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2012/08/02

La enfermedad que aún no tiene cura


En el último siglo, la medicina ha avanzado a tal velocidad que ha convertido enfermedades que antes eran sinónimo de muerte segura en pequeños contratiempos fácilmente superables. Sin embargo, existen afecciones conocidas desde hace cientos de años para las que el hombre aún no ha sido capaz de encontrar una cura.
La rabia es un claro ejemplo de ello. Tal y como leemos en el blog “Ciencia de bolsillo”, no existe ningún medicamento capaz de frenar su avance una vez que se desarrollan los síntomas de la enfermedad. Por ello, la rabia causa la muerte de más 55.000 personas cada año, según datos de la Organización Mundial de la Salud, la mayor parte de ellos en países del tercer mundo.
La enfermedad generalmente se transmite a través de un mordisco que pone en contacto saliva contaminada con la sangre de la siguiente víctima. Desde finales del siglo XIX existe una vacuna desarrollada por Louis Pasteur y Emile Roux que, si se administra con la antelación suficiente es altamente eficaz.
Para que esta vacuna funcione es necesario que el virus aún esté en incubación. Tras esta fase inicial, el enfermo comienza a sentir síntomas como dolor de cabeza y cuello o nauseas. Más tarde aparecerá la hidrofobia, un terror al agua que es el síntoma más conocido de esta enfermedad. En ese momento, el virus ya habrá llegado al cerebro y la medicación será inútil.
Uno de los motivos por los que esta enfermedad, que ataca por igual a perros, gatos, murciélagos o humanos no se cobra más vidas, es que su vacuna es capaz de ayudar al cuerpo a defenderse del virus en casi la totalidad de los casos. Para que esto ocurra, es necesario que se administre después de la mordedura y antes de que aparezcan los primeros síntomas. En caso contrario, la muerte está casi asegurada.
La clave para sobrevivir, por tanto, está en la facilidad para acceder a la vacuna y la rapidez con la que esta se administre. Y como ocurre con otras muchas enfermedades, los países menos desarrollados de África y Asia son los que tienen más dificultades para ello. Es ahí donde la rabia se convierte en una enfermedad mortal en el cien por cien de los casos.

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