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2013/06/12

'Llámame al móvil, estoy en la cumbre del Everest'

"Buff, estoy absolutamente destrozado. Ni siquiera puedo describir lo duro que ha sido...." Los telespectadores británicos que el pasado 19 de mayo contemplaban la BBC, se sorprendieron con una emisión nada corriente. A través de la pequeña pantalla, un hombre abrigado hasta las cejas lanzaba un entrecortado y casi ininteligible mensaje desde un lugar que parecía lleno de nieve.

Era el alpinista Daniel Hughes, quien dirige la ONG Comic Relief, que ayuda a los niños desfavorecidos del mundo. En aquella ocasión, al menos al principio, no llevaba su reconocible nariz de payaso que siempre se coloca, sino que una mascarilla tapaba su cara. Hughes les hablaba desde un lugar tan poco habitual como la cumbre del Everest, 8.848 metros, a donde subió para recabar fondos para su organización.

Con todo, lo más impactante fue conocer que estaba hablando en absoluto directo y se le veía a través de la cámara de su teléfono móvil habitual. Era la primera vez en la historia que se ha conseguido establecer una vídeollamada desde el punto más elevado de la Tierra. El británico utilizó un HTC One, smartphone de última generación con procesador de 4 núcleos, pantalla de 4.7 pulgadas y una resolución de 469 píxeles por pulgada, que cualquiera puede conseguir en un despacho de telefonía móvil.

No fue sin embargo la primera vez que alguien ha utilizado un móvil para comunicarse desde la cima del mundo. Un año atrás, el británico Kenton Cool, envió un tuit y habló con su móvil desde el mismo lugar. En aquella ocasión, utilizó un Samsung Galaxy S2, otro smartphone habitual. Se sirvió de las estaciones repetidoras establecidas en la base de la montaña hace tres temporadas, logrando captar una débil cobertura 3G, suficiente no obstante para establecer la comunicación.
Los teléfonos satelitales

El desarrollo de la tecnología de las comunicaciones ha alcanzado hitos difícilmente imaginables hace tres o cuatro años. Hasta ahora, los móviles habituales no tenían cobertura en áreas tan apartadas como la región del Everest. La comunicación desde aquellos entornos sólo era posible mediante los llamados teléfonos satelitales.

Se trata de aparatos telefónicos especializados que, en vez de comunicarse a través de las redes habituales de telefonía móvil, utilizan las de los satélites geoestacionarios. Su funcionalidad no es la misma que la de los móviles cotidianos, aunque con ellos es posible comunicación de voz, servicio de mensajes cortos y acceso a internet de banda estrecha. Utilizan las redes de Inmarsat o Thuraya, según el área geográfica donde se encuentren.

Aparte de mantener una conversación, estos teléfonos satelitales pueden, mediante contrato específico, enviar correos electrónicos y utilizar las redes sociales. Algo que también es ahora posible con el móvil habitual, evitándose de esta manera tener que adquirir o alquilar aquellos aparatos, que son más caros. Sin embargo, el coste del minuto de línea contratada a través de estas redes satelitales resulta más barato que el de la telefonía móvil cuando se utiliza desde aquellos lugares remotos.
La Edad de Piedra de la telefonía

Antes de los actuales teléfonos, tanto móviles como satelitales de última generación, también era posible establecer comunicación telefónica desde lugares tan remotos como el Himalaya o la Antártida, aunque viendo cómo se hace hoy día, aquello era la Edad de Piedra de las comunicaciones telefónicas. Hasta hace muy poco desde allí solo se utilizaban teléfonos satelitales.
Tenían tamaño y formas similares a las de un ordenador portátil y constaban de una antena plana desplegable y un auricular con cable. Para escribir cualquier texto o enviar una foto había que hacerlo a través de un ordenador portátil, que se conectaba con el teléfono. Lo primero que había que hacer para comunicarse era localizar la señal de los satélites, algo ciertamente complicado en aquellos parajes con la tecnología de entonces.

No había otra, así que de esta manera logré el 8 de mayo de 2000 enviar la primera crónica vía internet desde el collado Norte del Everest, situado a 7.100 metros en la vertiente tibetana de la montaña. Hasta allí fui como enviado especial del periódico El Mundo, para informar sobre una expedición del programa 'Al filo de lo imposible', de RTVE, al techo del mundo.

Aún recuerdo que el peso del teléfono satelital, el ordenador, la cámara fotográfica y las correspondientes baterías de recambio para todos aquellos aparatos superó los ocho kilos de peso. El equipo ocupaba una parte importante de mi mochila. Establecer la comunicación me llevó más de 40 minutos, la transmisión duró otros diez minutos a pesar de que sólo pude enviar un corto texto y una fotografía con muy poco peso.

Trece años después, Hughes ha mantenido una vídeollamada de 2:45 minutos con un aparato de menos de 150 gramos que llevaba en un bolsillo. Le constó establecer la comunicación el tiempo que tardó en marcar los números del destino de su llamada. La transmisión fue un éxito, pero al mismo tiempo un problema más que seguro con las autoridades de Nepal, país por donde subió el británico al Everest. Fieles celosas de los permisos y regalías obligatorios para cualquier cosa que se haga en la montaña, ahora investigan la legalidad de la vídeollamada, ya que el británico la hizo sin la correspondiente (e imprescindible) autorización para utilizar un aparato de grabación en aquellos lugares.

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