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2011/08/05

Los vampiros 'huelen' el calor de la sangre

Los vampiros comunes parecen ratas con alas, pero en realidad están más emparentados con perros y caballos. Estos murciélagos, típicos de los bosques desde México hasta Argentina, se mueven por el suelo con una especie de galope, se acercan a vacas, cabras o gallinas, clavan sus dientes de manera precisa en una vena de una zona desprovista de pelo o plumas y beben unas dos cucharaditas de su sangre. La víctima ni se entera. Sigue durmiendo. Y la ceremonia se repite cada uno o dos días.
Un grupo de científicos acaba de desvelar los entresijos moleculares del ataque de los vampiros, capaces de encontrar una vena o una arteria en la oscuridad de la noche con la misma facilidad con la que un misil teledirigido destroza su objetivo.
Los investigadores, de la Universidad de California en San Francisco y del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas en Caracas, han descubierto unas moléculas en los nervios faciales del murciélago capaces de detectar mínimas variaciones de calor.

Como en las serpientes

Esta modificación en su anatomía permite a los vampiros oler la radiación infrarroja, una capacidad que en los animales vertebrados sólo se había observado en reptiles: boas, pitones y en las llamadas víboras de foseta, como las serpientes de cascabel.
En su estudio, publicado hoy en la revista Nature, los autores muestran que este sensor de infrarrojos, llamado TRPV1, permite a los vampiros detectar una fuente de calor a unos 20 centímetros de distancia. Como explica uno de los autores del estudio, José Antonio González Carcacía, venezolano nacido en Ourense, el TRPV1 es un canal presente en los receptores de calor de todos los vertebrados.
Este canal se activa normalmente al percibir estímulos por encima de 43 grados, alertando al individuo de una fuente de calor potencialmente peligrosa que podría quemar sus tejidos. En el caso de esta especie de vampiro, este canal se activa a tan sólo 30 grados.
"Este menor umbral de temperatura permite a los vampiros comunes reconocer fuentes de calor imperceptibles para otros murciélagos y les permite identificar torrentes sanguíneos bajo la piel de los animales de los que se alimenta", subraya González Carcacía.
Es, añade, un caso "análogo" al de los perros, que gracias a sus modificaciones auditivas pueden percibir ultrasonidos, cuyas frecuencias son imperceptibles para el oído humano.
Respecto a posibles aplicaciones en la industria farmacéutica, el autor cree que "el entendimiento del mecanismo de funcionamiento de los receptores de calor es una información importante que sirve de base para plantear estrategias en la lucha contra el dolor por quemaduras".

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