maximiano y el Navío Oceanográfico Ary Rangel.

2010/03/01

Ballenas, los "bosques" del océano

Fuente: BBC Mundo.

La caza de ballenas llevada a cabo durante un siglo podría haber liberado más de 100 millones de toneladas de dióxido de carbono en la atmósfera -el equivalente a la cantidad de CO2 acumulada en un bosque grande- afirma un equipo de científicos.

Las ballenas almacenan dióxido de carbono dentro de sus cuerpos y cuando las matan liberan gran parte de este CO2, informaron investigadores estadounidenses durante un encuentro sobre océanos realizado en ese país.

El doctor Andrew Pershing, de la Universidad de Maine, describió a estos cetáceos como los "bosques de los océanos".

Pershing y sus colegas del Instituto de Investigación del Golfo de Maine calcularon la capacidad de almacenamiento de CO2 de las ballenas durante su desarrollo.

"Las ballenas, al igual que cualquier animal o planta del planeta, están hechas de mucho carbono", dijo el experto.

"Y cuando las matas y las sacas del océano, estás eliminando dióxido de carbono de su sistema de almacenamiento y, posiblemente, liberándolo en la atmósfera".

Por otra parte, añadió Pershing, en los primeros años de la caza de ballenas el aceite obtenido del animal se utilizaba en las lámparas. De este modo, al quemarlo, se liberaba CO2 directamente en la atmósfera.

"Este sistema marino es único, porque cuando las ballenas mueren naturalmente, sus cuerpos se hunden. Así, se llevan el dióxido de carbono directamente al fondo del mar", explicó el científico.

"Si mueren en un lugar profundo, el CO2 quedará almacenado probablemente por cientos de años".

Árboles del océano

En principio, los científicos calcularon que 100 años de caza liberaron una cantidad de CO2 equivalente a la quema de 130.000 kilómetros cuadrados de bosque templado.

Pershing enfatizó que este volumen es relativamente pequeño si se lo compara con los miles de millones de toneladas de CO2 que los seres humanos producen al año.

Sin embargo, dejó en claro que las ballenas juegan un rol importante en almacenar y transportar dióxido de carbono en el ecosistema marino.

Con sólo dejar crecer a grupos grandes de ballenas, se pueden capturar gases con efecto invernadero en la misma medida que se proponen los esquemas de reforestación que acumulan y venden créditos de carbono.

Un sistema similar podría emplearse con las ballenas para proteger y aumentar su población, indicó el científico.

"La idea sería hacer un recuento de cuánto CO2 puede acumular un grupo de peces o ballenas y permitirles a los países vender su cuota como un crédito de carbono", explicó Pershing.

"Estos créditos se pueden utilizar como un incentivo para reducir la presión sobre la pesca o para promover la conservación de algunas de estas especies".

Una obviedad

Otros científicos consideran que el análisis de Pershing plantea un problema interesante.

Daniel Costa, investigador de animales marinos de la Universidad de California, en Estados Unidos, le dijo a la BBC: "Son muchos los expertos que están investigando la importancia de estos grandes animales en el ciclo de carbono".

"Y es uno de esos temas que cuando lo miras, piensas: 'Es tan obvio, ¿cómo no se nos ocurrió antes?'"

2009/10/30

Los océanos son de origen extraterrestre, según científicos franceses

Fuente: Canarias7.

Los océanos de la Tierra no deben su origen a la actividad volcánica de nuestro planeta, como se creía, sino a la colisión de asteroides gigantes hace millones de años, según el estudio de un experto del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia (CNRS), recogido en la revista "Nature".

Esas son las conclusiones que ha hecho públicas hoy el CNRS, a tenor de las investigaciones del científico Francis AlbarŠde, quien sostiene que "asteroides gigantes cubiertos de hielo" chocaron contra la Tierra entre 80 y 130 millones de años después de la formación del planeta.

Según la tesis de AlbarŠde, la colisión de estos cuerpos helados extraterrestres provocó además un movimiento de las placas tectónicas que favoreció la creación de los continentes y los océanos, condición probablemente necesaria para la aparición de la vida, indica el CNRS en un comunicado.

Este fenómeno sería también responsable de la formación de la atmósfera, hasta ahora atribuida a los "vapores emitidos durante el amanecer de nuestro planeta".

Según el investigador francés, esos impactos pudieron también repetirse en Marte, pero "el agua se habría secado antes de llegar a penetrar en profundidad", mientras que en lo que a Venus se refiere, nadie sabe cuáles eran las condiciones del segundo planeta del sistema solar antes de que una intensa actividad volcánica remodelase su superficie.

Los científicos sostienen que treinta millones de años después de la formación del sistema solar, la Tierra fue objeto de un impacto lunar que dio origen a nuestro planeta y a su satélite.

Sin embargo, dicha colisión no pudo ser responsable de la formación del agua, pues los vientos electromagnéticos y el joven sol "eran todavía demasiado calientes para que el agua y los elementos volátiles se condensaran", sostiene AlbarŠde.

"La llegada masiva de elementos volátiles a nuestro planeta correspondería a un fenómeno que se desarrolló algunas decenas de años después del impacto lunar", agregan las explicaciones del CNRS.

2009/02/18

Las bombas sin explotar liberan sustancias cancerígenas en los océanos

Fuente: ADN.

Las bombas sin explotar que jalonan los océanos son una fuente de sustancias cancerígenas que ponen en peligro la vida marina y humana, según un estudio realizado en Puerto Rico.

Así lo afirma el ecologista James W. Porter, de la Universidad de Georgia (EEUU), quien detectó estas sustancias durante un viaje de investigación a la isla puertorriqueña de Vieques, que albergó un polémico campo de tiro y de bombardeos de la marina estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial hasta 2003.

Porter analizó restos del destructor USS Killen, que fue utilizado como blanco submarino y participó en 1958 en unas pruebas nucleares en el Pacífico, en busca de materia radiactiva, y en su lugar halló una relación con el cáncer.

"Cuanto más cerca estaban los corales y la vida marina de las bombas sin explotar de ese barco de la Segunda Guerra Mundial y del campo de tiro circundante, mayor era la concentración de sustancias cancerígenas", según un informe que será presentado entre los próximos 25 y 27 de febrero en una reunión internacional sobre municiones submarinas en Honolulu (EEUU).

Los océanos están llenos de bombas sin explotar, algunas porque fallaron y otras porque fueron arrojadas allí para deshacerse de ellas.

"Sabemos ahora que estas municiones liberan sustancias que causan cáncer y ponen en peligro la vida marina", señaló Porter.

En estudios realizados desde 1999 en Vieques por la Universidad de Georgia se han encontrado concentraciones de elementos cancerígenos 100.000 veces más elevadas que los niveles de seguridad establecidos, a dos metros de las bombas y sus fragmentos.

Según estas investigaciones, los residentes de Vieques tienen una incidencia de cáncer 23% mayor que los demás puertorriqueños.

El siguiente paso será "determinar la relación de las municiones sin explotar con la vida marina y con el plato de la cena", señaló Porter, quien aconsejó que se utilicen las últimas tecnologías que permiten recuperar estas municiones y ponerlas en un lugar seguro.

"Cuando se elimina la bomba, se elimina el problema, pero hay que sacarla", subrayó Porter.