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2013/07/06

Jugar sin poder parar, la nueva adicción de la época

Pasaron casi 30 años desde que el ingeniero ruso Alekséi Leonídovich Pázhitnov creó el Tetris y el éxito de ese juego provocó que muchos trataran de copiarlo; pocos pudieron igualar el furor de aquel viejo jueguito hasta hoy. Sin duda, Candy Crush Saga, inspirado en el Tetris, pero con una apariencia mucho más adaptada a las exigencias visuales y atractivas de los usuarios actuales, lo logró: tiene millones de usuarios que diariamente tratan de pasar sus 425 niveles. En los muros de los usuarios de Facebook pueden leerse frases como: "No puedo parar de jugar al Candy Crush", "Por favor, denme vidas para pasar de nivel", "¡Soy adicta a Candy Crush, lo confieso!" Además, cada vez que entramos en la red social los usuarios se encuentran con innumerables solicitudes de vidas y movimientos extras para el popular juego de la compañía King.

Pero más allá de los momentos de distracción que ofrece, ¿qué dicen los expertos? ¿Qué mecanismos estimulan esas ganas de jugar sin parar?

Más aún: ¿afecta este tipo de juegos las actividades neurológicas del usuario? "Son juegos que presentan recompensas a corto plazo. Ese tipo de recompensas son las que tienen mayor impacto dentro del sistema de placer de recompensa de nuestro cerebro. Entonces si bien son secundarias, porque los usuarios al ganar no reciben dinero ni cosas concretas, sino que obtienen una recompensa simbólica, no dejan de tener consecuencias a corto plazo. Las personas que tienen cierta disfunción en la toma de decisiones tienden a elegir siempre cuestiones que presentan consecuencias a corto plazo. Al hacerlo asumen riesgos innecesarios porque necesitan estar todo el tiempo recibiendo algún premio de manera inmediata", asegura Pablo López, psicólogo de la Clínica de Ansiedad y Estrés del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), y coordinador de la carrera de Psicología del Instituto de Neurociencias de la Universidad Favaloro.

Por su parte, Laura Jurkowski, psicóloga especialista en el tratamiento de pacientes con adicciones a Internet y fundadora del centro Reconectarse, asegura que Candy Crush es un juego que tiene un gran atractivo también por su componente social. "Hay que pedirle vidas a conocidos y amigos, con lo cual propone conectarse con otros. Al mismo tiempo propone un desafío de lograr superarse y superar a los demás. Además es un juego de fácil acceso, porque suelen invitarlos los propios contactos del Facebook o del celular", detalla. Jurkowski también dice que otros de sus atractivos son la estética y los colores. "Por otro lado es un juego de gran facilidad que permite que las personas se distraigan, evitando que se conecten con las cuestiones que le están pasando. Comienzan a jugar y dejan de pensar en las preocupaciones o problemas que tienen", asegura la psicóloga.
La mente en juego

¿Qué le ocurre a nuestro cerebro cuando jugamos? Durante una partida se activan e intervienen diferentes áreas. Se involucra el sistema de recompensa, que libera dopamina, un neurotransmisor asociado a mecanismos de recompensa y a los comportamientos adictivos. "En este proceso también están involucradas áreas relacionadas con la memoria a corto plazo, con la visión, la atención y las funciones motoras. Asimismo están involucradas áreas relacionadas con las emociones y con la motivación. Cuando se genera adicción, alguna de estas áreas cerebrales no funciona correctamente", explica Santiago O'Neill, jefe de Neurología Cognitiva del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.

Pero no todas son malas noticias. Algunos estudios aseguran que los videojuegos favorecen el desarrollo de determinadas funciones cognitivas. Una investigación de la Universidad de Iowa, Estados Unidos, por ejemplo, reveló que la mitad de las personas mayores de 50 años que fueron examinadas fueron capaces de mejorar una serie de capacidades cognitivas y revirtieron, de esa forma, el declive cognitivo, logrando mejorar su velocidad de procesamiento mental.

"Los juegos estimulan determinadas funciones cognitivas, provocando un desafío que actúa sobre memoria del trabajo. En el caso de Candy Crush el jugador debe trabajar sobre la predicción de lo que va a ocurrir cuando genero el movimiento", dice Ricardo Allegri, médico neurólogo, jefe de Neurología Cognitiva del Fleni e investigador del Conicet.
Una vida más y listo

La cantidad de tiempo que se juega es otro de los factores que puede afectar la vida de los usuarios. Según los especialistas, pasar muchas horas frente a la computadora o con el smartphone puede impactar negativamente tanto en las relaciones interpersonales como laborales o en el estudio. "Algunas personas empiezan a abandonar ciertas actividades provocando la pérdida de su destreza frente a determinadas tareas. Si una persona, sistemáticamente, juega solo frente a una computadora no está entrenando sus habilidades sociales y empieza a aislarse. De esta manera las abandona o las hace de forma inadecuada fallando en los exámenes, por ejemplo, o dejando de realizar actividades más cotidianas, como comer en familia. Algunos individuos, incluso, postergan horas de sueño, lo que afecta el estado de ánimo y aumenta la irritabilidad y la ansiedad. Todas estas conductas se van manifestando en las personas que no pueden dejar de jugar. En general, en las adicciones decimos que la persona pierde la capacidad de elegir", detalla López.

Allegri agrega que Candy Crush presenta un escenario atractivo, con estímulos agradables para que el cerebro tenga una carga emocional hacia lo que está haciendo. "Este juego no está armado en forma naïve, su objetivo no sólo es resolverlo, sino que es incluirlo dentro de mecanismos que son interesantes para el estímulo cerebral, pero que no están pensados para que seamos más inteligentes, sino para engancharnos en otros juegos", destaca.
¿Pero es una adicción o no?

Se oye mucho el soy adicto al chocolate, soy adicto a la televisión, y ahora están quienes aseguran que son adictos al Candy Crush. ¿Cómo podemos darnos cuenta si realmente es una adicción? "Para saberlo se evalúan los costos que le genera al individuo. Si no le genera altos costos personales, no debería preocuparse, pero cuando se da cuenta de que depende más del juego que de la propia decisión, ahí la persona puede estar en problemas. La capacidad de elección es fundamental", dice López.

La fundadora de Reconectarse resalta que las personas que pasan mucho tiempo jugando ponen demasiada energía y pensamientos en el juego, en lugar de enfrentar las situaciones que las aquejan para resolverlas. "Además, los adictos al juego pueden sentir malestar y ansiedad cuando no pueden conectarse o jugar", dice Jurkowski.

"Cuando el juego empieza a complicarnos la vida, cuando deja de ser una satisfacción para pasar a ser una obligación, cuando perdemos el control y estamos en cualquier situación tentados de jugar, cuando nos evadimos de la realidad o cuando lo hacemos en forma continua es altamente probable que ya sea una patología y no sólo un pasatiempo", resume Allegri.
Duermete niño

Muchos juegan justo antes de irse a dormir. Esto puede afectar su ciclo de descanso. "Las rutinas presueño deben ser actividades que nos ayuden a bajar los niveles de vigilia y propicien la relajación y el sueño. Los mensajes que mandamos al cerebro deben ser coherentes, por ejemplo bajar el nivel de luz, el ruido y la actividad. Si estamos enganchados jugando y tratando de pasar niveles de complejidad, el cerebro recibe estímulos que tienen que ver con estar despiertos. Esto es complejo porque todo nuestro cuerpo esta preparándose para dormir y el cerebro entra en la dualidad de no saber si debe permanecer despierto, a pesar de que la hora indica que deberíamos dormir", informa Mirta Ana Averbuch, jefa de la Unidad de Medicina del Sueño del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro. Averbuch recomienda para poder descansar adecuadamente, no jugar en la cama y terminar por lo menos una hora antes de acostarse. "La luminosidad de los celulares, de las tabletas y de las PC hace que decaiga la secreción de la melatonina, la hormona que promueve el sueño, y por lo tanto aparezca el insomnio. Con estos juegos no sólo se está haciendo trabajar al máximo al cerebro despierto, sino que las imágenes perduran cuando estamos intentando conciliar el sueño, provocando insomnio", agrega.

Para evitar que jugar se transforme en una acción nociva, Jurkowski aconseja alternar. "No obsesionarse con una actividad. Además es necesario poner tiempos específicos para jugar y después hacer otras actividades", sugiere.

Para tranquilizar a los usuarios del Candy Crush, O'Neill deja en claro que es necesario diferencias entre adicción al juego o sentirse adicto. "La adicción se da cuando existe la necesidad imperiosa de jugar, con síntomas de abstinencia cuando uno no lo está haciendo, como taquicardia, ansiedad marcada, cuando ya no alcanza lo que jugaba y se necesita más, y cuando causa consecuencias", aclara. En cambio, explica que el deseo de jugar y hacerlo no necesariamente implica adicción. "El tiempo es otro factor importante para tener en cuenta, ya que para que sea adicción debería sostenerse en el tiempo. Para ser adicto se cree que debería existir cierta predisposición. Por lo general existe asociada alguna otra patología neurológica o psiquiátrica, o algún trastorno con la personalidad", resume el jefe de Neurología Cognitiva de la Fundación Favaloro.
claves de una experta

Verónica, de 39 años, ya llegó al nivel 350 de Candy Crush. Madre de tres niños, no duda en confesar que cuando comenzó trataba de jugar en cada momento libre que tenía. "Cuando llegué al nivel 100 me enteré que si adelantaba la hora en el iPad obtenía las vidas al instante y no tenía que esperar los 30 minutos para que me den una nueva. Hoy mi iPad está adelantado una semana", dice con una sonrisa pícara.

Aunque asegura que este juego muchas veces es cuestión de suerte, Verónica se anima a contar algunos tips. Por ejemplo, juntar la mayor cantidad de caramelos iguales para obtener los especiales. "Cuando hay gelatinas, primero deben eliminarse las situadas en las esquinas." Verónica tiene claro lo que genera en ella este juego: "No me considero experta, sólo que cuando algo no me sale no paro hasta lograrlo, pero soy así en todos los aspectos de mi vida", resume.
Las señales de la obsesión con los jueguitos

    Invertir más de 4 horas por día en un videogame

    Descuidar otras actividades importantes de su vida

    Proponerse no jugar o jugar menos, y no poder lograrlo

    Ponerse nervioso, irritable o angustiado si no puede jugar

    Mentir o mentirse sobre la cantidad de tiempo que estuvo jugando

    Desobedecer la cantidad de tiempo establecido de juego

    Retracción social de familiares y amigos

    Alteración del sueño

    Alteración de la alimentación

    Problemas de salud por sedentarismo o la postura

    Dificultades académicas o laborales

    No  poder dejar de jugar a pesar de darse cuenta de los inconvenientes que le están ocasionando

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