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2012/05/12

Huawei quiere ser más famosa que Cisco


Para ponerse en situación: en 1980 Shenzhen era un pueblecito de 3.000 pescadores. Hoy son 15 millones de habitantes. En esta megalópolis de avenidas anchas, vegetación tropical y ríos de jovenzuelos que marchan zombies hacia la fábrica de montaje Foxconn, crece Huawei. Tiene su propia salida de autopista y su propia universidad para directivos, y un campus, como ellos le llaman, que ocupan kilómetros de ciudad.
Huawei nació en la ciudad de Shenzhen, frente a Hong Kong, y para dar en las narices a la antigua metropoli británica, se convirtió en la zona más liberada, económica y políticamente, de China. Ren Zhengfei fundó su empresa en 1988. En 24 años ha conseguido que las telecomunicaciones de una tercera parte de la población mundial funcionen gracias a Huawei; pero la gente no lo sabe. Y Huawei quiere que se sepa, quiere ser famosa.
Su pretensión recuerda a Cisco, que se hizo grande con las infraestructuras de Internet, pero le era suficiente y entró en los routers domésticos, cacharros que tampoco es que enamoren al consumidor, así que finalmente se introdujo en las cámaras de vídeo baratas, donde fracasó, y en los móviles, que también.
Lo que Cisco fue para Internet es hoy Huawei para las infraestructuras telefónicas de 3G y, sobre todo, 4G. Cisco suena a vieja ante el empuje de Huawei. Las telefónicas de todo el mundo emplean sus soluciones de antenas, cables y armarios de conexiones. El 74% de sus 24.000 millones de euros que ingresaron en 2011 provienen de esa actividad.

Pero Huawei quiere extenderse más en proporcionar servicios a las grandes corporaciones (como bancos) y en el consumidor privado, con móviles con su marca. Desde 2003 Huawei fabrica teléfonos para las operadoras, pero ahora quieren salir a la luz con su marca de la flor roja.
Por primera vez, la prensa extranjera asistió a la presentación de su cuenta de resultados hace un par de semanas, algo lógico si se tiene en cuenta que es la única empresa china que vende más fuera que dentro (36% en Europa; 32% en China).
Un centenar de periodistas de todo el mundo, entre ellos EL PAÍS, escuchan, preguntan y se les responde (más o menos). Hay discursos soporíferos que duran 45 minutos, y otros de 30, no menos soporíferos pese a los fichajes de directivos norteamericanos, como el controlador de cuentas CT Johnson, La vertiente showman aún no ha cuajado ni para el diseño de los power point, donde se descubre en letra pequeñita que este año crecerán entorno al 20%.
Hay mucha cifra macroeconómica y mucha filosofía, pero al final los periodistas preguntan por lo más tangible: “¿Cuántas tabletas han vendido?

Bill Zhang, entre la cortesía para contestar sin decir y cierta ingenuidad en estos menesteres, salta: “No lo sé, son tan pocas”, con lo que consigue sacar al auditorio de su modorra.
De todos sus ingresos el 74% procedió de equipamientos, el 4,5% fue de servicios a corporaciones y de la división de consumo el 21%, y no es suficiente. Si el año pasado vendieron 20 millones de móviles con marca blanca este año quieren vender 60 millones con la suya y convertirse en 2015 en el tercer fabricante mundial de smartphones.
La pretensión de Huawei no es humo. Ha incorporado a 30.000 empleados en un año, siendo su plantilla de 140.000. Prácticamente la mitad de toda ella, unas 62.000 personas, se dedica a investigación y desarrollo. Su liderazgo móvil se asienta en las nacientes redes 4G de telefonía, en donde tiene el 18% de todas la patentes.
Con tanto fichaje, los beneficios operativos cayeron a la mitad hasta quedarse en 1.200 millones de euros. “Las fluctuaciones de las divisas, las revueltas políticas en algunas regiones, y la espiral de crisis de la economía han impactado en nuestros resultados”, explica Ken Hu, consejero delegado rotatorio, otra peculiaridad de esta empresa, que ha decidido cambiar de jefatura cada seis meses.

Pese a la escasez de beneficios, Hu no tiene que dar cuenta a nadie. En el corazón de la zona más capitalista de China, Huawei es una empresa en manos de sus empleados, que se reparten las acciones de la empresa y deciden qué parte va a investigación.
El objetivo de ser marca se empieza a ver. Desde hace una semanas su nombre cruza la pechera de los futbolistas del Atlético de Madrid y hasta los premios de internet Webby, con miopía sobre Estados Unidos, han hecho un huequecito para premiarles. Eso está bien, pero Huawei lo que quiere ahora es que la gente lleve sus móviles "en el corazón", como dice el diseñador Hagen Fendler.
No tendrá fácil Huawei vender 60 millones de móviles. La competencia afecta a todos, incluso a China, donde se pirrian por los iPhone o Galaxy. Desde hace meses, millones de sus ciudadanos están comiendo con palillos Made in USA. La empresa Georgia Chopsticks les envía dos millones de palillos al día. Si se abren las puertas, la globalidad es, para todos, de ida y vuelta.



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