Buscar

Mostrando entradas con la etiqueta humanos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta humanos. Mostrar todas las entradas

2012/03/09

Los humanos y los gorilas, más cerca genéticamente

El genoma del gorila ha dejado de ser un misterio para la humanidad. Un equipo de investigadores ha logrado descifrarlo y ha comprobado que hasta un 15% de sus secuencias genéticas son exactamente iguales que las nuestras.
Hasta ahora se pensaba que el genoma humano era más parecido al del chimpancé, con quien comparte entre un 95 y un 99% de la carga genética, sin embargo, este estudio que se publicará en el próximo número de Nature y en el que han formado parte investigadores del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, revela una sorpresa: una parte del genoma de los humanos está más cerca del gorila que del chimpancé.
Según explica Tomás Marqués-Bonet, investigador del Instituto de Biología Evolutiva (centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra y del CSIC), el trabajo confirma que dos tercios del genoma humano son más parecidos al chimpancé pero el tercio restante podría estar más cercano al gorila.
El hallazgo, completamente novedoso para los expertos en genómica comparativa, demuestra que el proceso de especiación humana (momento en que la especie evolucionó como propia) "fue muy complejo".

"Creemos que hubo, como mínimo, dos especiaciones muy rápidas, una primera que separó al gorila del ancestro común de humanos y chimpancés, y una posterior del chimpancé separándose del humano, pero todo esto ocurrió tan rápido que ha dejado una huella en el genoma" de estas especies.
La secuenciación completa del genoma del gorila ha llevado a los investigadores a una segunda conclusión: ambas especies comparten variantes en los genes relacionados con el sistema auditivo y el habla, lo que pone en duda la supuesta relación de estos genes con el lenguaje humano.
Este experto catalán en Genómica de Primates recuerda que hasta ahora una de las hipótesis más aceptadas en este campo sostenía que los gorilas no son capaces de hablar porque, aunque comparten los mismos genes que los humanos, los de los hombres habían evolucionado muy rápido y habían cambiado mucho.
"Sin embargo, una de las sorpresas de este trabajo ha sido ver que algunos de estos genes están en el gorila igual de evolucionados que en los humanos", lo que significa que "quizá estos genes no estén relacionados con la capacidad del habla de los humanos". Justo cuando "pensábamos que estábamos a punto de ver la luz al final del túnel sobre por qué hablamos los humanos, este trabajo demuestra que esto será bastante más difícil".

¿Cuándo se separaron los humanos de los chimpancés?

La investigación, además, llega a una última conclusión. Genetistas y paleontólogos mantienen desde hace una veintena de años una gran discrepancia sobre el momento en que los humanos y los chimpancés empezaron a evolucionar de modo distinto genéticamente.
Los primeros sostenían que ese momento tuvo lugar hace cuatro o cinco millones de años, mientras que los segundos calculaban que ocurrió hace siete-ocho millones de años. "Este trabajo hace un esfuerzo por intentar casar ambas ideas y lanza una hipótesis que -según Marqués-Bonet, se sostendrá durante al menos unos años".

Los expertos en genómica basaban su cálculo en la idea de que la tasa de mutación (el traspaso de los cambios en el ADN a los descendientes) era constante pero este trabajo demuestra que esta tasa es ahora más lenta de lo que era hace unos años, una idea que permite que, por fin, los cálculos de los genetistas y los paleontólogos "se reconcilien".
"Hemos llegado así a la conclusión de que la especiación entre humanos y chimpancés no es ni tan antigua como decían los fósiles ni tan reciente como decíamos nosotros, sino una cosa intermedia" que sitúa ese momento entre los cinco y siete millones de años.
Por tanto, el hecho de que el genoma del gorila tenga coincidencias con el del hombre, sugiere que las tres especies (chimpancés, gorilas y humanos) "se separaron muy recientemente y de una manera muy rápida".

Todos estos conocimientos serán útiles para aplicar a la investigación de enfermedades que, "como el autismo, el cáncer, o la esquizofrenia, aún no entendemos", sostiene Marqués-Bonet, porque "evolución y enfermedad son el mismo proceso aunque se desarrollan a distinta escala".
En la misma línea, el coautor del estudio, Javier Prado, subraya la importancia de la conservación de los gorilas porque "su desarrollo evolutivo tiene repercusiones biomédicas".

2012/03/07

El ser humano ya causó la extinción de especies hace 100.000 años

Las olas de extinciones que se produjeron hace 100.000 años, que eliminaron a algunos de los animales más grandes del mundo, fueron causadas por el ser humano y el cambio climático, según una nueva investigación de la Universidad de Cambridge, publicada en la revista PNAS.
Mediante el examen de la extinción ocurrida durante el Cuaternario tardío (hace 700.000 años), pero centrándose principalmente en los últimos 100.000 años, los científicos han sido capaces de evaluar la importancia relativa de los diferentes factores que causaron la extinción de gran parte de la megafauna terrestre del mundo -los animales de 44 kg, o más. Estas extinciones incluyen a los mamuts de Norteamérica y Eurasia, los mastodontes y los perezosos gigantes de las Américas, el rinoceronte lanudo de Europa, los canguros y wombats gigantes de Australia, y las moas gigantes (aves no voladoras) de Nueva Zelanda.
Los investigadores utilizaron datos de un núcleo de hielo de la Antártida, uno de los más largos registros de funcionamiento de los cambios en el clima de la Tierra- que abarca los últimos cientos de miles de años. También, recopilaron información sobre la llegada de los humanos modernos de África a cinco masas diferentes (América del Norte, América del Sur, la mayor parte de Eurasia, Australia y Nueva Zelanda).
Al realizar un análisis estadístico utilizando tanto la información sobre el clima como el tiempo de llegada de los humanos modernos, los científicos fueron capaces de determinar si el patrón de extinciones se explica mejor por el cambio climático, o por la llegada de los humanos modernos, o ambas cosas, llegando a la conclusión de que fue combinación de ambos lo que causó la extinción.
Los autores creen que la investigación proporciona información detallada sobre las consecuencias de las presiones sobre la megafauna que vive hoy día, incluyendo tigres, osos polares, elefantes y rinocerontes. Según Graham Prescott, estudiante de doctorado en Cambridge y coautor del estudio, "nuestro estudio sugiere que una combinación de la presión humana y el cambio climático fue capaz de causar la extinción de muchos animales grandes en el pasado.
David Williams, también estudiante de doctorado en la universidad, y coautor del estudio, añade que "la pérdida de estos animales ha sido un enigma zoológico desde la época de Charles Darwin y Alfred Russell Wallace. En ese momento, muchos creían que las extinciones no pudieron ser causadas por el ser humano, aunque Wallace argumentaba lo contrario. Ahora, hemos demostrado, 100 años después, que Wallace tenía razón, y que los seres humanos, junto con el cambio climático, han estado afectando a otras especies durante decenas de miles de años, y continúan haciéndolo".

2012/02/17

Todos los humanos somos mutantes en unos 20 genes

Al contrario de lo que ocurre en la ficción, en la realidad las mutaciones no nos convierten en superhéroes, sino en enfermos. Sus demoledores efectos los conocemos por nombres como fibrosis quística o distrofia muscular. Suponemos que el proceso de evolución biológica pule el patrimonio genético común de una especie para deshacerse de lo perjudicial y estabilizar lo beneficioso, y que por tanto nuestro genoma se va optimizando para que no falte ni sobre nada. Pero la situación real es más complicada. Un estudio publicado hoy en Science descubre que cada ser humano camina por el mundo con unos 20 genes inutilizados sin saberlo ni notarlo, cruzándose continuamente con otros miembros de su especie que a su vez tienen otro conjunto de una veintena de mutaciones diferentes a las suyas.
El sorprendente resultado proviene de un amplio estudio genético que ha analizado en detalle los genomas individuales de 185 personas que donaron su ADN al proyecto 1.000 Genomas, una ambiciosa iniciativa internacional lanzada en 2008 para crear un gran catálogo de variaciones genéticas humanas. Sospechando que muchas de las mutaciones detectadas en los genomas podían ser errores de lectura, científicos de Europa, EEUU, Australia y China repasaron los datos disponibles, descubriendo que, como promedio, cada persona posee entre 103 y 121 copias de sus genes inactivadas por mutaciones. En una veintena de casos en cada persona los defectos coinciden en las dos copias de un mismo gen (paterna y materna), destruyendo por completo su función.
El coautor del estudio Mark Gerstein, de la Universidad de Yale (EEUU), cuantifica el total de esas mutaciones en la población: "Hemos identificado 253 genes que pueden estar completamente inactivos en uno o más participantes, lo que indica que al menos el 1% de los genes humanos pueden apagarse sin causar ninguna enfermedad grave". El genetista mallorquín Lluís Quintana Murci, del Instituto Pasteur de París, escribe en su comentario al estudio en Science: "Esto sugiere que las funciones de [ciertos] genes son redundantes".

En busca del nacimiento de las clases privilegiadas

El 18 de marzo de 2011, miles de sirios salieron a las calles de Derá para protestar contra la dictadura de Bashar al-Assad, que heredó el poder de su padre en 2000 sin pasar por las urnas. Por toda Siria ardieron aquel día los símbolos del poder, desde los tribunales de justicia a las sedes del Partido Baath, que ostenta el monopolio político.
La raíz de esta supremacía de unos pocos, y de todos los abusos de poder que existen en el mundo, podría encontrarse a tan sólo 40 kilómetros de Derá, en el yacimiento de Qarassa 3, donde un grupo de arqueólogos españoles cree haberse topado con "los primeros indicios de diferenciación social humana".

Hoy, Qarassa 3 es un montón de piedras en un secarral en el sur de Siria. Pero hace 13.000 años allí había un poblado de 12 cabañas, donde unas 50 personas se dedicaban a pescar percas, machacar trigo silvestre para hacer tortas, cazar conejos y recolectar raíces y frutos. Todavía eran grupos de cazadores-recolectores, pero empezaban a coquetear con la agricultura y la ganadería. En aquellas pocas casas, y en las de otros poblados similares, comenzó el experimento que cambió para siempre la organización social del ser humano. Tras más de dos millones de años de caza y recolección, la humanidad empieza a domesticar las plantas y los animales. Nace la agricultura y la ganadería, los oficios. Todo se complica y nacen las leyes. Y con ellas los que las dictan y los que se ocupan de que se cumplan. Nace el verdadero poder.
Lo sorprendente, explica el responsable de la excavación, Xavier Terradas, es que dos de las cabañas muestran un nivel de complejidad superior al resto. "Podemos encontrarnos ante un liderazgo incipiente", apunta el arqueólogo, investigador de la Institución Milá y Fontanals, del CSIC. Todas las relaciones complejas de poder, desde las monarquías hasta los trabajadores chinos explotados en condiciones penosas para fabricar teléfonos móviles, podrían haber nacido en este secarral hoy conmocionado por la revuelta siria.

A merced del expolio

El poblado de Qarassa 3 pertenece a la cultura natufiense, que se extendió desde el río Éufrates hasta lo que hoy es Egipto hace entre 14.000 y 9.000 años. Jericó, en la actual Cisjordania, fue en su momento una aldea natufiense. Y esta cultura también realizó la primera estatuilla de dos personas manteniendo relaciones sexuales, la conocida como Los amantes de Ain Sakhri, una talla de calcita encontrada por un beduino en una cueva cercana a Belén. Lo excepcional de Qarassa 3 es que está casi tal cual. Es como una fotografía de un poblado natufiense. "Por primera vez hemos podido estudiar un poblado completo, como si estuviera fosilizado", señala Juan José Ibáñez, también de la Institución Milá y Fontanals.
Las 12 cabañas, de las que han desaparecido las techumbres vegetales pero se conservan las bases de piedra de sus muros, hablan a quien sabe escucharlas. Todas son circulares, de entre 12 y 16 metros cuadrados, pero dos de ellas, en la zona meridional del poblado, han llamado la atención de los investigadores. Una presenta paredes internas y una plataforma elevada. En la otra destaca una fosa y dos plataformas exteriores asociadas a la puerta de entrada. Para Terradas, esta estructuración del espacio interior es "un hallazgo clave en la historia de la arquitectura".
Un grupo de 50 personas que empezaba a abandonar el nomadismo necesitó crear nuevas reglas, así que en aquellas cabañas exclusivas pudo vivir una especie de protoalcaldes o protorreyes, pero todavía es muy pronto para asegurarlo. "Podemos estar ante una jerarquización social o ante espacios que se destinaban a un uso específico, a un artesanado incipiente", concede Terradas.

Los investigadores del CSIC excavaron el yacimiento en 2010. Tenían previsto volver en mayo de 2011 para confirmar sus primeras hipótesis, pero estalló la revuelta siria y se quedaron sin permisos. Ahora, el yacimiento está abandonado y sin vigilancia, en un país sumido en el caos y con otras prioridades muy por delante de la investigación del periodo Epipaleolítico. "Para los pastores de la zona, Qarassa 3 sólo es un montón de piedras, pero puede sufrir un expolio. Como se ha visto en Irak, cuando hay un conflicto sufren las personas y sufre el patrimonio", lamenta Ibáñez.
Este arqueólogo cree que en Qarassa 3 empieza a nacer "una organización social compleja y una cierta autoridad, pero todavía se desconoce si fue individual o colectiva". Para Ibáñez, "todavía no es posible hablar de privilegios o de poder, pero sí de diferentes papeles en un grupo que empezaba a requerir decisiones complejas".

Aplausos y escepticismo

Eudald Carbonell, director del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, acaba de regresar de una visita a los poblados natufienses de Israel. Carbonell también ha documentado una estructuración del espacio en el Abric Romaní (Capellades, Barcelona), ocupado por grupos de decenas de neandertales hace 55.000 años.
A su juicio, en este y otros yacimientos mucho más antiguos que el de Qarassa 3 "ya se comienza a vislumbrar una diferenciación social, pero en los poblados natufienses empieza a ser evidente". El investigador catalán, que no participa en la excavación del yacimiento sirio, aplaude las propuestas de Ibáñez y Terradas. "Estas interpretaciones nos sirven a todos para avanzar en los procesos de análisis", añade.
El investigador Ignacio Márquez, que ha estudiado en Siria la necrópolis bizantina de Tall as-Sin, del siglo VI, y la ciudad de Tall Humeida, de 5.500 años, es más escéptico con las conclusiones de los arqueólogos de Qarassa 3. "Ojalá den la campanada, pero no parece que tengan indicios sólidos como para concluir que allí había diferenciación social", opina.
Para Márquez, experto en leer inscripciones antiguas del Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, también del CSIC, habría que esperar a yacimientos como el de Çatalhöyük, en Turquía, para hablar de "una verdadera separación de poder y clases sociales". Çatalhöyük fue, hace unos 7.000 años, uno de los primeros centros urbanos de la historia, con más de 5.000 habitantes. Pero incluso en esta primera ciudad todavía se discute si existieron clases sociales, ya que no se han encontrado viviendas especialmente pomposas. "Y entre Qarassa 3 y Çatalhöyük pasaron miles de años", subraya Márquez.

2012/01/25

El cuerpo humano es una bacteria

El proyecto Genoma Humano secuenció la información genética contenida en el 10% de las células que forman el cuerpo humano. El 90% restante no son células humanas sino un auténtico ecosistema de unos cien billones de bacterias que habitan en nuestro cuerpo. Reciben el nombre de microbioma, y la ciencia está descubriendo cada día nuevas pruebas que demuestran que son fundamentales para nuestra supervivencia. Como explica el doctor Francisco Guarner, responsable del grupo de Fisiología y Fisiopatología Digestiva del Vall d'Hebron Institut de Recerca (VHIR), "el microbioma se considera ya un órgano en sí mismo".
Las alteraciones que se producen en esta población de microorganismos tienen serias consecuencias para la salud; de hecho influyen hasta tal punto en el cuerpo que pueden llegar a modificar la conducta y el desarrollo cerebral. Hay estudios que demuestran que animales de laboratorio que crecen en total ausencia de bacterias tienen un desarrollo corporal deficiente, un cerebro distinto e inmaduro y su sistema inmunitario es incompleto. Lo sorprendente "y una de las razones que justifica el considerar el microbioma como órgano", explica Guarner, "es que si a estos animales se les trasplanta la flora de individuos normales, recuperan la normalidad".

Bioquímica cerebral

Estos resultados todavía no pueden extrapolarse a seres humanos, pero "existen evidencias indirectas de que el microbioma afecta a nuestra bioquímica cerebral", afirma la investigadora y doctora Elena Verdú, que ha participado en estos experimentos con ratones en la Universidad de McMaster (Canadá). "Es posible que estos mecanismos estén implicados en enfermedades como el autismo", añade la investigadora.
Los trastornos gastrointestinales se cuentan entre las complicaciones que sufren las personas con autismo y merman su calidad de vida. La causa última de esta asociación todavía se desconoce, pero investigadores de la Universidad de Columbia, en EEUU, han descubierto recientemente lo que podría ser una diferencia clave: muchos niños autistas tienen un tipo de bacteria en su flora intestinal que el resto de los niños no tiene.
Este microrganismo en concreto pertenece al género Sutterella y, aunque su presencia está asociada a patologías digestivas inflamatorias como la enfermedad de Crohn
o la colitis ulcerosa, según Bren Williams, autor del estudio, "aún queda mucho trabajo que hacer antes de entender el papel de Sutterella en el autismo".
El hecho de que una gran parte de pacientes autistas tengan alterados el tipo y la cantidad de especies de la flora intestinal es una situación en la que todavía no se sabe qué es primero, si el huevo o la gallina. Como asegura Verdú, "la conexión cerebro-intestino es bidireccional" y parece ser prometedora.
Y es que una flora intestinal adecuada no sólo genera vitaminas y aminoácidos esenciales para la supervivencia del cuerpo humano, sino que también estimula el sistema inmunitario. La mayoría de células inmunocompetentes conviven con las bacterias en la pared del intestino y es principalmente allí donde entran en contacto con los antígenos del exterior y el sistema aprende a diferenciar lo propio de lo ajeno.
Todavía no se sabe si las alteraciones gastrointestinales en el autismo son algo más que sintomáticas, pero en otros casos sí lo son. En pacientes con enfermedad de Crohn o esclerosis múltiple, que sí tienen una base autoinmune, la flora intestinal está alterada, y se ha demostrado que, enriqueciéndola, se mejoran sus afectaciones neurológicas.
Una de las opciones terapéuticas en estudio es restaurar la población de bacterias y alterar el sistema inmunitario del paciente mediante el consumo de probióticos o de determinados gusanos helmintos (parasitarios) no patógenos. Aunque esta última opción no suene deliciosa, ya se han obtenido resultados en varios pacientes y en EEUU se han iniciado estudios clínicos en personas autistas y pacientes con esclerosis múltiple o con alergias alimentarias graves. De todos modos, Guarner opina que, aunque los resultados de los tratamientos con helmintos son prometedores, "la solución a estas enfermedades necesita conocer mejor el microbioma".
Desde que se conoce la repercusión del microbioma en el cuerpo humano, la investigación de cómo alterarlo y obtener efectos beneficiosos no sólo avanza en el campo de las enfermedades digestivas, sino en muchos otros, como por ejemplo la cardiología. Hace tiempo que se sabe que pacientes con obesidad o diabetes tipo 2 tienen más riesgo cardiovascular que personas sanas y también elevados niveles de leptina, una hormona relacionada con el metabolismo y el apetito. Un estudio reciente ha puesto en práctica un hecho que ya se conocía, que la presencia de Lactobacillus plantarum disminuye la secreción de leptina. Los resultados demuestran que ratas alimentadas con un probiótico que contiene dicha bacteria sintetizan menor cantidad de leptina y ello podría tener un reflejo en la disminución del número y la gravedad de infartos.
El doctor Abel Mariné, experto en nutrición y seguridad alimentaria de la Universidad de Barcelona, opina que, aunque sí parece existir una relación entre obesidad y flora intestinal "y este estudio es interesante, no hemos de perder de vista que está hecho con animales de laboratorio y que se ha de verificar y ser reproducible", explica. De todos modos, "los probióticos no deben confundirse con medicamentos, pues sus efectos beneficiosos son suaves y a largo plazo", aclara Mariné (ver despiece).

A por los genes

El siguiente gran paso biomédico después de lograr secuenciar el genoma humano es el proyecto europeo MetaHIT (Metagenómica del Tracto Intestinal Humano) . Su objetivo es ambicioso: descifrar el material genético de las más de 150.000 especies distintas de microbios que colonizan el cuerpo humano. Guarner, responsable español de MetaHIT, explica: "Vamos a generar un catálogo de las bacterias simbióticas que viven y participan en nuestro cuerpo, sus características y sus funciones".
La investigación del microbioma no es sencilla, "puesto que la mayoría de las bacterias del intestino necesitan del ecosistema que forman con las demás para crecer", detalla Guarner, "y, por lo tanto, no crecen en las condiciones de cultivo del laboratorio". La solución a este reto ha sido la metagenómica, es decir, aplicar técnicas de biología molecular y secuenciación de genes para obtener grandes bases de datos.
Este proyecto, en el que participan ocho países europeos, está en marcha desde 2008 y tiene fecha prevista de finalización para junio de 2012.
Hasta ahora, los resultados que se conocen del proyecto MetaHIT son sorprendentes. Los investigadores han descubierto, por ejemplo, que es posible que los seres humanos puedan clasificarse, además de por grupo sanguíneo, sexo y edad, según sus bacterias. Los científicos de MetaHIT analizaron la flora intestinal de casi 200 personas de seis nacionalidades distintas y descubrieron que todas ellas se podían agrupar en tres tipos bien diferenciados.
Este descubrimiento puede tener una gran repercusión en medicina puesto que, según explica el genetista Mani Arumugam, primer investigador de estos resultados, "la flora intestinal interactúa directamente con los fármacos y los alimentos que tomamos y modula su absorción"; así que Arumugam cree que, en un futuro, se podrían "diseñar dietas y fármacos personalizados" en función del tipo bacteriano al que pertenezca cada persona.
Los resultados del estudio MetaHIT pretenden tener infinidad de aplicaciones terapéuticas. "El gran objetivo es llegar a entender una parte del cuerpo humano que hasta ahora desconocíamos", explica Guarner. "Si llegamos a conocer al detalle estos dos kilos de células bacterianas que habitan en nuestro cuerpo, entonces podremos utilizar este conocimiento para tratar el autismo, trastornos psiquiátricos tempranos, enfermedades autoinmunes, alergias, trastornos del metabolismo, obesidad o diabetes tipo 2", enumera.

2011/12/02

Los humanos salieron de África 35.000 años antes de lo pensado

El momento en el que los humanos salieron de África para colonizar nuevos horizontes es una de esas preguntas clave, tan decisiva para entender la evolución humana como pueda serlo la búsqueda del bosón de Higgs para dibujar el origen del universo. En los últimos años, las teorías se multiplican y cada una de las propuestas científicas se va perfilando con nuevos hallazgos que ayudan a precisar cómo y cuándo se abrió la puerta. El publicado ayer en la revista PLoS ONE perfila un escenario novedoso, en el que habría que ubicar el primer viaje culminado con éxito de los humanos anatómicamente modernos (Homo sapiens) 35.000 años antes de lo que aseveran los libros de historia.
El primer asentamiento consolidado fuera de África se debería datar hace alrededor de 106.000 años, en lugar de los 70.000 años considerados hasta ahora como el momento más plausible. Y todo gracias a un montón de piedras troceadas y talladas de una forma muy particular, unas piedras que estos humanos dejaron atrás hace miles de años para que el equipo de Jeffrey Rose, investigador de la Universidad de Birmingham, les encontrara un parecido sorprendente. Las lascas descritas en este hallazgo se encontraron al sur de la península arábiga, en lo que actualmente es la Sultanía de Omán. Esas herramientas rocosas están talladas como sólo se hacía al otro lado del mar Rojo, en África, en unos asentamientos nubios (de la Edad de Piedra Intermedia) que se extendieron por un largo periodo de tiempo, desde hace 128.000 años hasta hace 74.000, en el valle del Nilo y en algún punto del llamado cuerno africano.

Los investigadores, sirviéndose de un sistema relativamente novedoso de datación (denominado Luminiscencia Ópticamente Estimulada), concluyen que esas herramientas tienen 106.000 años (con un margen de error de nueve años). Mucho antes de cuando se suponía que debían haberse asentado estos humanos allí tras cruzar el mar Rojo. Ya se había dado con otros asentamientos a ese lado del mar, pero estos tienen una particularidad: habían dado el paso con éxito. Habían colonizado la península de Arabia.
"Los restos evidencian que esas piedras eran de allí, no habían sido llevadas. Las tallaron in situ, porque era ese el lugar donde vivían estos humanos", explica el paleoantropólogo Enrique Baquedano, ajeno al hallazgo. "Llama la atención la gran cantidad de herramientas talladas con esta técnica encontradas en ese lugar; sin duda se trata de un descubrimiento muy serio", juzga Baquedano, codirector del yacimiento tanzano de Olduvai. Según su perspectiva, el hallazgo es riguroso pero la datación exacta del mismo puede ser algo "precipitada". Este experto considera que el nuevo sistema para determinar la fecha de estas herramientas todavía necesita ajustes. "No hay restos fósiles humanos ni animales, hay muy poca información para aventurar una fecha tan llamativa", asegura.
"Todavía estamos viendo la crema de lo que puede ser esta propuesta científica defiende necesitamos información paleobiológica y contextos más claros". No obstante, Baquedano considera que Rose y los suyos han abierto una línea de investigación muy jugosa: "Oriente Próximo y Arabia están revolucionando la investigación. La evolución humana está pendiente de lo que encontremos allí".

2011/11/21

La mano del hombre agita los desastres naturales

El hombre es un lobo para el hombre, reza el clásico. La cita, hoy por hoy, es más que correcta, aunque debería cambiarse por otra que dijera que el hombre es una sequía para el hombre. O un huracán. O como riadas, olas de calor y lluvias torrenciales. Los dos centenares de científicos del mayor grupo de expertos sobre el clima y sus efectos lo podrían gritar al unísono y no dejarlo más claro que el informe que publicaron ayer: el hombre está desencadenando muchos de esos fenómenos meteorológicos extremos que inundan ciudades, secan cultivos, asfixian a ancianos y reducen viviendas a montones de tablones de madera.
Hasta ahora, diversos trabajos científicos muy localizados, incluso un informe de la Organización Meteorológica Mundial, habían llamado la atención sobre el origen antropogénico de los fenómenos extremos del clima. Ayer, los 192 países representados en el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas dieron por bueno un informe que asevera que "hay evidencia de que algunos eventos extremos han cambiado como resultado de la influencia del hombre, incluyendo el incremento de las concentraciones de gases de efecto invernadero". A menos de un mes de que se celebre la decisiva otra más cumbre de Durban (Suráfrica), este trabajo, realizado por 220 expertos de 62 nacionalidades a lo largo de los últimos tres años, no deja escapatoria a los líderes políticos: o cambiamos o nos preparamos para lo peor. Porque el informe, además de confirmar con distintos grados de fiabilidad la relación entre el ser humano y estos desastres, advierte de que irán a peor.
"Afortunadamente, sabemos más ahora que hace unos años, lo que nos permitirá una mejor gestión de los desastres", advirtió Rajendra Pachauri, responsable último del IPCC y premio Nobel de Paz, durante la presentación de estas conclusiones en Kampala, Uganda. "Es importante que los representantes políticos que acudan a Durban sepan lo que está ocurriendo", señaló Pachauri, en referencia a la importancia que tendrá esa cumbre para poner coto a los desastres que se diagnostican en el informe como síntomas de la mala gestión que se está haciendo del clima a escala global.
"Ahora estamos mucho más seguros de lo que lo estábamos antes de que el cambio climático multiplicará el número de días inusualmente cálidos y que eso, en muchas regiones, afectará a su vez a la estabilidad de las precipitaciones", defendió Thomas Stocker, experto de la Universidad de Bern y jefe de uno de los grupos de científicos del IPCC. Los días cálidos van a dispararse en el futuro. Es la conclusión que más claramente se defiende en el informe, porque es la variable de la que más evidencias estadísticas se tiene para poder aseverar que existe una relación de al menos un 99% entre el aumento de los días cálidos y la actual gestión que el ser humano hace del planeta.
"Es virtualmente cierto que durante el siglo XXI habrá un incremento de la frecuencia de los días extremadamente calurosos", expresa el documento ratificado. "Es muy probable [por encima del 90% de posibilidades] que crecerá la duración, la frecuencia y la intensidad de las olas de calor en la mayoría de las regiones", añade. Según sus estimaciones, a finales de siglo el número de días inusualmente cálidos se multiplicará por diez. Además, los días especialmente fríos se reducirán en las próximas décadas respondiendo a un patrón inversamente proporcional.
También por culpa del cambio climático, habrá episodios graves de inundaciones en la costa de algunas regiones por culpa de la crecida del nivel del mar. Los ciclones y huracanes se agravarán de continuar por la vereda actual, hasta el punto de que se considera probable (más del 66% de posibilidades) que ganen intensidad en la fiereza y efecto devastador de los vientos que desaten estos fenómenos. Los expertos también consideran probable que las lluvias torrenciales se agraven y multipliquen por todo el planeta, lo que implicará, sumado al aumento de las temperaturas, un incremento de las inundaciones. Los científicos del IPCC aventuran que los episodios de diluvios localizados se multiplicarán por cuatro.
Aunque los científicos están menos seguros, también afirman que hay evidencias de que se intensificarán las sequías en buena parte del globo, incluyendo el sur y el centro de Europa, centro y Norteamérica, Brasil y el sur de África. En este apartado se muestran menos confiados como para asegurar que será así debido a la limitada de cantidad de datos con los que se cuenta y la extraordinaria complejidad que mueve estos fenómenos. Aun así, se aporta un dato: de los 12 inviernos más secos registrados desde 1902, diez se han vivido en los últimos 20 años.
"Los eventos extremos suceden cada mucho tiempo, por lo que es más difícil cuantificar el impacto antropogénico. Poder comprobar esa relación es una cuestión de estadísticas", resume el investigador Carlos Duarte. Este experto en cambio climático explica que es más fácil establecer la relación entre la mano del hombre y el aumento de las temperaturas porque hay datos de sobra. Por contra, aunque hay evidencias que lo respaldan, las sequías se producen con tan poca regularidad que resulta mucho más difícil establecer modelos que las emparenten con la acción humana, dado que en el informe sólo se tienen en cuenta los datos obtenidos desde 1950. "Ahora tenemos una mayor resolución estadística y podemos confirmar el aumento de temperaturas sin problemas. Ya se irán obteniendo estadísticas suficientes para afirmar con la misma rotundidad otras cosas", considera Duarte.

Veranos infernales en España

Uno de los responsables del informe, el investigador del CSIC Gerardo Benito, considera que el informe sobre todo llama la atención sobre el aumento de los riesgos para las personas. "No sólo por el aumento de fenómenos extremos, sino también porque cada vez somos más vulnerables y estamos más expuestos a sus efectos", indica, en referencia a que el aumento de la población la está exponiendo como nunca a riadas e inundaciones, por ejemplo, por asentarse en lugares inadecuados.
En cuanto a los riesgos inmediatos asociados a España, Benito señala las sequías y especialmente las temperaturas infernales. "Habrá muchas más olas de calor y muy pocos días fríos. Tendremos veranos muy cálidos y noches de las llamadas tropicales, con temperaturas por encima de los 20 grados", señala Benito, quien pone como ejemplo de algo que será habitual el verano de 2003, en el que murieron más de 40.000 europeos por culpa de las altas temperaturas. Un estudio publicado en Nature analizando las causas de aquella ola de calor demostró que la emisión de gases de efecto invernadero había doblado el riesgo de que algo así sucediera.
Sin embargo, el informe advierte de que los desastres naturales seguirán acabando con la vida de los habitantes en países en desarrollo. Entre 1970 y 2008, el 95% de las muertes asociadas a desastres naturales se dieron en países pobres, una proporción que aumentará en los próximos años de seguir así las cosas. Las pérdidas económicas más severas derivadas de estos desastres, en cambio, crecerán en los países avanzados. El año con mayores pérdidas globales registradas desde 1980 fue 2005: 150.000 millones de euros, en su mayor parte derivados del desastre del huracán Katrina.

2011/11/04

Los humanos llevaron a la extinción a grandes mamíferos en el pasado

La expansión de los asentamientos humanos durante el Paleolítico superior (entre 35.000 años y 10.000 años atrás) promovió la extinción de al menos dos especies de grandes mamíferos hace unos 16.000 años. Un estudio revela lo dañino que puede ser el efecto combinado del impacto humano y el cambio climático.
El estudio, publicado en el último número de la revista Nature y en el que participa el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), demuestra que la desaparición del tarpán (Equus ferus) y del bisonte estepario (Bison priscus) se debió a la acción humana en una época de cambio climático.
En aquel periodo, Eurasia y América del Norte perdieron aproximadamente el 36% y el 72% de los géneros de megafauna, respectivamente. Este suceso coincidió con el último máximo glacial de hace unos 20.000 años y que "influyó en la desaparición de muchas de estas especies", explica la investigadora del CSIC en la Estación Biológica de Doñana que ha participado en el trabajo, Jennifer Leonard.
El artículo evalúa el efecto de hombres y tiempo sobre la extinción o la repentina disminución de las poblaciones de seis tipos de grandes mamíferos. El equipo de investigación analizó 846 secuencias de ADN mitrocondrial, 2.996 restos de megafauna y 6.291 residuos de asentamientos humanos de aquella época en Eurasia para establecer la relación espacial y temporal entre las poblaciones humanas y las de dichos animales. Esta información se ha contrastado, a su vez, con los modelos climáticos de hace 42.000 años, 30.000 años, 21.000 años y 6.000 años.
De las variedades evaluadas, cuatro de ellas están actualmente extintas y corresponden al rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis), al mamut lanudo (Mammuthus primigenius), al bisonte estepario y al tarpán. El resto de las especies analizadas conservan poblaciones vivas y corresponden al caballo doméstico (Equus caballus), al reno (Rangifer tarandus), al buey almizclero (Ovibos moschatus) y al bisonte americano (Bison bison).
Los resultados atribuyen la extinción del tarpán y del bisonte estepario a la combinación de los dos factores debido a que los restos de ambas especies son los más abundantes en las regiones de asentamientos humanos. Aunque el inicio de sus declives coincide con el último máximo glacial, estos muestran un decrecimiento acelerado que se ajusta a la expansión de las poblaciones humanas hace unos 16.000 años.
Las poblaciones de mamut y rinoceronte no sólo no se vieron afectadas por la presencia humana, sino que aumentaron entre cinco y diez veces al menos 10.000 años después de su primer contacto con humanos. La población de buey almizclero no mantuvo relación con los hombres, sin embargo, al igual que el rinoceronte, descendió súbitamente tras la última glaciación máxima. Por el contrario, la extinción del mamut sigue siendo un misterio ya que su población continuó aumentando tras el evento climático, hasta desaparecer de forma repentina.
Leonard explica: "Los resultados son especialmente oportunos ahora que intentamos determinar como el actual cambio climático afectará a la fauna". Sin embargo, "los resultados indican que cada especie reaccionó de forma diferente, por lo que la ausencia de un patrón común complica la conservación de especies", concluye la investigadora del CSIC. 

2011/08/01

En busca de la especie 'Ñ'

Hace 1,2 millones de años, un grupo de humanos descuartizó el cuerpo de una abuela de unos 40 años, celebró un banquete caníbal y tiró los despojos a un pozo de casi 20 metros. Durante cientos de miles de años, los pedazos descansaron bajo una capa de tierra y restos de fauna de la zona como hipopótamos, rinocerontes, linces y osos. Sobre aquel agujero, enclavado en un pasillo que hoy enchufa la cuenca del Ebro con la del Duero, a 15 kilómetros de Burgos, pulularon Homo antecessor, Homo heidelbergensis y neandertales.
Los fósiles de aquella presunta abuela permanecieron enterrados hasta que, a finales del siglo XIX, unos 1.500 Homo sapiens llegaron y abrieron una herida en la Sierra de Atapuerca para construir una línea de ferrocarril para llevar carbón a los altos hornos de Vizcaya. Finalmente, en 2007, el equipo de investigación de Atapuerca extrajo la mandíbula de aquella abuela, el primer hominino conocido de Europa.
Es un hueso minúsculo, de unos siete centímetros, y con apenas cuatro dientes todavía engarzados, pero los codirectores de Atapuerca ven en él "una identidad europea". Lo que arrojaron a aquel agujero, sostienen, no se parece a ninguna de las especies humanas conocidas, como pensaron en principio, clasificándolo como Homo antecessor. Y mientras buscan más restos para confirmar su hipótesis ya la han bautizado: la especie Ñ.
"Todo lo que tenemos es un fragmento de mandíbula y no sabemos qué demonios es", admite uno de los codirectores de las excavaciones, José María Bermúdez de Castro. Aun sin nombre, los investigadores creen que aquella abuela tuvo un papel protagonista en la evolución humana. La campaña de excavaciones de este año concluyó el 22 de julio sin grandes novedades, pero otros estudios confirman la importancia de la especie Ñ.

Un mentón primitivo

Científicos de las universidades de Granada y Málaga han confirmado que la primera especie que salió de África fue el Homo habilis y no el Homo erectus, como se dio por hecho durante décadas. La confirmación respalda las tesis de los investigadores de Atapuerca. El Homo habilis habría abandonado África hace unos dos millones de años, dando lugar por el camino, en Asia, al Homo georgicus, que vivió hace 1,85 millones de años en lo que hoy es Georgia. "El georgicus podría haber dado lugar a la especie Ñ y esta, a su vez, a los antecessor", explica Juan Manuel Jiménez Arenas, de la Universidad de Granada, que ha estudiado la variabilidad en la forma del cráneo de los representantes del género Homo.
La lectura de la mandíbula hallada en Atapuerca, en la Sima del Elefante, también apunta a Europa. El mentón de aquella abuela de la especie Ñ es muy primitivo, parecido al de los Homo habilis africanos, pero la cara interna es "muy moderna", según los investigadores, ya que carece de la protuberancia ósea típica de las mandíbulas de esta antigüedad. La especie Ñ, sea lo que sea, no procede de un éxodo de homínidos fuera de África, sino que surgió de manera independiente en Eurasia y pudo desembocar en los antecessor y estos, a su vez, "tienen entidad para estar relacionados con ancestros de neandertales", según Bermúdez de Castro.
La especie Ñ cosería las piezas del puzzle evolutivo esparcidas por África, Asia y Europa. El codirector de Atapuerca explicará los últimos avances de sus investigaciones el próximo 23 de septiembre en Leipzig (Alemania), en el primer congreso de la recién nacida Sociedad Europea para el Estudio de la Evolución Humana.

Un cerebro pequeño

Bermúdez de Castro sostiene que allí no se dará un veredicto sobre la especie Ñ. "Sabemos poquísimo, necesitamos más restos", afirma. Aquellos humanos habrían vivido sin dominar el fuego, con una longevidad máxima de unos 50 años, similar a la de los chimpancés, y habrían sido cazadores y recolectores, además de caníbales. Aparte de la mandíbula, los investigadores han hallado en la Sima del Elefante un fragmento de húmero y una falange que pudieron pertenecer al mismo individuo.
En el húmero, un hueso del brazo, los científicos han observado marcas de corte que achacan, sin dudarlo, a prácticas caníbales. Bermúdez de Castro también cree que la especie Ñ era "una población demográficamente poco importante" y que sus individuos tendrían una capacidad craneal de "no más de 900 centímetros cúbicos", lo que indica un cerebro pequeño, comparado con los 1.500 centímetros cúbicos actuales.
Pero son todo especulaciones. Este verano, en una campaña de excavaciones calificada como "de transición", los investigadores no han hallado más restos de la especie Ñ. Pero tienen que estar allí, en el fondo del pozo. "En tres o cuatro años tendremos el nivel excavado completamente", calcula Bermúdez de Castro. Sin embargo, no hay garantías de que el cráneo de la abuela aparezca, lo que permitiría confirmar si se trata de una nueva especie. De entrada, el grupo que devoró su cadáver pudo tirar el cráneo en otra parte. Y, además, el pozo donde se ha encontrado la mandíbula es un agujero de 20 metros de profundidad, con una boca de cinco metros de diámetro. Pero esta chimenea se abría bajo la tierra, formando cavidades de decenas de metros que no se están excavando.
El cráneo pudo caer y rodar hacia la cueva, por ejemplo. "Si fue así, no lo encontraremos en cien años", zanja Eudald Carbonell, director del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social y codirector de los yacimientos de Atapuerca. En las últimas semanas, el trabajo se ha centrado en construir una pasarela sobre la Sima del Elefante para tener todo listo para poder buscar el cráneo en 2012. "Cuando aparezca podremos hacer la atribución a una especie o a otra", afirma Carbonell.

Un banquete con niños

Su colega Bermúdez de Castro plantea tres posibilidades: "O es un Homo antecessor o un Homo georgicus o una especie nueva". Los restos hallados en el yacimiento georgiano de Dmanisi tienen una antigüedad de 1,85 millones de años. La diferencia de edad con la abuela de Atapuerca es de unos 600.000 años. "Parece demasiado como para que estemos hablando de la misma especie", sospecha el paleoantropólogo. Los Homo antecessor hallados en la Gran Dolina, a pocos metros de la Sima del Elefante, vivieron hace 800.000 años. Allí un grupo de antecessor atacó el campamento de otro grupo y devoró a al menos diez individuos, casi todos niños. La abuela de la mandíbula pudo ser una versión primitiva de estos antecessor adictos a los banquetes caníbales, pero la hipótesis predominante entre los codirectores de Atapuerca es que se trata de una especie desconocida para la ciencia.
Bermúdez de Castro es el padre del nombre antecessor, pero, de momento, se niega a fantasear con la denominación de la presunta nueva especie. "Ahora no podemos tirarnos a la piscina", resume. El mote actual, especie Ñ, es un invento de los investigadores para el lanzamiento del primer número del nuevo Periódico de Atapuerca, "la mejor publicación periódica estable sobre la evolución humana", según el tercer codirector de las excavaciones, Juan Luis Arsuaga.

"Quizá se extinguió"

Pero no todos los investigadores están tan satisfechos con los fósiles de Atapuerca. El descubridor del Australopithecus sediba, el paleoantropólogo surafricano Lee Berger, acaba de elaborar un árbol genealógico de la especie humana para la revista National Geographic y el Homo antecessor ni siquiera aparece. No tiene ningún papel en la evolución. Y mucho menos la especie Ñ. "No se puede negar la existencia de 150 restos fósiles de Homo antecessor. Lee Berger nunca ha pisado Atapuerca", se defiende Bermúdez de Castro.
¿Y qué pasó con la especie Ñ? Para el codirector de Atapuerca, hay tres finales posibles: "Pudo dar lugar al Homo antecessor de la Gran Dolina o mezclarse con otros homínidos de Asia. O, quizá, la población se extinguió. Simplemente, desapareció".

2011/07/27

Su cerebro se encoge con la edad

El cerebro de los humanos se encoge con la edad, algo que no sucede con el de nuestro familiar más cercano, el chimpancé, según un estudio de científicos estadounidenses.
La investigación, publicada en el Proceedings of the National Academy of Sciences paper, sugiere que el período evolutivo que separa a los humanos de los chimpancés (que se estima entre 5 y 8 millones de años) explican la diferencia en cómo ambas especies envejecen.

Investigaciones previas habían determinado que en la medida en que envejecemos nuestros cerebros comienzan a ser más ligeros.
Según explica Jennifer Carpenter, corresponsal de temas científicos de la BBC, a la edad de 80 años, el cerebro promedio humano ha perdido un 15% de su peso original.
Quienes sufren de enfermedades como Alzheimer experimentan incluso mayor reducción del cerebro.
Esto está asociado a un declive en la delicada estructura de las neuronas y las conexiones entre ellas.
La corresponsal de la BBC señala que en la medida en que se deteriora la estructura del cerebro, también hay una pérdida de la habilidad para procesar pensamientos, memorizar y enviar señales a otras partes del cuerpo.
También se sabe que ciertas áreas del cerebro sufren mayor deterioro; la corteza cerebral, importante para procesar y analizar, se encoge más que el cerebelo, que se encarga del control motriz.

Las razones

Pero hasta ahora los científicos no habían entendido por qué el cerebro humano experimenta esta constante pérdida de materia gris.
El hecho de que los chimpancés no sufren este mismo deterioro, ha llevado a muchos a preguntarse de si se trata de una característica única de los humanos.
El equipo de neurocientistas, antropólogos y expertos en primates trató de dar una respuesta a esta pregunta.
El equipo comparó resonancias magnéticas de más de 80 humanos saludables entre 22 y 88 años con los de un número similar de chimpancés criados en cautiverio.
Los resultados del estudio indican que el cerebro de los chimpancés no se deteriora con la edad.
El antropólogo Chet Sherwood, de la Universidad George Washington en Estados Unidos, quien lideró el estudio señaló que en sentido evolutivo los humanos viven más tiempo para compensar por nuestros cerebros más grandes.
En ese sentido, vivir más tiempo es una adaptación al hecho de que contamos con cerebros más grandes.
Los humanos tienen una vida mucho más larga que cualquier otro primate y sus cerebros son tres veces más grandes que los del chimpancé.

Ayudar a familiares

Según Sherwood, este tiempo extra de vida de los abuelos tiene como función, en términos de la evolución humana, liberar a los padres de ser los únicos responsables de criar a infantes energéticos que tienen cerebros mayores.
Envejecer, según esto, es una manifestación visible del estrés de vivir más tiempo para darle una mano a los familiares.
"(El estudio) ofrece muy buenas evidencias de que el patrón de envejecimiento del cerebro en los humanos es bastante diferente del de otros animales", comentó el neurocientista Tom Preuss, de la Universidad Emory en Atlanta, que no participó de la investigación.
La investigación determinó también que los humanos son más vulnerables que los chimpancés a las enfermedades vinculadas a la edad precisamente porque viven más tiempo.
El profesor Preuss señaló que estas diferencias no llevan a que otros animales no puedan ser modelos para el estudio de enfermedades vinculadas a la edad.
Por el contrario, estas diferencias podrían explicar por qué los humanos sufren más que otras especies.

BBC Mundo

2011/07/22

Humanizar animales, al límite de la ciencia y la ley

El ratón con una oreja de forma humana y células procedentes de un ternero injertada en el lomo fue creado en 1995 en EEUU. Desde este ya clásico experimento hay un sinfín de pruebas científicas que se están desarrollando en todo el mundo con animales a los que se les ha implantado algún tipo de material humano.
Un grupo de científicos británicos, encabezado por Martin Bobrow, de la Universidad de Cambridge, ha presentado un informe en el que se reclama un código que regule de forma exhaustiva y rigurosa el uso de material humano en animales (en inglés ACHM, Animals containing Human Material) para combatir enfermedades y mejorar la salud. Los científicos han hecho público su trabajo en la Academia de Ciencias Médicas de Londres, donde un periodista les ha preguntado hacia dónde va "la ciencia Frankenstein". La respuesta ha sido que tal cosa no existe. No obstante, piden reglamentar los aspectos científicos, sociales, éticos y de seguridad.
"Este campo de investigación es complejo y debe haber un diálogo continuo entre científicos, reguladores y el público en general. Nuestro informe recomienda que el Ministerio del Interior establezca un cuerpo experto para preceptuar la investigación ACHM y sugerimos también que clasifiquen estos estudios en tres categorías con tres niveles de escrutinio", ha explicado Bobrow. El investigador del Instituto Nacional de Investigación Médica MRC, Robin Lovell-Badge, ha aducido que el código de conducta internacional que actualmente aplican los científicos de muchos países no es suficiente. La ciencia biomédica y el estudio de las células madre exigen una nueva regulación para mejorar el conocimiento de cómo funciona el cuerpo humano y cómo tratar las enfermedades. La ACHM, según el panel de expertos, tiene un papel importante en la investigación médica.
A modo de ejemplo de las pruebas que realiza hoy la comunidad científica internacional, el grupo de expertos ha citado ratones que llevan genes humanos para estudiar enfermedades neurológicas, osteoporosis, trastornos del corazón y cáncer; cabras con genes humanos para producir proteínas humanas utilizadas para el tratamiento de coágulos sanguíneos; ratones a los que se ha implantado un tumor humano para conocer cómo se desarrolla y se extiende el cáncer y comprobar también la efectividad de medicamentos y terapias.

Publico 

2011/07/20

El caminar humano nació hace 4 millones de años

La forma de caminar de los humanos modernos comenzó hace casi cuatro millones de años, según afirma un estudio. Las huellas prehistóricas del yacimiento de Laetoli (Tanzania) han servido a los investigadores para demostrar que los homínidos que poblaban la región hace 3,7 millones de años, los Australopithecus afarensis, caminaban de forma más parecida a cualquier persona de la actualidad que a los primates bípedos, como chimpances o gorilas.
Las marcas de Laetoli son las huellas de ancestros humanos más antiguas que se conocen, conservadas en barro gracias a las cenizas volcánicas. Pero el desgaste sufrido con el paso del tiempo las ha deformado, lo que ha generado varios debates dentro de la comunidad científica sobre la manera de caminar de sus creadores.
Pese a que los homínidos comenzaron a andar sobre dos extremidades hace seis millones de años, algunos investigadores sostienen que la forma humana de andar, con el cuerpo erguido e impulsado sobre la parte delantera de los pies, comenzó con el Homo erectus hace 1,9 millones de años.
"Antes se pensaba que el Australopithecus caminaba encorvado y se impulsaba con la parte media del pie, como los grandes simios de hoy en día", explica Robin Crompton, uno de los autores del estudio. "Sin embargo", prosigue el investigador, "las huellas de Laetoli implican una forma de caminar erguida y con la parte delantera del pie, muy parecida a los humanos de hoy".
El estudio, que ha utilizado simulaciones por ordenador para predecir la forma de las pisadas de los australopitecos, ha sido publicado hoy por la Royal Society de Londres.

Publico 

2011/07/04

Los humanos también somos microbios

Mucha gente justificadamente siente un fuerte antagonismo contra las 100 billones de microbios que viven en el cuerpo. Pero, ¿deberíamos estar peleando con nuestras bacterias?
No, dicen cada vez más doctores y científicos, quienes piensan que entender los organismos que viven en las superficies internas y externas de nuestro cuerpo puede ayudarnos a comprender aspectos vitales de enfermedades graves, desde la cardiopatía hasta el cáncer.
Nuestros microbios nos ayudan a digerir la comida en nuestros estómagos, producen humectantes naturales en nuestra piel y sintetizan vitaminas en nuestro intestino.
¿No es hora entonces de que hagamos las paces y los aceptemos como parte nuestra?
"Cuando uno mira a una persona no los ve, pues a simple vista son invisibles. Pero si uno toma todos los microbios que están en el cuerpo y sencillamente hace la cuenta, tenemos diez veces más células microbianas que células humanas", señala Lita Proctor, la coordinadora del multimillonario Proyecto del Microbioma Humano (HMP, por sus siglas en inglés).
"Tenemos que empezar a concebirnos como superorganismos", declara Julie Segre, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de Estados Unidos.

Siempre juntos

Es una idea intrigante: un "superorganismo" que se compone de uno mismo y sus microbios. A dondequiera que uno vaya, ellos van; cuando uno se alimenta, también los está alimentando a ellos... hasta evolucionamos juntos. Son los otros genomas que nos componen.
"Los genomas de las bacterias, junto con el genoma humano, son parte del verdadero contenido genético de un ser humano", dice Segre.
Ya invertimos una vasta cantidad de dinero decodificando uno de esos genomas: el humano. Nuestros microbios, sumados, tienen más genes que nosotros.
Pero teniendo en cuenta que vivimos en contacto íntimo con ellos, es difícil que nos entendamos a nosotros mismos sin entenderlos a ellos.
El HMP se propone catalogar 3.000 de los microbios de nuestro cuerpo y secuenciar sus genes.

Malos y buenos

La teoría de los investigadores es que hemos coevolucionado con nuestros microbios para poder defender a nuestros cuerpos de los patógenos.

Los geneticistas quieren entender qué constituye una comunidad microbiana y qué ocurre cuando el grupo es invadido por bacterias "malas".
El HMP considera al conjunto de microbios de una persona como la formación de una comunidad, así que en vez de explorar a cada uno de ellos individualmente, están estudiando a nuestros microbios y su material genético colectivamente: analizan la manera en que funciona esta fecunda masa como un grupo, como un mocrobioma.
"El concepto de que los microbios habitan en nuestros cuerpos es nuevo pues tendemos a pensar en ellos como gérmenes. Pero concebirlos sólo como gérmenes limita nuestra capacidad de comprender lo que realmente hacen, así que necesitamos un término que realmente incluya toda clase de microbios -bacterias, hongos, virus, etc.- que viven en nosotros y que en efecto son parte nuestra", explica Proctor.

Metagenómica

El estudio de los genes como comunidades enteras es conocido como metagenómica.

"Hay dos maneras en las que los científicos manejan todos los datos que resultan de los análisis en laboratorios", señala Proctor.
"La primera es crear un catálogo de lo encontrado. Cuáles y cuántas especies habitan en qué parte del cuerpo. Pero ahora estamos empezando a aprender que no sólo importa quién está ahí sino qué está haciendo. Si bien es cierto que hay diez veces más células macrobianas en el cuerpo que células humanas, también lo es que hay entre 100 y 200 veces más genes microbianos que humanos".
Estamos hablando de entre 10 y 20 millones de genes microbianos.
"Esos genes están ahí por alguna razón. Así que hay otra línea de investigación que cataloga de acuerdo a qué microbios encuentran los científicos y en dónde, y tratan de deducir que función tiene la comunidad como tal", explica la coordinadora.
Y ésa es una particularidad importante del proyecto. Aspira no sólo a determinar cuáles microbios están presentes sino también qué están haciendo.

Dame y toma

Que los microbios presentes en nuestros intestinos o gargantas puedan afectar nuestra salud es algo que comprendimos desde que nació la microbiología misma. Pero la relación íntima entre la superficie de nuestro cuerpo y los microbios que viven en ellas podría sorprendernos.

Desde el estómago hasta el cerebro, desde la boca hasta el corazón, hordas de organismos que llevamos con nosotros pueden estar haciendo mucho más de lo que sospechamos.
Harry Flint, de la Universidad de Aberdeen, en el Reino Unido, es asesor científico de MetaHIT, el proyecto europeo de metagenómica que se concentra en estudiar el intestino humano, donde viven unos dos kilogramos de microbios.
Flint apunta que, en el intestino, la relación entre nosotros y nuestras bacterias es mutualmente beneficiosa.
"Les ayudamos porque vamos y buscamos alimentos y ellas se benefician particularmente de la parte de la comida que nosotros no podemos digerir, así que les damos donde vivir, un lugar cálido, húmedo, protegido".
Por su lado, aunque algunas de las bacterias pueden ser malignas y causar enfermedades, "afortunadamente la mayoría de ellas son 'amistosas' y tienden a excluir a las malas", señala Flint.
"Además proveen productos metabólicos, como vitaminas y ácidos grasos que usamos como fuentes de energía y que también nos hacen sentir satisfechos y pueden ayudar a prevenir el cáncer", añade.

Promesa

Por otro lado, nuevas investigaciones indican que microbios patógenos pueden estar implicados en una gran variedad de dolencias, entre ellas la obesidad, la cardiopatía, el cáncer, el Alzheimer, la artritis y el autismo.
Así que resulta irresistible conjeturar que la metagenómica permite plantear la posibilidad de que eventualmente podremos intervenir y lograr que más de ellos actúen a nuestro favor.
Alentando a las bacterias 'amables' y desalentando a las 'desagradables' podría, algún día, ayudar a prevenir enfermedades.
"Una de las metas finales es usar la información que está emergiendo de las investigaciones para usar racionalmente el microbioma en distintas terapias", le dice a la BBC Claire Fraser-Liggett, directora del Instituto de Ciencias del Genoma de la Universidad de Maryland, Estados Unidos.
Mucha gente conoce ya el concepto de 'probióticos' -el ingerir bacterias 'buenas' para inducir un equilibrio adecuado en el estómago- pero, aunque hay cientos de años de precedentes del uso de estos organismos, hay muy poco conocimiento científico sobre qué hacen", explica.
Y Lita Proctor coincide: "Yo creo que la idea de intervenciones microbianas promete porque, si uno se pone a pensar, nuestra composición genética es heredada, pero nuestro microbioma es adquirido así que es una parte nuestra más maleable, más mutable".
"Es difícil hacer terapia genética, pero no lo es tanto hacer terapia microbiana. Así que quienes trabajan en este campo creen que hay muchas posibilidades de hacer tratamientos profilácticos, preventidos. Y creo que la filosofía está tendiendo hacia la prevención de las enfermedades, en vez de su tratamiento", concluye.

BBC Mundo


2011/06/24

¿Por qué sólo hay una especie humana?

No hace mucho tiempo, compartíamos este planeta con muchas especies de humanos. Todas ellas eran astutas, ingeniosas y excelentes cazadoras. Pero ¿qué les pasó? ¿Por qué el Homo sapiens fue el único que sobrevivió?
Pese a que el origen de los humanos ha desatado debates apasionados a lo largo de la historia, existe un consenso entre los científicos: las diferentes especies de humanos que han existido descendieron de criaturas que se parecían a los simios y que caminaron erguidas en África, hace más de 6 millones de años.

Esas criaturas tuvieron muchos descendientes, la mayoría de los cuales se extinguieron.
La primera criatura que la ciencia identifica como humana vivió en África hace dos millones de años. El Homo ergaster confeccionó herramientas y se destacó en la caza. El estudio de sus huesos indica que fue un poderoso corredor, capaz de desafiar a cualquier velocista olímpico.
Se cree que el Homo ergaster enfrentó épocas de extensas y terribles sequías que afectaron los bosques tropicales y que permitieron el surgimiento de vastas áreas desérticas.
Los miembros de esas especies humanas estaban preparados para enfrentar el calor. Su piel era lisa y, en gran medida, carente de pelos. Eso les permitía sudar más "eficientemente".
El Homo ergaster, un devorador de carne, también podía desplazarse y cazar al mediodía, cuando la mayoría de los animales descansaban.

Rumbo a Asia

Viajó grandes distancias. De hecho fue el primer humano que abandonó África y colonizó Asia.
En su nuevo y exuberante ambiente, evolucionó y dejó de ser un Homo ergaster para transformarse en el Homo erectus.
Información arqueológica señala que, aunque su población pudo no haber sido muy numerosa, se dispersó en un área que se extiende desde Turquía hasta China.
"Eran pequeños grupos de cazadores y recolectores", explicó el profesor Chris Stringer, un antrópologo del Museo de Historia Natural de Londres.
"Eran nómadas que se movilizaban por amplias zonas para conseguir sus alimentos en un ambiente muy competitivo. En lo que respecta a sus cuerpos -su forma y su constitución física- se parecían mucho a nosotros", indicó el experto.

Super volcán

Estudios recientes demuestran que el Homo sapiens también abandonó África, hace aproximadamente 120.000 años.
Viajamos en pequeños grupos, posiblemente no más de 100 personas en la primera ola migratoria.
Después nos esparcimos. Algunos llegaron a Europa, que ya estaba ocupada por el Neandertal, mientras que otros se desplazaron hacia el este hasta llegar a India. Hay evidencia arqueológica de que arribaron a tiempo para un verdadero cataclismo.
Hace 74.000 años, el monte Toba, un volcán en el sureste asiático, tuvo una actividad sin parangón. Se trató de la mayor erupción de los últimos dos millones de años, calificada como una erupción supervolcánica.
El volcán lanzó tanto azufre a la atmosfera que provocó una caída, de varios grados, de las temperaturas en todo el planeta.
Las rocas fundidas que emanó cubrieron un área del tamaño del Reino Unido y se estima que llegó a una profundidad de 10 metros.
Produjo una gran cantidad de cenizas que, arrastradas por los vientos, cubrieron extensas área de Asia, incluyendo el subcontinente indio. De hecho, dicen expertos, todavía hoy se encuentran sus vestigios.
Ya sea por los efectos de la actividad del monte Toba o por la llegada de los humanos modernos, la erupción volcánica marcó el punto más alto de la ocupación del Homo erectus en Asia.
En los siguientes 40.000 años, fueron sacados lentamente, probablemente por una combinación de factores como el cambio climático y la férrea competencia por conseguir alimentos, que escaseaban, especialmente tras la expansión de los humanos modernos.

Competencia

El Homo erectus era ligeramente más grande y más fuerte que el Homo sapiens. Entonces ¿por qué sobrevivimos y ellos no?

La respuesta más obvia es que teníamos cerebros más grandes.
Pero eso no es lo más determinante, aseguran los científicos. Lo que realmente importa no es el tamaño del cerebro sino cuán grandes son ciertas áreas del cerebro.
"Las partes del cerebro del Homo erectus dedicadas a controlar el lenguaje y el habla no ocupaban un gran espacio", señaló John Shea, profesor de paleontropología de la Universidad Stony Brook en Nueva York.
"Uno de los elementos cruciales de las adaptaciones que hizo el Homo sapiens es que combinó la compleja habilidad de planificar, desarrollada en la sección frontal del cerebro, con el lenguaje y la destreza de transmitir ideas entre ellos", dijo el experto.
La planificación, la comunicación e incluso el comercio están entre los aspectos que permitieron el desarrollo de nuevas herramientas y armas que se difundieron rápidamente entre la población.
Registros de fósiles indican que el Homo erectus elaboró la misma hacha elemental por más de un millón de años.
Nuestros ancestros, en cambio, crearon armas más pequeñas y sofisticadas como la lanza, la cual trajo ventajas evidentes a la hora de cazar y pelear.

Abismo evolutivo

De esa forma, el Homo sapiens superó a sus otros rivales humanos, los Neandertales, quienes murieron 30.000 años, atrás cuando la era del hielo limitó los suministros alimenticios.
"Incluso hace 100.000 años, habían varias especies humanas en la Tierra y eso es algo que, en la actualidad, nos puede parecer raro. Nosotros somos los únicos sobrevivientes de todos esos grandes experimentos evolutivos de cómo ser humanos", aseveró Stringer.
El Homo erectus estuvo en Asia hasta hace 30.000 años. Pese a que se extinguieron, dejaron descendientes en la isla de las Flores en Indonesia.
Esos humanos, los Homo floresiensis, también conocidos como "Hobbits", sobrevivieron hasta hace unos 12.000 años atrás.
Con su partida nos quedamos solos, como la última especie humana en el planeta.
"Existe un gran abismo entre nosotros y nuestros más cercanos parientes primates: gorilas, chimpancés y bonobos, señaló el doctor Shea.
"Si ese abismo hubiese sido llenado por otros homínidos, el vacío no sería tan amplio y la cadena evolutiva sería más gradual. Nosotros nos consideramos especiales, pero quizás no lo somos tanto. Un poco de humildad no le caería mal a nadie".

BBC Mundo

2011/03/02

¿Sigue evolucionando el ser humano?

En 1859, Carlos Darwin publicó "El origen de las especies", un libro que transformó la percepción del mundo en relación al desarrollo de la vida en la Tierra.
Pero desde entonces, los científicos se han preguntado si los humanos se han sustraído de alguna forma del poder de la selección natural.
No hay duda de que los humanos son una especie única en el reino animal. Hemos desarrollado tecnologías que nos han permitido resguardarnos de la furia del medio ambiente, como ninguna otra especie ha podido.
Mientras los osos polares desarrollaron una piel peluda, así como capas de grasa para resistir los embates del frío del Ártico, los humanos pueden desollar a los osos y usar la piel para cubrirse del frío.
¿Significa esto que, en un momento dado, los avances tecnológicos comenzaron a impedir nuestra evolución?

Lea también: Hallan fósil clave en la evolución humana

Respuesta en los genes

Al descifrar la secuencia del genoma humano, los científicos han logrado encontrar pistas para responder a esta pregunta.
Por medio de la comparación genética, los investigadores pueden determinar las diferencias entre los seres humanos y cuánto hemos evolucionado.
El color de la piel es el ejemplo más obvio, pero hay otros, como el metabolismo, que ha cambiado para permitirnos digerir alimentos que antes no se podían comer.
El ejemplo más obvio es el de la lactosa, el azúcar que contiene la leche. Unos 10.000 años atrás, antes de que los humanos desarrollaran la agricultura y la ganadería, nadie podía digerirla más allá de los primeros años de edad.
Pero hoy en día, los niveles de tolerancia de la lactosa en diferentes partes del mundo ofrecen pistas sobre las diferencias en el desarrollo de la agropecuaria en diferentes partes del mundo.
Mientras que el 99% de los irlandeses, por ejemplo, la toleran, en el sudeste asiático, donde hay muy poca tradición agrícola, la tasa es de menos del 5%.
"Somos récords vivientes de nuestro pasado", señala el doctor Pardis Sabeti, geneticista de la Universidad de Harvard. "Podemos mirar el ADN de diferentes individuos y tener una idea de cómo han llegado a ser lo que son".
O sea que es claro que la tecnología no nos impidió evolucionar en el pasado.

Lea también: ¿Una nueva especie humana?

¿Qué pasa en la actualidad?

 

Por su parte, el Profesor Steve Jones, un geneticista del University College London, recordó que "en tiempos de Shakespeare, sólo uno de cada tres niños llegaba a los 21 años".
"Todas esas muertes eran materia prima para la selección natural. Muchos de esos niños morían por los genes que portaban, pero hoy en día cerca del 99% de los niños nacidos aquí sobreviven a esa edad", señala Jones.
La gran mayoría de los avances tecnológicos que protegen al ser humano de su entorno son producto del último siglo. ¿En el mundo en desarrollo, sobre qué base podría actuar la selección natural?
"La selección natural, si no se ha detenido, al menos se ha frenado", señala Jones.
En los países en desarrollo, casi todo el mundo vive suficiente tiempo como para pasar sus genes a otra generación, aunque muchos optan por no hacerlo.
Algunas personas tienen tres hijos, otras no tienen ninguno, de manera que la selección natural podría también actuar de otras formas.

Seres más gordos

El hecho de que mucha gente en el mundo en desarrollo escoja no pasar sus genes a otras generaciones, ha llevado al biólogo Stephem Stearns a mirar el proceso de evolución en la actualidad de una forma completamente radical.
Stearns investigó la historia médica de miles de mujeres, como parte de un estudio de largo plazo en un pequeño pueblo de Massachusetts, llamado Framingham.
La investigación abarca varias décadas a partir de los años 50 y busca determinar qué genes está pasando la población que tiene hijos, y cómo eso se refleja en la población como un todo.
"Lo que hemos encontrado es que la selección natural parece operar en este caso llevando a que la población sea más baja de estatura y con más peso", señala Stephen Stearns.
Aclara que esto no fue resultado de que la gente comiera más y destaca que no hay evidencias de que la tendencia continuará indefinidamente.
Se trata de cambios muy pequeños y pausados, similares a los resaltados en los estudios de Darwin.
"Creo que el mensaje principal del estudio de Framingham es que nuestra evolución continúa, que los fenómenos biológicos van a cambiar como producto de la cultura y simplemente no lo vemos porque estamos en medio de ese proceso en la actualidad", dijo Stearns.
La tecnología puede haber detenido algunas fuerzas evolutivas como las enfermedades, pero eso no significa que los humanos han dejado de evolucionar.
Por el contrario, en un mundo globalizado, con rápidos avances médicos y genéticos y con mayor poder de los seres humanos para determinar su futuro, factores más poderosos podrían jugar un papel importante.
El curso de nuestra evolución futura va a ser decidida tanto por la naturaleza como por nosotros mismos. Puede ser que nuestra evolución dependa menos de cómo el mundo nos cambia y más de nuestra gran habilidad para cambiar al mundo.

BBC Mundo

2011/02/18

Las primeras huellas de la humanidad se están borrando

Las primeras huellas de la humanidad, grabadas en el barro de Tanzania hace 3,6 millones de años por homínidos que andaban igual que cualquier persona actual, están en peligro de perderse para siempre. Ese es el mensaje que ha transmitido un equipo internacional de paleontólogos al Gobierno tanzano tras analizar por primera vez desde 1995 el estado de las famosas huellas de Laetoli.
Tras levantar los sedimentos con los que estaban protegidas, el equipo ha encontrado filtraciones de agua, raíces e incluso termitas que amenazan con deshacer el barro en el que quedaron grabadas las huellas. Aunque este se transformó en un sedimento de consistencia rocosa, el efecto de la erosión lo está volviendo a reblandecer. "Sería una locura dejarlas así más de cinco años", alerta Manuel Domínguez-Rodrigo, profesor de Prehistoria en la Universidad Complutense de Madrid y uno de los nueve expertos que han analizado las huellas.
Tras recibir el informe, el presidente tanzano, Jakaya Kikwete, acaba de anunciar que su país construirá un nuevo museo para abrir las huellas al público por primera vez desde que fueron descubiertas en 1978. A pesar de ser Patrimonio de la Humanidad, las huellas han permanecido tapadas con tierra y rocas la mayor parte del tiempo desde que fueron descubiertas.
"Este sí que es un buen adorno para encima de la chimenea", dijo Mary Leakey, madre de la paleoantropología moderna, cuando destapó la primera huella de un homínido en Laetoli, en 1978. Su equipo pronto descubrió el rastro completo, de unos 30 metros. Mostraba las pisadas de al menos dos individuos, un macho y una hembra, que caminaron despreocupados por un barrizal un día cualquiera del Paleolítico inferior. Poco después el volcán Sadiman escupió una nube de cenizas que ayudó a que las huellas quedasen fijadas y endurecidas en la placa que descubriría Leakey 3,6 millones de años después.
Las pisadas no mostraban pulgares simiescos y eran asombrosamente parecidas a las que pueden encontrarse en cualquier playa actual, lo que, según Leakey, demostraba que el paso bípedo con pies arqueados como los de los Homo sapiens de hoy ya lo utilizaban unas criaturas llamadas Australopithecus afarensis que tenían un cerebro del tamaño del de un chimpancé. También muestran un espíritu juguetón, ya que algunas huellas dobles demuestran que uno de los homínidos fue colocando el pie donde había pisado su compañero. "Es un gesto muy humano atravesar un lodazal aprovechando la huella del que va delante", señala Domínguez-Rodrigo.
Tras el nuevo análisis se ha comprobado que una de esas huellas dobles "ha perdido su forma", según Charles Musiba, un antropólogo tanzano que trabaja en la Universidad de Colorado (EEUU) y que lidera el comité técnico que ha desenterrado tres de los 30 metros del rastro de Laetoli.
La última que vez que la senda vio la luz fue en 1995, cuando un equipo de estadounidenses del Instituto de Conservación Getty (GCI) logró permiso del Gobierno tanzano para desenterrar, estudiar y proteger el yacimiento mejor que Leakey, quien lo había cubierto con simples capas de tierra y rocas. Unos 15 años después podían verse troncos de acacia creciendo muy cerca de las huellas mientras sus raíces amenazaban la consistencia de toda la plataforma. El GCI decidió que lo mejor era cubrir el yacimiento bajo capas de geotextiles que repelerían el paso del agua y la vegetación. La decisión fue muy polémica, pues otros expertos consideraban que lo mejor era dejar el rastro al aire libre y crear un museo en el lugar, o cortar las huellas y llevarlas a un centro de investigación de la ciudad más importante del país, Dar es Salaam. "Tenemos el consenso de especialistas tanzanos y extranjeros de que el enterramiento es lo mejor por ahora", declaró entonces a The New York Times Neville Agnew, uno de los directores del Getty que asesoraban al Gobierno de Tanzania.
Más de 15 años después, Agnew ha vuelto a Laetoli para confrontar una realidad muy diferente a la que planeó. "Dijeron que las capas, una especie de milhojas, mantendrían las huellas intactas durante 50 años", explica Domínguez-Rodrigo. "Pero 15 años después nos hemos encontrado con el mismo problema que afrontaron ellos", lamenta.
Las nuevas excavaciones han destapado raíces de acacia horadando la piedra y filtraciones de agua que amenazan su consistencia. "El agua genera calcita y diluye la roca hasta convertirla en arcilla que se puede arrancar si se aprieta con los dedos", alerta Domínguez-Rodrigo. Salvo una, las ocho huellas descubiertas están en buen estado. "No quiero ni pensar en lo que ha podido pasar con la parte más baja, donde hay más agua y raíces", señala Domínguez-Rodrigo, que también dirige un nuevo centro de investigación en la cercana garganta de Olduvai.
De los 11 expertos del grupo, cuatro tanzanos y siete extranjeros, sólo Agnew y su compañero del Getty han votado en contra de desenterrar el yacimiento y construir el museo, según Musiba. "Cuando destapamos las huellas estaban muy sorprendidos de ver las raíces", señala. "Taparlas fue una mala idea", añade. Los dos representantes de la institución de EEUU se encontraban ayer de vuelta de Laetoli y no pudieron atender las preguntas de este diario, según el Getty.

Reserva natural

"Estamos muy preocupados por el resto de las huellas y ahora presionamos al Gobierno para poder desenterrar el resto este verano", comenta Musiba. El museo pequeño podría estar listo en 2014. Por ahora, Tanzania ha comprometido unos 15 millones de dólares que seguramente se queden cortos, según Musiba. Domínguez-Rodrigo asesorará al Gobierno en esa tarea, posiblemente con la ayuda de los expertos de la Fundación Dinópolis, que ya tienen experiencia en la conservación de huellas de dinosaurio al aire libre o a cubierto en España.
El Gobierno quiere que Laetoli se convierta en un nuevo imán turístico que descongestione el parque nacional del Serengeti y la zona de conservación de la caldera del Ngorongoro, el lugar del mundo con mayor densidad de leones y en cuyo recinto se encuentra Laetoli. "El Gobierno ya tiene terrenos marcados para construir alojamientos o campings controlados para reducir su impacto negativo sobre el medio ambiente", comenta Audax Mabulla, arqueólogo de la Universidad de Dar es Salaam y miembro del equipo técnico. "El museo tendrá además un impacto muy positivo en el desarrollo de las comunidades locales", añade Mabulla.

Un homínido macho que calzaría un 34 

1. Los orígenes
En 1934, el antropólogo alemán Ludwig Kohl-Larsen descubrió en Laetoli una mandíbula de ‘Australopithecus afarensis', la misma especie de homínido a la que perteneció ‘Lucy'.
2. Boñigas de elefante
En 1976, Andrew Hill y otro miembro del equipo de Mary Leakey jugaban a tirarse bostas de elefante secas. Tras esquivar un tiro, Hill descubrió la primera huella de Laetoli.
3. Un puro
Unos dos años después, Mary Leakey se fumó un puro tras desenterrar al completo una de las huellas bípedas que conservaban la marca del dedo gordo, el empeine y el talón, según relataba ‘The New York Times' en el obituario de la paleoantropóloga, fallecida en 1996.
4. Una pareja
Las excavaciones desvelaron un conjunto de huellas que se extendían 30 metros. Se piensa que las dejaron dos individuos. El mayor pudo llegar a medir 1,5 metros y su pie tenía 21,5 centímetros (un 34). Se piensa que fue un macho acompañado de una hembra de 1,3 metros y con un 29. Se ha especulado que sus huellas muestran que llevaba una carga, tal vez una cría. El análisis de las pisadas apunta que quizá un tercer individuo mucho más pequeño, seguramente otra cría, les seguía. En el barro de Laetoli también dejaron sus huellas hienas, papiones o jirafas. 

Publico

Hibernar humanos para mejorar la medicina de urgencias

Cinco osos han sido objeto del estudio de hibernación más detallado jamás llevado a cabo en animales de su tamaño. Los investigadores de la Universidad de Alaska Fairbanks y la Universidad de Stanford han presentado un informe sobre el estudio en la reunión de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS) en Washington que concluye que el metabolismo de los osos se reduce al 25% de su nivel normal, una caída mucho mayor que la que sugería la bajada de su temperatura corporal.
Los osos permanecen en un estado metabólico reducido incluso semanas después de despertar. Esta investigación podría inspirar nuevas técnicas útiles en medicina de urgencia, según recoge la BBC. La hibernación está considerada como un medio para que los animales reduzcan su consumo de energía durante las estaciones más frías. La temperatura corporal de pequeños mamíferos cae a niveles cercanos a cero grados, con las funciones metabólicas en algunos casos al 2% de sus índices normales.
Los biólogos han descubierto que la reducción de la temperatura y el ritmo metabólico de estas criaturas tiene una relación directa: el ritmo metabólico cae a la mitad por cada 10 grados en la disminución de la temperatura corporal. Por tanto, se cree que ambos procesos forman parte de un mismo mecanismo. La temperatura corporal de los osos y otros grandes mamíferos, sin embargo, parecen no caer de forma tan dramática según apuntan estudios anteriores.

La verdad de los osos

Los investigadores seleccionaron algunos osos negros (Ursus americanus) para su investigación, que fueron llevados al Instituto de Biología Ártica de la Universidad de Alaska Fairbanks, donde se les implantaron transmisores de radio para el registro de la temperatura corporal, la actividad muscular y la frecuencia del pulso cardiaco. También se construyeron "casas artificiales" donde los osos podrían comenzar su temporada de sueño, bajo la vigilancia de cámaras de infrarrojos, detectores de oxígeno, de dióxido de carbono y sensores de movimiento.
A lo largo del invierno, los osos se despertaban al menos una vez al día para reorganizar su cama de paja y continuar durmiendo, incluso roncando. Sus temperaturas corporales descendieron a un mínimo de 30 grados centígrados, pero su consumo de oxígeno y la producción de dióxido de carbono sugiere que su metabolismo se había reducido a sólo el 25% de su cifra normal.
Además, el patrón de latidos del corazón de los osos resultó sorprendente para los investigadores. "Durante la hibernación, los osos generalmente respiran profundamente y, al exhalar, su corazón se detiene y no vuelve a latir hasta después de 10, 15 ó 20 segundos", aseveró Brian Barnes, el investigador que dirigió el estudio en el Instituto de Biología Ártica. "Contienen la respiración durante un minuto y sólo cuando inhalan nuevamente su corazón late", afirma. "No sabíamos que era posible tener esta capacidad en grandes animales".
Otra sorpresa para los investigadores fue comprobar que una vez que los osos vuelven a despertarse y su temperatura corporal se eleva a su nivel normal, alrededor de 38 grados centígrados, su metabolismo se mantiene bajo -a cerca de la mitad de los índices normales- hasta tres semanas después de finalizada la hibernación. Que un mamífero grande consiga recuperarse y volver a sus rutinas, sin perder masa muscular, incluso con un metabolismo en bajo funcionamiento, sugiere que "se podría mejorar la atención médica de urgencias en seres humanos", si se consigue emular una situación similar, apunta el profesor Barnes.
"Si pudiéramos decirle al organismo que disminuya la demanda metabólica sería muy útil en caso de atender a un paro cardiaco, un derrame cerebral o un herido grave, sin que la capacidad del corazón para llevar oxígeno al cerebro se ve comprometida", explicó. "Si pudiéramos hacer algo para reducir la demanda del organismo, emulando una situación similar a la hibernación, daríamos más tiempo a los médicos para conseguir una atención mejorada en los pacientes. Es la posible aplicación más interesante de este descubrimiento".

Publico

2011/01/29

Los humanos salieron de África antes de lo que se creía

Los seres humanos modernos podrían haber salido de África hasta unos 50.000 años antes de lo que se pensaba, sugiere un estudio.
Los investigadores descubrieron herramientas de piedra en la península arábiga que aseguran fueron hechas por humanos hace unos 125.000 años.
Las herramientas fueron desenterradas en el sitio de Jebel Faya en los Emiratos Árabes Unidos, según informa un equipo en la revista Science.
Los resultados son controvertidos: los datos genéticos apuntan fuertemente a un éxodo de África hace 60.000-70.000 años.
Simon Armitage, del Royal Holloway de la Universidad de Londres, Hans-Peter Uerpmann, de la Universidad de Tubinga en Alemania y sus colegas, descubrieron herramientas de piedra de 125.000 años de antigüedad en Jebel Faya que se asemejan a las que se encuentran en África oriental prácticamente en el mismo lapso.
Los autores del estudio dicen que la gente que hizo las herramientas eran recién llegados en la zona, originarios del otro lado del Mar Rojo.
Los investigadores fueron capaces de fechar las herramientas utilizando una técnica basada en la luz, que revela a los científicos cuando fueron enterrados los artefactos de piedra.

Genética cuestionada

Se cree que los llamados seres humanos anatómicamente modernos surgieron en algún lugar de África hace unos 200.000 años.
Más tarde se dispersaron migrando a otros continentes en los que desplazaron a los neandertales en Europa y el Denisovans en Asia.
El ADN del centro neurálgico de la célula —o genoma mitocondrial— puede ser utilizado como un "reloj" para reconstruir el calendario de las migraciones humanas.
Esto es porque el ADN mitocondrial (ADNmt) acumula mutaciones, o cambios, a una tasa conocida.
Los estudios de ADN mitocondrial o genoma mitocondrial sugirieron una fecha para el éxodo "Fuera de África" de hace 60-70.000 años.
Pero los científicos detrás del nuevo estudio argumentan que las personas que hicieron las herramientas en Jebel Faya hace 125.000 años son antepasados de los humanos que viven fuera de África en la actualidad.
El profesor Uerpmann dijo que las estimaciones de tiempo a partir de datos genéticos son "muy aproximadas".
"Se decía que el perro doméstico era de hace 120.000 años y ahora que es de hace 20.000. Se pueden imaginar qué tan variable es establecer una fecha genética," explicó.
Comentando sobre los resultados, el profesor Chris Stringer, un paleontólogo del Museo de Historia Natural de Londres, dijo: "Este trabajo arqueológico de Armitage y sus colegas proporciona pistas importantes de que los primeros humanos modernos podrían haberse dispersado desde África, a través de Arabia, hasta el Estrecho de Ormuz hace 120.000 años.
"Esta investigación aumenta la controvertida idea de que esas poblaciones podrían haber migrado aún más a través del sur de Asia, a pesar de que contrasten con los datos genéticos de que esos movimientos sólo se produjeron después de 60.000 años".

¿Múltiples migraciones?

Los investigadores dicen que los fabricantes de herramientas en Jebel Faya podrían haber llegado a la Península Arábiga en un momento en que los cambios en el clima lo transformaron de un árido desierto a un hábitat de pastizales con lagos y ríos.
Estos grupos humanos podrían haberse movido más tarde hacia el Golfo Pérsico, por los senderos de la costa iraní y el sur de Asia.
De hecho, el doctor Mike Petraglia en la Universidad de Oxford ha descubierto herramientas en la India que, según él, podrían haber sido hechas por los humanos modernos mucho antes de 60.000 años atrás.
Algunas herramientas estaban atrapadas en las cenizas de la erupción del súper volcán Toba en Indonesia que los geólogos pueden datar con mucha precisión hace 74.000 años.
Sin embargo, otros investigadores sugieren que las personas que vivían en India en ese momento podrían haber muerto y haber sido sustituidas por una oleada posterior de seres humanos.
Los antropólogos ya sabían de una incursión fuera de África de los seres humanos modernos. Se encontraron restos en Skhul y Qafzeh en Israel fechadas entre 119.000 y 81.000 años atrás.
Pero se cree que la gente de Skhul y Qafzeh se extinguió o se retiró hacia el sur, tal vez debido a las fluctuaciones climáticas. Que posteriormente desaparecieron y sus sitios fueron re ocupado por los neandertales.
Stringer dijo que el hecho de que las herramientas que se encuentran en Jebel Faya no se parecen a las asociadas con los humanos modernos en Qafzeh y Skhul dan una idea de la "complejidad aún mayor en el éxodo de los humanos modernos de África".
Y se plantea la pregunta: "¿podrían haber sucedido dispersiones separadas, una África oriental a Arabia y otro del norte de África al Levante?".

BBC Mundo

2011/01/27

Las adicciones más raras de los humanos

Un sabio padre dijo una vez en su casa «de puertas para afuera todo el mundo es raro». Y razón no le faltaba, sobre todo, tras ver las excéntricas manías y adicciones que sufren algunos de los protagonistas de «My Strange Addiction», un programa televisivo de la cadena Discovery Channel que arrasa en EEUU y por extensión, en la Red.
No sabemos si realmente serán ciertas o simuladas a cambio de un minuto de fama y gloria, pero las aficiones nada comunes de estos seres humanos resultan realmente repulsivas e incluso enfermizas. Como la de Kesha, una joven de 34 años a la que le encanta comer papel higiénico. Da igual dónde esté y la hora del día que sea; conduciendo al trabajo o en el cine, Kesha sueña con llevarse un trozo de papel de celulosa a su boca.
Tampoco se pierdan a Ryan, adicto a oler el aroma de chicles masticados. Su ritual consiste en desprender con una paleta todas las gomas de mascar que va encontrando y guardarlas en una bolsa de plástico para posteriormente insuflarla con un gesto casi orgásmico.
Y aunque la lista de candidatos a raro del año es kilométrica, terminamos con Lory, otra joven de 31 años tan friolera, que no se puede resistir a acostarse con su secador de pelo. Ver para creer.
 

2011/01/19

Neandertales, humanos hasta las narices

Las grandes narices que gastaban los neandertales no eran una adaptación al frío. Así lo asegura un nuevo estudio que ha analizado cráneos de Homo sapiens y sus parientes cercanos para poner a prueba una hipótesis sostenida durante décadas.
Desde que, hace más de 180 años, se desenterraron en Bélgica los primeros fósiles neandertales, estos han pasado de ser deformes embrutecidos a un grupo hermano que llegó a compartir lecho y fluidos con los humanos modernos. Muchas de las diferencias físicas entre ambos se han intentado explicar como adaptación a un clima frío, ya que los neandertales supieron vivir en una Europa gélida durante decenas de miles de años.
"Los neandertales eran considerados como los esquimales del Pleistoceno", explica a Público Todd Rae, un paleontólogo de la Universidad de Roehampton (Reino Unido). Las narices grandes también se habían atribuido a las bajas temperaturas, algo que no tenía mucho sentido, según Todd. "Los esquimales tienen caras y narices estrechas", señala. Para poner a prueba la teoría, Rae comparó los senos nasales de humanos modernos y neandertales. La talla de estas cavidades huecas situadas en el interior del cráneo y las fosas nasales se suponía un indicador de esa adaptación al frío, y estudios anteriores decían que los neandertales las tenían más grandes. De esa forma, sus nasos podían calentar mejor el aire frío.
El equipo de Rae ha analizado radiografías y reconstrucciones en tres dimensiones de cráneos bien conservados de neandertales que vivieron en climas fríos y los comparó con los de Homo sapiens de climas templados. Los resultados, publicados en Journal of Human Evolution, no concuerdan con la teoría de la adaptación a temperaturas bajas. "Los senos nasales de los neandertales de climas fríos resultan iguales que los de los humanos modernos europeos", explica Rae. "La nariz ancha no era una adaptación al frío", sentencia.
Otros estudios apoyan su tesis. Los senos nasales se hacen más pequeños cuanto más bajas son las temperaturas, tanto entre primates como roedores. De forma similar, los senos de los esquimales también son más pequeños que los del resto de los humanos de hoy. La moraleja es que hay que pensar en una nueva teoría para descrifrar el misterio del rostro neandertal. "Es posible que, en lugar del frío, sea una adaptación a la vida en el bosque, ya que otros rasgos neandertales, como las piernas cortas y la menor estatura, se han propuesto como tales", propone Rae.
El caso no está cerrado. "El estudio presenta unas medidas un poco pobres para generalizar", opina el investigador del CSIC Antonio Rosas. Como posible explicación apunta que aquellas caras de grandes narices, pómulos marcados y barbillas retraídas podrían deberse al azar de la evolución, conocido como deriva genética.
"Me convence totalmente la explicación del fenómeno como resultado de la deriva genética desde un antepasado común con nosotros", opina Michael Walker, profesor de antropología de la Universidad de Murcia. De hecho, las formas neandertales podrían ser mucho más comunes que las sapiens. "El rostro neandertal refleja una morfología muy arraigada en el género Homo durante el Pleistoceno medio, lo que es difícilmente compatible con la adaptación al frío", opina el experto.

Publico